Sección TECNOLOGÍAS
Javier Fernández Delgado
Docente, investigador, editor y experto en edición digital.
Ha publicado Escuchando con los ojos en la era digital y otros artículos sobre el uso didáctico de los dispositivos móviles, y recientemente el libro digital El lector móvil: del jeroglífico al emoticono. CV en El lector andante.
Resumen.
Este trabajo es un ensayo dramatizado que presenta una situación de aprendizaje relacionada con las competencias digitales lingüístico-literarias e históricas en Bachillerato. Se trata de una propuesta didáctica que recrea mediante dramatización una Semana Cultural de la Edad de Plata de las ciencias y las letras españolas, basada en el aprendizaje móvil y en el desarrollo del portafolio digital, que toma como eje la creación y reutilización de materiales didácticos digitales multimodales.
Palabras clave: innovación, competencias digitales lingüístico-literarias e históricas, lectura oral, dispositivos móviles, aprendizaje móvil, didáctica, Lengua Castellana y Literatura, Historia, Arte, Bachillerato, Edad de Plata, situación de aprendizaje, portafolio digital, materiales didácticos digitales multimodales.
Abstract.
This paper is a dramatized essay that presents a learning situation related to digital linguistic-literary and historical competences in High School. It is a didactic proposal that recreates a Cultural Week of the Edad de Plata of Spanish sciences and letters, based on mobile learning and the development of the digital portfolio, which takes as its axis the creation and reuse of multimodal digital didactic materials.
Keywords: innovation, linguistic-literary and historical digital skills, oral reading, mobile devices, mobile learning, didactics, Spanish Language and Literature, History, Art, High School, Edad de Plata, learning situation, digital portfolio, multimodal digital didactic materials.
A mis padres y abuelos plateados.
A Mauricio y al Grupo de Publicaciones, porque vivimos con entusiasmo la transición digital.
A los colaboradores del Recitario.
—Todo irá inserto —dijo don Quijote—; y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles o en unas tablitas de cera, aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aún más que bien, escribilla, que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio.
Cervantes, El Quijote, 1605, XXV.
Lector, igual que en el artículo anterior ─Cómo fabricar una 'Fonoteca' y un 'Recitario' digitales en entornos educativos (2022)─, hemos escogido el marco de la Edad de Plata de las ciencias y las letras españolas de hace un siglo por las semejanzas ─y rimas─ con la situación actual. En esta ocasión nos serviremos de la creación y reutilización de materiales didácticos digitales multimodales, como los de Recitario APE Quevedo, Madrid en la Edad de Plata y Efemérides plateadas, creados colaborativamente durante estos dos últimos años y que ahora se presentan reelaborados y reutilizados en una situación de aprendizaje en el entorno educativo.
Lo hacemos de nuevo a través de diálogos entre unos alumnos de Bachillerato (─), una profesora de Lengua (──) y un profesor de Historia (───), que practican la codocencia y dan clase en el aula y fuera de ella, recorriendo diversas rutas plateadas por Madrid. No se trata de transcribir lo que sucede en las clases, sino de fabular sobre lo que podría suceder en ellas si introducimos recursos y metodologías como estos. En cualquier caso, se trata de poner el énfasis en el uso que se puede hacer de las cosas que se aprenden, para dar así una mejor respuesta a las situaciones que la vida presenta.
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─Profe, ¿qué es eso que traes escondido y que sujetas como si fuera una reliquia delicada? ¿No nos lo vas a enseñar?
───La verdad, no sé qué hacer: si sí o si no.
─Pues que sea sí, ¿no?
─¡Venga, tira, profe, no hagas más teatro, que con la de Lengua ya tenemos bastante! Nos ha anunciado lo mucho que de él vamos a disfrutar en esta Semana Cultural de la Edad de Plata que comenzamos hoy.
───Esta bien. Pues sí, es un tesoro familiar que no he sabido interpretar hasta hace poco. Como veis, por fuera es un librito en blanco y negro de tinta sobre papel, ilustrado con algunas fotografías y dibujos; con cubierta de cartón y un lomo entelado, para resistir un manejo intenso. Y está muy sobado el pobre, como podéis apreciar.
─Y de bolsillo.
───En efecto, tamaño de octavo, 8.º, es decir, que tiene unos 18 cm de altura, como mi móvil más o menos.
Recordemos que al catalogar una obra, el título no se toma de la cubierta exterior, sino de la portada, que está en el interior, ¿veis?: El Cielo. Nociones de Astronomía popular, dispuesta para lectura en las escuelas por Don Victoriano F. Ascarza. Este ejemplar perteneció a mi abuelo Arturo, que era maestro en una escuela rural en Ourense y que me regaló siendo yo niño, quién sabe si decidiendo así mi vocación tanto por la docencia como por las cosas celestes.
─¿Pero tú no eres historiador, profe?
───Eso y muchas otras cosas, como lo seréis vosotros cuando culminemos nuestra Semana plateada. Porque mi abuelo vivió su juventud y madurez durante la llamada Edad de Plata, pero, ¿qué fue esa edad, y qué fue de ella? Vamos a hablar de esos tiempos plateados, en los que, en vez de móvil, algunos tenían librillos como este.
─¿Me lo dejas y lo vamos pasando?
───Claro, aquí tienes. Muchísimos años después, hace poco, me tropecé con una lista de obras incluidas en las dotaciones de las bibliotecas escolares que donó la Segunda República durante sus primeros años y allí estaba el título El Cielo. Mi ejemplar era de la cuarta edición publicada por El Magisterio Español en 1923, una editorial especializada en materiales educativos, que dirigía precisamente su autor, que además era entonces director del Planetario de Madrid y miembro de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, el organismo creado por el Ministerio de Instrucción Pública que impulsaba la europeización de la ciencia y la cultura españolas durante la Edad de Plata. Así que en esta persona, Victoriano Ascarza, tenemos unida la alta formación universitaria y la investigación, y también la educación más básica de los niños en las escuelas. Vivió entre 1870 y 1934. Su obra El Cielo llegó al menos a la 33.ª edición en los años 50.
─¿Y tu abuelo?
───A eso voy: el abuelo Arturo había nacido en 1888 y murió en 1982, a los 94 años; yo solo lo traté de niño, era mi padrino y siempre se condujo conmigo de forma especial, pero no pude disfrutar de su compañía de mayor: ¡tenía tantas cosas que hablar con él, tantas preguntas que han quedado pendientes! Así que, lo busqué.
─¿Lo investigaste?
───Eso es: fui a la web de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica y busqué su nombre completo entrecomillado "Arturo Fernández Cid" en la colección de periódicos digitalizados, como ahora hago ante vosotros, para que comprobéis lo fácil que es. Y su nombre apareció resaltado en amarillo en varios resultados, como ahora vosotros podéis ver en la pizarra electrónica. MIrad algunos entresacados de la revista El Magisterio Español, que permiten reconstruir su trayectoria profesional: las fechas en las que se presenta a las oposiciones a maestro, cuándo las aprueba y sus sucesivos destinos. En 1928 está en la escuela de Santa Cruz de Rabeda ─donde lleva desde 1920─, una aldea junto a la de La Castellana, donde vivía con la abuela y donde yo jugué de niño ─y fui tan feliz─ en las vacaciones veraniegas, cuando nos dejaban pasar unos días allí con los abuelos, en los días azules y bajo el sol de la infancia, que decía Antonio Machado.
El Magisterio Español, 30 de marzo de 1928, pág. 1030. En BVPH.
Después investigué las bibliotecas escolares. ¿Por qué? Porque entre susurros se decía en mi familia que el abuelo había tenido que esconder los libros de la escuela en una maleta y que la enterró en la huerta. ¡Qué sé yo, de dónde viene ese recuerdo susurrado! Hay un informe de las bibliotecas escolares de las Misiones Pedagógicas entregadas entre septiembre de 1931-diciembre de 1933 (1934:175-176) que hace una relación de las de Orense en la que se menciona la escuela de Santa Cruz. ¿Veis?
Allí estaba mi abuelo de maestro: tenía entonces unos 46 años y tres hijos, el más pequeño, mi padre, nacido en 1932. Algunos días de mi niñez íbamos dando un paseo con mi abuela a visitar a la familia de la aldea vecina de Santa Cruz, la que daba nombre a la escuela. A los niños nos ofrecían rosquillas, a los mayores una copita de licor café. Es un sitio real, que yo conocí en persona, sobre el que tengo recuerdos.
─Yo lo probé una vez, es muy dulce.
─Pues como tú eres, querida.
───Tras el hallazgo feliz, me pregunté si entre los títulos donados se incluyó el ejemplar que me regaló mi abuelo. El ejemplar no tiene sello alguno que lo avale, pero lo cierto es que la obra El Cielo aparece entre los Libros para uso de las Escuelas aprobados por el Ministerio de Instrucción Pública en 1934 en el dictamen del Consejo Nacional de Cultura sobre el concurso para selección de obras de lectura para uso de las Escuelas públicas:
Gaceta de Madrid. Diario de la República. 18 mayo 1934, p. 1130.
─Pues puede ser o no, profe.
─Vaya trabajera que te has dado con el librito. Saltas de flor en flor, de página web en página web, como un conejo por el campo.
─Querrás decir una liebre, ¿no?
─Pero has podido averiguar cosas, cosas importantes para ti, por lo que vemos; eso sí, sabiendo dónde buscar en la red.
─Eso es lo más difícil, profe: hay demasiado contenido en línea, es inabarcable.
─Estamos saturados, nos sale 'Internete' por las orejas.
───Ya, ya, pero ¿a que mola? Mirad, ya traen el carrito con los portátiles. Ahora os va a tocar a vosotros investigar, aprovechando esta Aula del Futuro tan chula que tenemos.
─¿Eso es que nos vas a dar la contraseña de la wifi, esa tan secreta y que se cambia con frecuencia para que no la pillemos?
───No hace falta, los portátiles se conectan solos y todos sabemos que la contraseña no es tan secreta... ¿A que tú la conoces, 'espabilao'?
─No, no. Bueno, algunas veces, sí.
─Sssshhhh, calla, ¿no ves que es una pregunta trampa? ¿Qué quieres que investiguemos en 'Internete', profe?
───Ah, eso. ¿Os habéis fijado que hoy he comenzado con algo personal para viajar a las décadas de hace un siglo? Algo familiar además, con lo que tengo fuertes vínculos emocionales. Investigar sobre ello lo puede convertir en una situación de aprendizaje, una ocasión de conocer algo que sea significativo para nosotros, útil ─por tanto─ de forma inmediata, ya que nos ayuda a entendernos y entender a nuestra familia o amigos o a la sociedad en la que hemos crecido o vivimos.
─Profe, ¿tienes alguna foto de tu abuelo, para hacernos una idea?
───Una vez escribí un relato sobre él en una revista, se titulaba El undécimo mandamiento, en homenaje a una frase muy suya: «¡El undécimo mandamiento, no estorbar!». Vamos a ver si doy con ella. Sí, aquí está el texto y aquí la foto: yo soy uno de los nietos, el más pequeño.
─¿Eso es una boina?
───Sí, pero con corbata, ojo; siempre tan elegante, y eso que ya estaba jubilado.
─¿De cuándo es esa foto?
───De los años 60.
─Tú también tienes la expresión seria de tu abuelo maestro.
───Quiero que esta foto sea una puerta a la situación de aprendizaje que vamos a crear y a investigar. Todos tenemos fotos como esta, en la que coinciden varias generaciones. Vosotros también tenéis primos, y abuelos y bisabuelos, y tatarabuelos, los abuelos de vuestros abuelos. Si vosotros tenéis ahora 18 años de media y habéis nacido hacia 2005, ¿en qué año nacieron vuestros padres, abuelos y otros ascendientes? Hay que investigarlo, para poder localizar las generaciones a las que pertenecen.
─Nosotros estamos en la frontera entre la Generación Z y la Alfa: hemos crecido con 'Internete', como tú dices.
───En efecto, esa sería vuestra generación digamos demográfica, la cohorte de gente con la misma edad, los 18 años; pero existe otro concepto de generación, de ámbito cultural, que también puede ser significativo. Fijaos en esta lista de las seis generaciones que se suceden durante la Edad de Plata larga, tal y como la establece Abdad Nebot, entre el Sexenio Democrático (1868) y la Guerra Civil (1936).
─Se ve que el año que fecha la generación no es el de nacimiento, sino el de algún acontecimiento histórico, como la crisis del 98.
─Pues entonces, nosotros somos la generación de los desastres, o del Covid de 2020, o de la guerra en Crimea de 2022 o de la crisis...
─No te olvides de Filomena.
─Ni de la otra crisis, cuando teníamos 3 años, la Gran Recesión de 2008, que dejó tiesos a nuestros padres.
───Así sucede la Historia, chicos y chicas: vosotros también estáis nadando en esa corriente impetuosa. Y como sabéis de sobra, en el pasado fueron numerosos los episodios desastrosos y, desde luego, también los luminosos, como el que nos ocupa. En el currículo de Bachillerato de Lengua Castellana y Literatura II, publicado en julio del año pasado, la Edad de Plata de la cultura española se extiende entre 1875-1936; en el currículo de Historia de España ese período se corresponde con El régimen de la Restauración (1874-1902), El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) y La Segunda República (1931-1936). En la bisagra del periodo se encuentra el Desastre por antonomasia, como tú mencionaste antes, el del 98, que ya conocemos bien. Pero ese año fue además el del nacimiento de Federico García Lorca, que muere en...
─En 1936, cuando finaliza la Edad de Plata con la Guerra Civil.
─Pero la República sigue, ¿no?, y luego tras la derrota, continúa en el exilio.
─Pero 1936 es una frontera generacional, eso está claro: en la clasificación de antes figura la Generación de 1936, la serie de escritores nacidos entre 1906 y 1920 que eran jovencísimos cuando se produce la guerra y que crean su obra durante ella, como Miguel Hernández, o después, ya en el Franquismo.
─Mi tatarabuelo Florencio nació en 1931, lo sé de cierto.
─Y mi abuelo Perfecto vino al mundo en 1957.
───Calculad una media de 25 años entre las cohortes familiares de padres e hijos, aunque ahora seguro que el intervalo es mayor. Venga, echad cálculos.
─Veamos: si nosotros nacimos en 2005, nuestros padres lo hicieron de media hacia 1980, durante La Movida que organizaron los abuelos.
─Que a su vez nacieron hacia 1955 y ahora tienen sesenta y muchos.
─El mío acaba de cumplir 70 primaveras.
─En consecuencia, los bisabuelos vinieron al mundo hacia 1930, en la plenitud de la Edad de Plata. Hoy tendrían noventa y tantos años.
─Pero fueron sus padres, nuestros tatarabuelos, nacidos hacia 1905 los que crecieron durante la Edad y tuvieron hijos en su momento de esplendor, aunque estos solo la pudieron disfrutar de muy niños.
─Pero lamentablemente los tatarabuelos plateados ya están todos en el otro mundo y viajando entre las estrellas.
─Ahora que lo pienso, habrá de todo, porque mi bisabuelo Cleto nació en 1907 y mi bisabuela Porfiria en 1906, pero se explica porque en mi familia todos fueron padres con edades avanzadas: me sé las fechas porque estuvimos haciendo una genealogía familiar el otro día. Cosa que tiene su intríngulis, ya os aviso.
───En fin, sean tatarabuelos o bisabuelos, hay que considerar que pudieron votar en elecciones generales en 1931, 1933 y 1936, porque antes y después hubo Dictaduras en las que el voto estaba suspendido. La democracia fue la máxima expresión política de la Edad de Plata.
─¿Alguien tiene un bisabuelo nonagenario que haya podido vivir esos años?
─Mi bisabuela Rita tiene 92 años, así que nació en... 1931, cuando llega la República. Pero está en una residencia porque necesita cuidados que nosotros no podemos darle. Hoy voy a ir a verla.
─Así que, nuestros bisabuelos fueron muy niños durante la República y realmente crecieron durante la guerra y la dictadura. Ninguno de ellos conoció la Edad de Plata más que por referencias, seguramente oídas en susurros, como tú has dicho antes, profe.
─Pues, en conclusión, son los tatarabuelos, nacidos hacia 1905, los que disfrutaron en su niñez, juventud y 'casi' madurez de la Edad de Plata.
─Los abuelos de nuestros abuelos fueron plateados.
─Y también sus padres, nacidos hacia 1880, que tenían 51 años al advenimiento (te lo he oído a ti, profe) de la Segunda República.
───Estos datos y consideraciones son interesantes, porque colocan a nuestras familias en el curso de la Historia. Hay que investigar el pasado con los bisabuelos antes de que nos dejen y se vayan de viaje a las estrellas, como tú dices: seguro que tienen muchas cosas que contar que escucharon también sus padres. Pero os voy a dar otro dato de referencia: estos días ha salido en la prensa una entrevista a Jesús García, de 104 años de edad ─aunque anda sin bastón─, que participó en la Guerra de España como brigadista; estudió para el oficio de mecánico y repartía periódicos en bicicleta en París. Cuando vino al frente del Ebro en 1938, tenía... 18 años. ¿Os imagináis?
─Pues como nosotros ahora, 18 añitos, ¿y sigue vivo?
───Sí, pero ya es el último que queda. Y le acaban de reconocer el mérito de su «sacrificio en defensa de los valores democráticos», ya que abandonó su vida parisina y se vino a España: «Me uní a las Brigadas Internacionales para defender a la República española y para combatir el fascismo», ha declarado. Da un escalofrío, ¿verdad?, pasar de la fría y lejana cronología a la realidad cercana de carne y hueso.
─Pues sí, profe, sobre todo en nuestro momento presente, en que también hay una guerra en Europa y donde esta vez no se puede dejar abandonado a un país agredido y dejar que sean voluntarios bienintencionados, brigadistas de hoy, quienes intenten defenderlo.
─A ver si de tanta intervención lo vamos a estropear todo más.
─Eso, hay tantos intereses que no sabe una si se hace el bien o se hace el mal dando armas a los contendientes.
───Es lógico que existan estos debates, chicas y chicos: todas las partes pueden argumentar sus propias razones, pero la Historia puede ayudar a las discusiones, porque aporta datos reales, aunque la interpretación pueda provocar también debates encendidos sobre algunos aspectos. También hay consensos: los fascismos y sus mentiras fueron un desastre y su derrota trajo la consolidación de las democracias...
─A algunos países, sí, pero no a todos, como el nuestro, donde tuvimos el Franquismo.
───Y debemos preguntarnos porqué, para evitar nuevos desastres. Hay bastante consenso en que la política de apaciguamiento con Hitler y Mussolini lejos de amedrentarlos, los envalentonó y les dio más tiempo para fortalecerse. Y además afectó directamente a un país, el nuestro, que había sido neutral en la Gran Guerra y que vivía una Edad de Plata cultural, como bien dices. No se puede entender la historia española sin conocer ese contexto internacional, pero todo llegará, de momento centrémonos en ese primer tercio de siglo al que vamos a dedicar estos días. En 1905, por ejemplo, nació Manuel Altolaguirre, quien fue, junto con su esposa, la poeta ─o poetisa, como decían en la época─ Concha Méndez, el impresor o los impresores de la Generación poética del 27.
─¡Yo soy Manuel Altolaguirre, profe!
─¡Y yo Concha Méndez! ¿Ya lo podemos desvelar?
─¡Nooo, todavía!, luego, cuando venga la profesora de Lengua que..., por cierto, ya debe estar al caer.
