Sección ARTÍCULOS
Félix Hinojal
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid en la especialidad de Historia Moderna y Contemporánea (1978). Profesor de Educación Secundaria (1979-2007) y Catedrático de Educación Secundaria (2008-2024) en distintos institutos públicos de las comunidades del País Vasco, Castilla La Mancha y Madrid. A lo largo de su carrera profesional ha trabajado en diversos proyectos educativos en los distintos centros. Asesor del Centro de Profesores y Recursos de Alcobendas (1997-2001). Vicedirector y Jfe de Estudios en el Instituto Dionisio Aguado de Fuenlabrada (1985-87). Jefe de departamento (1997-2001) y jefe de estudios en el IES Francisco Giner de los Ríos de Alcobendas (2001-2024). Responsable en el Grupo de Trabajo «Realización de materiales para alumnos usando la web y las TIC». Director-tutor en el curso «Formación del Profesorado a distancia». Ha escrito distintos artículos en las revistas Tiempo y Tierra y Educación y Medios, así como reseñas de libros en las publicaciones Viento Sur y Educación y Medios.
Resumen.
Matilde Cherner fue una escritora salmantina del siglo XIX (1833-1880) cuya vida transcurrió entre su ciudad natal y Madrid. Implicada siempre en temas sociales, políticos, culturales, feministas y propiamente literarios (en un tiempo en el que ninguno de esos temas se consideraban apropiados para una mujer) su obra fue silenciada tanto en vida como tras su muerte. Escritora desde los 19 años hasta su fallecimiento a los 47, tocó ─bien como autora de novelas, de poemas o como crítica literaria de autores del Siglo de Oro y articulista en multitud de periódicos y revistas salmantinas y madrileñas─ todos aquellos temas que la preocupaban o interesaban: desde la formación de la mujer para acceder a un trabajo en igualdad con el hombre a su activismo como republicana federal; desde la literatura del XVI a la música del XIX; desde la crítica contra la prostitución a la participación política activa. Silenciada entonces y después, pese a su ingente producción periodística y literaria, consideramos que ha llegado el momento de su reivindicación.
Palabras clave: Matilde Cherner, Rafael Luna, María Magdalena, Doyagüe, Mesonero Romanos, Villar y Macías, Hartzenbusch, Barbieri, Tartilán, Celestina, Juan del Encina, Cervantes, Republicanismo federal, feminismo, prostitución, La Unión, charro(a), Tomás Rodríguez Pinilla, La ilustración de la mujer.
Abstract.
Matilde Cherner was a 19th-century writer from Salamanca (1833-1880) who spent her life between her hometown and Madrid. Always involved in social, political, cultural, feminist, and literary issues (at a time when none of these topics were considered appropriate for a woman), her work was silenced both during her lifetime and after her death. A writer from the age of 19 until her death at 47, she addressed—whether as a novelist, poet, literary critic of Golden Age authors, or columnist for numerous newspapers and magazines in Salamanca and Madrid—all the topics that concerned or interested her: from women's education to access employment on equal terms with men to her activism as a federal republican; from 16th-century literature to 19th-century music; from criticism of prostitution to active political participation. Silenced then and later, despite her enormous journalistic and literary output, we believe that the time has come to vindicate her..
Keywords: Matilde Cherner, Rafael Luna, Mary Magdalene, Doyagüe, Mesonero Romanos, Villar y Macías, Hartzenbusch, Barbieri, Tartilán, The Celestina, Juan del Encina, Cervantes, Federal Republicanism, feminism, prostitution, The Union, charro(a), Tomás Rodríguez Pinilla, «La ilustración de la Mujer“ journal.
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Felipe Centeno y Jorge Marineda eran María Luz Morales Godoy (1889-1980); Félix de Haro era Teresa de Escoriaza (1891-1968); Fernán Caballero era Cecilia Bölh de Faber (1796-1877); Gabriel Luna y Perico el de los Palotes eran Carmen de Burgos (1867-1932); Miguel Arazuri era Carmela Gutiérrez de Gambra (1921-1984); El Padre Pareja y Gracián Quijano eran Paca Tejada (1896-1974); Próspero Miranda era Sara Álvarez-Insúa (1901-1985); Tiziano Imab era Patrocinio de Biedma (1848-1927); Víctor Catalá era Caterina Albert (1869-1966) y Rafael de Luna era Matilde Cherner (1833-1880).
Otras firmaban las obras que atribuían a sus maridos y adoptan los apellidos de este: Gregorio Martínez Sierra, en gran parte, o María Martínez Sierra eran María Lejárraga (1874-1974).
Algunas utilizan nombres generalistas o comunes: La Zapatera era Agustina González López (1891-1936); Una Hija de Nazaré era Carolina Soto (1860-1930); Una dama de esta corte era Margarita Hickey (1728-1801).
Las más, tienen un seudónimo femenino pero con nombres y apellidos que las hagan inidentificables.
Todas ellas tienen una característica común cronológica, viven toda o parte de su vida en el siglo XIX o están muy próximas a él.
Sobre el tema de los seudónimos decía Juan Sampelayo, el 8 de marzo de 1947 en El Español: Semanario de la política y del espíritu:
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El Español: semanario de la política y del espíritu: Año V, Número 228 _ 08/03/1947. BVPH.
La lista de las mujeres que han utilizado nombre de varón son interminables. Muchas, las que en todos los tiempos a su dulzura femenina han querido poner máscara varonil, y en ese cuadro está «Rafael Luna», que es Matilde Cherner, y «Antonio María», que es Elisa Montoya, y «Gabriel de los Arcos», que es Teresa Arróniz, y «Gonzalo del Río», que es María Benita Guijarro. Escritoras decimonónicas las traídas a cuento para esta lista de mujeres con sobrenombre varonil, pero que igual andan en cuanto a número por otros meridianos de la historia y del planeta.
No hay escritores masculinos, y mucho menos en número tan amplio, que usen algún seudónimo femenino en esa época.
Seguramente cada una de ellas tenía un motivo (o varios) para no firmar con su nombre y, en gran parte, utilizar un nombre masculino. ¿Mayor aceptación de lectura si el nombre era masculino? ¿Mayor credibilidad? ¿Mayor libertad para tratar temas que no eran «propios» de las mujeres? ¿Introducir la sensibilidad femenina en asuntos que los hombres trataban solo desde un punto de vista masculino?
El caso de Matilde Cherner, mujer que vivió exclusivamente en el siglo XIX, pudiera ser paradigmático. El seudónimo que utilizó Matilde fue el de Rafael Luna, formado por su segundo nombre y su tercer apellido.
El artículo lleva el título de «Matilde Cherner. La charra feminista del siglo XIX» para remarcar la importancia del origen de la escritora. Charra es un sinónimo de salmantina. Según el Diccionario de la Lengua española de la RAE, el vocablo charro, rra procede del vasco txar cuyo significado es «defectuoso» o «débil». Una mujer, en el siglo XIX salmantino, era considerada el sexo débil, inferior al masculino y, por lo tanto, defectuoso. Y así va a ser considerada Matilde Cherner por muchos de sus contemporáneos varones, con la anuencia de muchas mujeres de aquella época. Y así va a ser tratada por eminentes literatos de la época como Clarín, aunque nos duela decirlo del creador de La Regenta, pero lo veremos en sus escritos referentes a las mujeres o a la propia Cherner.
