Sección VASOS COMUNICANTES

Pedro Hilario Silva
Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y doctor por la Universidad Complutense de Madrid, con una tesis sobre la dimensión comunicativa de las relaciones transtextuales. Ha ejercido como profesor en diferentes institutos y como profesor asociado en la Facultad de Educación de la UCM. Preside la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo», cuya revista Letra 15 dirige desde su creación. Además de ser autor de numerosos artículos y ensayos sobre distintos aspectos de la teoría literaria y literatura comparada, ha formado parte de diferentes jurados y comisiones técnicas de premios pedagógicos. Asimismo, ha dirigido cursos sobre didáctica de la literatura para diferentes instituciones y ha sido miembro de varios grupos de investigación universitarios (FRAC, ForMule, Didactext). En la actualidad, coordina la línea de investigación sobre nuevas didácticas para la educación literaria, lingüística y transmedia en el IUCE de la Universidad Autónoma de Madrid y es miembro del grupo ELLI de la Facultad de Educación de la UCM, dentro del cual trabaja en el análisis de los procesos de reescritura y reciclaje transmedia de cuentos populares. Coordina en la actualidad el Centro de Experimentación Poética Jesús Hilario Tundidor una entidad que, además de divulgar la obra del autor zamorano, tiene como finalidad generar reflexiones sobre el hecho poético entendido como actividad literaria y estética de naturaleza socio comunicativa de amplia y diversa naturaleza.
La sorprendente propuesta que traemos en este último número a Vasos comunicantes une poesía y pintura. Se trata de un conjunto de aguafuertes que Francisco Arjona realiza a partir del poema en prosa del poeta zamorano Jesús Hilario Tundidor «Fiesta sobre lo azul».
En la obra, Jesús Hilario Tundidor rescata un poema realizado a sus 14 años «a ese primer amor, a la erótica de la inocencia» ─«A Sandra desde su mundo naciente de los 15 años» rezará la dedicatoria─. A partir de ahí, siguiendo el principio de que «los poemas nunca se explican», el pintor jienense Francisco Arjona interpreta y recrea la pasión agitada de ese amor adolescente evocado por los versos del poeta en 12 grabados, realizados por el pintor de forma manual, tras recibir el texto el 31 de diciembre de 2005.
El pintor «sigue la pauta del poema» para realizar su interpretación del mundo interior que el poeta ha ido dejando en cada línea. Y Sandra, como señala Susana Arizaga, en La erótica de la inocencia, verdadera protagonista de la muestra, aparece o se intuye en cada grabado en su plenitud adolescente, descubriendo ese amor, inocente y pasional, que describe el poeta, entre azules, rojos y negros.
El conjunto recibió el Premio al Mejor Libro de Ediciones sobre Arte 2006, que otorga la Asociación Madrileña de Críticos. El jurado justificó la concesión en estos términos: «Constituye una espléndida edición y un hermoso y singular objeto de arte, en el que al magnífico abanico de poemas se une el quehacer de un consumado aguafortista para llevar a cabo una obra de excepción».
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Opus I.
A Sandra, desde el mundo naciente de sus quince años.
LA noche está llena de mar igual que el corazón de los amantes. Ved las estrellas, desprendidas escamas diminutas del pez nocturno. Oíd del silencio el espacial oleaje, su música nunca dibujada: el padre Universo como un océano que crece, el barniz de los astros, el órgano parabólico de los planetas, la luna, tan cercana, tan sonora vihuela y cántaro de claridad, papelera de ilusas metáforas y de ensueños marchitos... Sandra, oh, Sandra ¿ adónde vas?¿Hacia las altas casas o los álamos, hacia los ríos y
las verdes torres, hacia las playas y los arrecifes?

Opus II.
Sandra, la espuma te acaricia los tobillos. Deja el viento cantar entre los surtidores de tu núbil cabellera. ¿Dónde caminas, Sandra, en estas horas? Horas augurios que funestan tiempo y abren las cerraduras capricornias, en las que el hombre habita, mecido por trigales en el alma, con los más tenues pájaros del sueño. Deja también los bucles en tu enagua, cucurucho estampando, ondulaciones. Qué dulzura en la tierra a cada paso tuyo. Qué enamorada fijación tu huella. Qué pasión de vivir
pensándote, sabiéndote, mirándote.

Opus III.
Ve con cuidado, Sandra enamorada, mi pequeña luciérnaga. Tu carne es nácar que no tiene sombras, sombras de rosas negras que originan la muerte, que matan el destino y penetran los miedos de la sabiduría... Ve con cuidado, hasta el ciego solar de la quimera. No despiertes las lisas gaviotas, el almendrado sueño de las aves marinas, el ámbito o latido de sus relojerías. Mira los malecones y la espuma, la orilla terca de la mar y el cielo. Cómo llegas al agua, estás llegando, ahora la arena te recoge el pie,
tiras la ropa: lánzate al oleaje, no despiertes.