──¡Cucú, aquí estoy ya! ¡Mirad qué Quijote más mono traigo en la mano! Es una edición especial, anotada, que promovió la Comunidad de Madrid en el IV Centenario y con la que vamos a hacer una cosa muy mona, ¿verdad que sí, profe de Historia?
───Efectivamente. Encended los portátiles y descargad el ejemplar digital de esa edición en la web del curso, que ahora lo vamos a abrir con el programa Calibre, un gestor de biblioteca electrónica y un visor y editor de libros digitales, como ya sabréis.
──¡Hemos de viajar, pupilos míos, al Siglo de Oro para tomar impulso y saltar a la Edad de Plata! Vamos preparar en un santiamén un regalo para el próximo Día del Libro, un Quijote dedicado, para llevarlo siempre consigo y consultarlo cuando se tercie, por ejemplo, en la espera del dentista, en el Metro, al amanecer cuando vuelan las golondrinas o los vencejos, que no lo sé muy bien. En cualquier momento, podemos decir.
─Pero profe, el Día del Libro ya ha pasado...
──¡Todos los días son el Día del Libro! Y hoy, lunes, mejor que mejor, porque celebramos a la Luna. A ver, ¿qué tenemos que hacer con Calibre?
───Pues una de dos, abrir con doble clic el libro digital descargado en formato ePub en la carpeta de Descargas, o bien desde el propio programa Calibre, primero añadirlo a la biblioteca y luego abrirlo para leer pulsando en Mostrar.
De cualquiera de las dos maneras se abre el visor de libros electrónicos. Algunos de vosotros lo tendréis ya configurado por quien lo haya usado antes; pero, por si acaso, lo vamos a hacer de nuevo aquí: sobre todo interesa abrir las Preferencias y activar la barra lateral de herramientas y la barra lateral de desplazamiento y escoger el modo de lectura, optando bien por el modo paginado o bien por el continuo. El primero es el análogo al paso secuencial horizontal de páginas de los libros impresos, y el segundo es el que corresponde a la lectura vertical, al que nos ha acostumbrado la lectura de páginas web. Probad uno y otro, y escoged en consecuencia.
──A ver, encuesta rápida: levantad la mano los que habéis escogido el modo continuo y la lectura vertical. Qué modernos.
───Ah, mira tú, pues la mayoría. Pero no olvidéis que se puede cambiar en cualquier momento.
─Es la más cómoda, profe: en los móviles es siempre así, deslizando hacia arriba o hacia abajo, el churro continuo de lectura...
─Dale que te dale con la yema del pulgar. Así es nuestra vida.
───Pues os recuerdo que el pulgar, al poder oponerse al resto de los dedos, permitió hacer cosas muy delicadas con las manos, como herramientas, y es el origen de la tecnología y de la fase reciente de la evolución humana. Venga, vamos a por el Quijote, que es una de las cimas más altas de esa trayectoria de la humanidad...
──Una herramienta para el alma; una taza, no, dos tazas, de caldo para la mente hambrienta y adormecida.
───Una aventura a cuatro manos y cuatro pulgares de dos personas que dieron una explicación del mundo dialogando entre ellas, como hacemos nosotros ahora.
──Eso lo dirás tú, profe de Historia.
───¿O lo dices tú, profe de Lengua?
─Venga, venga, que perdéis el hilo: ¿qué es eso del Quijote dedicado?
──Ahora hay que abrir el editor de Calibre, para ver el libro digital por dentro y que cada uno rellene una dedicatoria que, igual que en los impresos, personalice la obra. Luego la compartiremos con quien queramos. Ya veréis como dentro de no mucho es lo que harán los autores en las casetas de la Feria del Libro del Retiro: dedicatorias digitales.
───Cerramos el visor y volvemos al gestor de Calibre, donde aparece la lista de títulos. Seleccionamos el Quijote y pulsamos en el botón de Modificar libro et voilà !, ya tenemos el libro abierto en el editor. Hay que hacer doble clic sobre la página titulada deedicatoriapersonal.xhtml para que se abra en una pestaña central y se muestre en la vista previa.
──La página para la dedicatoria está esbozada, con el código HTML incrustado y listo para que cada uno complete los textos en el interior de las etiquetas del título encabezado <h1> y de los párrafos <p>. El texto aparece en negro y los códigos en color. Por ejemplo, el mío se lo voy a dedicar a mi hija: pues escribo su nombre tras Dedicatoria para. Poned el nombre de a quién se lo vayáis a enviar después.
───Hemos escogido una forma de dedicatoria que rinde homenaje tanto a Cervantes, mencionado arriba, como al Emperador filósofo, Marco Aurelio, que, en sus Meditaciones, escritas hace más de 18 siglos va recordando a familiares, amigos, maestros y dioses, y recopilando lo que tomó de cada uno. Escuchad estos dos apuntes:
14. De «mi hermano» Severo: el amor a la familia, a la verdad y la justicia; [...] el haber concebido la idea de una constitución basada en la igualdad ante la ley, regida por la equidad y la libertad de expresión igual para todos, y de una realeza que honra y respeta, por encima de todo, la libertad de sus súbditos.
[...]
16. De mi padre: la mansedumbre y la firmeza serena en las decisiones profundamente examinadas. El no vanagloriarse con los honores aparentes; el amor al trabajo y la perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que podían hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin vacilaciones a cada uno según su mérito.
──Estamos hechos de retales, de trozos de otros: cuando nos ponemos a ello podemos reconocer las herencias, los contagios, los préstamos, los regalos que nos hicieron. Pero hay que pensar y pensar.
───Tenéis el Libro I entero leído en el 327 de Recitario APE Quevedo, pero ahora disponéis del tiempo que reste hasta el timbre para redactar nuestra propia dedicatoria. Le vamos dando a Guardar para que no se pierda nada, y luego ya veremos cómo compartir el fichero, aunque eso es pan comido para unos linces digitales como vosotros, ¿no?
──Manos a la obra con la escritura creativa. Los valientes que intenten el verso, incluso la rima, que dicen que a los jóvenes no les gusta la poesía: ¡tonterías!
───¡Uy!, ¿ya estás tan avanzada?
─Se lo dedico a mi hermano, que lleva cinco años fuera de España, estudiando, y le vendrá bien mantener el contacto literario después de tantas redes sociales.
─Yo a mis padres, a ver si se entienden más y dialogan.
─Para mi mayor enemiga y que se haga mi amiga.
─A 'X', que quiero que sea mi pareja, pero no lo sabe todavía y así se entera de una vez, antes del Interraíl.
─¡Ya tenemos los billetes, y a muy buen precio! ¡Cómo lo vamos a pasar cuando acabe todo esto del Bachillerato y la Selectividad!
─Viajaremos de esta Edad de Plata a otra y atravesaremos Europa como el viento.
─Yo ya he enviado mi Quijote dedicado.
─Así se hace.
──Vamos a abrir en el móvil nuestro Quijote dedicado, con la aplicación FBReader u otra que tengáis ya instalada y buscamos la siguiente línea de texto: «librillo». Comprobaréis que aparece siete veces, seis de ellas como «librillo de memoria». La que nos interesa en particular se refiere a la intención de don Quijote de escribirle una carta a Dulcinea en mitad de Sierra Morena, donde ha ido con Sancho para penar de amor, como hacían los caballeros andantes, y donde han tropezado con la maleta de Cardenio, otro enamorado perdido por allí, en cuyo interior encontraron el librillo de memoria al que ahora se alude (I, XXV):
—Así es la verdad —dijo el de la Triste Figura—, pero ¿qué haremos para escribir la carta?
—Y la libranza pollinesca también —añadió Sancho.
—Todo irá inserto —dijo don Quijote—; y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles o en unas tablitas de cera, aunque tan dificultoso será hallarse eso ahora como el papel. Mas ya me ha venido a la memoria dónde será bien, y aún más que bien, escribilla, que es en el librillo de memoria que fue de Cardenio, y tú tendrás cuidado de hacerla trasladar en papel, de buena letra, en el primer lugar que hallares donde haya maestro de escuela de muchachos, o, si no, cualquiera sacristán te la trasladará; y no se la des a trasladar a ningún escribano, que hacen letra procesada, que no la entenderá Satanás.
─¿Y qué era un librillo de memoria?
───Pues lo aclara esta otra cita (I, XXIII):
...mas espérate, veremos si en este librillo de memoria hay alguna cosa escrita por donde podamos rastrear y venir en conocimiento de lo que deseamos.
Abriole, y lo primero que halló en él, escrito como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto [...]
Y hojeando casi todo el librillo, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no; pero lo que todos contenían eran quejas, lamentos, desconfianzas, sabores y sinsabores, favores y desdenes, solemnizados los unos y llorados los otros.
─Ya, un cuaderno de notas a mano, vamos, donde Cardenio apuntaba sus cosas.
──Efectivamente, pero, no era un cuaderno de papel como podríamos imaginar, observad que se queja de que no tienen papel. El primer Diccionario de la lengua española (1726-39), de la Real Academia, que hoy denominamos Diccionario de Autoridades posee una versión en línea donde encontramos la acepción libro de memoria. Vamos a visitar el sitio web: vosotros también, con vuestros móviles. Aquí está (Tomo IV, 1734). ¿Lo habéis encontrado?
El librito que se suele traher en la faltriquera, cuyas hojas están embetunadas y en blanco, y en él se incluye una pluma de metal, en cuya punta se inxiere un pedazo agudo de piedra lápiz, con la qual se annota en el librito todo aquello que no se quiere fiar a la fragilidad de la memoria: y se borra después para que vuelvan a servir las hojas, que tambien se suelen hacer de marfíl. Latín. Commentariolum. CERV. Quix tom. 1. cap. 23. Y buscando más, halló un libro de memoria, ricamente guarnecido. CALD. Com. El Conde Lucanor. Jorn. 2.
Es un libro de memória,
que trahigo en la faltriquera.
───Al parecer, era un bien habitual en toda Europa, que se llevaba en la faltriquera ─en los bolsillos─, sobre todo los viajeros, elaborado con hojas embetunadas en las que se podía escribir, borrar y volver a escribir, mediante un estilo, estilete o una punta cualquiera.
─Por eso don Quijote lo utiliza, porque no necesita tinta, ¿no?
──Así es, el caso es que nuestro caballero escribió la carta, aunque Cervantes no indica cómo lo hizo o con qué, aunque la verdad algo sí que describe (I, XXV).
Sacó el libro de memoria don Quijote y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta, y en acabándola llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer. A lo cual respondió Sancho:
—Escríbala vuestra merced dos o tres veces ahí en el libro, y démele, que yo le llevaré bien guardado; porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate, que la tengo tan mala, que muchas veces se me olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla, que debe de ir como de molde.
───Venga buscad estos párrafos y resaltadlos como marcadores, para que sea fácil volver sobre ellos en una lectura posterior.
──Como se asegura en una obra sobre lectoescritura digital que se titula El lector móvil, la actividad de leer y escribir se complementaba en el Siglo de Oro con el imprescindible escuchar (Fernández Delgado, 2020, cap. 12).
Ni Sancho ni Dulcinea leen o escriben, pero escuchan muy bien: «dijo Sancho en oyendo la carta»; y don Quijote no lo ve como un problema, era lo más frecuente en la época, así había sido durante siglos y todavía perduraría algunos más en la mayoría de la población.
Dulcinea no sabe escribir ni leer y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin extenderse a más que a un honesto mirar.
─Ja, ja, ¡eso era amor de los de antes! ¡Se mira, pero no se toca!
─Anda que no se lo pasaba bien Cervantes, con sus chanzas.
─Profe, ¿hay imágenes de librillos de memoria? Que les estoy encontrando un parecido con nuestros móviles, en los que también podemos leer, escribir, borrar, volver a escribir...
───Pues claro, el parecido es señalado. La tradición de esos objetos que permiten leer y escribir viene de muy antiguo, de las tablillas romanas de cera, por ejemplo, que fueron el origen de los códices, los libros de páginas que sustituyeron a los rollos. Mirad esta imagen del libro que os he citado antes: la poeta Safo hace dos milenios piensa lo que va a escribir o lee lo que ha escrito ya y sujeta las tablillas con un gesto idéntico al que hacemos con el teléfono móvil.
──Como don Quijote, somos lectoescritores andantes, que llevamos con nosotros los artefactos de leer y escribir, una biblioteca y un escritorio virtuales.
─A él le quemaron el aposento de los libros, me acuerdo que lo leímos, profe, pero siempre lleva los libros consigo, en su mente, se los sabía de memoria y cuando los llama, ellos vienen a su conciencia.
─De la misma forma, sí, como nosotros llamamos a los libros digitales o a los sitios web con el navegador y vienen casi al instante...
─...viajando por la Red.
─Qué extraño es todo, y a la vez cotidiano, normalito y habitual; para nosotros desde luego.
──Y los mayores nos vamos acostumbrando, qué remedio, pero también hemos conocido otros tiempos, en los que no había «Internete», como dice aquí el profesor. Pero esto es mucho mejor para los que amamos la lectura, los libros, la escritura...
───¡Tú, escritor andante! ¡Tú, lector andante! ¡Tú, ...!
─Sí, ya sé, ¡lectora y escritora andante!
─¡A cabalgar, Sancha!
───Veréis, Lorenzo Luzuriaga fue un pedagogo plateado que hace un siglo se interesó por el analfabetismo y también por las bibliotecas escolares, que él consideraba imprescindibles en los centros educativos, particularmente en las escuelas de primera enseñanza. El folleto, que publicó en 1927, titulado así, Bibliotecas escolares, editado por la Revista de Pedagogía, incluye una relación de títulos recomendados y, entre otras cosas, dice:
Las bibliotecas escolares constituyen una de las instituciones esenciales de la escuela. Consideradas al principio como un mero complemento de la vida escolar, como un añadido de esta, han ido adquiriendo cada día más importancia, hasta llegar a ser reconocidas como una parte integrante de la escuela misma . De aquí que en muchos países se haya hecho incluso obligatoria para cada escuela la creación de una biblioteca propia, y que en la realidad la casi totalidad de las escuelas europeas y norteamericanas posean una de ellas.
La finalidad de una biblioteca escolar es doble. De un lado, debe contribuir a despertar el interés de los niños por los libros, por las lecturas libres y espontáneas, principalmente de carácter literario; de otro, ha de servir de complemento y afirmación de la labor docente del maestro, mediante las lecturas complementarias que este indique. Pero el ideal es que el niño llegue a utilizar la biblioteca de la escuela espontáneamente, para su propio goce y recreo espiritual, aunque en este se puede incluir también la lectura de carácter didáctico.
Ha pasado un siglo y nuestros centros educativos públicos, colegios e institutos, tienen todos bibliotecas escolares, y se ajustan más o menos a los requerimientos que Luzuriaga pedía entonces.
──Esta biblioteca escolar, donde nos encontramos ahora, es la nuestra, recientemente remodelada y enlazada con el Aula del Futuro. ¿Venís habitualmente por aquí, chicos y chicas?
─La verdad es que no mucho, con los libros de texto bien gordos tenemos bastante para la mayor parte de las asignaturas.
─No queda tiempo.
─Y tú profe, cuando mandas lecturas, nos haces venir, y venimos, claro.
─Pero a veces no quedan ya ejemplares.
───Y además de las mandas, ¿tomáis prestados libros para vuestro «goce y recreo»?
─Alguna vez, pero es que hay tanto donde escoger...
─La lectura móvil en pantalla es que arrasa: tenemos las redes sociales, las series, las webs... No damos abasto.
──Estos días pasados, algunos medios de comunicación textuales se han hecho eco de noticias relacionadas con las bibliotecas escolares. Vamos a comentar dos de ellas: ¿quién se encargaba de la primera? Tenéis el enlace en la pantalla.
─Pues creo que yo. El artículo de Ignacio Zafra publicado en El País el 18 de junio pasado se titula «Bibliotecas escolares convertidas en el corazón del colegio» y presenta muchos ejemplos de su uso en centros de todos los niveles, para «fomentar la lectura en una época de retroceso de la comprensión lectora», como parecen indicar diversos informes recientes.
─Este otro artículo, del que me encargado yo, se publicó en El Periódico y otros medios el 31 de mayo, y es un texto que lleva por título «Manifiesto a favor de las bibliotecas escolares y el acceso a lecturas en papel», y tiene una entradilla donde se lee «Más de 200 investigadores españoles exigen a las administraciones que inviertan en dinamizar las bibliotecas escolares»; señalan que son necesarias para el «desarrollo de una cultura lectora» y son «elemento clave para promover la lectura por placer» y otros muchos beneficios. Lo que más llama la atención es esta valoración final seguida de una exhortación:
En ocasiones, la desaparición de bibliotecas físicas se ha justificado con base a su reemplazo por bibliotecas digitales, a las cuales los alumnos acceden por medio de dispositivos electrónicos.
[...]
El formato en papel contribuye a la educación literaria, entendiendo que la lectura de los clásicos de la historia literaria además del contenido es el formato.
Por todo ello, exhortamos a los centros educativos a apostar por la tenencia y dinamización de una biblioteca escolar física y exigimos a las administraciones que inviertan más recursos para empoderar a los centros, esencialmente en dos asuntos: la actualización de los fondos bibliotecarios y la disponibilidad de personal para dinamizar las bibliotecas escolares.
───Es un juicio muy interesante ─gracias señorita─, porque distingue entre bibliotecas físicas y bibliotecas digitales y subraya que estas últimas están reemplazando a las anteriores.
──Precisamente sobre ese asunto versa también el artículo reciente titulado «Los nuevos espacios virtuales en la enseñanza de las competencias lingüísticas y literarias: diseño y funciones de la biblioteca digital escolar» que está enlazado en la web de la Semana Cultural (Fernández Delgado, 2022) y sobre el que algunos habéis estado trabajando para contarlo a los demás. ¿Por quién empezamos?
─Pues creo que debo ser yo, que me he chupado la primera sección dedicada a legislación y currículos educativos, que es un poco sesuda y todavía estoy tiritando, digo, sudando. Lo fundamental es que la ley manda que haya bibliotecas escolares pero se deja un tanto en el aire cómo atenderlas. Concluye en estos términos:
En fin, que en las leyes y currículos educativos las bibliotecas están presentes, aquí y allá, pero la propia biblioteca escolar o del centro aparece de forma muy somera, normalmente vinculada a la materia de Lengua Castellana y Literatura, aunque su cuidado puede competer a cualquier profesor. En cualquier caso, en la normativa es evidente el papel de liderazgo que se atribuye a las competencias lingüísticas y literarias con respecto a las bibliotecas escolares. Aquella escasez contrasta con la presencia más constante de las alusiones a las plataformas virtuales y otros recursos digitales, que aparecen como condición necesaria de los logros en enseñanza y aprendizaje y de la implantación de la cultura digital en los centros y en las aulas.
Se asignan horas de bibliotecas a los profesores, que completan su horario de horas de clase propiamente dicho, pero no garantiza que la biblioteca funcione a pleno rendimiento, ya que, como señalaba el manifiesto antes mencionado, se necesita una «disponibilidad de personal para dinamizar las bibliotecas escolares que me parece que no existe» todavía.
─Si, en realidad la biblioteca no la impulsan todos los departamentos ni todas las materias, eso debería cambiar.
─¿Y fondos? ¿Qué presupuesto tiene la biblioteca para comprar novedades? Me da la impresión que las estanterías que las muestran, esas de ahí, no tienen gran movimiento.
───La verdad es que no lo sé.