Entre las acepciones de la RAE están estas dos que nos interesan:
─En primer lugar: «Aldeano de Salamanca, y especialmente de la región que comprende Alba, Vitigudino, Ciudad Rodrigo y Ledesma.» Matilde Cherner nació en Salamanca, pero su madre era originaria de Aldeadávila, localidad que podemos situar en la comarca del Campo de Salamanca o Campo Charro si se refiere a Aldeadávila de Revilla, o en la comarca de Vitigudino si se refiere a Aldeadávila de la Ribera. Y sabemos que Matilde Cherner vivió, en su infancia y juventud, temporadas en esa localidad con su familia charra.
─En segundo lugar: «Perteneciente o relativo a las aldeas de Salamanca o a los charros. Traje charro. Habla charra.» Y es que seguramente su origen familiar materno y el suyo propio salmantino refleja en sus expresiones ese salmantinismo o charrismo que adquirió en su juventud y nunca perdió por su contacto continuado con Salamanca incluso cuando vivió en Madrid mientras seguía viajando a Salamanca o mantenía contactos con los medios de comunicación salmantinos en los que participó hasta su fallecimiento.
De Matilde Cherner se sabe poco de su infancia y de su juventud aunque sí sabemos, por su partida de nacimiento, que nació en Salamanca el 13 de marzo de 1833, el año que murió Fernando VII, el Felón; el año que comenzó la regencia su esposa María Cristina, que posteriormente sería expulsada de España dos veces; el año que comenzó la Primera Guerra Carlista, de cuyas guerras ella viviría suficiente para ver acabada la tercera y última. Sus padres fueron un gaditano de San Fernando, Juan José Cherner y Luna, procurador en los tribunales salmantinos, y una salmantina de Aldeadávila, Antonia Hernández. Fue bautizada en la parroquia de San Cristóbal de Salamanca con el nombre de Matilde Rafaela Cristina Cherner y Hernández. Por parte paterna tuvo un abuelo de origen alemán, don Miguel. No se conoce su formación académica, si es que la tuvo, formal, pero sí que sabía latín y francés. Y que, con el tiempo, se convertiría en una republicana federal. Vivió durante todo el reinado de Isabel II hasta su expulsión de España, de Amadeo de Saboya hasta su abdicación y abandono de España y, también, de la I República y de la etapa federal de esa república, ambas de breve duración. Murió poco después de la Restauración borbónica, en la figura de Alfonso XII, el 15 de agosto de 1880, en Madrid, en la calle de La Palma, 21. Tenía 47 años.
Iglesia de San Cristóbal en Salamanca donde fue bautizada, Plaza de San Cristóbal. Siglo XII-XVI. Portal de Turismo de Castilla y León.
Durante su infancia y juventud vive en Salamanca y los veranos los pasa en el pueblo de su madre, Aldeadávila. Es a los 19 años cuando hay constancia de que escribe su primer poema que recita públicamente en el Liceo Artístico, «Oda a Salamanca», poema desaparecido. De esta declamación dice la Revista salmantina: Periódico literario, el 25 de enero de 1852, en un lenguaje propio de su época:
Una novedad hubo sin embargo, que no podemos pasar en silencio. La señorita Doña Matilde Cherner salió a leer una Oda a Salamanca con la desconfianza y timidez propias de su sexo. Los unánimes aplausos que al oír sus versos estallaron debieron dejarla ampliamente remunerada. ¡Gloria al bello sexo que así toma parte en el movimiento intelectual de la época!
Revista salmantina: Periódico literario: Tomo 1 Número 17 - 1852 enero 25 BVPH.
Su preocupación por los temas sociales aparece una semana después en el mismo Liceo Artístico, donde declama el poema «La unión» mostrándose a favor de los oprimidos. Este poema le traerá los primeros problemas políticos ya que son numerosos los lectores que se manifiestan contrarios al mismo cuando es publicado en La Revista Salmantina. Periódico Literario.
Salamanca en 1860. Charles Clifford. BVPB.
Un año después Matilde, con veinte años, escribe su primera novela que no consigue publicar en Salamanca (ni en ningún otro sitio) y que, como su primer poema, también ha desaparecido. Debió de ser, por lo que ella misma cuenta, una novela de juventud escrita con espontaneidad y sinceridad sin saber que ambas cosas y reflejar la vida provinciana de una capital como Salamanca, con todo su juego de costumbres, tradiciones, comportamientos, ... en los que podía verse reflejado cualquiera, podría tener como consecuencia la negativa a publicar esa novela, escrita, además, por una mujer.
Matilde Cherner fue una mujer comprometida como mujer y con la problemática política de su época situándose en el sector más radicalizado de ese momento, el republicanismo federal y el feminismo.
Su primera publicación conservada es el poema «La Unión», fechado en Salamanca el 17 de febrero de 1852 y publicado en La revista salmantina el 1 de abril de ese año. Tras un preámbulo en el que la publicación se disculpa por publicar este poema: «consideraciones de bastante peso para nosotros nos aconsejaban que no viera la luz en nuestro periódico» se entiende que por razones ideológicas, sin embargo esta publicación la justifica porque «es tal su valor, y su sentido y vigoroso acento; tal la inspiración y el genio que revela en su apreciable autora» que no resisten a la tentación de publicarlo por lo que esperan de las mujeres «en la patria de doña María la Braba(sic)» no sin advertir antes de transcribir el poema «que la Srita.(sic) Cherner debe cuanto ejecuta tan solo a su propio talento, a su genio, más bien dicho».
El poema puede escucharse en este audio en el Recitario APE Quevedo:
Y también puede leerse en este enlace en las páginas 7 y 8 de la edición digitalizada de la Revista salmantina: Sección de agricultura, industria y comercio (Tomo 1, Número 9, 1 abril 1852) en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica (BVPH).
Años más tarde, ya en Madrid, en el poema «A los federales salmantinos» recordará la mala acogida de aquel primer poema, con estos versos, según recoge Laura Rivas:
No, no te olvido, bella Salamanca,
Emporio del saber… ¡hoy ya perdido!
Tu dulce nombre de mi pecho arranca
Un amargo, tristísimo gemido.
[…]
Y yo, que de mi vida en los albores
La unión, la libertad he proclamado.
Yo vi alzarse fanáticos rencores
Contra mi pobre canto entusiasmado.
Este poema de La Unión se lo dedica a 'su amigo' Tomás Rodríguez Pinilla, miembro en ese momento del Partido Demócrata, partido recientemente fundado tras los acontecimientos revolucionarios europeos de 1848. Rodríguez Pinilla era de familia liberal salmantina, su padre había sufrido cárcel en 1823. Tomás había estudiado en Salamanca Derecho y ejercía en esa época como abogado. En 1839 había sido condecorado por su lucha contra los carlistas en Vitigudino. En 1846 oposita a cátedras por el instituto salmantino donde enseñará Geografía. En 1848 es apartado de la cátedra por negarse a firmar la Declaración de fidelidad al Trono. En 1851 funda La Unión, asociación de artesanos, desde donde difunde las ideas democráticas.
