Sección ENCUENTROS
Entrevista
Silvia Agosto Riera
Fotografías
Pablo Torío Sánchez
Esta entrevista se realizó con motivo del encuentro con la escritora, el 22 de enero de 2014, organizado por el Departamento de Lengua y Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense y la APE Francisco de Quevedo de Madrid.
Mercedes Chozas (Madrid, 1952) combina las clases de Lengua y Literatura en el IES Ramiro de Maeztu de Madrid con su vocación literaria y desde hace más de veinte años hace compatible su trabajo docente con su labor de escritora.
En esta entrevista, reflexiona sobre Antes de los dieciocho, una antología de cuentos que se caracterizan porque todos sus protagonistas tienen menos de esa edad mágica donde se abandona la infancia. Asimismo, explica algunos recursos para estimular la lectura en el aula y analiza su triple condición de autora, lectora y docente.
Chozas ha recibido numerosos galardones, como el Nacional de Literatura Infantil por Palabras de cuento (1979), el Austral por La mirada, la memoria y la voz de Valle (1995), y el Río Manzanares de novela por Las horas náufragas (2006).
Entre sus obras se encuentran, además de las citadas, las novelas Miulina, Las tres voces de Marina, Cuatro veces adiós y la colección de cuentos Sus labores. En 2007 publicó Antología del teatro español y su última novela, Los abecedarios, ha sido presentada en 2013.
La verdad es que desde que empecé a dar clases quise hacer una antología que reuniera cuentos cuyos protagonistas fueran muy jóvenes. En mi experiencia de lectora, los libros que me llevaron a la gran literatura fueron las novelas de aprendizaje o formación, recuerdo El otro árbol de Guernica, de Luis de Castresana, El camino, de Delibes, más tarde Las ratas; después vinieron La busca, de Baroja; El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers y tantos otros que me ayudaban a comprender el mundo con ojos parecidos a los míos.
Pensaba en un libro de cuentos con personajes cercanos a los alumnos para introducirlos en el mundo literario de manera natural. El título Antes de los dieciocho marcaba muy bien la frontera de la mayoría de edad y, a la vez, permitía incluir la infancia y la adolescencia, etapas de la vida llenas de promesas y esperanzas, y que dejan tantas huellas en nuestra personalidad.
Al preparar la selección de cuentos, siempre tuve presentes a los lectores, por esa razón preferí una agrupación temática próxima a su educación sentimental: el primer amor, la crueldad, la despedida de la infancia, el desengaño, la fantasía para inventar trastadas, la dureza del trabajo, la vocación, la fortaleza, la relación con los adultos y la muerte. Creo que es el mejor camino para que reconozcan emociones y comportamientos de personajes con los que puedan identificarse.
Que fueran cuentos buenos, que los protagonistas tuvieran menos de dieciocho años y que pertenecieran a la literatura contemporánea.
Desde luego, todos son cuentos que aprecio mucho y con los que he disfrutado, de autores que considero maestros y a los que admiro.
También los he elegido con mirada de escritora al reconocer la destreza en el empleo de algunos rasgos formales, por ejemplo, el multiperspectivismo de La señorita Cora; la creación verbal y la fantasía de Antaviana; el humor de Dejar a Matilde; el diálogo contrapuesto en Un drama sensacional; el simbolismo en Una Navidad; la segunda persona confesional o lírica de Réquiem con tostadas o Mari Belcha.
Los que acabo de decir.
Excelentes resultados. Eso es lo que más me gusta de la antología. No lo digo solo por mi experiencia, sino por la de muchos profesores. Voy a decir algo muy sencillo y que debería ser evidente: hay que leer en clase y para leer en clase, en los departamentos de Lengua y Literatura o en las bibliotecas escolares, es necesario tener 20 ejemplares del mismo título para que los estudiantes sigan bien la lectura y puedan intervenir.
En el nivel en que más hemos trabajado con ella ha sido en cuarto de ESO, aunque también es un libro muy bueno para Bachillerato. Enseguida surge el debate acerca de la conducta de los personajes o de las ideas, los alumnos participan de forma espontánea y valoran la creación de vidas que prolongan las suyas. Se agranda su mundo con el conocimiento de otras personas, otros países y otros ambientes. Además, asimilan de forma muy sencilla las principales técnicas narrativas, aprecian la buena escritura con estilos diferentes y se educan estéticamente. Ningún profesor puede olvidar que la literatura debe enseñarse leyendo.