─Ahora me toca a mí desarrollar estos temas, a partir de la sección dedicada a Diagnósticos sobre la biblioteca escolar: informes e ideas para tomar impulso. En ella nos enteramos que las bibliotecas escolares vivieron una etapa de prosperidad, con dotaciones para personal bibliotecario especializado que se terminó con las medidas restrictivas por la crisis y los aumentos de horas y ratios de alumnos por clase. En el Informe de la Comisión Técnica de Cooperación de Bibliotecas Escolares 2021, se indica lo siguiente
Para la Comisión, la biblioteca es un centro de recursos de lectura, información y aprendizaje, que debe adaptar sus actuaciones a las nuevas necesidades educativas, de forma que pueda contribuir a la adquisición de las competencias básicas, apoyando las distintas áreas del currículo, así como las alfabetizaciones múltiples (lectora, mediática e informacional) de toda la comunidad escolar. Se pretende superar el concepto de la biblioteca como espacio donde se fomenta únicamente la lectura para ir más allá y considerarla como un espacio donde se lee, se investiga, se aprende, se colabora y se innova.
[...]
…transformación de las bibliotecas escolares en agentes mediadores, presenciales y virtuales, que actúen a su vez como formadores en el marco de la autonomía del centro educativo y en conexión con el entorno y las redes bibliotecarias.
Según datos que aporta el informe, los mencionados son objetivos todavía lejanos, sobre todo, si, como subraya el articulista, se han desarrollado en paralelo las aulas virtuales y las plataformas digitales, de mucho mayor uso por la comunidad educativa.
Estas conclusiones son coherentes con la sensibilidad que se ha extendido en los centros escolares de que la biblioteca escolar tiene su espacio propio, diferente del aula de clase, y cuya funcionalidad es servir como lugar de estudio ocasional, de gestión de préstamos o consulta de los (escasos) ejemplares físicos, de silencio (no compatible con el trabajo en grupo) y de puntos de acceso de conexión a la red, mediante ordenadores allí instalados o wifi. Nadie sabe muy bien qué hacer con ella cuando en paralelo se han desarrollado las aulas virtuales y las plataformas donde los profesores cuelgan los materiales didácticos y las lecturas, los cuestionarios y las actividades, los recursos internos y externos, a los que se accede con el login de educa y un ordenador o tableta, o teléfono móvil, si fuera necesario. ¿Quizá utilizar el Plan Lector de Centro para establecer los vínculos que interesen?
Pero, en conclusión, como tal, la biblioteca escolar digital no existe, que yo sepa.
─Un momento, damas y caballeros, no exageremos ni nos pongamos 'catastróficos', como dice mi hermano pequeño. Sí que existen las bibliotecas escolares digitales y no son las plataformas ni el aula virtual. Os recuerdo que existen eBiblio y MadREAD. Yo os cuento sobre la primera y mi compi sobre la segunda. Empiezo yo.
El carné único de bibliotecas públicas que cubre todas las de la Comunidad de Madrid es gratuito y cualquiera se lo puede sacar, los menores también. Y habilita para tomar prestados libros físicos pero también digitales, y periódicos, y enciclopedias y audios y películas... Si vamos a la página de eBiblio Madrid en el Portal del Lector de la Comunidad de Madrid encontramos esta estadística, que no está nada mal, una colección muy superior a lo que ofrece una biblioteca escolar.
Para leer las obras digitales prestadas se puede utilizar el ordenador, un lector electrónico, una tableta o el móvil, que a todo se adaptan los contenidos. Y es un servicio gratuito. Aunque no lo usemos, lo estamos pagando con los impuestos. Es importante esto, porque la parte más enjundiosa de sus fondos se adquieren mediante compra por las diferentes administraciones, son obras comerciales que las editoriales venden o, mejor, alquilan, el acceso digital a un número de ejemplares, de copias, durante un tiempo o un número de usos.
──¿Cuántos de vosotros tenéis el carné único o mejor, lo usáis de vez en cuando? [...] Pues sois pocos, la verdad.
─Yo no sabía que eso existía: ¿y es gratuito de verdad?
─No te sientas raro por no conocerlo, eBiblio es un proyecto cooperativo de las Comunidades Autónomas con el Ministerio de Cultura que ya tiene unos añitos, pero que se conoce poco y que tiene un uso moderado, aunque se disparó durante la pandemia. Esta es su web en este momento, con el buscador. Para tomar prestado algo hay que identificarse con los datos del carné, claro. Si ya está completo, se puede reservar una copia digital.
─Pues yo me lo voy a sacar en cuanto pueda.
─Y yo, y se lo sacaré también a mi abuela, que ahora tiene un lector electrónico.
─Pues ahora sigo yo con MadREAD, pronúnciese 'Madrid', que es la solución que se les ocurrió a esas mismas Comunidades Autónomas para seguir ofreciendo servicios bibliotecarios en los centros educativos durante la pandemia y el confinamiento, y que después se ha quedado con nosotros, más o menos funcionando en los centros, como creo que conocéis todos.
─Sí, lo hemos usado algunas veces.
─Es en realidad un eBiblio educativo, con los fondos seleccionados y clasificados para su uso en entornos educativos. Debe valer también un riñón y, como en eBiblio, las obras comerciales están protegidas (cifradas, encriptadas) para evitar la copia no autorizada, por eso es necesario el uso de plataformas y aplicaciones específicas, que garantizan que el fichero descargado no se pueda copiar. Para los usuarios de las generaciones anteriores puede ser un poco farragoso, pero para nosotros es fácil. Veamos su web actual, denominada MadREAD sin límites
Que conste que tiene fondos de muchas materias distintas, no solo de Lengua y Literatura, y en muchos idiomas también. Cualquiera de nosotros puede usarlo mediante el usuario de EducaMadrid que tenga asignado por estar en un centro público. Pero lo más interesante son las experiencias de aprendizaje entre las que se incluyen planes de lectura (Reading Plan), clubs de lectura (Reading Club), Classroom e itinerarios de lectura (Learning Path), creados por diversos autores, como pueden ser los mismos profesores u otros equipos. Ahí se encuentra el principal valor educativo de la plataforma, ya que ofrece unas funcionalidades añadidas a las de la simple lectura:
los títulos además del texto de la obra original incluyen contenido enriquecido, como ejercicios con preguntas, test o anotaciones, y enlaces externos, como vídeos, audios, imágenes o artículos en línea, que así se reutilizan. Todo ello en un entorno seguro, ya que, si están incrustados, no se sale de la plataforma. El plan lector incluye las lecturas con sus hitos ─fechas para comenzar y terminar la lectura, participar en el foro, realizar ejercicios─, las actividades, citas compartidas, foro, chat y estadísticas. Y un apartado de Calificaciones. Hay que ajustar fechas, porque los préstamos, como hemos dicho, caducan.
─La verdad es que hemos hecho poco uso de todo esto: el año pasado, me parece recordar, pero este año... solo en Lengua, en Historia nada, ni en otras asignaturas.
─Yo prefiero utilizar los libros en papel, por el olor y la sensación física de tocarlos.
─Ay, ya estamos. Los libros huelen poco y la tinta tampoco, una vez que pasa algo de tiempo, pero es cierto que la gente repite ese mantra constantemente.
─Eso dice mi madre, una y otra vez, que se tira las horas teletrabajando de contable con una hoja de cálculo en el ordenador que quita el hipo. Me parece que lo que no le gusta es tanto Excel y el libro impreso es un refugio emocional, un recuerdo de las vacaciones, lo que está muy bien. Pero tampoco vuelve al bolígrafo y a las hojas de papel cuadriculado...
─Es que los mayores, ─ojo, que no he dicho viejos─ jadean como galgos tras la competencia digital, que corre que se las pela, aún más rápido, y no la alcanzan.
───¡Qué poco bonito todo esto que decís!, ¡y nosotros intentando enseñaros modales digitales y netetiqueta!
─Tranqui, profe, que lo hacéis muy bien, no le hagas caso, que es un chinchorro.
─Oye, que quienes lo estamos explicando ahora somos nosotros, no seas pelota. Venga, tú, sigue con lo que decías de las experiencias de aprendizaje.
─Ya he 'acabao'.
─Lo que mejor huele es el móvil una vez que lo has calentado en el sobaco o en el bolsillo del vaquero y lees los post de Instagram.
─¡Qué 'agco'!
─Yo voy a cambiar de rumbo, que nos estábamos desviando, y a presentar los llamados materiales didácticos digitales abiertos, que, como dice el autor, se refieren a un ecosistema diferente del comercial de obras protegidas y cifradas como el que, por ejemplo, predomina en eBiblio y MadREAD. Pero existe otro ecosistema en el que los materiales didácticos y las publicaciones son obras digitales abiertas y reutilizables mediante circuitos no comerciales y gratuitos: lo caro es poseer la infraestructura tecnológica, la que se necesita para que todo ello funcione como debe: conexión, ordenadores y todo tipo de artefactos lectores... La lista de sitios accesibles en línea con este tipo de materiales es amplísima y son utilizables tanto por los alumnos como por los profesores, como la Mediateca de EducaMadrid o Procomún, Red de Recursos Educativos en Abierto. En esos almacenes (repositorios) digitales:
los contenidos educativos están etiquetados por el usuario con criterios de Visibilidad y Licencia conforme a las posibilidades que ofrecen los diversos marcos legales de Copyright, licencias Creative Commons u otros: por ejemplo, Público y Reconocimiento - Compartir igual o Acceso por contraseña y Todos los derechos reservados, y entre ambos Sólo usuarios del centro y Reconocimiento - No comercial y sin obra derivada. Son posibles muchas combinaciones, aunque la decisión fundamental es si el creador del recurso permite la reutilización.
──Desde cierto punto de vista, tanto eBiblio como MadREAD o los repositorios de materiales didácticos del procomún digital educativo son estanterías virtuales de una biblioteca escolar informal, que se unen a los metros y metros de libros de las estanterías físicas y amplían su espacio físico al universo digital. Un océano digital que existe sin la menor duda fuera de los muros de la biblioteca.
─Tanto los profesores como los alumnos tenemos que crear y reutilizar contenidos digitales: algunos puedes estar ya manufacturados como los citados, pero hay también de otro tipo: las bibliotecas, repositorios virtuales y editoriales digitales que almacenan y difunden obras y libros digitales abiertos, no cifrados, que son materiales en bruto sobre los que trabajar.
───Fuentes primarias.
─Eso también, fuentes primarias donde consultar y tomar elementos que interesen. Un ejemplo estupendo, que vienen al pelo son las bibliotecas virtuales que contienen material digitalizado de la Edad de Plata, como revistas literarias y su porrón de artículos e ilustraciones que todos hemos tenido que consultar para investigar sobre el personaje plateado que hemos elegido ─yo no voy a desvelar el mío todavía─: Europeana, Hispana, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Biblioteca Digital Hispánica, Hemeroteca Digital, Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, Biblioteca Virtual de Prensa Histórica..., o el sitio Revistas de la Edad de Plata ─relacionada con la Residencia de Estudiantes y la ILE─, en nuestro caso. Este es el buscador de esa web especializada, una vez que hemos tecleado la revista Residencia: observad la estadística de artículos (108), aunque no todos tienen enlace a Ver el artículo original, por cuestiones de derechos de autor.
─Es la revista donde Jimena escribe sobre el Conde Niño, como os contaré más adelante.
─Y allí se encuentra también el manifiesto «Una poesía sin pureza», de Neruda, que se publicó en 1935 en la revista Caballo Verde para la Poesía, que se puede consultar en el Publicador de revistas de esa misma web, y sobre el que también volveremos... el viernes, creo.
─Me quedan por mencionar las editoriales digitales en sentido estricto y en sentido amplio: las segundas son aquellas que hacen ediciones digitales de sus fondos analógicos, las ediciones en formato ePub de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, por ejemplo, o de la Biblioteca Nacional. Las primeras se refieren a organismos públicos, como los Ministerios o la Comunidad de Madrid en PublicaMadrid, que editan directamente en formatos digitales, sin papel mediante. Y que no se me olvide mencionar los repositorios digitales, pertenecientes a instituciones de todo tipo, muchas universitarias y de investigación, que complementan a sus bibliotecas físicas y donde publican trabajos académicos y de ciencia abierta. Un ejemplo es la Biblioteca Complutense y las colecciones digitalizadas de E-Prints y del Patrimonio Digital Complutense. Ahí es donde irán a parar nuestros trabajos cuando vayamos a la Universidad, para que cualquiera los pueda consultar, y nosotros, por supuesto, podamos apoyarnos en ellos para nuestras propias investigaciones.
──En efecto, el mundo de la educación superior lo tiene bastante bien organizado y fluyen los materiales abiertos como ríos en primavera. En la Enseñanza Secundaria y en Primaria nos queda bastante por hacer.
───Además, y ya para poner punto final a esta exposición, tenemos que recordar la magia de los agregadores, ¿no? Venga, a ver cómo explicas su funcionamiento.
─Ah, sí, eso es muy importante, mucho, mucho. Es fácil de explicar: por un lado tenemos las bibliotecas, repositorios y colecciones digitales de todo tipo, que tienen almacenados los objetos digitales, libros y artículos, perfectamente catalogados, con sus metadatos de título, fecha, contenido... Por otro están los agregadores, que son sitios web con buscadores capaces de recopilar esos metadatos, aunque pueden no almacenar objetos digitales; Europeana, por ejemplo, es un agregador europeo, que incluye a HIspana, que es el agregador español, que a su vez recolecta los de 255 colecciones digitales, unos 11.679.542 objetos en este preciso momento, nada menos. Y Europeana tiene ahora... 56,864,786. Pero el truco del éxito consiste en aplicar una regla muy simple: un objeto solo se digitaliza y almacena en una colección concreta, con el consiguiente ahorro, aunque desde los buscadores y el agregador se localiza fácilmente, gracias a que los metadatos están recolectados. Si en Europeana hacemos una búsqueda veremos cómo los objetos digitales encontrados indican a qué colección digital pertenecen y para consultarlos deberemos saltar con los enlaces que llevan a las colecciones digitales que los poseen. Sobre Lorca hay 2,967 resultados, de un montón de colecciones.
──Lo has explicado muy bien, de diez. Es un mecanismo colaborativo prodigioso, ¿verdad? Otra cosa es cómo usar las bibliotecas virtuales y los agregadores, pero de eso trataremos con detalle en otra ocasión, aunque a cada uno os habrá tocado ya navegar por esas bibliotecas virtuales en vuestras investigaciones.
─¿Es ahora cuando vamos a ...?
───No, no, todavía no. Nos queda por tratar de las Aulas virtuales...
─Del epígrafe Aulas virtuales, suites ofimáticas, portafolios digitales y móviles me encargo yo. Las Aulas virtuales sabemos lo que son, ya que entramos habitualmente con el usuario educa y accedemos a las asignaturas de los cursos y sus materiales y tareas, ejercicios, etc., etc. Las asignaturas tienen carpetas y subcarpetas virtuales con materiales almacenados internamente, como presentaciones o documentos en formato pdf, elaborados por el profesor o el departamento, y otros son enlaces a recursos externos, como páginas web, donde se accede a textos o contenidos complementarios. Nosotros subimos trabajos o realizamos tareas mediante las suites ofimáticas y otros programas informáticos recomendados, yo qué sé, como Genially, Padlet, o Audacity... y tropecientos más. Tanto nosotros, los alumnos, como los profesores tenemos que elaborar materiales didácticos artesanales mediante esas herramientas digitales. Dice nuestro autor:
¿Hay que crear materiales didácticos digitales? Sin parar, como si no hubiera un mañana, opinan algunos. Pero, ¿cuándo, cómo, dónde? ¡Y hay tantas y tantas herramientas distintas por conocer y aprender a manejar! Es un panorama agotador, que deja exhausto al que piensa en ello.
──Tiene mucha razón, es un sin vivir, por eso es tan interesante y preferible utilizar materiales ya creados, comerciales, por ejemplo, sin perder el tiempo en crearlos, ¿no, chicos?
─Pues no, profe, no nos hagas esa pregunta trampa, que te contesto con un ejemplo: está muy bien oír recitados de poesía de otros, pero el elaborarlos uno tiene una gracia incomparable, como haremos en algún momento de la Semana, ¿no? Que ya estamos tardando.
───Ja, ja. ¡Por eso estamos aquí, amigos: digitalizando la 'escuela', como dirían los maestros de la Edad de Plata, refiriéndose con la expresión a la instrucción a todos los niveles. El entorno escolar se ha llenado de artefactos. Cuando yo estudiaba existían el bolígrafo, el cuaderno, el libro de texto impreso, la pizarra de tiza y, como mucho, muy ocasionalmente, el tocadiscos y el proyectores de diapositivas ─¿y eso qué demonios será?─, ni siquiera el vídeo había entrado en la escuela. Pero todo eso ha cambiado enormemente, aunque para vosotros la mayor sensación del cambio la habéis sentido con el impuso digital que hubo que dar para enfrentar la pandemia. Afortunadamente se pudo llevar a cabo, porque existía la infraestructura necesaria. Y así llegamos al núcleo del asunto en este momento, el salto del papel a la nube y el impulso al aprendizaje móvil.
─Voy a ello con una cita que ahorra muchas explicaciones:
En realidad, los otros dispositivos móviles, los teléfonos inteligentes de uso personal que los estudiantes suelen recibir como regalo en su paso a la Secundaria, aunque no están permitidos en los centros más que para usos didácticos establecidos en las programaciones oficiales, se están convirtiendo en una herramienta educativa formidable, porque todos cuentan con conexión y acceso a Internet, a los buscadores, al aula virtual con la aplicación móvil de Moodle, a los programas de las suites ofimáticas con los que consultar o crear contenidos…, convirtiéndose en el pilar del aprendizaje móvil. Son ordenadores potentes, aunque con pantallas pequeñas, y sobre todo son extremadamente movibles y van siempre con su dueño, apropiados para la lectura y el trabajo también móviles, y conectados, dentro o fuera de los muros de la clase. Por ello, cada vez se utilizan más en las aulas ─y por supuesto, también fuera de ellas─ con usos didácticos, y son otra de las vías de penetración de los entornos digitales en la escuela.
La biblioteca escolar está un poco adormecida, porque plataformas, suites, programas... se comen la lectura y la escritura. El problema es cómo vincular la biblioteca escolar con estanterías virtuales que complementen las estanterías físicas y amplíen su espacio físico al universo digital, como creo que ya se ha mencionado anteriormente.
─Ahora voy yo: una solución que ofrece el autor que estamos siguiendo y que tenemos que considerar y añadir a todo lo que se ha ido exponiendo es utilizar al catálogo de la bibliotecas escolar para unificar lo analógico y lo digital, tomando ejemplo de lo que hacen el mundo bibliotecario y el académico, según hemos visto. Ahora ya existe un catálogo de las bibliotecas de los centros educativos públicos, mediante la herramienta colaborativa AbiesWeb, del Ministerio de Educación, en su versión AbiesWeb Madrid, con el que los profesores-bibliotecarios realizan la catalogación cuando llegan los ejemplares impresos, bien desde cero o bien capturándola de otra biblioteca. Desde el programa, que es una aplicación web que utiliza el navegador, se cataloga, se prestan ejemplares y se llevan estadísticas... El problema es que se catalogan impresos, discos, vídeos... objetos analógicos, pero no objetos digitales, de momento, aunque está pendiente una nueva versión del programa, con mejoras sustantivas. Está comprobado que además del ejemplar impreso y su signatura topográfica en la estantería correspondiente, existe un campo en su ficha para enlazar a un ejemplar digital que exista en alguna parte, como su PDF en la Biblioteca Virtual de PublicaMadrid, en el caso de la Guía del Madrid barojiano. Este instituto lo ha hecho de la manera que vais a ver: cualquiera puede comprobarlo visitando el sitio web general, escogiendo el centro educativo y buscando el título:
─Si sacamos la conclusión general vemos que uno, el repositorio, aloja, y el otro, el catálogo, enlaza; es una buena combinación: no hace falta tener el PDF almacenado en local o en el repositorio digital de la biblioteca escolar, suponiendo que lo tenga. ¿Lo tiene, profe?