Al año siguiente Matilde Cherner le dedica ese poema que lleva ese mismo título de la Asociación. De ahí podemos deducir que Tomás, de 37 años en ese momento, no solo es amigo de Matilde sino que también es su maestro y que coinciden ideológicamente en las ideas más avanzadas de aquel momento, que son las del Partido Demócrata. Matilde tiene 19 años. A partir de entonces son numerosos los documentos escritos de la autora que se conservan y que tocan todos los palos de la actualidad (políticos, feministas, sociales) mientras se van produciendo movimientos políticos que tan pronto desembocan en el optimismo del progreso social ─Bienio Progresista (1854-56), Revolución de 1868 y exilio de Isabel II, Reinado de Amadeo I (1871-73), proclamación de la I República (1873-74), y dentro de ella el periodo federal de la misma─, como en el pesimismo de los periodos opuestos al progreso social ─la vuelta al moderantismo (1856-63), o el golpe de Estado de Pavía y la restauración borbónica (a partir de 1874)─.
En esos casi treinta años últimos Matilde Cherner (o Rafael Luna, dependiendo de cómo firme) escribirá, y publicará en su caso, novelas, poemas, artículos, obras teatrales, zarzuela, semblanzas, ensayos, crítica literaria, biografías, artículos musicales, epistolares…
Posiblemente cansada del tradicionalismo salmantino y de no poder publicar su obra por esa causa, a la muerte de sus padres vende sus posesiones y se traslada a Madrid. Pero nunca, hasta su muerte, perderá el contacto con Salamanca, ciudad que seguirá visitando, ni con la prensa salmantina con la que seguirá colaborando hasta sus últimos días.
En 1870 y hasta su muerte (1880) aparecen artículos suyos en diferentes publicaciones madrileñas mientras sigue colaborando en la prensa salmantina.
Laura Rivas cita el nombre de algunas de estas publicaciones: «La ilustración federal republicana, La ilustración popular, La ilustración de la mujer, Revista semanal de literatura, Revista contemporánea, Revista de España, El periódico para todos, La época. Hoja literaria, El demócrata semanario republicano…», sin dejar de hacerlo en la prensa salmantina, según Rivas, «El eco del Tormes, El federal salmantino…». Por esta impresionante cantidad de colaboraciones en la prensa, algunos tienen a Matilde Cherner como periodista, según señala, teniendo en cuenta dos listados de periodistas de la época, María de los Ángeles Rodríguez Sánchez.
En muchas de esas publicaciones, aparece su carácter reivindicativo democrático y republicano como en la presentación de este poema publicado en El federal salmantino durante el Sexenio Democrático:
Pocas veces habremos empleado con más gusto las columnas de nuestro periódico como al concederlas para la inserción de la siguiente poesía que ha escrito expresamente para EL FEDERAL SALMANTINO la distinguida poetisa señorita doña Matilde Cherner, cuya colaboración ha de honrar mucho nuestra publicación, enviando a tan eminente literata desde este sitio las más expresivas gracias por su amabilidad que tanto nos favorece.
El asunto de la poesía que insertamos, no puede ser más conveniente y bien escogido, los pensamientos son delicadísimos, el fin grande y elevado.
He aquí la poesía. Ahora juzguen nuestros lectores…
Y también puede leerse en la edición digitalizada de la El federal salmantino: ¡Viva la República Democrática Federal!: (Año I, Número 4, 1872 agosto 4, página 3) en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica (BVPH).
O este romance «El Año Nuevo», perteneciente a la serie Romancero Federal, aparecido también en El federal salmantino el 12 de enero de 1873, cuyo audio tenemos aquí:
Y también puede leerse en la edición digitalizada de la El federal salmantino: ¡Viva la República Democrática Federal!: (Año II, Número 27, 1873 enero 12) en la BVPH.
Cherner también escribe teatro, en su afán por tocar todos los géneros literarios. Una muestra la tenemos en esta publicación por entregas en El eco del Tormes, revista donde ella aparece en la cabecera como redactora y colaboradora, bajo el seudónimo de Rafael Luna. El título de la obra es El doctor y el estudiante y en este número tenemos la escena última.
El eco del Tormes: revista semanal científico-literaria: Año I Número 21 Época - 1877 junio 10. BVPH.
Pese a todas estas colaboraciones, Matilde Cherner era muy poco conocida incluso en su época; parece que tampoco tenía numerosos amigos; y que muchos de los que la conocieron tampoco valoraban, por ser mujer, ni su obra ni su ideología republicana ni sus reivindicaciones feministas. Es decir, lo tenía todo en contra en un mundo dominado por hombres que no solo no eran ninguna de las cosas que reivindicaba Cherner sino que claramente estaban en contra. Y el colmo, para todos ellos, fue que Matilde se atreviese a escribir una novela crítica contra la prostitución y sus clientes.
Hoy, Matilde Cherner tiene una calle en un barrio de Salamanca y, salvo algunas estudiosas de su obra como la citada Laura Rivas Arranz, María de los Ángeles Rodríguez Sánchez o Helena Establier Pérez pocos más se acuerdan de ella, aunque su obra empieza a aparecer, lo poco que se conserva, en las bibliotecas digitales. Una prueba de ello es que en manuales como el de Historia social de la literatura española (en lengua castellana), de Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas e Iris M. Zavala, o en la Historia de la literatura española. El siglo XIX, de D. L. Shaw ni siquiera se la menciona.
Calle de Matilde Cherner en Salamanca. Foto street view, extraído del blog de Laura Rivas Arranz.
Sí la mencionó, y no negativamente, el historiador local salmantino M. Villar y Macías en su Historia de Salamanca, tomo III, donde señala la causa de su muerte quizás para acabar con los rumores que circulaban sobre un posible suicidio ante el fracaso de sus obras y de las críticas negativas o el silencio tras la publicación de su novela crítica contra la prostitución María Magdalena (Estudio social), publicada el mismo año de su fallecimiento:
Murió en Madrid de un ataque cerebral el 16 de agosto de 1880; pocos días antes recibíamos su última carta y con ella un ejemplar de la novela Magdalena. La multitud de periódicos en que publicó sus artículos, hace poco menos que imposible el coleccionarlos, para darlos reunidos en uno ó más volúmenes.
En el caso de Matilde Cherner es curioso que se indique la causa de su muerte por diversos motivos, uno de los cuales es que se sospechase de un posible suicidio que llegó a correr por las calles de Madrid y Salamanca. De hecho, según M.ª Ángeles Rodríguez, Carmen Simón comentó que se había suicidado.
Es también Villar y Macías quien recoge el obituario de Matilde por parte de un consagrado escritor de su época, Mesonero Romanos:
...escritora que á una feliz imaginación, fácil y elegante estilo, reunía otra circunstancia especial y rarísima en su sexo, cual era una erudición amenísima y una inclinación superior á la crítica literaria. En la ilustre pléyade de escritoras más ó menos distinguidas que ostenta hoy nuestra patria literaria, tales como las señoras Arenal, Acuña, Sinués, Viedma, María de la Peña, Ventura Hidalgo, Wilson (Aquilina Serrano), Melgar, Tartilan, Balmaseda, etc., hay notables poetisas, novelistas y dedicadas á estudios y narraciones morales y. políticas; pero no recuerdo ninguna erudita y laboriosa crítica. Pues bien: la señorita Cherner, en sus opúsculos ó memorias (alguna premiada por la academia sevillana), sobre varias obras de literatura antigua, como la Celestina, las novelas de Cervantes, las obras de Santa Teresa, las de Juan de la Encina y otras, revelaban un estudio constante, un instinto sagaz y un gusto delicado, así como en sus novelas y cuentos de Salamanca (su patria) ostentaba su feliz imaginación y un elegante estilo. Hoy ésta amena y laboriosa escritora, arrebatada por la muerte, no deja en pos de sí familia (i), amigos ni protectores; sólo obtiene el olvido más injusto. Por eso aprovecho la ocasión de dedicar este único recuerdo á su memoria.