Opus IV.
Qué suavidad acariciar tu cuerpo, tu piel hecha de estambre y miel de hormona, la florescencia del pezón... Tú, nada junto a mí donde buceo, no te separes de quien soy, quien nombra. Y si esta ola ola no es, es vals. Es vals que vayas viento ven: la ola, la fuente, el cielo musical y tus ocultas lágrimas ¿por qué? Aquí tampoco, Sandra, aquí también. Mas de pronto hace frío, olvídate del balanceo de los barcos, del trajín del velero, de su dibujo a línea en el papel. Y vuela, vuela, vuela,: arriba, ¡aup!, nubes, altura, la honda distancia donde el agua es brisa y brisa
el agua es y ambas amor que quema en la batalla.

Opus V.
¿ Ya has encontrado la muñeca rosa? Mejor así, mejor, muchísimo mejor esta de plata. No la abandonarás en el arcón de la tristeza, no la vas a olvidar, apriétale el ombligo, ríe y llora y llora y ríe y calla, muchas veces, igual que tú en la tarde. Abrázala, abraza nuestro amor, no lo abandones. Dame la mano, ven, Nuncateolvides. En nuestra intimidad fulge la fiesta. Fuegos artificiales se preparan, encenderán el corazón de hogueras, se quebrarán los aires y el espacio, y pues te ciñen, y me ciñen, piensa:

Opus VI.
Solos estamos en la luz, perdidos, ilimitadamente enamorados. ¡Qué ráfagas de lumbre en el deseo! Tu cuerpo ha abierto la encendida chispa y en ráfagas de amor, en pólvora irascible, en erótica lluvia, dilata los sentidos. Fuegos en artificio resplandecen e iluminan la sombra de la pasión cercada en nuestros pechos: cohetes luminosos, estrías de humo y de color, fulgores de las tracas, remolinos y arroyos y relámpagos... Hondo latir de nuestra soledad que aquí se puebla. ¿No es de cristal aquella catarata? Cuchillea la sangre que se extiende, en egregio fulgor de diamantes, desbordando el olvido que dibuja la pólvora. Grita la serpentina reluciente, corta el lugar en el que habita el alma, se aleja en la interior clave nocturna... Llama y navío en honda mar son sueños. Navega la quimera del sentido, piedras preciosas de la permanencia erige y edifica amigo amante que se continúa. Y él es amado. Y ama.

Opus VII.
No se apague jamás este sorpresa que dignifica con su ardor la vida y en la que has puesto, con tu mirada en grises, el índice inmortal del corazón, música ¿en qué auditorio? del espíritu. Mas tú, pequeña Sandra, vive y vive y olvídate del raso y su injusticia, y devuelta a los sueños, sigue volando en el azur, volando. No te detengas hoy sobre la ruina del puente aquel de nuestro bosque roto. Todavía son vísperas y aquelarre reluce en el nadir del horizonte anunciando el levante del sol a media
aurora.

Opus VIII.
No puede ser mentira la memoria, sino armonía musical del tiempo, poso de luz o de sombría estela, y tú y yo singladuras, luminosos augurios, rastros audibles de palabras ígneas que en brasa emocional creó la pólvora y llenó nuestro pecho de artificio. No puede ser mentira la memoria, es como tú, paloma zureando, un rincón de calor en la mañana, no aposentada nieve ni rocío. Tal vez como un gran círculo en el lago que producen las ondas extendiéndose... Un poco más arriba, ¡aup!, casi en el cielo ¿De dónde estos triángulos votivos, panderetas,xilófonos..?

Opus IX.
¿Qué sonidos son esos que voltean, qué campanas, qué ritmos, qué luminosas sendas en lo austral? Pudieran ser augurios de los puertos, o de la espuma de los espigones, pues junto a ti también yo las escucho y tengo olor a sal y acantilado, a algas y delfines y una dulzura grande para el mundo. Oh, Sandra, Sandra, nuestros anillos son de espliego y humo, sin fin los esponsales y el festejo... Retorna el torbellino de los astros, límite y tiempo forman la quimera, el antiguo artilugio de la sombra. Baja una estrella hembra de la altura. Te tomo la cintura.

Opus X.
Y en una de sus puntas yo te subo a caballo, voy contigo, tiende la cabellera sobre el aire, vamos a recorrer las nebulosas, los siderales vientos, las mesetas galácticas, multitud de planetas donde ya hemos estado, donde siempre estuvimos habitando el espíritu: Senderos de algodón, prados de azul, acequias de azafrán, el sin fin de la muerte que nunca conocimos, la enorme soledad del infinito, el callado Universo, padre del gran vacío y del océano, en el que se desvanece y se deshila el destino voraz
que teje al hombre...

Opus XI.
Luciente sexo infiel a la pureza, no debo, Sandra, retenerte púber, ni crearte un paisaje de cerezos con nubes blancas y cigüeñas quietas. Anillos de oro cortan los dibujos y ya una cumbre donde nieva es todo. Sólo un día el lenguaje quebrará nuestro olvido. Ahora vuela feliz, jamás serás del tiempo que termina.
Mi corazón contigo, azul en fiesta.

Opus XII.