──Depende, la biblioteca en sí creo que no tiene almacén digital propio, ya que AbiesWeb no guarda ficheros, pero el Aula virtual sí lo hace, ya que es un repositorio digital, y Google Drive también, o Microsoft OneDrive, o la Mediateca mismamente, o el sitio web del centro, todos almacenan y al usar direcciones web, teóricamente se pueden enlazar, aunque también se pueden restringir los accesos, como sabemos.
─¿Entonces, qué pasa con el catálogo?
─Pues está claro, el catálogo ahora informa sobre objetos físicos y debería poder incluir objetos digitales: no almacenarlos, ojo, sino hiperenlazarlos.
─Pues ya tenemos las estanterías virtuales de obras abiertas de la biblioteca digital escolar, y también las de las cifradas, porque se podrían enlazar, ¿no? ¿Se pueden hipervincular las obras de eBiblio o MadREAD?
─Por supuesto que sí.
─Y las de las bibliotecas virtuales que hemos citado.
─En esas, según he leído, le dan una importancia especial a lo que llaman Enlace persistente o permanente, que no cambia nunca, aunque lo demás varíe, su maquetación o estructura o lo que sea. El enlace al objeto y su ficha no cambia ni se rompe, que es el gran problema de 'Internete', todo lo que antes estaba indexado y luego desaparece, porque el hipervínculo está roto.
─Existen Internet Archive y otros sitios que sacan copias de 'Internete' y permiten el acceso a ellas. Archive, por ejemplo, crea enlaces permanentes que añaden un prefijo a la URL original, como este:
https://web.archive.org/save/https://apequevedo.es/materiales/innovacion/recitario/
─Sí, menos mal, aunque no está todo, lamentablemente. Pero lo cierto es que tener un enlace persistente es casi el equivalente a tener el objeto, porque cuando lo llames, vendrá. Por ejemplo, cada vez más hacemos lo de crear directorios o carpetas en las que se guardan accesos directos a Internet en vez de los objetos mismos: guardamos links en vez de ficheros.
─Ahora tenemos que hablar del servidor de contenidos de Calibre como ejemplo de programa gratuito capaz de crear una biblioteca escolar digital que da acceso a la consulta y lectura de libros digitales, que se pueden leer en líneo o descargar, con el login de usuario adecuado. Os voy a mostrar un ejemplo de obras de acceso abierto que, esta vez sí, se han recopilado y almacenado en un ordenador local, como el de una biblioteca escolar, pero al que se accede desde cualquier otro terminal, ordenador, tableta o móvil, con conexión: una vez iniciada sesión, esto es lo que se ve, en un ordenador y en un móvil:
Este sistema se podría habilitar en el ordenador de la biblioteca escolar de nuestro centro y habilitar el acceso en línea a las colecciones por ciertos usuarios registrados. Podría contar más cosas, pero...
───Muy bien, muy bien, hemos hecho un repaso exhaustivo de todas las posibilidades que se ofrecen para la creación de una auténtica biblioteca escolar digital: no sabemos bien cuáles pueden funcionar mejor que otras, tendríamos que hacer experimentos detallados.
──Por el momento, vamos a buscar, consultar, obtener materiales digitales relacionados con la Edad de Plata y elaborar con ellos, mediante reutilización, nuevos materiales didácticos que, por un lado, se puedan trasladar al portafolio digital de cada alumno como evidencias de su aprendizaje y, por otro, puedan llegar a formar parte del procomún digital educativo, bien porque se difunden en la web del centro o en otros lugares virtuales, como redes sociales, el Twitter o el Instagram del Instituto, o en el Boletín, si al final nos animamos a hacer uno... Todos eso lo tenemos que estudiar.
─Habéis insistido mucho en la importancia de leer y mirar los textos originales tal cual los disfrutaron los contemporáneos, utilizando facsímiles digitalizados. Que ya notaremos la diferencia cuando cojamos práctica mirando.
───Eso es. Durante el camino aparecerá una legión de recursos digitales ─algunos de los cuales ya los habéis tanteado─ que, demostrado su interés y superado el filtro de nuestra valoración, podrían llegar a forma parte del catálogo de la biblioteca escolar digital, debidamente catalogados sus metadatos, como por ejemplo con la etiqueta #edaddeplata2bach. Si eso fuera posible, el profe del curso que viene diría «Buscad las referencias en el catálogo de la biblioteca, he preparado una lista de lecturas y de recursos para tratar en las próximas clases a partir de los materiales que vuestros compañeros del curso anterior crearon para la Semana Cultural: se titula #edaddeplata2bach», que recogería materiales transversales de todo tipo, sobre todo links, encontrados en los trabajos que estamos realizando este curso. Sobre ello, escribe nuestro autor lo siguiente:
Algunos de esos materiales formarán el Portafolio digital del alumno o del profesor, que le acompañará a lo largo de su vida estudiantil o profesional y con el que podrá documentar y acreditar sus logros en las distintas competencias, singularmente en la competencia digital, pero también en la de comunicación lingüística y otras.
──Creo que ya estamos listos para las jornadas que nos esperan los próximos días, en las que vamos a romper los muros de la clase y trazar unas rutas plateadas por el Madrid de la Edad de Plata: visitaremos las Residencias, el Ateneo y el Teatro Español, conoceremos cómo son sus bibliotecas y cómo se combinan los salones de actos y las salas para las tertulias con la decoración, para crear lugares de encuentro. Y a la vez estaremos recopilando materiales para biblioteca escolar digital de nuestro Instituto.
───Las tecnologías de la Edad de Plata como la radio, el cine, la prensa y las revistas, la imprenta, los manuscritos... A ver qué testimonios podemos encontrar que manejaron esos abuelos de los abuelos, incluidos los nuestros ─los vuestros también─, como fotos, cartas, dibujos, estampas, pinturas, documentos, libros, objetos..., incluso podéis consultar archivos familiares. Y utilizad el librillo de memoria, que os gusta tanto, para estos menesteres educativos. Pero tened algo siempre presente: la censura permanente, el delito de imprenta agobiaba a los autores durante toda la Edad de Plata ─incluida la República y no digamos durante la Dictadura─, en la que hay por tanto que leer entrelíneas. La Historia de España está repleta de inquisidores. Ha costado mucho ─mucho─ llegar a la democracia social de derecho en la que vivimos y durante esta Semana Cultural revisaremos muchos esfuerzos realizados en esa dirección, en los que la literatura fue una de las herramientas preferidas para cambiar las mentalidades y la sensibilidad. Haremos una lectura del pasado desde el presente y los debates que vivimos sobre participación y derechos, conflictos, igualdad y género, estética y belleza. ¿Nos puede aportar cosas y enriquecer nuestra visión? Lo veremos.
──¿Tiene todo el mundo controlado el motivo plateado que ha escogido entre los muchos que se ofrecieron en la publiweb de la Semana Cultural de la Edad de Plata?
───¿Están constituidos los grupos de 3, 4 o 5 personas, sobre poetas del 27, mujeres poetas, maestros liberales, novelistas, dramaturgos, ultraístas peligrosos...?
─No te olvides de 'Las Sinsombrero'...
─Ni de los pastores de cabras, uno de los cuales que soy yo, Miguel Hernández, que ya lo tengo todo preparado, soy un cagaprisas, y sobre la marcha os voy a recitar algo que he escrito y que me arde por dentro; y es que me quiero ir a la capital, donde la poesía vive y se siente, y quizá me puedan entender mejor allí. Escuchad, a ver qué os parece este soneto: se titula «¿No cesará este rayo que me habita…?» y acabo de cumplir 24 años. Lo tengo escrito en mi librillo de memoria.
─¡Guauuu!, como ladraría mi perrita Kika.
─Que quede claro y conste: mis recitados los quiero catalogar para la biblioteca escolar, quiero que formen parte de mi portafolio y quiero que mis padres los oigan, y mis abuelos, y mi tío Luis, y mi padrino Leandro y...
──¡Atención todos!: la contraseña de la wifi es «LaEdaddePlatanohaterminado++2023», ojo con las mayúsculas y los signos especiales. Ya podéis conectaros con los teléfonos para hacer las comprobaciones que necesitéis.
───El tiempo que queda vamos a dedicarlo al trabajo en grupo ─con el diseño y reparto de las tareas─, y a la revisión personal de los asuntos de cada uno, de los personajes y autores que ha escogido, con los textos y recursos sugeridos...
─Profe, ¿hay que venir mañana caracterizados del siglo pasado, con o sin sombrero, pantalón largo o faldita, el pelo ondulado o con raya, engominado...?
───Como queráis. Cada uno como le 'pete', como prefiera. Pero traed el móvil, el librillo, para documentarlo todo y usarlo como herramienta imprescindible ─sacar fotos, hacer búsquedas, grabar, reproducir...─, aunque sobra la recomendación, ¿a que sí?
──¡Hala, al lío! O como cantaría Federico:
Anda jaleo, jaleo:
ya se acabó el alboroto
y vamos al tiroteo.
─Hace un siglo, este barrio tranquilo que estamos recorriendo hoy estaba a las afueras de Madrid y por esta calle Serrano circulaba un tranvía que llevaba a la Puerta del Sol. Ese grupo de edificios que dejamos atrás es el Instituto de Enseñanza Secundaria Ramiro de Maeztu, pero antes, durante la Edad de Plata, se denominaba Instituto-Escuela, un laboratorio de la nueva educación, al que estaban vinculados algunos personajes sobre los que vamos a tratar estos días y es el antecedente pedagógico de los Institutos de hoy día, como el nuestro. El Instituto-Escuela formaba parte entonces de un conjunto de edificaciones relacionadas con la enseñanza muy representativo.
───Esta iglesia que veis se asienta donde se encontraba la Sala de Conferencias y Biblioteca de la Colonia Residencia, el conjunto de la Colina de los Chopos, esa explanada que vamos a ver ahora muy transformada, y que hacia 1932, cuando nace mi padre, estaba así según una fotografía aérea. ¿La has subido tú, verdad, Alberto Jiménez Fraud?
─Sí, sí, la busqué, encontré que aparece en un artículo de la revista Residencia y la subí. Mirad la foto con el móvil en la publiweb de la Semana Cultural (pdf). Aquí se indica, en el pie, que se pueden distinguir, de izquierda a derecha: Museo de Ciencias Naturales y Escuela de Ingenieros Industriales, Colonia Residencia, Instituto Nacional de Física y Química, Instituto-Escuela, grandes campos de deportes y «lindando con la calle Serrano puede verse el edificio en construcción para sala de conferencias y biblioteca de la Residencia». Lo que tú dijiste, profe.
──Vamos ahora a adentrarnos en la amplia explanada de la sede actual del CSIC, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, cuyo logo representa el árbol de ciencia y ahí tenéis plantados precisamante dos granados, que lo simbolizan. Es el organismo público más importante de España dedicado a la investigación y fue fundado en 1939, para asumir el legado material de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), que existió, como sabéis, entre 1907–1939, y que fue unos de los fundamentos de la Edad de Plata, al abrir España a Europa, como pedían los miembros de la Generación del 14. Lo presidía...
─Santiago Ramón y Cajal, que soy yo y tengo 80 años cuando la foto mencionada, tras un premio Nobel y una trayectoria de décadas impulsando la ciencia en España. Incluso escribí un libro, titulado «Los tónicos de la voluntad. Reglas y consejos sobre la investigación científica», destinado a los jóvenes científicos, del que os voy a leer una píldora.
───Tenéis que saber que cuando cayó la monarquía en 1931, con la excepción de Ramón y Cajal y Cossío, los más mayores son los maestros de la Generación del 98, que siguen activos, como Unamuno, Valle-Inclán o Baroja, que luego conoceremos, que conviven con representantes de la Generación del 14, como Ortega y Gasset, el doctor Marañón o Azaña, y, claro, de la Generación del 27 y de la que algunos denominan Generación de la República, y aún con aquellos que nacieron en los años treinta y conocieron todo eso de niños, como mis padres. ¡Qué epidemia de talento circulando por aquí y por allí! En tranvía viniendo a la Residencia a residir, a comer, a intervenir en sus actos, a relacionarse, a contagiarse, a aprender.
──¿Y qué os parece si ahora entramos en la sede del CSIC, hecha de preciosos mármoles y trompetas imperiales y vemos una maqueta de cómo era todo esto en esos mismos años treinta?
─Se aprecia que el edificio donde nos encontramos no existía entonces, en su lugar y por todos lados había campos de deportes.
───La Institución Libre de Enseñanza daba mucha importancia al ejercicio físico, no solo en los niños, sino también en los jóvenes universitarios. En el Instituto-Escuela de allí hacían gimnasia y daban también clases de música en la azotea, todo ello experimental, diseñado por maestros y arquitectos mano a mano, para valorar sus efectos y, en su caso, recomendar esos métodos a otros centros públicos.
──Y en la Residencia de Estudiantes propiamente dicha, que es ese complejo de edificios que se encuentran al borde de la ladera que baja hacia la Escuela de Ingenieros, el Museo y el paseo de La Castellana, se practicaba mucho deporte, como veremos luego en una película. Venga vayamos para allá para comprobar qué existe todavía de todo ello.
─Yo, don Alberto, como antiguo secretario de la Junta para Ampliación de Estudios y primer director de la Residencia de Estudiantes, os doy la bienvenida y os voy a describir sus principales edificios, que tenéis enfrente: a la derecha, los Pabellones Gemelos albergan las habitaciones de los residentes (y hoy está llenas); una de ellas está reconstruida, con su sofá, su té, su mesa y la biblioteca, la podéis ver por esa ventana, en el Jardín de las Adelfas.
Luego está el Pabellón Central, con el salón de actos con el piano de Lorca y el atril de los conferenciantes. Y a su lado el Pabellón Transatlántico ─como lo bautizó el sabio Moreno Villa─, que era en realidad el Pabellón de Laboratorios, albergados en los sótanos. Estos Altos del Hipódromo fueron bautizados por Juan Ramón Jiménez como La Colina de los Chopos, porque se plantaron miles de ellos.
─Yo soy J.R.J. precisamente, tengo 45 años cuando escribí en el primer número de la revista Residencia este texto, «Chopos», que os leo:
─¿Y estas pistas de deporte que hay ahí delante, con esos chavales jugando, son residentes?
──No, son alumnos del Ramiro, pero se pueden considerar todo un símbolo de la antigua Colonia Residencia y el interés por el ejercicio físico.
─Quién sabe, profe, dónde estaremos nosotros después del trago de la Selectividad, quizás en una residencia universitaria, en un Erasmus...
───En España hace un siglo había pocas universidades, y estaban muy demandadas y un poco anticuadas; la Dictadura de Primo de Rivera incluso había exiliado al rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, por protestón.
─Yo soy Unamuno y tengo casi 60 años cuando el dictador me destierra, en 1924. Llevaba años criticando a todo bicho viviente y exigiendo regeneración, regeneración: las cosas tenían que cambiar. Os voy a leer algo mío sobre el patriotismo:
──Otros maestros, como el gran pedagogo Manuel B. Cossío se pusieron manos a la obra en el terreno de la educación.
─Yo soy Cossío, el principal discípulo de don Francisco Giner de los Ríos y alma de la Institución Libre de Enseñanza, la ILE, una iniciativa educativa privada que fue siendo incorporada a la instrucción pública, como se decía entonces. Dirigía el Museo Pedagógico Nacional y en una conferencia memorable prediqué este lema de la educación: «Gastad, gastad en los maestros» y este otro, que tampoco es manco: «Rompamos los muros de la clase», que es justo lo que vosotros hacéis aquí hoy con vuestros profesores. Y recordad esto, que se aplica a lo que estáis haciendo en estas rutas plateadas:
Porque el hombre educado no es el que sabe, sino el que sabe hacer y mediante la acción, transporta a la vida las ideas. Y a hacer sólo se aprende haciendo, y a indagar y pensar, que es un hacer fundamental, pensando, no pasivamente leyendo, ni contemplativamente escuchando (...) Rompamos, pues, los muros de la clase.
─Giner fue un santo laico, nuestro faro de luz. Yo fui alumno de la Institución y me llamo Antonio Machado, tengo 40 años cuando escribo este poema tras la muerte del maestro, la elegía «A don Francisco Giner de los Ríos», donde utilizo estos versos:
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!
[...]
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
───Don Santiago, ¿puede hacer una presentación del lugar ahora que estamos todos?
─Sea. Ese banco de piedra de ahí frente al Pabellón Central es importante, pronto cumplirá un siglo: allí me filmaron hacia 1926, todavía estaba en plena forma, y les advierto que llevar la JAE no era cosa fácil. Hubo que obtener mucho dinero público para financiar a los pensionados que se iban a estudiar al extranjero. Y fue un buen montón de ellos, que luego volvían y repartían lo aprendido regando los campos del saber español, un tanto resecos, como bien insistieron los regeneracionistas, sobre todo tras el Desastre del 98.
─Yo soy José Moreno Villa, un residente invitado, una especie de tutor de los residentes, como Juan Ramón Jiménez y otros, y dibujé cómo era la Residencia en 1926, en su revista. Algunas cosas permanecen hoy y otras no. Podéis comparar.
─Yo soy Pío del Río-Hortega, discípulo de Cajal, y dos veces candidato al Premio Nobel por estudios sobre el cerebro, como las neuronas, «las mariposas del alma», como las llama usted, maestro. Fui pensionado y recorrí Europa, como podéis consultar en mi expediente de la JAE, aprendiendo, y luego tuve un laboratorio aquí, bueno allí, en los sótanos del Pabellón Transatlántico. Un vez escribí en la revista Residencia un artículo con ilustraciones dibujadas por mí titulado «Arte y artificio de la ciencia histológica», en el que aplico el ideal pedagógico institucionalista de conjunción de Ciencias y Letras, que después de un siglo, ahora, siguen separadas en vez de trabajar juntas.
─¿Nos hacemos una foto todos juntos en el banco de piedra antes de seguir?
───Y aquí abajo está la biblioteca, de acceso público, que custodia los fondos recuperados, situada en los sótanos donde una vez estuvieron los laboratorios de Río-Hortega y de Negrín, que luego fue Presidente del Gobierno. Tiene muchos metros de estanterías con obras a mano sobre la época y los autores de la Edad de Plata, y otros muchos en depósitos protegidos con las obras más valiosas. También tiene estanterías virtuales con colecciones digitales, como las que se incluyen en la web Revistas de la Edad de Plata o, en general, los fondos digitales de la biblioteca Tomás Navarro Tomás del CSIC, que ahora reúne tanto fondos físicos como digitales de todas las épocas.