Plaza Mayor de Madrid en 1880. Jean Laurent. BVPB.
No todas las opiniones fueron tan positivas a su fallecimiento. Laura Rivas señala alguna otra sin referencia: «Nadie se acordará mañana de la pobre escritora». Y es que ser demócrata, republicana, federal y feminista a esas alturas del siglo XIX y además ser mujer y además ser escritora y además ser crítica literaria que se atreve a estudiar a los grandes genios de la lengua española, cosa que, hasta el momento, no había hecho ninguna mujer no era precisamente para que se le granjearan muchas amistades.
Pese a que Mesonero señala que no dejaba, a su muerte, familia, es Villar y Macías quien nos señala un familiar suyo en Salamanca, su primo Juan Cuesta Cherner, nacido diez años antes que ella y que la sobreviviría seis años más (1823-1886) médico de profesión y también escritor sobre temas sanitarios, fue también director de la Biblioteca de Autores españoles y de un Manual balneario de España y una Historia de la revolución española de 1868, sus causas y demás sucesos á que dio lugar en Europa. Fue traductor al castellano de distintas obras como Volcanes y terremotos o Las maravillas de la creación, además de varios diccionarios médicos. Pero en ningún momento Villar y Macías vuelve a hablarnos de la relación familiar entre Juan Cuesta y Matilde Cherner.
Mas este vínculo familiar nos sirve también para corroborar que los orígenes familiares de Matilde eran intelectuales e ilustrados.
Lo que no tenemos de Matilde, según la estudiosa de la autora, Laura Rivas, es su imagen. Al parecer, la que se ha estado publicando de Matilde es la foto de otra escritora salmantina, Ángela Barco (1875/1878-1935). De Matilde Cherner, a día de hoy, no tendríamos ninguna imagen que la representase. Pese a ello, la imagen siguiente es una reinterpretación de su posible retrato, elaborado por Florencio Maillo.
Matilde Cherner reinterpretada por Florencio Maillo. Clásicas y Modernas.
Una de sus últimas publicaciones va a ser la novela María Magdalena. Estudio social que firmará con su seudónimo de Rafael Luna. La novela se publica el mismo año en que morirá y aunque no se puede decir que tenga una gran repercusión, algunos, al conocer su muerte, incluso llegarán a decir que la causa de esta ha sido por suicidio, ante el fracaso y el silencio o la animadversión de la crítica ante esta publicación. Hoy sabemos que la causa de su muerte fue natural y que nada tuvo que ver la atención recibida por esta novela, pero también es cierto que en sus últimos días de vida seguramente Cherner no entendió el recibimiento silencioso por unos y desacreditador por otros de esta publicación. Una publicación a la que calificamos como novela aunque la autora la subtituló como «estudio social», pese a que no se trata de un estudio filosófico objetivo sino que la autora tiene claro que su intención es una denuncia sin paliativos de la prostitución utilizando como protagonista prácticamente a una niña que se ha quedado sola en el mundo y sin ningún tipo de protección.
Este tema no era novedoso. Múltiples escritores foráneos y también españoles (como Roque Barcia o Enrique Rodríguez Solís) con los que la autora no solo comparte su opinión contraria a la prostitución, sino que también comparte con ellos ideología política (republicanos federales) están tratando el tema debatiéndose entre el reglamentismo oficial para evitar enfermedades y el abolicionismo feminista, que es la postura de Cherner. Lo realmente llamativo de esta publicación es que la hace una mujer, es decir, que una mujer interviene en el debate en el que normalmente solo participan hombres.
Pero es que, además, aunque como autor figura «Rafael Luna», es decir, un hombre, todo el mundo sabe que detrás está una mujer progresista, feminista, republicana y solidaria: Matilde Cherner. Y por si eso fuera poco la novela o estudio social o ensayo filosófico está narrado en primera persona y esa primera persona es la de la protagonista, una mujer, muy joven, y prostituta. Una prostituta, por lo tanto, nos cuenta su historia, una historia de la que toda la sociedad de ese último tercio del XIX debería culpabilizarse.
¿Qué reacción tiene el mundo literario y los críticos ante esta publicación a finales del siglo XIX? La peor de todas, la indiferencia y el silencio. Ante una crítica negativa puede haber una seria defensa pero ante la nada, nada se puede decir. Si nadie opina, si nadie la critica ni la aplaude, si nadie señala su existencia, ¿qué se puede hacer? Quizás el silencio sea el peor ataque. Y en ese silencio van incluidas muchas afirmaciones: este no es tema de mujeres, las mujeres no entienden esta necesidad social, una mujer decente no trata estos temas, una mujer no puede hablar de lo que no ha vivido como protagonista, una mujer no puede meterse en ese tipo de comportamientos masculinos… En resumen, una mujer, tratando este tema, sobra y hay que demostrárselo con el más despreciable de los silencios. Y ese silencio incluía, también, el de las mujeres de su época, generalmente mucho más conservadoras que Matilde Cherner. Posiblemente la mayor parte de las mujeres escritoras de ese periodo del XIX coincidían con la opinión de los hombres de que estos temas no deberían ser tratados por mujeres.
Seguramente a la salmantina Cherner no le extrañó tanto la opinión (la no opinión) de ellos (y de ellas) porque estaba acostumbrada a ser minoritaria en sus opiniones políticas, desde muy joven, en sus opiniones feministas y en su formación integral como persona que podía escribir, opinar y pensar sobre todos los temas y que estos no se dividían entre los temas para hombres o temas para mujeres.
Matilde centra su novela en Salamanca, y no solo por ser salmantina, también por el peso que tiene la historia de la prostitución en esa ciudad, la ciudad de La Celestina. Y eso no es solo un recuerdo sino que forma parte de uno de los capítulos decisivos de esta novela cuando titula su introducción como «El proceso de Celestina». Pero es que a Celestina la encontramos reencarnada en el personaje que la introduce en el mundo de la prostitución. Es a Celestina, la misma de 400 años antes la que sigue allí mismo, en Salamanca, llevando mujeres una y otra vez a ese mundo y con los mismos argumentos. Vemos a los estudiantes que las usan, a los estudiantes listillos y a los incautos; a los estudiantes inocentes y a los depravados; a los pragmáticos y a los enamoradizos; y también vemos, escondidos, al infante don Juan que crearía la primera mancebía de Salamanca antes de morir, tan joven, quizás víctima de los excesos amorosos; a su sobrino nieto Felipe II reglamentando la casa de la mancebía y alejando ese tráfico humano durante la Cuaresma presidido por el Padre Putas, y a la ausencia de reglas en el XIX mientras las enfermedades venéreas se extendían. La ciudad que tiene un jardín para su desafortunada pareja (Calixto y Melibea) mientras Celestina debe morar en lo que queda del Barrio Chino o en esa Universidad que preside el Diablo y que se encuentra en la Cueva que ocupa todo el subsuelo salmantino desde donde se visita el infierno y muy cerca de su contrario, el Cielo de Salamanca… Con toda esa tradición Matilde Cherner se formó en tantos ámbitos políticos, literarios, musicales, uno de los cuales es esta novela con la que acabó su vida. Villar y Macías nos recuerda, a través de la cita de Mesonero Romanos, que su conocimiento de La Celestina no es solo teórico sino que publicó crítica literaria sobre esa obra igual que lo hizo sobre Cervantes, Santa Teresa o Juan de la Encina y en las novelas y obras que ambientó en la ciudad del Lazarillo.
