Selección a cargo de
Jesús Diéguez García
Ilustración de portada
Alberto Hilario
Ocupa la portada de este número el escritor y poeta Fray Luis de León (nacido en Belmonte, hacia 1527). De familia de judíos conversos realizó estudios en Madrid y Valladolid. En 1544 profesa en la orden religiosa de los Agustinos. Cursa estudios teológicos en la Universidad de Salamanca donde posteriormente ejercerá de profesor de Filosofía y de Sagrada Escritura. Fallece en Madrigal de las Altas Torres en 1591.
Por traducir al castellano el Cantar de los cantares y por otras acusaciones, estuvo en la cárcel de Valladolid durante cinco años.
Además de sus escritos en latín y algunas traducciones, escribió en prosa La perfecta casada, La exposición del libro de Job y su obra más destacada De los nombres de Cristo, que apareció en Salamanca en 1583 y fue completada en 1585.
Veamos un par de ejemplos de la prosa frailuisiana:
No ha de ser costosa ni gastadora la perfecta casada, porque no tiene para qué lo sea; porque todos los gastos que hacemos son para proveer ó á la necesidad ó al deleite; para remediar las faltas naturales con que nascemos, de hambre ó desnudez, ó para bastecer á los particulares antojos y sabores que nosotros nos hacemos por nuestro vicio. Pues á las mujeres, en lo uno la naturaleza les puso muy grande tasa, y en lo otro las obligó á que ellas mismas se la pusiesen. Que, si decimos verdad y miramos lo natural, las faltas y necesidades de las mujeres son mucho menores que las de los hombres; porque, lo que toca al comer, es poco lo que les basta, por razon de tener ménos calor natural, y así es en ellas muy feo ser golosas ó comedoras. Y ni más ni ménos, cuando toca al vestir, la naturaleza las hizo por una parte ociosas, para que rompiesen poco, y por otra aseadas, para que lo poco les luciese mucho. Y las que piensan que á fuerza de posturas y vestidos han de hacerse hermosas, viven muy engañadas porque la que lo es, revuelta lo es, y la que no, de ninguna manera lo es ni lo parece, y cuando mas se atavía, es más fea. Mayormente que la buena casada, de quien vamos tratando, cualquiera que ella sea, fea ó hermosa, no ha de querer parecer otra de lo que es, como se dirá en su lugar.
[Del parágrafo 3 de La perfecta casada]
Cristo con gran verdad es CAMINO de Dios: porque es, como poco antes digimos, imagen viva suya, i retrato verdadero de sus inclinaciones i condiciones todas: o, por decirlo mejor, es como una egecucion, i un poner por la obra todo aquello que a Dios le aplace i agrada mas. Y si es CAMINO el fin, i el proposito que se pone cada uno a si mismo para enderezar sus obras; CAMINO es, sin duda, Cristo de Dios: pues, como decíamos oy al principio, despues de si mismo, Cristo es el fin principal, a quien Dios mira en todo quanto produce. Y finalmente, ¿como no será Cristo CAMINO, si se llama CAMINO, todo lo que es ley, i regla, i mandamiento, que ordena i endereza la vida? pues es èl solo la ley. Porque no solamente dice lo que avemos de obrar, mas obra lo que nos dice que obremos, i nos da fuerzas para que obremos lo que nos dice.
[Del Libro I. De los nombres de Cristo]
Estatua de Fray Luis de León (1868) colocada frente a la fachada plateresca de la Universidad de Salamanca. Fuente: Wikipedia.
Reproducimos algunos fragmentos de sus poesías más conocidas:
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;
que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
[…]
¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
[…]
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.
[…]
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
[…]
Cuando contemplo el cielo
de innumerables luces adornado,
y miro hacia el suelo
de noche rodeado,
en sueño y en olvido sepultado,
el amor y la pena
despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
despiden larga vena
los ojos hechos fuente,
Loarte, y digo al fin con voz doliente:
«Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura?
[…]
Quien mira el gran concierto
de aquestos resplandores eternales,
su movimiento cierto
sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales;
la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos della
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de amor la sigue reluciente y bella;
[…]
«Noche serena», tal y como se recoge en Obras de Fray Luis de León, 1855. Fuente: BVMC.
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
Ve cómo el gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.
[…]
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?
Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!
Añadamos otras poesías que no están escritas con liras. La primera, se dice, apareció escrita en la celda de su cárcel. En los fragmentos de la poesía siguiente usó tercetos encadenados.
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con solo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
Huid, contentos, de mi triste pecho;
¿qué engaño os vuelve a do nunca pudistes
tener reposo ni hacer provecho?
Tened en la memoria cuando fuistes
con público pregón, ¡ay!, desterrados
de toda mi comarca y reinos tristes,
a do ya no veréis sino nublados,
y viento, y torbellino, y lluvia fiera,
suspiros encendidos y cuidados.
No pinta el prado aquí la primavera,
ni nuevo sol jamás las nubes dora,
ni canta el ruiseñor lo que antes era.
[…]
Guardad vuestro destierro que, olvidados
de vuestro ser, en mí seréis dolores:
¡tal es la fuerza de mis duros hados!
Los bienes más queridos y mayores
se mudan, y en mi daño se conjuran,
y son, por ofenderme, a sí traidores.
Mancíllanse mis manos, si se apuran;
la paz y la amistad, que es cruda guerra;
las culpas faltan, más las penas duran.
Quien mis cadenas más estrecha y cierra
es la inocencia mía y la pureza;
cuando ella sube, entonces vengo a tierra.
Mudó su ley en mí naturaleza,
y pudo en mí el dolor lo que no entiende
ni seso humano ni mayor viveza.
Cuanto desenlazarse más pretende
el pájaro captivo, más se enliga,
y la defensa mía más me ofende.
[…]
Allí, contento, tus moradas sean;
allí te lograrás, y a cada uno
de aquellos que de mi saber desean,
les di que no me viste en tiempo alguno.