──Como la maravillosa Biblioteca Literaria del Estudiante, una colección dirigida por Ramón Menéndez Pidal nacida en 1922 promovida por la Junta para Ampliación de Estudios con una selección de lecturas para los alumnos del Instituto-Escuela, donde eran muy partidarios del contacto directo con los textos y especialmente con los clásicos. Muchos de los títulos, agotados, se reeditaron durante la República, ya que el experimento original del Instituto-Escuela se consideró un modelo para aplicar a otros institutos, que se crearon a su imagen y semejanza, y en los que en vez de libros de texto al uso se utilizaron los volúmenes monográficos de la Biblioteca Literaria y la observación, la toma de notas y la escritura personal, de forma que era el estudiante el que creaba con su cuaderno el verdadero libro de texto. Mirad, aquí está el ejemplar de la primera edición de Prosistas modernos, con una selección en la que incluyen a dos mujeres: Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böl de Faber) y Emilia Pardo Bazán. Yo lo tengo en papel, comprado de segunda mano, como objeto de coleccionismo, pero es mucho más interesante que esté también digitalizado y accesible en línea, incluso descargable en pdf, para que cualquiera pueda hojearlo, ¿no creéis? El ejemplar valía 3,50 pesetas, lo que tampoco era un regalo, aunque era un precio económico.
─Pocas me parecen solo dos mujeres, profe. Siempre con lo mismo.
───Era la época, pero se anunciaban grandes cambios. Vamos ahora a la sala para ver juntos la película ¿Qué es España?, filmada en 1926, retocada en 1929-30 para difundir la cultura española por el mundo y restaurada en 2007 por el Instituto Valencià de Cultura-La Filmoteca. Su última parte está dedicada a la Residencia y muestra la vida en ella, los residentes y sus actividades, los campos de deporte, dormitorios, comedor, biblioteca, el pabellón de laboratorios... Dura una hora, pero lo que nos interesa es a partir del minuto 47. Vamos a verlo y luego pinchamos en otros momentos. La tenéis enlazada en la publiweb de la Semana, para verla más tarde completa.
──Le han puesto música de piano, pero el original era cine mudo, que tiene una fuerza expresiva tremenda, con sus letreros explicativos. La voy a dejar en silencio.
¿QUÉ ES ESPAÑA?. Luis Araquistáin y Cayetano Coll y Cuchí. España, 1926. de IVC-Audiovisual en Vimeo.
─Me gusta lo del tiro de cuerda. Podríamos probar.
─Ese soy yo, el Director de la Residencia. No me acordaba que entonces fumaba.
─Pues comen todos encorbatados.
─¿Ese es tu laboratorio, Pío?
─Creo que sí.
───Observad que son laboratorios pequeños, pero rebosantes de actividad, que complementaban los de la Universidad Central. Mirad qué afaenados estaban.
─Anda, también hay chicas con bata blanca haciendo experimentos.
─Y ese soy yo, Cajal, paseando con sombrero por el entorno y leyendo la revista Residencia sin gafas.
─Y también en el banco de piedra. ¡Cómo mola!
───En otro momentos del filme aparecen Río-Hortega (minuto 37) y Negrín, en cuyo laboratorio se tomaba café y se recibía a las visitas importantes, eminencias de todo el mundo, y que dio nombre a La colmena científica o el Café de Negrín, sobre la que se estrenó una obra de teatro que ganó el Premio Nacional de Literatura en 2011. Pero también aparece el Centro de Estudios Históricos, situado cerca de las Cortes, que dirigía el filólogo Ramón Menéndez Pidal (minuto 32:20) ─el director de la Biblioteca Literaria del Estudiante─ con su equipo de profesores, entre los que estaban Américo Castro y Dámaso Alonso. Aquí los tenéis, felices.
En fin, sigamos hacia el Pabellón Central, al salón de actos, donde está el piano de Lorca.
──Tengo que deciros, chicos y chicas, que a nuestros colegas de la Asociación de Profesores, los que han creado el Recitario y los otros recuerdos educativos que tanto estamos utilizando para nuestra situación de aprendizaje, les gusta mucho este rincón, incluso se han sacado fotos aquí, como esta tan chula, que rima con la que lo acabo de mostrar; lástima que ninguno sepa tocar decentemente el piano ni cantar como se debe.
───A ver, Buñuel, ¿qué tienes que contarnos?
─Me llamo Luis Buñuel, soy un famoso director de cine, y viví en la Residencia entre 1917 y 1925, cuando mis padres, como los de tantos señoritos de provincias, quisieron que tras acabar el Bachillerato estudiara en Madrid, y al no gustarle a mi madre las pensiones que encontraba por la ciudad decidió alojarme aquí, un sitio moderno y no muy caro, pero con posibilidades. Me hice muy amigo de Dalí y Lorca, y fundamos la Orden de Toledo. Sobre nosotros se ha publicado entre 2014 y 2017 un cómic con ese título, «Los caballeros de la Orden de Toledo: Buñuel Lorca Dalí», una novela gráfica que sus autores, Javierre y Juanfran Cabrera, regalaron en libre acceso al facsímil digital durante el confinamiento. Hay unas viñetas que os quiero enseñar. Me saco el librillo digital de memoria de la faltriquera, no el de Cardenio, el mío, y las proyecto en la pantalla.
¿Veis el piano y a Lorca interpretando su poema El lagarto está llorando? Es de su libro Canciones 1921-1924, publicado en 1927, cuando era residente intermitente, que tiene digitalizado la Biblioteca Digital Hispánica: os lo voy a leer, aunque seguro que lo conocéis todos. ¿Y si lo recitamos juntos?
───Os voy a mostrar una foto que lo dice todo, aunque no hable. Lorca mirando a través de un microscopio en uno de los laboratorios de la Residencia. Todas las fronteras entre las ramas del conocimiento han caído con ese gesto inmenso.
─Yo soy Federico y de momento me voy a callar, aguantándome a duras penas las ganas que tengo de hablar; y cuando sea, más adelante, os contaré lo que vi esa vez en que visité La Colmena científica. Y ahora me voy a reír con esa «risa morena», como dijo Vicente Aleixandre, que «contagiaba a todos», ja, ja, ja, ja. Ea.
───Continuemos, pues.
──Los residentes cogían el tranvía para ir a la Universidad o para ir al centro, a las tertulias o cafés, ¿no, don RAMÓN? Lo digo así, con énfasis, porque nuestro maestro, usted, que está en la cumbre de su talento por aquellos días gustaba de escribir su nombre con mayúsculas, ¿no es así?
─Efectivamente, soy RAMÓN Gómez de la Serna, nací en 1888, como el abuelo Arturo, y tengo 41 años cuando escribo el artículo «Añadidos al concepto del Café», publicado en la sección Gaceta de ‘Pombo‘ en la más famosa revista literaria vanguardista de la época, La Gaceta Literaria. En él me explayo sobre lo que significaba la tertulia que yo creé y bauticé como La sagrada cripta de Pombo, una botillería-café junto a la Puerta del Sol que se reunía la noche de los sábados. Y entre otras cosas, escribí:
Las horas de Pombo son de amistad, y por incidencia, y si es algo muy original de iniciación literaria.
Pie de guerra para evitar tópicos, y centro de noticias bien definidas, que aclaren a los bandidos.
Usted no faltaba ningun sábado, Buñuel.
─Ah, pues no me acordaba de ese detalle. Pero lo que sí rememoro nítidamente es que por entonces todos teníamos la fiebre de la creación, literaria en particular: la aspiración más alta era escribir versos, y yo también los escribí, aunque en mi caso al final se tradujeron en un filme, la primera y más famosa película surrealista, que realicé y estrené en París en 1929 con el dinero de mi madre, y en la que me ayudó Salvador Dalí, compañero residente y amigo, luego pintor surrealista. O voy a contar, según relato en mis memorias Mi último suspiro, cómo fue aquello de Un perro andaluz, en el original francés Un chien andalou.
Escribimos el guion en menos de una semana, siguiendo una regla muy simple, adoptada de común acuerdo: no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. Abrir todas las puertas a lo irracional. No admitir más que las imágenes que nos impresionaran, sin tratar de averiguar por qué.
La verdad es que fue un éxito tremendo y también en su estreno en Madrid ese mismo año. ¿Os habéis fijado en el método surrealista que describo? Os lo recomiendo mucho: la realidad es mucho más amplia que lo racional, y los creadores y artistas llevaban décadas buscando cómo representarla desde distintas maneras, alejadas del realismo plástico académico o del romanticismo literario. Atended a los sueños, a los ensueños, a los ensoñamientos, a la ilógica escondida, a la escritura automática, al azar. La película la tengo enlazada en la web de la Semana Cultural, restaurada en 2003 por la Filmoteca Española y ahora accesible en RTVE Play. Dura 21 minutos. No busquéis significados racionales, dejaos llevar.
─¿Es la de la escena en la que cortan un ojo con una navaja? ¡'Puaj', qué 'agco'!
─¡Está 'wapa', quiero verla!
─Lo que dices, Buñuel, me da pie a presentarme: soy Pedro Salinas, profesor y poeta, y tengo no un poema, sino un poemario completo titulado Seguro azar, que publiqué con 38 años en 1929, el mismo año que tu película, dentro de una corriente de vanguardia denominada creacionismo, en la que participé durante una de mis etapas. Os leo con el librillo uno de los poemas, «Fe mía».
Fe mía
No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.
Fui, soy, uno de los miembros de la famosa Generación del 27, que en realidad es mucho más amplia que la relación de poetas varones que se cita habitualmente. Solo hace falta mirar las fotos de la época o consultar las listas de asistentes a los actos de todo tipo. Mezcla de generaciones y de personalidades: maestros, discípulos, pupilos, jóvenes rabiosos, mujeres, chicas, homosexuales ─'maricones'─, abuelitos venerables y señoritos provocadores, maestras, mecanógrafas y obreras, hasta un pastor de cabras; una legión de creadores enfebrecidos.
─Yo soy uno de ellos, Rafael Alberti, que con 21 primaveras publiqué el poemario Marinero en tierra, donde se encuentra este poema de 1925, que comienza así:
El mar. La mar.
El mar. ¡Solo la mar!
¿por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
─Y yo soy otra ─por fin─, también de esa generación, no se os olvide, Concha Méndez, que fui novia de Buñuel durante siete años, más o menos cuando estaba en la Residencia, y también practiqué la poesía, con buenos resultados, según me dicen. Y luego fui impresora y editora de revistas literarias. Escuchad este «Nadadora» publicado a mis 28 años.
Nadadora
Mis brazos:
los remos.
La quilla:
mi cuerpo.
Timón:
mi pensamiento.
(Si fuera sirena,
mis cantos
serían mis versos.)
─Voy a interrumpir un momento la tertulia, como si del café Pombo se tratara: yo, RAMÓN con mayúscula y con tilde ─es que hay muchos Ramones en estos tiempos y es fácil confundirse─ fui un gran difusor de las vanguardias de todo tipo, y os voy a poner un ejemplo, en este caso del futurismo, porque preparé el texto «Proclama futurista a los españoles, por F. T. Marinetti» y lo difundí en 1910, y en el que se grita entre otras cosas lo siguiente:
iFuturismo! ¡Insurrección! ¡Algarada! ¡Festejo con música Wagneriana! ¡Modernismo! ¡Violencia sideral! ¡Circulación en el aparato venoso de la vida! ¡Antiuniversitarismo! ¡Tala de cipreses! ¡Iconoclastia! ¡Pedrada en un ojo de la luna! ¡Movimiento sísmico resquebrajador que da vuelta á las tierras para renovarlas y darlas lozanía!
─Pues me vais a permitir que me presente de una forma más sosegada: soy Gerardo Diego, y tengo solo 23 años cuando publico en una revista este verdadero manifiesto de la fiebre poética que nos acometía a los más jóvenes: «Versos, versos y versos, siempre versos». Escuchadlo entero y aprendedlo, es muy útil recitarlo en las ocasiones más comprometidas, como cuando por alguna razón os arrebate el júbilo:
─40º de fiebre como mínimo, qué pasión arrebatadora, don Gerardo.
─Una parte de la responsabilidad, como siempre, la teníamos los mayores: yo, Antonio Machado, un profesor de Instituto, compuse este poema, muy clásico de estilo, «A la muerte de Rubén Darío», cuando falleció, en 1916. Yo tenía unos 40 años. Comienza de este modo:
Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
─Ya que estamos con las vanguardias, que conviven con los estilos más clásicos y el modernismo, me vais a permitir que os presente otra: soy Jorge Luis Borges, el gran argentino, y solo tengo 22 años cuando publico el manifiesto ultraísta titulado «Anatomía de mi ‘Vltra’», en la revista titulada así y escrita de esta forma provocativa, Vltra, en 1921:
─Me llamo Adriano del Valle y soy una cumbre de ese movimiento y también del creacionismo, mi «La rosa y el velocípedo» está incluido en Un mundo sin tranvías, obra que fue Premio Nacional de Poesía en 1933. Escuchad cómo termina.
Automóviles perfectos,
hidroplanos de aluminio,
son los nietos de una rosa,
los nietos de un velocípedo.
─En los años de la Edad de Plata se revitalizan los contactos entre las dos orillas del Atlántico y grandes creadores vienen a Europa y recorren España, y creadores de la península viajan a América. El primero que revolucionó la poesía de acá fue Rubén Darío, peruano, con el modernismo, pero años después Vicente Huidobro, que soy yo, chileno, fundé el creacionismo y organicé una buena, siempre con polémicas, como nos gusta a los vanguardistas. En 1931 publiqué en Madrid ─por fin─ una obra sublime, tremenda, extática: Altazor o el viaje en paracaídas. Poema en VII cantos. ¿Que no sabéis qué es Altazor? Pues os voy a leer el «Canto VII» y último, para que lo entendáis sin sombra de duda. Aquí lo tengo, en el librillo. Empieza así: «Ai aia aia».
─Lo he entendido todo, aunque no lo he comprendido.
─Parece surrealista, pero será creacionista.
─El inconsciente desencadenado.
─Onírico.
─Cubista.
─Sublime, como tú mismo dices.
──¿Qué os parece si lo dejamos aquí, en esta cumbre insuperable y descendemos colina abajo hacia La Castellana?, estamos a un cuarto de hora andando de la Residencia de Señoritas, donde vamos a tomar un piscolabis, también llamado tentempié.
─¡Bajemos en paracaídas!
──Una vez satisfechos los apetitos, entremos para ver la magnífica exposición Motor de la igualdad. La Residencia de Señoritas (1915-1936) en donde una vez tuvo su sede, en la calle Fortuny, que hoy aloja a la Fundación Ortega-Marañón (FOM), la institución que la patrocina. María, ¿nos podrías mostrar algunos documentos interesantes?
─Desde luego, me llamo María de Maeztu, soy maestra, participé en el Instituto-Escuela y dirijo la Residencia de Señoritas desde su fundación en 1915 y de la que me ocupo sin descanso, como podéis ver en este documento de mi puño y letra, de cuando tenía 42 años:
Pero no penséis que aquí las señoritas de provincias, como yo lo soy, que estudian en la Universidad y cuyo número va en aumento constante, se dedican a la buena vida o a buscar marido. No. La Residencia fue creada por la Junta para Ampliación de Estudios para para fomentar la educación superior de las mujeres, el primer centro en España específicamente para ese fin, y me encargó su gobierno y con esta «Lista de invitados al té que en honor de la Sra. Victoria Ocampo se dio en la Residencia de Señoritas el 2 de mayo de 1929» os podéis hacer una idea de lo que en realidad hacemos aquí.
En estos años veinte todavía hay muchas separación entre los sexos, aunque, como podéis comprobar, en la lista están convocadas personalidades de todas las generaciones: el director de la Residencia de Estudiantes, don Alberto, entre ellos.
─Pero también estoy yo, Pío, y RAMÓN, y Alberti y Lorca....
──Y Luzuriaga, el de las bibliotecas escolares y el analfabetismo; así como Moreno Villa, Marañón, y otras muchas personalidades de renombre.
─Yo no estoy en la lista, pero solía no perderme ninguna de las citas. Me llamo Jimena Menéndez Pidal ─soy hija, sí, de don Ramón y de la gran pionera María Goyri─, y tengo 26 años cuando publico en 1927 el artículo «Elaboración de un romance. Escuelas poéticas ignoradas» , sobre la poesía ─el romance─, del Conde Niño; y lo hago, nada más y nada menos, que en la revista Residencia. Sí, sí, habéis escuchado bien, mientras los chicos poetas celebraban a Góngora y la poesía pura y vanguardista, yo recorría como filóloga los caminos de España y el mundo rastreando las distintas versiones populares del cantar que narra ese amor desgraciado y poderoso, y escribía:
Es verdad que esa sencilla poesía del Conde Niño se repite en miles de pueblos, en toda la extensión del mundo que habla la lengua hispánica, pero no se repite una sola vez igual a la anterior; cada recitador pone su emoción del momento en cada recitación y renueva, con cambiantes fugitivos, la secular tradición, siempre joven, como el cabrilleo del mar, siempre nuevo.
───Pues yo, vuestro profesor de Historia, conozco también la historia, los versos y las melodías que los acompañan, con el título del Romance del Conde Olinos, que cantaba Joaquín Díaz en su disco De mi álbum de recuerdos. Algún recitador anónimo compuso e introdujo en una de sus variantes algunos de los versos más terribles y bellos que conozco. Logremos un momento de silencio completo y los recito. No necesito ahora el librillo, porque los tengo bien grabados en mi memoria: los llamo y se presentan:
Él murió a la medianoche
y ella a los gallos cantar.
─¿Lo puedes recitar entero, profe?
───Allá va. Incluso lo voy a cantar:
Madrugaba el Conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe
canta un hermoso cantar,
las aves que iban volando,
se paraban a escuchar.
─Bebe, mi caballo, bebe,
Dios te me libre del mal,
delos vientos de la tierra
y de las furias del mar.
La reina, desde la torre,
escuchaba este cantar;
─Mira hija cómo canta
la sirena del mar.
─No es la sirenita, madre,
que esa tiene otro cantar;
es la voz del Conde Olinos,
que por mí penando está.
─Si es la voz del conde Olinos
yo le mandaré matar;
que para casar contigo
le falta la sangre real.
─No le mande matar, madre,
no le mande usted matar;
que si mata al Conde Olinos
a mí la muerte me da.
Guardias mandaba la reina
al Conde Olinos buscar;
que le maten a lanzadas
y echen su cuerpo a la mar.
La infantina, con gran pena,
no cesaba de llorar.
Él murió a la media noche;
y ella, a los gallos cantar.
─Nos has dejado sin aliento, profe.
───¡Vaya, que coincidencia me viene a la mente!: «Sine halitu», sin aliento, también es la frase que está grabada en el anillo de oro de casado que llevo en la mano, este mismo, que perteneció a mi abuelo Melitón, el otro abuelo, el materno, que trabajaba en un comercio y fue padre plateado en 1934. Os cuento estas batallitas para que confirmemos una y otra vez que la Historia no es algo abstracto, sino personal, que le ocurre a las personas concretas y reales. A veces la confundimos con la Memoria, pero aquella, la Historia, es objetiva y le preocupan sobre todo las evidencias y la verdad, y esta, la Memoria, es subjetiva y personal, muchas veces rebosante de emociones. Hay que separarlas, pero, en cualquier caso, alguien lo debe de contar, y para ellos hay que investigarlo, preguntando o leyendo, para convertir así el silencio o los susurros en voces claras, que habrá que contrastar con las evidencias históricas.