Hemos hablado de la animadversión general de los hombres, salvo excepciones, a las mujeres que escribían y que además eran reivindicativas. Podría pensarse que son los hombres más conservadores y tradicionales los que así piensan pero eso no sería del todo cierto. Leopoldo Alas Clarín escribe un artículo el 27 de junio de 1879 en el periódico La Unión. Diario Democrático Federalista, titulado «Cartas de un estudiante. Las literatas», en el que tras una cita del Fausto de Goethe en alemán que viene a decir algo así como «La mano que el sábado mueve su escoba, te acariciará el domingo», manifiesta:
Que las mujeres de cierta edad carecen de sexo y especialmente las literatas. Concede el derecho a que las mujeres escriban, pero eso es a costa de perder el sexo. Y pone como ejemplo a George Sand que viste como hombre y firma como hombre. Y dentro de España cita a Fernán Caballero «y otras de menor cuantía, como Rafael Luna, son testimonio de lo dicho.»
Considera que hay unas pocas mujeres con genio, y cita a dos «Santa Teresa de Jesús e Hipatia» y excluye de ese genio a todas las demás. Concede que una mujer trabaje para independizarse pero no que escriba. «La mayor parte de las literatas son feas» y eso no por selección natural sino porque las feas necesitan llamar la atención, por ejemplo, escribiendo, porque las guapas tienen claro cuál es su destino y no equivocan el camino. Y concluye, casi al final del artículo: «Ninguna mujer ha escrito una obra de primer orden». Y ahí ya no salva ni a Hipatia ni a Santa Teresa. Porque ahí solo hay hombres: Shakespeare, Goethe, Cervantes. Si esto es lo que un escritor de la talla de Clarín opinaba sobre las mujeres que escribían, y lo dejaba así expuesto en un medio democrático, republicano y federal, ¿qué podemos esperar que pudieran pensar los demás?
Su artículo se puede encontrar en la página 2 de La Unión. Diario democrático federalista (27 junio 1879), digitalizado en la Hemeroteca Digital-BNE.
Hemos visto algunas muestras sobre las que escribe Matilde, pero lo hizo sobre muchos más temas como mujer que eligió quedarse soltera para no someterse a ningún hombre o para que ningún hombre se atreviera a limitar sus capacidades como escritora.
Matilde Cherner fue una incansable escritora desde los 19 años hasta su fallecimiento a los 47, y esa labor se vuelve febril en la década de 1870 a 1880. Fundamentalmente su obra se publica en periódicos de todo tipo (diarios, semanales…) y escribe sobre todo: sobre el momento político en el que lo hace (el Sexenio democrático, será su época más activa, especialmente con la proclamación de la I República), enfocado desde el punto de vista de una mujer demócrata, republicana y federal. Y escribe tanto poesía, como relato (cuentos, novelas), ensayo (el Miserere de Doyagüe), crítica literaria histórica (Santa Teresa, Cervantes, …). Y también sabemos de algunas cosas que escribe y no se le publican (novelas, zarzuela…).
Cherner no es autora de una sola novela. Hay otra, Ocaso y Aurora, escrita después del Sexenio revolucionario y cuando se prevé la llegada a España (1874) de un joven Alfonso XII (17 años) que restaurará a los Borbones pero que, previamente, ha escrito un manifiesto en Sandhurst, de tipo constitucional y liberal donde la soberanía será compartida entre las Cortes y el Rey. Cherner no cita nada de todo esto en la novela ya que esta, histórica, se desarrolla entre el final de los Austrias (Carlos II), el Ocaso del título de la novela, y el advenimiento de Felipe V (Borbones), la Aurora del título también. Posiblemente desencantada por los acontecimiento de la Gloriosa que intenta introducir un rey extranjero, Amadeo de Saboya, y el fracaso de la I República, muy doloroso para ella como republicana pero cuyo escaso transcurso había resultado caótico y fracasado, sin admitir ser monárquica, todo lo contrario, confía en la llegada de un nuevo tiempo con un rey que se anuncia como constitucional y no absolutista. En la novela critica a los Austrias y ensalza la llegada esperanzadora y apoyada por los castellanos, como ella, de los Borbones. En su época, la novela tuvo críticas para todos los gustos.
Portada del ejemplar de Ocaso y aurora : novela histórica / por Rafael Luna. BNE Digital.
A la Matilde Cherner feminista la encontramos en su novela María Magdalena. Estudio social, pero también en los artículos que escribió en el semanario La Ilustración de la Mujer y en los artículos que publicó bajo el epígrafe «Las mujeres pintadas por sí mismas»
Cabecera de la revista La ilustración de la mujer. 31 de mayo de 1875 y detalle del artículo: «Las mujeres pintadas por sí mismas». Matilde Cherner. Continuará en los siguientes números (p. 412). Hemeroteca Digital-BNE.
Matilde Cherner escribe, al menos, seis artículos en esta revista en 1875, en ellos reclama no solo la «enseñanza» sino la «ilustración» de la mujer. Pero esa ilustración debe tener como fin no que se la enseñe y se la vuelva a encerrar en su casa sino que esa enseñanza sirva para ejercer una profesión. Escuchémosla:
Al reclamar hoy con tanta insistencia los hombres la educación ó ilustración de las mujeres, ni han especificado qué clase de ilustración ha de ser esta, ni mucho menos si con ella ha de adquirir nuestro sexo el derecho de profesión.
Yo creo, sin temor de equivocarme, que ellos en todo piensan menos en eso, y que al pedir tan repetidas veces la participación al saber de las mujeres, no comprenden que esgrimen un arma que ha de volverse en contra de ellos, y que si las mujeres, siguiendo sus consejos, se dedicaran á seguir una carrera universitaria, pues hoy por hoy es el único y restringido medio de adquirir una sombra de lo que en el mundo se llama ciencia, concluirían, ó concluiríamos, por reclamar el derecho de profesarla, poniendo en un gran conflicto á los señores hombres que se creen tan sabios y á nosotras tan ignorantes, porque ellos saben curar enfermos, defender pleitos, Confeccionar drogas, alinear puentes y carreteras, administrar caudales, dirigir una batalla ó una maniobra estratégica, orar en la tribuna, etc., y nosotras únicamente coser, bordar, aplanchar, cuidar del gobierno interior de nuestras casas, y ejercer, en fin. todos esos cargos peculiares á las mujeres (el primero de todos dominar siempre á los señores hombres) que nadie nos enseña, y que todas, cual más. cual menos, sabemos á perfección.