En particular, recuerdo una clase de cuarto con alumnos muy mayores que habían llegado al último curso de ESO por imperativo legal, cargados de suspensos y que no eran un ejemplo de asistencia; sin embargo, el día en que leíamos los cuentos no faltaba ninguno, se concentraban en la lectura y vivían cada relato como si les ocurriera a cada uno de ellos. Después todos querían comentar algo. Fue una experiencia inolvidable.
Primero, una selección de textos muy cuidadosa, acorde con la edad de los alumnos, que despierte su interés, su sensibilidad, su imaginación y su placer estético. Las lecturas pueden ser de cualquier género literario. Para leer en el aula el teatro es extraordinario pues la participación de los estudiantes es inmediata y aprenden a dialogar de forma expresiva. Todavía no he tenido ningún grupo que no pida que leamos en clase.
Otras actividades que dan buenos resultados: leer el comienzo de una historia con el propósito de que ellos la terminen. Hablar sobre los personajes, los temas o los recursos. Inventar redacciones que se relacionen con el libro leído: una entrevista al autor o a algún personaje, otro desenlace, una carta al protagonista o a otros personajes, dramatizaciones, encuentro entre personajes de distintas obras, cambio de tiempo o de espacio, invención de un desenlace distinto o de un capítulo nuevo…
La verdad es que no. Tengo una muy breve para primer ciclo de ESO, que gusta y comprenden los estudiantes. Es temática: el amor, la muerte y la naturaleza. Hay bastantes antologías buenas de poesía para enseñanza secundaria, temáticas o cronológicas.
Sobre todo son diferencias retóricas, más que temáticas. Se puede abordar el amor, la amistad, la sumisión o la rebeldía en libros dirigidos a distintas edades, pero no se pueden escribir de la misma manera. Mis libros infantiles son mucho más fantásticos y juguetones, y me han dado menos quebraderos de cabeza que los otros.
De todos modos, las historias surgen de la misma manera, de lo que Gianni Rodari llama una hipótesis fantástica: ¿qué pasaría si un hombre quisiera dominar un pueblo desde el interior de un volcán?, así nació Soliturno y los gulusmillas, una novela llena de aventuras para lectores de diez a trece años. Y de forma parecida inventé Las horas náufragas, ¿qué se dirían dos amigas que se encuentran después de veinte años en el entierro de un compañero de universidad? O la última parte de Los abecedarios, ¿qué ocurriría si los jóvenes de los años setenta hubieran poblado los tejados de Malasaña? Y así podría explicar toda mi literatura.
Bastante mal, siempre ando escasa de tiempo para escribir, las clases me obligan cada día y tengo que interrumpir la creación muchas veces. Cuando termino un libro, me parece increíble que no se noten los cortes y que la ficción fluya con unidad. Como han dicho muchos escritores —pienso ahora en Flaubert—, la inspiración te tiene que encontrar escribiendo, el talento es una cuestión de trabajo. Así que procuro sentarme casi todas las tardes entre dos y tres horas, y escribo una página más o menos. Releo y corrijo mucho, y me gusta llenar las hojas sin dejar apenas márgenes, en cuadernos de papel blanco con pluma y tinta azul.
Lo que une más a la pareja de la docencia y la escritura es el constante diálogo literario que exigen las clases. La relectura de los clásicos es una bendición, aprender y saborear palabras tan bien dichas, su ritmo, su acierto, su belleza, es un privilegio que disfruto cada año. ¿Cuántas veces he leído Luces de bohemia con los alumnos? Creo que es la obra que más me ha influido para crear diálogos y eso se lo debo a la docencia. Es como atiborrarse de vitaminas literarias
Un viaje que aúna muchos viajes, como en el caso de Águeda, la despedida de la niñez y la entrada en la juventud. Es un viaje hermoso, lleno de promesas, que no siempre sale bien, un viaje iniciático en que los adolescentes dicen adiós a la infancia para crecer y hacerse mayores con el amor, el desengaño, la imaginación, la inocencia, el trabajo, los deseos, la crueldad y la mirada de los adultos, como ocurre en Antes de los dieciocho.