──Pues por mi parte, he de deciros que yo, vuestra profesora de Lengua, también tengo un vínculo con estas historias que estamos recorriendo. Yo estuve durante unos años en el Colegio Estudio, un colegio privado fundado precisamente por Jimena y otras maestras, a la que yo vi frecuentemente rondando por allí, aunque ya estaba jubilada, una anciana venerable, herencia de una época plateada. En aquellos años tuve en mis manos un ejemplar del Poema del Cid y otras gestas heroicas, un tomo perteneciente a la Biblioteca Literaria del Estudiante, que escribió doña Jimena siendo jovencísima.
─Puedo confirmar el éxito que alcanzó la Residencia de Señoritas que yo dirigía: os leo algo del folleto de la exposición abierta en la actualidad.
Las familias intelectualmente más avanzadas empujaron a sus hijas estudiantes a conquistar las aulas de educación superior. Fue un camino lento que, en apenas tres décadas, trajo logros y resultados espectaculares para todas sus Estudiantes en la biblioteca. Muchachas de casi todas las provincias alcanzaban sus títulos de licenciadas y doctoras, y comenzaban a relacionarse con los nombres más prestigiosos de la Edad de Plata de la cultura nacional, encontrando un merecido lugar entre ellos, también en la escena, el deporte y las artes. El hecho de que fuera una institución oficial, la convirtió en deseable para los padres, muchos de ellos reacios ante la idea de que sus hijas marcharan a la capital a seguir sus estudios o que fueran a diario a clase mezclándose con compañeros desconocidos.
───Josefina, tú has trabajado sobre eso, ¿no?
─En efecto, soy periodista y me llamo Josefina Carabias: tengo 25 años cuando publico el artículo «Las mil estudiantes de la Universidad de Madrid. Entrevista con María de Maeztu» en Estampa. Revista Gráfica y Literaria de la Actualidad Española y Mundial, quizá la más importante de la época. La entrevistada da unos datos muy interesantes, que indican un crecimiento exponencial:
Durante el curso de 1931-32 hubo ya mil diez estudiantes en Madrid, repartidas así:
Farmacia ... . .. . .. .. . . . . . .. . . . . .. . .. . .. . .. 394
Filosofía y Letras . . . .. .. .. . .. . .. .. . .. . .. . . 329
Ciencias .. . . .. . . . . . . . . . . . . .. . . .. . . .. .. . . 115
Derecho . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
─Ja, ja, me encanta el final:
Por eso, el otro día, un catedrático de Derecho, anti feminista, exclamó al ver la cantidad de muchachas que esperaban turno para examinarse con él.
─El Mundo se desquicia. Dentro de poco llegaremos a la siguiente fórmula: «Una mujer: una toga.» Claro que para entonces yo me habré pegado un tiro...
──Venga, dispersaos y recorred la exposición, los documentos y los objetos: mirad de frente los rostros de las jóvenes fotografiadas, charlad con ellas y escuchad lo que os dicen en susurros. Documentad lo que os llame la atención, dadle caña al librillo de memoria. No os perdáis las imágenes de la biblioteca de la Residencia y del uso que hacían de ella las señoritas.
───Quedamos en el jardín en media hora, para una puesta en común y una visita rápida a las plantas con la exposiciones permanentes sobre José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, dos eminencias liberales, ahora juntas en esta Fundación Ortega-Marañón (FOM), a la pertenece todo este conjunto. Luego volveremos al Instituto, a seguir trabajando.
───¿Recordáis el libro de El Cielo con el que comenzamos la Semana Cultural? Su autor, que era profesor en la Escuela Normal donde se formaban los maestros y también director de la revista El Magisterio Español, dedicada a aquellos, fue también autor de una edición comentada de la Constitución de la República Española, que está digitalizada en la Biblioteca Digital Hispánica. Esta página está dedicada a comentar uno de los artículos constitucionales más importantes, el 36, que es el que nos trae hoy al Ateneo:
──En fin, sean tatarabuelos o bisabuelos, hay que considerar que pudieron votar en elecciones generales en 1931, 1933 y 1936, porque antes y después hubo Dictaduras en las que el voto estaba suspendido. La democracia fue la máxima expresión de la Edad de Plata.
─Un momento, un momento, profe: en 1931 se recuperó el sufragio universal, que existía ya antes de la Dictadura de Primo de Rivera (y en 1868), pero era únicamente de los hombres, como en la democracia de las polis griegas en la antigüedad: lo verdaderamente novedoso, como señala el libro citado, fue el voto de la mujer, que «se le concede en las mismas condiciones que al hombre» gracias a mí, Clara Campoamor, una abogada diputada que convenció a la Cámara y logró la inclusión en la Constitución de 1931 del artículo 36. Mi rostro pintado está colgado ahí, en la Galería de Retratos del Ateneo, y me parezco bastante. Aunque tengo que deciros que es un retrato reciente, que forma parte de una campaña en pro de incorporar retratos de mujeres ─titulada con sorna Las mujeres en su sitio─ a esta colección extraordinaria de ateneístas.
───Tienes mucha razón con lo que subrayas, Clara. La mayor parte de los retratados son decimonónicos, ya que el Ateneo Científico, Literario y Artístico fue fundado nada menos que en 1820 y acaba de cumplir dos siglos. Su momento más álgido fue durante la Edad de Plata. Coincidiendo con el aniversario ha habido un proceso de renovación en todas las instalaciones que ha finalizado hace poco. Mirad estos rostros de todas las épocas y profesiones de la Ciencia, la Literatura y el Arte. A Clara Campoamor, Carmen Laforet, Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos 'Colombine' las podéis ver ya en sus sitios. Algo más allá está Amudena Grandes, fallecida hace poco. Y otras lo estarán pronto.
─Anda, ahí estoy yo colgado. No estoy mal.
───Un cronista del primer Ateneo explicaba así sus objetivos, que aún subsisten:
Aquí había cátedras sobre temas especializados ─es decir, cursos─, conferencias y tertulias, como las que se desarrollaban en la sala anexa de La Cacharrería, donde algunas fotos muestran, por ejemplo, a Valle-Inclán sentado en un sofá, bien custodiado por muchos otros tertulianos. La sala, como podéis ver, está más o menos como entonces.
Manuel Azaña y Ramón del Valle-Inclán en la tertulia de la Cacharrería del Ateneo, 1930. Fotografía de Alfonso Sánchez Portela. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
─Precizamente ─obzervad como ceceo─, yo zoy don Ramón del Valle-Inclán, ahí eztá mi retrato, una vez fui Prezidente del Ateneo y ezcribí una obra de teatro irreprezentable titulada Luces de bohemia, porque habría que hablar de los bohemioz, que fueron muy importantez y todavía no hemoz...
─Sí, sí, don Ramón, pero más adelante, ahora toca hablar de las mujeres. ¿Por qué no termina con lo que estaba diciendo, señorita Campoamor?
─Os voy a leer un trozo del discurso que dicté en las Cortes Constituyentes de 1931, que consiguió darle la vuelta la votación y logró que fuera aprobado el voto de la mujer para las siguientes elecciones generales, que fueron dos años después, en 1933.
Pronto habrá elecciones generales, el 26 de julio de 2023, y algunos de vosotros ─de nosotros─, cumplidos los 18 años podremos votar por primera vez, como aquellas mujeres pudieron hacerlo el 19 de noviembre de 1933 también por primera vez, ¡pero de la Historia de España, nada menos!
───Muy bien, Clara, muy bien. Tengo que confesaros una cosa: hace unos meses caí en la cuenta precisamente en ese hecho tan evidente: que ese día de 1933 mis abuelas Rita y Mercedes, dos personas reales, veinteañeras entonces, una con mi padre en brazos y la otra embarazada de mi madre, que conocí de niño y amé tanto, pudieron votar, y debieron hacerlo casi con total seguridad. ¡Mis abuelas votando! No paraba de darle vueltas a esa idea tan simple y tan potente a la vez. Lo apunté en mi librillo de memoria como una nota, para volver sobre ello. Las abuelas pudieron hacerlo de nuevo en febrero de 1936, pero después ya no pudieron ejercer el voto, sencillamente porque no volvió a haber elecciones generales en España hasta el 15 de junio de 1977, ¡41 años más tarde, nada menos! Ellas eran ya sexagenarias y, conociéndolas, seguramente volvieron a ejercer el voto con entusiasmo. En aquella época yo no me fijaba en esas cosas: ¡en menudo mundo de silencios y susurros había crecido y contra el que sentía una aversión que no entendía bien! ¿Qué habrían pensado ellas, que conocieron ambos mundos? Ya no puedo preguntarles, pero ahora las puedo imaginar en la cola, veiteañeras yendo a votar, con su sufragio recién estrenado y orgullosas, muy orgullosas, de su gesto. Y vuestras bisabuelas y tatarabuelas, ¿qué pensaron entonces? Quiero ceder la palabra a María de la O Lejárraga, una señora que vivió casi 100 años y reúne en su figura colosal toda una época. ¿María?
─Como me has llamado es mi nombre verdadero, pero he tenido otros. Por ejemplo, María Martínez Sierra, que figura en las conferencias que impartí en el Ateneo, aquí, con el título de La mujer española ante la República, justo un mes después de su llegada, en mayo de 1931. Allí intenté explicar la situación heredada y los cambios que deberíamos acometer, por ejemplo, con una nueva Constitución.
Mujeres de España:
[...] En la Constitución del Estado no existimos, pura y simplemente. Los constituidores no pensaron más que en el sexo fuerte. Sistema parlamentario: ni electoras ni elegibles. Menos mal que este olvido de los legisladores nos abrió las puertas de la Universidad. Como no concibieron ni aun la sospecha de que a la mujer le acuciase la necesidad de saber ─se habían olvidado de Eva y la serpiente─ no se les ocurrió añadir un artículo, negándonos explícitamente la entrada en las aulas. Y, aprovechando la omisión, no intencionada, seguramente, pudimos colarnos en el portillo que quedara abierto merced a la ambigüedad del vocablo «españoles». Este triunfo se le debemos a la parcialidad de la Gramática a favor, ¡también ella!, del sexo fuerte. Cuando un adjetivo ha de calificar juntamente a substantivos de los dos géneros, se empieará el plural en forma masculina. Gracias a la misoginia gramatical, hemos podido pretender que españoles queda decir «por una vez» hombres y mujeres de España.
─Ja, ja, ¡viva la Gramática!
─Aquel año de 1931 yo tenía 57 años, era una señora mayor, pero que llevaba una carrera muy notable como dramaturga, novelista y periodista, aunque el único problema es que la mayor parte de la gente creía que era mi marido, Gregorio Martínez Sierra el que escribía las obras y que yo era su mecanógrafa. Mirad esta foto que traigo en mi librillo de memoria: ¿me está dictando Gregorio o está mirando, embelesado, cómo redacto?
Ahora (casi) todo el mundo sabe que el libreto de El amor brujo, con la Canción del fuego fatuo, lo escribí yo trabajando mano a mano en 1915 con Manuel de Falla o que los artículos periodísticos de las Cartas a las mujeres de España del mismo año ─en Recitario 305─ eran cosa de una mujer, no de un hombre. En ese mundo de predominancia masculina parecía que era una buena opción esconderse detrás del marido, para poder crear. ¿No es así, doña Emilia, aquí presente en retrato y también en persona?
─Efectivamente, querida, si lo sabré yo, que me tiré toda la vida luchando por hacerme un hueco. Como era Condesa de Pardo Bazán lo tuve más fácil y, al menos, pude intentarlo. Os pongo un ejemplo, tras toda mi vida escribiendo cuentos, artículos, poemas y novelas conseguí la 'Cátedra de Literatura contemporánea de lenguas neolatinas' en la Universidad Central, donde impartí clase los últimos años de mi vida, un hecho excepcional que estaba caído en el olvido. Tenéis una de esas conferencias en Recitario 313. A muchas nos influyeron mujeres escritoras de las generaciones anteriores que exponían al público inquietudes que poco a poco fueron configurando el feminismo, como Carolina Coronado y su maravilloso poema «Libertad» (Recitario 3) o Concepción Arenal con su La mujer del provenir. Artículos sobre las conferencias dominicales para la educación de la mujer, celebradas en el Paraninfo de la Universidad de Madrid (1869) ─en Recitario 279. Entre todas hemos conseguido cosas, pero a la altura de los años treinta queda mucho, mucho por hacer.
───Vamos a subir a ver la Biblioteca, un recinto magnífico.
──Hemos recorrido diversas salas, de tertulias, de exposiciones... que son el complemento perfecto del lugar se estudio y de lectura. El Ateneo tiene la segunda mejor biblioteca que existe sobre la Edad de Plata: prensa, revistas, ejemplares dedicados... Sus protagonistas lo frecuentaban e intentaban hacerse un hueco en sus actividades.
───Aquí la tenéis, la sala central, con sus estanterías físicas hasta el techo: el ejemplar impreso del librito con las conferencias de la Lejárraga está colocado en aquella esquina de las estanterías de arriba, lo sé porque lo vi cuando trabajé sobre la obra.
─Pues no sé si mis tatarabuelas votaron, la verdad, nunca se me había ocurrido pensarlo.
─O las bisabuelas, como la mía, Florencia, que vivía en una aldea del norte. Sí, ella seguro que votó, era de armas tomar, según cuentan.
─Habrá que investigar.
─Habrá que preguntar.
─Habrá que indagar.
───Vamos a bajar ahora para conocer el lugar más hermoso del Ateneo, su Salón de Actos, donde tendremos la oportunidad de que hagáis vuestras exposiciones y recitados con todo el esplendor,
──Antes de entrar, os quiero contar algo sobre Carmen de Burgos, que escribía con el seudónimo 'Colombine', que desgraciadamente no está entre nosotros ─vosotros─, pero sí su retrato, ese de allí. Fue amante y mentora de RAMÓN Gómez de la Serna, a quien sacaba veinte años. ¿A que sí, RAMÓN? En su última novela, Quiero vivir mi vida, de 1931, la protagonista no se resigna a que su marido tenga una hija fuera del matrimonio y... se lo carga con una tijeras. ¡Qué fuerte debió ser esa lectura para la época ─lo tenéis en Recitario 144. Bajamos, entonces.
─Un momento, que os cuento algo. En contraste, cuando mi marido, Gregorio Martínez Sierra, empresario teatral, tuvo una hija con la primera actriz, nos separamos, pero no nos divorciamos, porque entonces eso era ilegal en España. Yo me fui a vivir fuera y Gregorio siguió firmando lo que yo escribía, incluso cuando marchó a Hollywood en los años treinta precisamente. El problema surgió tras su muerte en 1947, porque dejaron de enviarme los derechos de autor de los que vivía ─todas esas obras de teatro que se representaban una y otra vez─ y que todos esos años Gregorio había repartido conmigo. Y no los pude reclamar... Un desastre.
──No seas así, María de la O Lejárraga: has tenido una vida grandiosa, incluso has sido diputada a las Cortes republicanas en las dos elecciones generales del 33 y el 36, porque te presentaste, recorriste los caminos de España y saliste elegida: escritora, diputada, mujer adelantada, una cumbre admirable de la Edad de Plata. Por eso, precisamente van a colgar tu retrato en lugar eminente.
───¡Señoritas y señoritos, al Salón de Actos! Tened listos los librillos de memoria, que habrá gran función.
─¡Haalaa, qué bonito! Pinturas con sus lemas: civilización árabe, civilización romana y civilización cristiana. Vamos a sacar fotos con el librillo de memoria.
───Se corresponden con los tres epítetos del Ateneo: Ciencia, Literatura y Arte, respectivamente. El conjunto es una cumbre de la pintura modernista.
─Venga, si ya está todo listo, la pantalla y los ánimos, ¡que suban al escenario Las Sinsombrero!
─Hola, atento público. Soy Maruja Mallo y tengo 21 años cuando iba con Margarita, Federico y Dalí paseando sin sombrero por la Puerta del Sol..., éramos jóvenes y nos gustaba provocar allá por 1923, 1924 o así, no me acuerdo bien. Lo cuento en una entrevista que me hicieron cuando volví del exilio:
Joaquín Soler:
─ ¿En esa época todo el mundo llevaba sombrero?
Maruja Mallo:
─No…, sí, sí, todo el mundo llevaba sombrero: era algo así como un pronóstico de diferencia social. Pero un buen día, a Federico, a Dalí, a mí y a Margarita Manso, otra estudiante, se nos ocurrió quitarnos el sombrero, y al atravesar la Puerta del Sol nos apedrearon, insultándonos, como si hubiéramos hecho un descubrimiento como Copérnico o Galileo. Entonces nos tuvimos que meter por la boca del subterráneo, mientras que Federico se (sic) obstaculizaba de los insultos, que era que nos llamaban maricones porque se creían que despojarse del sombrero que era como una manifestación del tercer sexo. Y en cambio Dalí apostaba que los tres éramos: esto provocaba un escándalo y más piedras nos llovían sobre las cabezas, y nos internamos en el subterráneo.
Me hago un poco de lío al hablar porque esto lo cuento ya muy mayor, cuando tras una vida de éxito internacional como pintora surrealista, vuelvo a España y se interesan por fin por mi pasado remoto. Pero la cosa está clara: hasta hace poco no ha habido inquietud por desentrañar el significado de ese gesto; ahora, se escribe con razón:
Recientemente, el interés por ese grupo ha crecido conforme nuestro tiempo revisa sus concepciones sobre los géneros, y busca comprender mejor a las mujeres, a los homosexuales y a otros grupos, como ese «tercer sexo» al que se refiere la entrevistada: hombres sin sombrero, que se convierten en 'maricones', y mujeres también sin él, que se confunden con ellos. Es posible que entonces el gesto de quitarse el sombrero y deambular sin él por el espacio público borraba la distinción no solo social sino también la de género, de forma que ya no se podía saber si el viandante era hombre o mujer o qué demonios. Había muchos homosexuales (¿maricones?) en la Generación del 27, y lesbianas también; quizá precisamente ello haya contribuido a esa pasmosa explosión de creatividad que concedió a Madrid por unos años la capitalidad poética del mundo, con un repertorio de voces que quita el hipo. Los papeles tradicionales de género saltaron por los aires: mujeres haciendo cosas reservadas a hombres, hombres que no renegaban de su feminidad ni rechazaban a las mujeres que se salían de su papel, mujeres que indagan sobre formas nuevas de emancipación, como la creatividad o el sufragio. Personas a las que era difícil de clasificar conforme a criterios sexuales.
No olvidemos que hay que distinguir entre sexo (objetivo), género (subjetivo) y orientación sexual (¿te gustan los chicos, las chicas o...?), lo que ofrece toda una paleta de posibles colores en vez del lienzo blanco y negro del varón y hembra y nada más. Antes de dar paso a otra interviniente, voy a enseñaros una pintura mía de unos pocos años después: ahora está colgada en el Reina Sofía, se titula Verbena: ¡cómo lo pasábamos los surrealistas!
─El gesto de Maruja sirvió para poner en marcha El Sinsombrerismo, del que luego hablará RAMÓN ─en Recitario 208 lo tenéis─, y también para dar nombre a un grupo de mujeres creadoras, de la que ella formaba parte, que permanecía en la penumbra y el olvido. Tània Balló ha escrito tres libros ─Las Sinsombrero: sin ellas, la historia no está completa, Las Sinsombrero 2. Ocultas e impecables y No quiero olvidar todo lo que sé: Las Sinsombrero 3─y realizado otros tantos documentales sobre nosotras en los últimos años, aparte de bautizarnos como Las Sinsombrero y comisariar una exposición alucinante en la que nos capta... bastante bien. Os voy a leer algo de mi autobiografía, sobre cómo era yo de joven, pero ya me preparaba para la carrera de filósofa que luego seguí, la razón poética fue mi propuesta, la de María Zambrano.