(…)
repetidísimos ejemplos nos han enseñado que no es el mejor medio para esclavizar ó dominar á los pueblos, pues todo viene á ser uno. sumirlos en la ignorancia, y sobre este punto han hablado ya bastante nuestros legisladores; mas como las leyes sociales y políticas son las mismas, el pueblo trabajador, como las mujeres, rechaza una instrucción que, además de falsa y sistemática, ninguna ventaja ha de reportarles en su modo de ser civil, social y político, ni hacerles salir de la ominosa tutela en que están.
En resumen, Matilde Cherner aboga para que a las mujeres se las instruya pero no sin ningún fin sino con el mismo con el que se puede instruir a los hombres: para ejercer una profesión.
Se conservan algunas cartas escritas por Matilde Cherner. Debió escribir muchas más pero lo que intuimos en algunas de estas es la súplica ante un hombre para que intervenga a favor suyo, demostrando que la firma de un hombre valía mucho más, en aquel momento, que la de una mujer. Se conserva parte de la correspondencia que mantuvo con el músico Barbieri que conocemos gracias a Pura Fernández. Cherner se dirige al maestro Barbieri con el fin de que este le dé su opinión sobre una zarzuela que ella ha escrito, aunque parece que su objetivo final es que este le recomendara a alguien que conociese el mundo del teatro lírico para poder estrenar su zarzuela o juguete cómico o drama Enterrado y condenado. Las opiniones de Barbieri son alentadoras pero no ha quedado constancia de esta obra ni de qué compositor le recomienda para ponerle música a su obra.
Aparte de Barbieri, Matilde Cherner consigue tener relaciones amistosas con otros escritores de la época como Hartzenbusch, «mi estimado amigo D. Eugenio Hartzenbusch» a quien le dedica su novela Ocaso y aurora. Hartzenbusch apadrinó también a otras escritoras de su tiempo como Fernán Caballero o Carolina Coronado.
Mesonero Romanos, que le hará una elogiosa necrológica a través de la cual demuestra conocer bien la obra de Cherner, seguramente figuró también entre sus amigos.
Es posible que asimismo tuviera relaciones personales con políticos republicanos e incluso que pudiera estar inmersa en alguna conspiración de las múltiples que se produjeron entre 1874 y 1878 y que podría intuirse en algunas de las cartas que escribe a Barbieri desde Marsella en 1878: el que manifieste que ha viajado a Marsella con 200 francos «para hacer el bien y evitar el mal» (una mujer que no se caracterizaba por tener disponible esa cantidad de dinero), así como el que le solicite a Barbieri 1.000 francos más (una cantidad muy elevada) hace pensar que Barbieri conocía el motivo de su viaje, su objetivo y los fines que tenía el dinero solicitado, aunque Barbieri no contestase esas cartas ni las siguientes. En este momento el cónsul español en Marsella informa de un oscuro asunto en el que ha socorrido a una compatriota que acaba arrojada al mar de noche, donde pasa cuatro horas, y por lo que tiene que ser hospitalizada largamente tras perder todo su dinero y equipaje, negándose a revelar por qué le ha sucedido todo eso. Cherner es repatriada con cargo al consulado en Marsella y cuenta esta situación a Barbieri que no contesta ya ninguna carta más a Cherner. Las últimas cartas de Cherner a Barbieri reclaman que le entregue las cartas enviadas desde Marsella pero Barbieri no solo no le contesta sino que toda esa correspondencia pasará a la Biblioteca Nacional como parte del legado del escritor. El epistolario completo de las cartas de Cherner a Barbieri se puede encontrar en el artículo de Pura Fernández titulado «Conociendo yo, caballero, lo mucho que vale su nombre y lo poco conocido que es el mío. Cartas de Matilde Cherner a Francisco Asenjo Barbieri (1877-1879)» (2010), que se puede leer en este enlace a esmiweb de Marieta Cantos Casenave (Páginas 89 a 117).
Si desde su juventud salmantina, una vez que se decide a escribir y recitar sus primeros poemas en Salamanca, Matilde no deja de escribir en ningún momento, la década final de su vida, como si previera su pronto final, y es que hay noticias de su mala salud ya desde el año 1875, Matilde escribe de forma compulsiva sobre multitud de temas en sus artículos de prensa (son decenas las publicaciones en las que escribe, tanto de Salamanca como de Madrid) sin dejar de trabajar en novelas que publica y en otras que seguramente se han perdido como la zarzuela antes citada. Escribe sobre feminismo, escribe sobre sus convicciones republicanas, asiste a tertulias como las que hace la directora, Sofía Tartilán, de La ilustración de la mujer, cuadros dramáticos (El doctor y el estudiante), escribe sobre crítica literaria, escribe cartas y escribirá su último artículo sobre el músico Doyagüe, o al menos el último que se le publica.
Como crítica de la literatura española escribirá un juicio crítico admirable de las Novelas Ejemplares de Cervantes (premiado por la Real Academia de las Buenas Letras de Sevilla), pero también hará sus propias observaciones sobre La Celestina, o sobre la literatura dramática en general y sobre los teatros modernos castellano y catalán o un estudio crítico del músico y poeta salmantino del Renacimiento Juan del Encina.
Cervantes, Fernando de Rojas y Juan del Encina tienen un nexo común: Salamanca. Esa Salamanca que ella nunca abandona del todo porque, aparte de hacer estudios críticos sobre estos autores, paisanos suyos que recorrieron las calles de la misma ciudad donde ella nació y vivió varias décadas, también vuelve a Salamanca cuando allí sitúa la acción de su principal novela María Magdalena. Pero hay más nexos, o ella cree verlos, entre ellos:
Aún cuando ya en otra parte, y muy extensamente, nos hemos ocupado de la inmortal Celestina, de esa obra inimitable que eclipsa al mismo Quijote, y en la que Cervantes bebió la inspiración de la suya; de esa obra a la que mal comprendidos escrúpulos han tenido y tienen relegada al ostracismo, diremos aquí aunque sea repitiéndonos: Fernando de Rojas, el acertadísimo continuador de La Celestina, nos dice que vio en Salamanca, donde cursaba Leyes, esta obra, mas sin explicarnos si impresa o manuscrita, y que su lectura le movió a continuarla, dejándonos en ella el más rico, acabado y precioso monumento, así de la cultura, precisión, riqueza, rotundidad, claridad y energía de nuestra hermosa habla castellana, como de la pulcritud de nuestras costumbres, de nuestra cortesanía, de nuestra ciencia y conocimientos en todos los ramos del saber, en el siglo XV, siendo necesario que el más supremo esfuerzo del genio humano, coronado por un éxito enteramente maravilloso, diera vida a otra obra colosal, que hace palidecer un tanto el brillo de la primera.
Atrevidos párrafos que desarrolla extensamente en los artículos dedicados a ambos autores y que crearon polémica en su tiempo y tiempo después, siendo tan alabados por unos como criticados por otros.
En su reivindicación de los autores del siglo XV, tan olvidados en su época, se centra en la figura de uno de esos olvidados en el artículo que le dedica a Juan del Encina (o, como ella escribe, Juan de la Encina), «notable poeta salmantino» que podemos leer en el ejemplar digitalizado de Revista contemporánea (Año II-III, Tomo X,I Volumen IV, 1877 octubre 30, páginas 59 y siguientes).
Se extraña del olvido en el que ha caído Juan del Encina, habiendo sido el siglo XV el más popular de todos los poetas de su época, admirado desde «la corte de los Reyes Católicos, al palacio de los Duques de Alba, pasando por las aulas de la Universidad o la capilla pontificia» pero sobre todo por su popularidad entre las clases populares «poniendo sus escritos al alcance de todas las inteligencias».