Yo le pregunté a mi padre quiénes eran los templarios. Mi padre me contestó algo, no porque él no supiera, sino porque tenía el sentido de la medida, y entonces me contestó algo que yo podía entender. Recuerdo que me dijo que eran unos caballeros y yo era una mujer, y entonces pregunté, no sé si a mi padre o a mi madre, si había que ser siempre lo que ya se era, si siendo yo una niña no podría ser nunca un caballero, por ser mujer. Y esto se me quedó flotando en el alma, porque yo quería ser un caballero y no quería dejar de ser mujer, eso no. Yo no quería rechazar, yo quería encontrar; no quería renegar y menos aún de mi condición femenina, porque era la que se me había dado y yo la aceptaba; pero quería hacerla compatible con ser un caballero y, precisamente, templario.
─Eso mismo. Yo soy más mayor de María, me llamo Lucía Sánchez Saornil y de joven, a los 26 años, escribo con seudónimo, para que me publiquen, por ejemplo, este poema ultraísta «Libro»: lo voy a proyectar con el librillo porque hay que verlo además de escucharlo: observad cómo pasan las páginas en la composición tipográfica.
─Pues yo soy Elena Fortún y escribo novelas y cuentos, que se hicieron famosos, porque su personaje central, una niña llamada Celia, muy lista y muy trasto, hizo sonreír a la gente de mi época y también a la de las siguientes generaciones. Preguntad a vuestros padres, a vuestros abuelos. Por ejemplo, ¿a quién se le ocurre esconder unos gatitos recién nacidos en el pupitre del cole?
Entre nosotras había escritoras, pero también escultoras y pintoras, como la gran Ángeles Santos, que con 18 años pintó este cuadro, Tertulia, que, quizá, nos representa. ¿No os reconocéis también vosotras en esas figuras? La obra está en el Reina Sofía, yo la vi el otro día y es para comérsela. No os la perdáis.
─Mi nombre es Margarita Ferreras y escribí este breve poema «Ni argolla ni dogal» para expresar cómo me sentía, y titulé significativamente al libro que lo contenía como Pez en la tierra. Ahí va:
Ni argolla ni dogal
quiero ser en amor.
Prefiero seguir
la lección de la rosa.
Si una mano me hiere
Le daré mi aroma.
─¡Bravo, Margarita! ¡La lección de la rosa, qué bueno! Desde el 1932 al 2010 transcurren siete décadas, lo que se tarda en que Pepa Merlo publique su Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la Generación del 27 ─tomando tu poemario como referencia para el título─ , en el que concentra su atención en 'las creadoras' de versos que aparecían en las fotos junto a 'los creadores de versos', que publicaban en las mismas editoriales y revistas, pero que no han sido recogidas por las historias de la literatura, ni enseñadas, ni siquiera conocidas y menos reconocidas. Pero aquí están para quedarse: ¡subid conmigo al escenario 'Peces en la tierra'!
─Me llamo Josefina Bolinaga y traigo «El primer beso», un recuerdo de mi juventud.
–Madre, yo una cosa
decírsela debo,
que me quita el jambre,
que me quita el sueño
─Cumplidos los 36 años y agobiada publiqué este poema, «Huerto cerrado», que dio título a mi libro de 1925. Soy Pilar de Valderrama.
Unas tapias altas
cerrando un espacio pequeño:
Pequeño tan sólo si se mira a tierra,
pero ilimitado si se mira al cielo.
─Yo, Carmen Conde, sin embargo, tengo solo 22 veranos cuando publico en 1929 «Voy y vengo. Iré y vendré.». En 1978 fui elegida como académica de la Lengua Española, la primera mujer en sus tres siglos de historia, qué risa me da. Me río porque yo soy de ese tercer sexo que citó Maruja: no quisieron aceptar a María Moliner o a Rosa Chacel, otras peces en la tierra como nosotras, pues ¡toma lesbiana! Que nadie se sulfure por hablar con claridad, que ya es hora de hacerlo, ¿no os parece? Mejor os voy a leer este otro texto titulado «Niñas moras» incluido en el poemario Júbilos: poemas de niños, rosas, animales, máquinas y vientos de 1934. Vaya título, ¿eh?
¡No sabía yo andar descalza!
─Yo soy Elizabeth Mulder, fui poeta, periodista y traductora y me gustan las chicas, como a Carmen o Elena, y por eso mi poema «Roja, toda roja…», que publico con 25 años en el poemario Sinfonía en rojo, expresa muy bien mis inquietudes, y quizás la de muchas otras personas de todos los géneros. Eso sí, soy muy discreta en las expresiones, incluso en esa época muchas cosas había que silenciarlas.
Tanto gusta este poema que en la reciente gira que Pepa Merlo ha hecho acompañada de diversos músicos, como Rafa Mora, Moncho Otero y Manu Clavijo, titulada 'Donde me pidas iré’. Mujeres poetas del 27, recitan y cantan mi texto, que comienza como os voy a recitar. Mirad de paso la foto de la actuación en la Residencia de Estudiantes, a ver si reconocéis el atril y el piano.
Roja, toda roja vi siempre la vida;
como una inmensa hoguera
donde quemaba bien
mi pobre corazón, rojo también.
─Que sepáis que Sheila Blanco grabó en 2019 un disco titulado Cantando a las poetas del 27 que contiene una canción con este poema, además de otras con textos poéticos de Concha Méndez y de otras de nosotras, y que es muy recomendable. Yo pude ver una de sus actuaciones en vivo. Soy Josefina de la Torre y además de poeta fui cantante, actriz y empresaria cinematográfica; voy a poner punto y final a las actuaciones del grupo con este poema desgarrador que, años después, recuerda esos tiempos plateados. Se titula «Mis amigos de entonces» y reconoceréis algunos nombres:
Mis amigos de entonces,
aquellos que leíais mis versos
y escuchabais mi música:
Luis, Jorge, Rafael,
Manuel, Gustavo...
¡y tantos otros ya perdidos!
Enrique, Pedro, Juan,
Emilio, Federico...,
¿por qué este hueco entre las dos mitades?
─Si vosotras sois las chicas del 27, ahora nos toca a los chicos subir al escenario, en este entorno apabullante, e intentar no hacer el ridículo después de tanta belleza como estamos disfrutando. La garantía del éxito está en las alforjas poéticas que traemos, ¡y qué alforjas!, las que condujeron a hacer de Madrid la capital poética del mundo en esos años de la Edad de Plata, porque lo de Generación 'del 27' es un eslogan basado en una anécdota, la celebración del aniversario de Góngora; una justificación que los celebrantes del homenaje escogieron para la defensa de la poesía pura, exquisita y libérrima que ellos querían practicar. En realidad, el grupo lo formamos gentes variadas, que tenemos en común esa pasión, esa fiebre, por los versos como una forma de comprender o al menos expresar el mundo. Yo, Rafael Alberti, tenía 24 años cuando la foto del homenaje en Sevilla, que fue una repetición porque el madrileño quedó muy deslucido. Sin embargo, hay que señalar que Madrid era entonces un cruce de caminos a donde vinieron a parar, desde las otras orillas, grandísimos poetas, como Rubén Darío, Vicente Huidobro, Pablo Neruda o César Vallejo, ¿verdad, amigos?
─Ya lo creo. Soy Vallejo, peruano, y con mi poemario Trilce de 1922, podríamos decir que inauguré el vanguardismo, pero la obra no se reconoció hasta que la pude publicar en Madrid en 1930 con prólogo de José Bergamín y salutación de Gerardo Diego. Os recito un poema de esa obra:
Y ahora os recitaré un poema del gran poeta nicaragüense Rubén, que me gusta mucho, de sus Cantos de vida y esperanza: los cisnes y otros poemas de 1905, para que apreciéis las diferencias de estilo.
─Pues a mí me llaman la atención la naturaleza y el paisaje, ese olmo seco de mis Campos de Castilla, que cuando lo escribo ya soy madurito, tengo 37 años, y soy Antonio Machado, profesor de Instituto.
─Hermoso, Antonio, muy hermoso. ¿Podéis apagar esa luz, que es demasiado intensa y regalarnos un minuto de silencio para abrir los poros del entendimiento y que aflote muestra sensibilidad? Mejor, mejor. Os voy a recitar un poema de mi mediana edad, con su pizca de sensualidad, porque por aquella época conocí a Zenobia, mmmm, y ya no nos separamos nunca. «VINO, primero, pura» dice así.
Poco después compuse el ardiente soneto «Sueño», pero se queda para otro día ─Recitario 76─, que aquí hay menores. Se me olvidó indicaros que soy Juan Ramón Jiménez, nos conocimos en la Residencia el otro día, donde ejerzo de tutor de las nuevas generaciones de creadores. He de reconocer que, a veces, soy un poco cascarrabias con los vanguardistas, que me acusan de practicar el 'esteticismo poético', especialmente después de que Ortega les diera impulso con esa obra, ¿cómo se titulaba...? Ah, sí, La deshumanización del arte, en 1925, y la verdad es que yo escribo para la inmensa minoría, pero algunos restringen tanto los destinatarios...
─Si lo dice por mí, maestro, tiene razón: pocos nos entienden a los ultraístas, pero es porque somos unos adelantados. ¿Qué os parece, estimado público de 2023, este «Auriculares» publicado en la revista Vltra en 1922, cuando tengo eso, 22 años? Y hay que verlo y mirarlo también, que tiene una composición tipográfica muy cuidada, como el de Lucía.
─Sí, mis queridos amigos y amigas, soy Vicente Huidobro, chileno, y las diferencias entre la poesía más tradicional o la modernista y las vanguardias se aprecian muy bien en mi Altazor o el viaje en paracaídas, que ya os recité el otro día y que también vendría a cuento ahora (en Recitario 299).
─Nos llega al turno al grupo nuclear del 27, los más reconocidos, aunque eso no significa nada más que eso, reconocidos, porque como estáis comprobando, existe un oleaje poético en aquellos años que no deja cabeza con sombrero, ni indiferente al lector de periódicos, en los que cada día aparecían nuestros poemas o los del enjambre de creadores que estaban probando suerte. Yo, Pedro Salinas, también me hice profesor para vivir dignamente y complementar los otros magros ingresos: os traigo dos poemas, «Cerrado te quedaste, libro mío» de 1923 ─Recitario 69─y «El teléfono», de Fábula y Signo, libro publicado asimismo en ese 1931, como el de Vicente. Vamos con el segundo:
Estabas muy cerca. Solo
nos separaban diez ríos,
tres idiomas, dos fronteras:
cuatro días de ti a mí.
─Pues de ese mismo año, en que compatibilizo mi faceta de creador con la de impresor y editor con Concha Méndez ─con la que por cierto me casé al año siguiente; ¡hola, querida!─, es mi poema «Tres. Tiempo a vista de pájaro», dedicado a mi compañero de generación Luis Cernuda. Ah, soy Manolo Altolaguirre.
─Y yo Luis Cernuda: un gran desengaño con un hombre me dio pie a crear el poema «Donde habite el olvido», publicado primero en una de las revistas literarias, Héroe, y luego en un libro con el mismo título. Soy uno de los homosexuales, como se dice hoy, del 27 y no me escondo, aunque esa orientación sexual es fuente constante de problemas para nosotros ─esos biógrafos que lo condenan o lo silencian, por ejemplo─. En contraste, la inspiración nos visita con frecuencia, ya veis qué cosas. Comprobadlo:
─Ay, Luis, ay, qué condición la nuestra, a ver si nos dejan crear en paz. ¿Te acuerdas que en esos mismos años hicimos poemas dedicados unos a otros, para darnos ánimos? Yo, Vicente Aleixandre, le compuse uno a Federico con el trasfondo imaginario de música de Ravel, «El Vals», y lo publiqué en mi libro Espadas como labios. Os lo voy a recitar.
─Amigos, amigos no dramaticemos, que todo el mundo nos quiere ahora, nos celebra, nos lee y disfruta con nuestros versos. No hemos dejado de crecer ante sus ojos. Yo personalmente también he cambiado mucho, desde mis estudios de piano con Falla a mis años como residente, tanteando a qué dedicar mi vida: los estudios universitarios, el teatro, la poesía... Del Romancero gitano que publiqué ese año famoso de 1927 os voy a recitar «La casada infiel», un drama poético que encoge el corazón, porque a nosotros el sufrimiento nos ha interesado mucho, porque lo hemos padecido en propios y ajenos.
Después precisamante de «una de las crisis más hondas de mi vida», Fernando de los Ríos me llevó de viaje a América y allí pasaré un año extraordinario entre Estados Unidos y Cuba en el que maduré personalmente y vi crecer la seguridad en mí mismo, aceptándome por fin como era. Escribí los poemas de Poeta en Nueva York, como la «Oda a Walt Whitman» (Recitario 187) o este poema «Pequeño poema infinito» que os voy a recitar ahora con el librillo a la vista:
Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.
─Ay, Federico, cuando yo, Pablo Neruda, diplomático chileno, llegué a Madrid tú me acogiste, vosotros todos me acogisteis, y en esta ciudad por fin fui feliz. Publiqué entonces el trabajo de varios en años viajando por el mundo, que recogí en el poemario Residencia en la tierra. que incluía esta «Oda a Federico García Lorca», para ti y los tuyos:
Estoy especialmente agradecido a que algunos de vosostros, mis compañeros poetas, celebrasteis con una edición impresa especial el conjunto de los ‘Tres cantos materiales’, compuesto de tres poemas: «Entrada a la madera», «Apogeo del apio» y «Estatuto del vino», que celebran poéticamente esas cosas cotidianas que dan consistencia a la vida.
Estoy en medio de ese canto, en medio
del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.
Qué tiempos de plenitud, aquellos de 1935. Mirad esta foto de entonces, ¿a cuántos de nosotros reconocéis? Yo soy el segundo de arriba por la derecha. ¿Veis que hay tres mujeres y que gobierna la alegría?
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──Ha sido una jornada magnífica, con esto nos despedimos de este Salón de Actos del Ateneo. Mañana, al Teatro Español.
──¡Vaya entorno guapo!: la Plaza de Santa Ana, la calle del Príncipe, la estatua de Lorca con la alondra restituida y la espectacular fachada. Pasemos dentro, que nos han cedido la sala esta mañana.
─Hola, bienvenidos al Teatro Español, escenario de nuestra mejor dramaturgia y el teatro más veterano de Europa, porque ha estado dando representaciones sin descanso desde el siglo XVI y, a diferencia de The Globe de Shakespeare de Londres, aquí, tras los incendios, lo reconstruimos a toda prisa y enseguida vuelven los actores, los dramas o las comedias a esta calle del Príncipe. Este año cumple 440 años de representaciones con programación ininterrumpida, nada menos. Soy Benito Pérez Galdós y en el pasado he acometido la titánica tarea de novelar tanto la historia reciente de España, con los Episodios Nacionales, como el tiempo presente que vivimos, con las novelas contemporáneas. Dicen que con mi novela Fortunata y Jacinta (Recitario 9) alcancé una de las cumbres de la literatura en español, pero lo cierto es que ya de persona mayor mi interés ha girado hacia el teatro, por su capacidad de seducción de las almas, en la mejor de las tradiciones españolas, la del Siglo de Oro. Tengo 58 años cuando estreno en este Teatro Español el drama Electra. Trata de una chica, Electra, de 18 años, como vosotras, que ha de entrar en un convento y renunciar al amor. Venga, que el grupo teatral suba aquí conmigo, que vamos a leer algunos diálogos.
ELECTRA.- ¡Oh, madre, qué consuelo me das!
LA SOMBRA.- Te doy la verdad, y con ella fortaleza y esperanza. Acepta, hija mía, como prueba del temple de tu alma, esta reclusión transitoria, y no maldigas a quien te ha traído a ella... Si el amor conyugal y los goces de la familia solicitan tu alma, déjate llevar de esa dulce atracción, y no pretendas aquí una santidad, que no alcanzarías. Dios está en todas partes... Yo no supe encontrarle fuera de aquí... Búscale en el mundo por senderos mejores que los míos, y...
(LA SOMBRA calla y desaparece en el momento en que suena la voz de MÁXIMO.)
El estreno del 30 de enero de 1901 de mi obra causó un considerable revuelo, que se puede comprobar en la prensa de la época. Es algo que deberíamos hacer más a menudo, como nos plantean enen Efemérides plateadas de APEQ, donde nos hablan del uso de las bibliotecas virtuales para contrastar sucesos históricos o culturales mediante fuentes primarias y explican la Metodología de trabajo con la prensa digitalizada, que vimos en clase cuando planeamos la Semana Cultural. Y el enlace a la página lo vamos a rebañar y colocar en nuestra biblioteca escolar digital, en la estantería virtual dedicada a la Edad de Plata, donde van a ir también nuestros recitados y trabajos de estos días. Mirad, la proyecto en la pantalla del decorado en el escenario para que veáis cómo se presenta, con textos y recortes de pantalla de los facsímiles de los documentos. Así lo tenemos que hacer nosotros, ¿eh?, en los trabajos.
─Yo puedo confirmar el revuelo de la prensa, estuve allí ese día. Es más, escribí sobre ello en el diario El País, el periódico diario de hace un siglo ─no en el de nuestros días, que nació en 1975─. Lo titulé «Galdós vidente», queriendo hacer un juego con el hecho de que el autor, que se estaba quedando ciego, veía más claro que nadie (Recitario 62). Soy Pío Baroja, que no lo he dicho, tengo 29 años entonces y quiero también ser novelista, como don Benito.
─Perdonad que os interrumpa, pero voy a subir al escenario, porque si hay una dramaturga con experiencia esa soy yo. Ya me conocéis, la Lejárraga de Martínez Sierra, que en aquellos años doy a luz muchas obras teatrales y algunas novelas, ahora lo puedo decir, paridas por mí con el sudor de mis dedos ─de mis sesos a mis dedos─. Un bombazo fue la obra teatral Canción de cuna, de 1911, que trascurre en un convento de clausura donde dejan algo en el torno de la entrada. Venga chicas, monjas, subid conmigo y leemos el fragmento «Algo sí parece que hay en el torno»:
De esta obra se han hecho diversas películas, una de ellas con mi marido ─no puedo decir exmarido porque no nos descasamos─ en Hollywood, supervisándola, allá por 1933. Pero de lo que estoy especialmente orgullosa es de mi libreto para El amor brujo: el otro día me corté y me quedé callada, pero hoy os voy a cantar la Canción del fuego fatuo, que forma parte de las versiones teatrales de una de las piezas más reconocidas de la música clásica española en el mundo. Y eso que fue mal recibida en su estreno en Madrid en 1915, como se comprueba en la correspondiente Efeméride plateada de APEQ; escribe uno «Hay carecía total de alma española», ¡qué ojo crítico tan fino! Tengo que poner acento 'andalú': «¡Le yamas ─con y griega─ y echa a corré ─sin erre final─!» Me lo pasé bomba escribiéndolo.