Para Cherner, Juan del Encina es el eslabón que une a los escritores del XV, con los del XVI. Demuestra conocer con citas y fragmentos toda la obra del autor, clasifica su enorme producción en una poesía más culta, cortesana, y más lejana al pueblo, con la otra más próxima a las clases populares con villancicos como este que cita concretamente:
Como feminista, le interesa también el trato que da Juan del Encina a estas:
Todas sus poesías dedicadas á las mujeres respiran ternura, rendimiento, adoración, el culto caballeresco que la Edad Media, á la que nuestro poeta pertenece, rindió tan cumplidamente al sexo femenino
A lo largo de las veinte páginas de su artículo demuestra un conocimiento exhaustivo de la obra del escritor-músico, de las obras en las que Cervantes usó materiales de Juan del Encina, de sus églogas y de sus piezas musicales y de lo que se sabía sobre su biografía, para concluir así:
Concluiremos este artículo repitiendo que, Juan de la Encina, fué, no sólo el verdadero creador en Castilla del diálogo escénico, el iniciador de las representaciones teatrales, el mejor poeta de su tiempo, sino uno de los que más ayudaron á hacer suave, fácil, galana, fluida, clara y armoniosa la lengua castellana, de la que son sus obras un curioso y precioso monumento. RAFAEL LUNA.
El artículo sobre Juan del Encina podemos encontrarlo en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica entre las páginas 449-465 de Revista contemporánea, Año II-III, Tomo XI, Volumen IV, 1877 octubre 30.
Manuel José Doyagüe Jiménez fue un compositor salmantino, ciudad en la que nació y murió (1755-1842). Fue contemporáneo de la propia Cherner aunque ella posiblemente no le conocería. Cuando murió, ella tenía nueve años. Fue un compositor importante en su tiempo aunque hoy poco conocido. Igual que Cherner. Fue maestro de capilla de la Catedral en cuyo coro había entrado a los nueve años. Dio clases en la Universidad salmantina sin conseguir la cátedra, aunque tuvo muchos otros cargos y presidencias de tribunales así como encargos musicales de la Casa Real. Matilde Cherner le dedicará varios escritos a lo largo de su vida y se interesará especialmente por su Miserere que se representa cada año en la Catedral de Salamanca.
En 1877 le dedica un amplio artículo en la Revista contemporánea (Año II-III, Tomo XII, Volumen IV, 1877 diciembre 30) en el que tras señalar su admiración por compositores como Bellini o Donizzeti, dice que las músicas de estos
quedan desvanecidas ante el éxtasis indescriptible, la admiración profunda, el inolvidable encanto que se apoderaron de nuestro ser, la primera vez que en la majestuosa catedral de Salamanca, oímos cantar el célebre Miserere del inmortal maestro don Manuel José Doyagüe.
Todo cuanto nuestra pluma se esforzara en querer pintar hoy, sería pálido y frio, comparado con lo que nuestra alma sintió en aquellos deliciosos momentos, en que, arrebatada por completo del mundo material, se abrían para ella mágicos horizontes, desconocidos mundos, radiantes de luz, de sentimiento y de armonía.
Queda claro que la música compuesta en este Miserere por Doyagüe, unida a la puesta en escena en la Catedral de Salamanca, la impresiona vivamente.
Pero no es la única obra que destaca, también tiene palabras de elogio para su Te Deum, compuesto por Doyagüe para celebrar el fin de la Guerra de la Independencia y la vuelta de las tropas a Salamanca, «la obra más sublime del maestro salmantino»; o para su Pasión de Jesucristo, «No hay ópera alguna que supere al drama de dolor, de grandeza, de sufrimiento»; o su Magnificat o Las lamentaciones…
Posiblemente Matilde Cherner se siente reflejada en el propio olvido al que observa se ha sometido la figura de Doyagüe. Fue reconocido en su época (ella, no, aunque no falta quien publique sus escritos), compositores de la categoría de Rossini eran amigos de él (ella no alcanza ese nivel en la literatura), el Ayuntamiento de Salamanca le organiza unas exequias impresionantes a su muerte (aunque luego le olvida) pero treinta años más tarde, cuando escribe Cherner, ya le han olvidado todos. Para entonces, Doyagüe está silenciado y por eso Matilde acaba uno de sus artículos confiando en que su nombre vuelva a alcanzar el prestigio que tuvo y merece (en BVPH):
No careciendo por completo España de grandes maestros, tanto en música religiosa como profana, esperamos confiados que en época no muy remota conseguirá un honroso puesto entre las naciones musicales, y su escuela bien merecido renombre, siendo entonces tan conocido y admirado como debe serlo el maestro salmantino D. Manuel José Doyagüe.
En el diario La Mañana, en 1878, vuelve a dedicar un largo escrito por entregas al Miserere de Doyagüe, publicados en primera página en varios días del mes de septiembre, firmados por Rafael Luna. Se trata de una ficción romántica que describe la relación imposible entre el clérigo Doyagüe y una novicia.
La mañana: diario político: Año III Número 790 - 1878 septiembre 14 y Número 791 - 1878 septiembre 15 (BVPH).
En vísperas de su muerte, julio de 1880, en el periódico salmantino Adelante se publica una crítica a esta novela de Matilde Cherner (firmada como Rafael Luna) que también ha sido publicada en Revista de España. Se dice en el suelto, que va sin firma, que «en nada se compagina con el carácter, con las ideas, con las manera de ser dadas, con las costumbres, del inmortal compositor. Muy lejos se halló este de la vida aventurera, por decirlo así, romántica, que el Sr. Luna le atribuye y más aún de ser debido su inestimable miserere a la ocasión v motivos en que se le supone inspirado» para describir, a continuación, a un Doyagüe entregado únicamente a la música y a la religión sin ningún tipo de vida mundana.
Cherner, en este último artículo, previo a su propia muerte, se pregunta sobre el lugar donde está enterrado Doyagüe (página 3): aquel célebre músico que tuvo grandes exequias municipales pero que al cabo de unas décadas nadie sabe dónde se encuentran sus restos.
Adelante: revista salmantina de ciencias, artes, literatura é intereses materiales: Año XIII, Número 813, 1880 julio 4 (BVPH).
Así llegamos a agosto de 1880. Matilde Cherner sigue escribiendo, pero no acaba de despegar. Su novela sobre Doyagüe tiene comentarios tan negativos como el anterior; su novela recién publicada, María Magdalena, es víctima del silencio, cuando no de la crítica negativa por atreverse a tocar un tema tabú (la condena de la prostitución mediante su descripción) y porque quien lo toca, aunque vaya con seudónimo masculino, es una mujer. El 15 de agosto de ese mes la escritora es encontrada muerta en su domicilio madrileño, en la calle de La Palma, 21. Ante su fracaso vital y profesional, los primeros rumores que corren son los del suicidio. Sus pocos amigos lo descartarán posteriormente y hoy, con un certificado de defunción que atribuye su fallecimiento a otra causa, lo descartamos también.
Fachada de la calle La Palma, 21 de Madrid. En este inmueble, Matilde Cherner vivirá durante sus últimos años y en ese domicilio, hoy flanqueado por dos librerías, fallecerá el 15 de agosto de 1880. Anteriormente había residido en la calle Horno de la Mata, 10.
Muere con una gran producción, más si se cuenta lo que no se le publicó; muere con el fracaso vital de que su obra no se reconozca; con el fracaso político de sus ideas republicanas y federales; con el fracaso de género ante el escaso avance del feminismo que ha defendido; con el fracaso personal de pérdida de amistades prestigiosas que posiblemente la encuentran excesivamente radicalizada. Es posible que no haya valorado que ha vivido como una mujer independiente, no sometida a ningún hombre por elección, que ha podido publicar desde su juventud, que se la ha tenido en cuenta para el desarrollo de sus ideas políticas por otros hombres y que aún le quedan buenos amigos que la valorarán póstumamente, sobre todo como escritora, aunque también enemigos que seguirán criticándola más que por sus escritos, por sus ideas.
Tras su muerte, su recuerdo se mantendrá unos años con críticas feroces y también con algunos halagos. Después su nombre se perderá y habrá que esperar al siglo actual para que comiencen a aparecer estudios y trabajos sobre ella, comience a reivindicársela y hasta se publiquen nuevamente algunas de sus obras, como María Magdalenca. Estudio social.
Pero sería necesario que pudiesen publicarse sus obras completas, incluidas las cartas con personajes de su época como el compositor Barbieri o el escritor Hartzenbusch que moriría el mismo mes, el mismo año y en la misma ciudad que Matilde.
En el semanario Gente Joven, del 7 de mayo de 1905, el catedrático de Salamanca Luis Rodríguez Miguel escribe un artículo titulado «El Licenciado Vidriera» donde valora a la escritora como experta en la obra cervantina:
La escritora salmantina, Dª. Matilde Cherner, conocida en el mundo literario con el nombre de Rafael Luna, sostiene con algún fundamento, que aunque esta narración se publicó en 1613, con las demás novelas, era obra ya hacía mucho tiempo concebida y escrita, y la que motivó ó despertó la idea del Quijote. Si esta opinión se ha contradicho con el poderoso argumento de la fecha de su publicación, puede estar en lo cierto la Sra. Cherner, porque era manía del loco cuerdo el espectáculo de un hombre de buen ingenio seguido por las turbas de chiquillos y curiosos por las calles de Salamanca, pudo ser el despertador de la idea de aquél insigne manchego, tan rematadamente loco cuando le tocaban á su caballería, y tan atinadamente cuerdo cuando trataba otras materias.
Gente joven: semanario literario ilustrado (1904-1906). BVPH.
Ese mismo año, el periódico El Adelanto de Salamanca lanza un número extraordinario, el 26 de marzo (BVPH), dedicado al poeta José María Gabriel y Galán que acababa de morir prematuramente el 6 de enero de 1905
En esta edición de El Adelanto escriben autores como Emilia Pardo Bazán (con quien Gabriel y Galán había mantenido correspondencia y que visita la ciudad con motivo del homenaje al poeta recientemente fallecido), Tomás Bretón o Miguel de Unamuno, entre otros. Pero volverá a ser Luis Rodríguez Miguel quien, en un artículo dedicado a Pardo Bazán, cite, entre las mujeres insignes de Salamanca a Matilde Cherner, junto a los nombres de Lucía Medrano o Beatriz Galindo, entre otras:
La ciudad de renombre universal que hoy recibe a la Señora Pardo Bazán, tuvo, además de la gloria de los hazañosos hechos realizados en pasadas edades por sus mujeres, la de haber sido cuna de las insignes Luisa Medrano, Beatriz Galindo, Clara Clistera, Cecilia Morillas, Catalina de las Llagas, la Marquesa de Castrillo, Josefa Torres, Matilde Cherner y otras que aún viven, notables todas por sus obras literarias; contemplando de cerca a otra mujer, sin igual en el presente siglo, es natural sientan las damas salmantinas inmensa satisfacción en saludar a la que tan brillantemente representa a su sexo, dispensándola la acogida cariñosa que tan bien encaja con la nobleza de sus sentimientos, nunca desmentidos por la legendaria cortesía con sus huéspedes.
Un año antes (1904), Julián Apraiz escribe un artículo titulado «Don Isidoro Bosarte y el centenario de ‘La Tía Fingida’». En este artículo el autor comenta un concurso sobre las Novelas ejemplares, cuyo premio ganó Matilde Cherner, a la que descalifica. El artículo apareció en el mensual La España Moderna del mes de julio.
Sobre la frase «Aqui pared en medio tengo yo un platero» comenta Apraiz: «¿De dónde sacaría Rafael Luna (Dª. Matilde Cherner) que esta frase era impropia de Cervantes ó peregrina en sus obras? (Juicio crítico sobre las Novelas ejemplares, Madrid, 1878, pág. 57.)» para rebatir las tesis de Cherner.
Más adelante, en el mismo artículo, vuelve a citarla a propósito de un comentario que hace el propio autor del artículo en el que según él Cervantes «pone en ridículo el libertinaje femenino, demostrándose cuán frívolos y deleznables son sus triunfos». Para en una nota a pie de página señalar:
Es una verdadera aberración (dicho sea con todo el respeto que el otro sexo se merece) el desconocer este primor, este brillantísimo atisbo literario, y convertirlo en gran defecto, digno de un reproche, como el que se hace á Cervantes en estas palabras: El personaje de Esperanza es del todo exótico en sus obras, y el final de esta novela enteramente contrario á los principios de decoro y de moral que en sus escritos resplandecen. (Sra. Cherner, obra citada, pág. 56.) Si por el estilo de las observaciones de esta señora contra La tía fingida son los giros y frases que hay en ella y que Cervantes no usó jamás, como asegura gratuitamente el Sr. Icaza (o. c., pág. 227), no pueden ser más pobres los argumentos que se emplean para probar que tan primoroso cuento no es del autor del Quijote.
La España moderna: - 1904 julio. BVPH.
Habrá que esperar hasta 1926 para que sea otra mujer, María Cambrils, la que la cite en un artículo publicado en la Revista Popular el 15 de abril, bajo el título «Literatas del siglo XIX»:
Revista Popular: Año II Número 12 - 1926 abril 15. BVPH.
Hay que observar en este breve comentario que una vez más, en este caso una mujer, silencia su principal obra María Magdalena. Estudio Social.
Tras esto, el silencio. Habrá que esperar casi un siglo para que, fundamentalmente, otras mujeres vuelvan a indagar en ella y en su obra y vuelvan a editarse algunos de sus libros, se le dediquen estudios y su poesía se reproduzca junto con sus ideas y su personalidad, la de una mujer siempre demócrata, republicana federal, progresista, feminista, solidaria que respetó incluso a quienes no la respetaban pero que no tuvo pelos en la lengua para condenar lacras sociales como la de la prostitución. Nunca levantó la voz pero nunca agachó la cabeza.
HINOJAL, Félix (2025). «Matilde Cherner: la charra feminista del siglo XIX (1833-1880)». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año XII. N.º 15. ISSN 2341-1643 [URI: https://www.letra15.es/L15-15/L15-15-15-Felix.Hinojal-MatildeChernerlacharrafeministadelsigloXIX(1833-1880).html]
Recibido: 1 octubre 2025.
Aceptado: 10 octubre2025.
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