─Bueno, bueno, yo también estuve en Hollywood en los años diez y veinte, entre otras cosas porque me forjé un gran prestigio como novelista, como con Cañas y barro, de 1902, de la que han hecho muchas versiones. Incluso escribí una obra ambientada en Madrid sobre los traperos que cada mañana bajaban al centro urbano, titulada La horda, de 1906. Ah, perdón, no me he presentado, soy Vicente Blasco Ibáñez y os voy a leer el fragmento «Como todas las tardes», de la de Cañas y barro:
Por cierto, si os apetece conocerme un poco mejor, podéis visitar mi casa en Valencia, tal como nos recuerdan en la Fototeca APEQ (a la que, ya de paso, os recomiendo una visita, además de la foto de mi casa descubriréis lugares y rincones muy literarios).
─Me voy a bajar y a sentarme en las butacas, que me canso de tanto éxito fulgurante, de tanto figurante sobre el escenario, ¡con lo que me ha costado el reconocimiento a mi calidad como novelista! Soy otra vez Pío Baroja: en esos años de los que habláis me interesé por la lucha por la vida ─¿os suena?─, y escribí una novela que ha sido una constante ─espero que para bien─ en los temarios de Bachillerato durante años. Como permanecí soltero me han acusado incluso de misógino: hay que ser zote o malintencionado, porque basta con fijarse en el personaje de Lulú de El árbol de la Ciencia, de 1911, para desmentirlo. Os leo un pasaje, que transcurre en un banco del Jardín Botánico, y me marcho. Esperad: María, ¿puedes sentarte aquí conmigo y lo representamos un poco?
—Usted ríase —contestaba Andrés—, pero yo la metería en cintura.
—¡Ay, ay, ay, que me estoy mareando! —contestaba ella, cantando descaradamente.
Andrés Hurtado trataba a pocas mujeres; si hubiese conocido más y podido comparar, hubiera llegado a sentir estimación por Lulú.
En el fondo de su falta de ilusión y de moral, al menos de moral corriente, tenía esta muchacha una idea muy humana y muy noble de las cosas. A ella no le parecían mal el adulterio, ni los vicios, ni las mayores enormidades; lo que le molestaba era la doblez, la hipocresía, la mala fe. Sentía un gran deseo de lealtad.
Decía que si un hombre la pretendía, y ella viera que la quería de verdad, se iría con él, fuera rico o pobre, soltero o casado.
¿No está mal, verdad? Hala, hasta luego.
─Menos mal, don Pío, que ya se estaba haciendo largo. Venga, sacad los librillos de memoria y sacadme fotos, que me he vestido para la ocasión y dejado barbas largas. Soy Ramón del Valle-Inclán, me conocéis todos ya, además también estoy en la Fototeca APEQ, así que voy al grano, aunque lo que me gusta es no ir; pero, en fin. Desde el Siglo de Oro no había habido obras de teatro como las mías, de buenas, digo; aunque lo cierto es que solo he podido malvivir de ellas, con la familia tan numerosa que tengo... En fin, que os quiero leer algo de la escena novena de «Luces de bohemia: esperpento», mi obra de 1924 que es todo un reto representar, para fastidio de directores y comediógrafos de pacotilla, pero que reconstruye todo un mundo, vertebral a la Edad de Plata que estamos estudiando. Trascurre durante una noche en un montón de escenarios distintos, uno de ellos es un café al que van Max Estrella, el poeta bohemio ciego, y Don Latino, su lazarillo. ¿Y a que no sabéis quién estaba allí? Pues Rubén Darío.
Pero lo que os voy a leer trascurre en el Callejón del Gato: yo seré Max y tú Don Latino. Y enfrente, tenemos que imaginar los espejos deformantes.
MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.
DON LATINO: ¡Estás completamente curda!
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.
DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.
MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.
MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.
DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?
MAX: En el fondo del vaso.
DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!
MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.
DON LATINO: Nos mudaremos al callejón del Gato.
─No se puede decir más claro ni mejor, maestro. Cuando volví a España tras mi viaje lo veía todo de una forma diferente: había que ser ambicioso, crear, comprometerse. Como cuando fui al pueblo donde nací porque inauguraban la primera biblioteca pública y dicté la «Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros», en 1931, recién nacida la República. Tus padres, profe, vienen ya de camino en esas fechas. Esta parte me dicen que es conmovedora:
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: 'amor, amor', y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras
Y entonces no lo sabíamos, pero estábamos viviendo una plenitud.
─No, no lo sabíamos, Federico: las cosas cambiaban con rapidez. Yo, Josefina, como joven periodista, me metía en todos los fregados. Entrevisté a tu musa y protectora, primera actriz de España, Margarita Xirgu, que en esos años dirigía la compañía que se hizo cargo del Teatro Español donde estamos, y para la que escribiste varias obras.
Pero de lo que os quiero hablar también es de mi artículo en la revista ilustrada Estampa sobre «Las mujeres que militan actualmente en los partidos políticos españoles». Quién lo hubiera dicho hace nada. Toda esa labor de los años anteriores que hemos estado contando producía ya sus frutos. Fue además el año en que nació tu padre, profe ( Y también mi bisabuela Flora, lo comprobé).
─¿Las mujeres, en general, responden a este llamamiento?
─Como no podía soñarse. Empezamos unas ciento, y ya, sólo en Madrid, pasamos de mil. Cada día se registran ocho o diez altas. Yo creo que, a este paso, alcanzaremos un número verdaderamente fantástico, y que la República no tendrá que arrepentirse de haberos concedido el sufragio.
─A mí no conocéis, ya que yo no soy una señorita de la Residencia, sino alguien que me ganaba el sueldo como mecanógrafa escribiendo cartas comerciales y para salir adelante probé como obrera en un salón de té madrileño, luego como periodista y después con la novela. Publiqué en 1934 Tea Rooms. Mujeres obreras, y en algunos Institutos se utiliza en 2.º de Bachillerato como lectura para construir un itinerario de aprendizaje sobre la época. Me llamo Luisa Carnés y os voy a leer el fragmento «Hoy ha sido declarada la huelga de camareros…» de esa novela-reportaje basada en mi propia experiencia laboral.
«El ogro» aparece en la escalera, seguido por la encargada.
—Mi personal no tiene nada que ver con la huelga; no son asociados —grita.
—Bueno —dice uno de los dos obreros que constituyen la comisión—: nosotros hemos cumplido con nuestro deber; ahora, ellos verán.
Se marchan. Se agregan al grupo que espera a la puerta del establecimiento, para permanecer allí apostados, amenazadores.
«El ogro» vuelve a chillar, con su voz atiplada:
—Yo quiero a la gente cuando la necesito. De manera que ya lo saben: el que abandone su puesto puede darse por despedido.
Da media vuelta y vuelve a subir a su despacho.
La encargada pasa a su mostrador y habla con Paca.
Los camareros están sobreexcitados.
—Bueno: no hay derecho a que le pisen a uno así.
—Esto es ponerle a uno el puñal en el pecho.
—¡Bueno: entre perder la casa y que le den a uno un palo! —dice Cañete.
Pero ya está ahí en la escalera «el ogro».
Otro grito: —Váyanse todos y vuelvan mañana.
—¿Las muchachas también, don Fermín? —pregunta la encargada.
—También. («Me partió», piensa Laurita).
—¿Y se cierra entonces, don Fermín?
—¡Claro que se cierra! ¿Quiere usted que me ponga yo a despachar al público?
Hace poco se representó mi novela como obra de teatro en el Fernán Gómez. Ha dado mucho juego. A ver si la próxima vez no os la perdéis. O a lo mejor se representa aquí, en este teatro supremo, ojalá.
─Luisa, tú tienes duende. Y te entiendo: en el viaje a Nueva York vi con mis propios ojos el Crack del 29 y los efectos de la crisis económica que ahora nos golpea y que estamos sufriendo, como tú tan bien reflejas. Y a mí me gusta mucho el teatro y también la poesía. He dado conferencias ─precisamente una sobre el duende─, en muchas salas de teatro, donde leía mis versos inéditos, y observaba la reacción de la gente. Algunos los publiqué, pero creaba de forma tan vertiginosa que muchos solo se conocían por esas conferencias, porque los libros tenían que esperar a que tuviera un rato libre para prepararlos. Soy un desastre, lo sé. El «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» lo pude publicar, trata de un amigo protector de los poetas que había dejado los ruedos y volvió para una última faena (Recitario 62). Pero ahora prefiero leeros dos poemas de amor, amor que yo viví con muchísima intensidad, liberado de las ataduras de la vergüenza y la duda sobre mí mismo, como quería Maruja Mallo. El primero se titula «Gacela primera. Del amor imprevisto» y pertenece a un poemario sobre el que estaba trabajando titulado Diván del Tamarit:
Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.
De ese mismo año, 1934 ─en que nace tu madre, profe─, o por esa época ─no recuerdo bien el orden, y además me gusta retocar una y otra vez los manuscritos y los textos mecanografiados─ trabajaba también sobre una obra que quería titular Sonetos del amor oscuro y donde incluyo el soneto «El poeta pide a su amor que le escriba», que también os voy a recitar.
Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
¿Reconocéis la alusión del verso último? Es que me vino a la mente el inmenso poema de san Juan de la Cruz y no me pude resistir... Yo me subo a los clásicos y cabalgo al galope con ellos. Incluso me atreví a escribir en galego, recordando la gira con La Barraca, ese grupo de teatro universitario, y un amigo me publicó la «Danza da lúa en Santiago» (Recitario 143). A finales de ese año una nueva obra mía se estrenaba en este magnífico Teatro Español, con Margarita como actriz protagonista. En 1930 lo había sido La zapatera prodigiosa y ahora Yerma. Poema trágico en 3 actos en prosa y en verso. Como la Electra de Galdós, mi Yerma es una mujer desgraciada. Este fragmento «Danza de máscaras» del Cuadro II del Acto III reúne a muchos personajes en una fiesta popular campestre. No olvidéis que yo dije una vez que había encontrado un nuevo público para el teatro: ¡el pueblo!
HOMBRE 1.º ¡Ay, marchita de amores
con el viento y el agua!
HOMBRE 2.º ¡Que diga a quién espera!
HOMBRE 1.º ¡Que diga a quién aguarda!
HOMBRE 2.º ¡Ay, con el vientre seco
y la color quebrada!
HEMBRA Cuando llegue la noche lo diré,
cuando llegue la noche clara.
Cuando llegue la noche de la romería
rasgaré los volantes de mi enagua.
¿Os gusta que reintroduzca el verso en el teatro? ¡Menudo efecto produce, lo veo en los rostros! La verdad es que el estreno fue un «éxito clamoroso» y así lo recoge la prensa de la época, con reseñas elogiosas, aunque con alguna excepción, claro, como siempre, según se puede comprobar en Efemérides plateadas de APEQ.
Estamos muy orgullosos, porque vinieron a ver la obra representantes de todas las generaciones de la Edad de Plata, también don Ramón, y fue una fiesta de la plenitud.
Fuente: Ayuntamiento de Granada.Web Huerta de San Vicente.
Gracias a todos. Como declaré en una entrevista que me hicieron algún tiempo después ─y fue la última, creo─, en El Sol el 10 de junio de 1936:
─Gracias, Federico. He grabado con el librillo de memoria tus palabras, quiero trabajar sobre ellas. Cuánta razón tienes: también en la poesía hay que ensanchar los horizontes y hemos hecho un esfuerzo, Concha Méndez, Altolaguirre, muchos otros y yo, Pablo Neruda, al dar continuidad al proyecto de la revista 1616 publicada en Londres con la nueva Caballo verde para la poesía de 1935, publicada ya en Madrid, y en la que escribo su editorial, que provocó una polémica poética (Sobrino, 2023) que ahora nos hace sonreír, pero que entonces nos pareció muy seria. Lo titulé «Una poesía sin pureza».
Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos.
─Perdonad que me meta en medio, pero quiero hacer mi aportación a este panorama. Soy María Cegarra, una sinsombrero, pero atípica, porque yo soy científica, química concretamente, pero he probado suerte con la poesía, porque los muros que separan las cosas se están rompiendo. Yo compongo versículos, como estos:
14
No me sirve el apoyo de tu hombro; tu caminas despacio.
Quédate con lo cierto y déjame volar en la amplitud. Para ti las planicies, yo quiero arquitecturas. Y alzaré los sistemas hasta hallar un nuevo panorama.
15
Quiero ser constelación. Asomar mis instantes de la mano a las balsas del mundo, ver en la llama la luz, negar la gravedad, y crear para creer.
─Soy yo de nuevo, el pastor de cabras venido a la capital, Miguel Hernández, y también quiero aportar mi granito de arena, mis hallazgos de recién llegado, mi pasión por Garcilaso de la Vega a quién me atrevo a dedicar una «Égloga», en homenaje a las que él componía, en su IV Centenario, y la publico en la Revista de Occidente, en junio de 1936. ¡Qué época esta!
Nada de cuanto miro y considero
mi desaliento anima,
si tú no eres, claro caballero.
Como un loco acendrado te persigo:
me cansa el sol, el viento me lastima
y quiero ahogarme por vivir contigo.
─Aquí estoy otra vez, Antonio Machado, del grupo de los más mayores, fijaos como ya ando un poco doblado, y tengo que avisar de que tenemos que ir terminando nuestras rutas plateadas. Se dice y se escribe que la Edad de Plata finaliza bruscamente con la sublevación y la guerra, que se quiebra irremediablemente. ¿Qué os parece si juzgamos por nosotros mismos a partir de algunas cosas que se escribieron en aquellos tiempos turbulentos? Uno de nosotros desapareció y todavía no hemos podido hallarle. Pero sí le hemos honrado de varias maneras: yo, un viejo, y vosotros los jóvenes, hemos compuesto poemas en honor de nuestro desaparecido, un auténtico trabajo de grupo. Podríamos recitar algunos, y quizá llorar juntos por la pérdida, como hicieron Príamo y Aquiles ante el cuerpo destrozado de Héctor en la noche de los tiempos. Empiezo con mi poema «El crimen fue en Granada» (Recitario 164), y luego...
─Pues luego, por ejemplo yo, Emilio Prados, con «Llegada (A Federico García Lorca)», perteneciente al Romancero de la guerra civil española de 1936 (Recitario 257).
¿En dónde estás Federico?
Yo este rumor no lo creo.
¡Cómo me duelen las balas
que hoy circundan tu recuerdo!
─Ese año también, yo, Rafael Alberti, escribí el soneto «A Federico García Lorca» (Recitario 129).
─Y yo, su amigo, Luis Cernuda, le consagré «A un poeta muerto» (Recitario 136).
─Y yo, Gerardo Diego, años después escribí el poema «La voz de Federico» (Recitario 282), porque la recordaba muy bien, esa voz que no se llegó a grabar en el Archivo de la Palabra ni en ninguna otra parte, no damos con ella; también está desaparecida, como él, y sin sepultar dignamente. Pero la puedo rememorar:
Pero es su voz, su voz la que me llega,
la que en mi oído vive,
su voz como encuevada, suavemente ronca,
de un tono pardo único,
y su recitación ─música y gesto─
y sus ondeadas, íntimas carcajadas
─ejé, ejé, ejé─
celebrando sus anécdotas,
verdades milagrosas de lo increíble.
─Yo también, el pastor, le dediqué «Elegía Primera (A Federico García Lorca, poeta)» (Recitario 137), en Viento del pueblo, donde, ya en plena guerra, escribí también estos versos en otro poema arrebatado:
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me avientan la garganta.
─Si dejáis que intervenga también, soy César Vallejo de nuevo, mi poema «Masa», incluido luego en España, aparta de mí este cáliz, puede valer para cualquier muerto, cualquier desaparecido, cualquier guerra, también la que se vive en Ucrania estos días. Va por los sufrientes de todas las guerras.
─Soy Juan Ramón por última vez, y tengo que contaros que cuando con Zenobia empezada la guerra cruzamos los Pirineos escribí un poema de reconciliación que haríamos bien en tener presente.
Cuando todos los siglos vuelven,
anocheciendo coma su belleza,
sube al ámbito universal
la unidad onda de la tierra.
Entonces nuestra vida alcanza
la alta razón de su existencia:
todos somos hijos iguales
en la tierra, madre completa.
─Yo, Neruda, escribí con inmensa tristeza sobre cómo desapareció bombardeada mi Casa de las Flores de Madrid, donde nos reuníamos todos (Recitario 334). Mi casa y tantísimas casas como la mía que sufrieron y sufren todavía.
Federico, ¿te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de Junio ahogaba flores en tu boca?
─Por eso, veinte años después, yo, Cernuda, mirando hacia España, compuse «1936. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros» de mi Desolación de la Quimera, incluida en La Realidad y el Deseo, títulos que son tan parlantes como el poema, que dice así:
Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
Como testigo irrefutable
De toda la nobleza humana
─Muchísimas gracias todos, por esta sinfonía de recitaciones, lecturas y representaciones, el Teatro Español os lo agradece en grado sumo y yo, Max Aub, como su Director, os felicito efusivamente. Soy hijo de alemán y francesa, pero educado en España y el español es la lengua en la que me expreso; he tratado a grandes y pequeños de la Edad de Plata y yo mismo me considero uno de ellos. Mi gran pasión es el teatro, pero tuve que hacerme cineasta y novelista para tirar para adelante en estos tiempos tormentosos. Pero afortunadamente todo ha acabado bien. No solo he sido nombrado hace años Director del Teatro Nacional, sino que acabo de ser elegido miembro de la Academia Española, y por eso dicté primero y publiqué después El teatro español sacado a la luz de las tinieblas de nuestro tiempo, por Max Aub. Discurso leído por su autor en el acto de su recepción académica el día 12 de diciembre de 1956. Cuarenta años después Antonio Muñoz Molina en su discurso de ingreso a la RAE cita el mío, aunque lo califica de discurso imaginario. ¿Cómo va a ser imaginario si estoy aquí, con vosotros, compañeros y amigos y amigas de la Edad de Plata, Federico, Miguel, Ernesto...?
Es más, tengo pruebas, mirad esta ilustración que recrea ese momento, que se publicó en un libro de texto: me puse pajarita para la ocasión.
Es más, todas esas personas que veis estuvieron presentes, son lo mejor de la Edad de Plata, aunque faltan, como siempre muchas, muchas mujeres, ¿los reconocéis? Están más mayores, Miguel el pastor, Federico... Mejor os leo la Lista de los señores académicos de número en 1.º de enero de 1957, ─¿es el año en que tú naciste, no, profe?─:
¿Veis como estáis casi todos, aquí encima o ahí debajo? Cubrimos así la cuarta pared, y también la quinta de los que nos están leyendo en remoto, quizá en este preciso momento. Adiós, amigos y amigas, compañeros y compañeras plateados de todos los tiempos, que ya cae el telón y hemos de hacer mutis por el foro.
──A ver: ¿podemos quedarnos tranquilos ya, tenemos material suficiente para dar por cumplimentada la Semana Cultural de la Edad de Plata?
───¿Podríamos dar sustancia suficiente a la etiqueta #edaddeplata2bach si la usamos en el catálogo de la biblioteca escolar digital, en las redes, en la publiweb del proyecto?
─Claro que sí. Prueba superada, profes. Y de largo. De diez.
──Pues entonces... ¡Vale!
─¡Eh!, ¿ese de ahí en la plaza no es Lorca?
─¡La Edad de Plata puede continuar!
FERNÁNDEZ DELGADO, Javier (2023). «La biblioteca escolar digital y la Edad de Plata como situación de aprendizaje». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año X. N.º 13. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-13/L15-13-41-Javier.Fernandez.Delgado-La.biblioteca.escolar.digital.y.la.Edad.de.Plata.como.situacion.de.aprendizaje.html]
Recibido: 26 de mayo de 2023.
Aceptado: 25 de junio de 2022.
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