Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» - ISSN 2341-1643

Sección CARPE VERBA

Carpe Verba

2.
Poemas

Carmelo Chillida

Carmelo Chillida

Nace en Caracas, Venezuela, en 1964. Ha publicado El sonido y el sentido (1997), Versos caseros (2005), ¿Un poema de amor? (2011), Desde el balcón (2013, reeditado en 2019), Rojo como la cabeza de un fósforo (2018) y Juegos privados (Kalathos, Madrid, 2023), así como ensayos, crónicas, notas sobre libros, música, artes plásticas, y traducciones del inglés. Poemas suyos han sido recogidos en varias antologías, incluyendo Al hidalgo poeta (Edifsa, Salamanca, 2016). Ha participado en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca (2016) y en la Feria del Libro de Madrid (2019, 2023, 2024). También ha participado como expositor en el XXV Foro Eurolatinoamericano de Comunicación en Casa de América, por invitación de la Asociación de Periodistas Europeos (2019). Fue coordinador editorial del suplemento cultural Literales, publicado en el diario TalCual. Estudió en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde ejerció la docencia por más de veinte años. Desde 2016 vive en Madrid.

cchillidam@gmail.com

 

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Poemas pertenecientes al libro Juegos privados (Kalathos, Madrid, 2023).

1.

 

…bajo el cielo derretido de las estrellas

o bajo el sol radiante,

nos sentamos y conversamos un rato.

 

Ninguna actividad pendiente

nos urge ni nos distrae de este santo ocio.

 

El viento sopla fuerte, es cierto, mueve

las ramas de los eucaliptos,

las acacias, los apamates,

y riega con sus hojas las aceras

por donde caminan los transeúntes apresurados.

 

Es de noche, es de día.

Sopla o no sopla el viento.

 

Conversamos bajo el sol

o bajo el cielo derretido de las estrellas,

como escribiste.

 

Hablamos sin prisa y lo que más me gusta

es cuando desconfías del conocimiento

y prefieres la inseguridad;

o mejor cuando dudas del poema,

que, aunque parezca hablar

de algo conocido, siempre habla

de algo desconocido.

 

2.

 

Te debo una disculpa, Strand,

por intentar copiar tus versos.

 

Y otra peor: por no haber logrado

siquiera una imitación decente.

 

Releyéndote, enteramente sumergido

en tus poemas, de pronto la página se me resbala

de los dedos y brinca sola hasta la primera

y me encuentro la escritura manuscrita:

For Carmelo! / Mark Strand

 

Y es entonces cuando recuerdo que te conocí

en el hotel donde te alojabas en Altamira,

y estuvimos conversando por lo menos una hora.

 

Siempre sonriente, siempre irónico.

Siempre delirantemente jocoso.

 

Recuerdo que te pregunté

si te habían llevado a la playa

y me dijiste que para el viaje a Los Roques

había que levantarse a las 3 de la madrugada.

 

Y ese último añadido, tan tuyo:

«A esa hora yo no me despierto

ni para ver a Dios».

 

3.

 

A Marianne Moore

Las arañas son unos bichos buenos.

 

Yo mato moscardones y mosquitos.

A las arañas, nunca.

 

Una palmada rápida y listo,

una manchita de sangre en la pared,

que luego limpio minuciosamente.

 

Las arañas se comen a los mosquitos.

Se las amañan para enredarlos en su telaraña,

y así evitan que nos piquen

y succionen cual vampiros nuestra sangre tan preciada,

el líquido que circula incansable por nuestro cuerpo

y nos mantiene vivos.

 

Amigos, dejen tranquilas a las arañas.

Déjenlas trabajar con sus ocho patas.

Maten, pero no a estos buenos bichitos.

 

4.

 

Bájate.

Bájate de ese tren.

Bájate de ese tren que te vas a estrellar.

 

Los rieles chirrían como gaviotas desesperadas.

Las ventanillas tiemblan, tiemblan.

Las ventanillas no dejan

ver el paisaje, ver nada.

 

Una estación de más puede costarte la vida.

Bájate de ese tren ya.

 

Eres tú lo que está en juego,

tú lo que está en grave peligro.

 

Olvida al resto de los pasajeros aturdidos.

Ellos quieren llegar rápido.

¿Adónde? No sé, pero cuanto más rápido mejor.

 

No dejes que te retengan

con sus charlas tan razonables.

 

El tren sobrepasa la velocidad permitida,

no frena en las curvas.

El tren se va a estrellar.

 

Pon primero un pie en la tierra,

luego otro.

Camina,

comienza a caminar con paso lento

y no te voltees a contemplar

cómo se aleja mientras tú

te quedas solo,

completamente solo,

en una estación desconocida.

 

5.

 

Prendieron la luz del Ávila.

Ya entramos en este extraño diciembre.

En las calles se respiran los nervios,

en los mercados, en las casas.

Nadie sabe qué va a pasar,

pero de que pasa, pasa.

 

Cómo brillas, lucecita,

entre la oscuridad del bosque.

Tú no le perteneces a nadie.

Le perteneces a Dios o no

le perteneces a nadie.

No importa quién te prendió.

Lo que importa es que estás ahí,

y brillas sobre nuestras borboteantes

y acaloradas cabezas,

con tu luz fría.

 

Qué nos espera, quién lo sabe.

La locura pulula por estas comarcas,

también cosas peores.

El odio, el fanatismo, la violencia.

 

Brilla, lucecita linda,

allá en las laderas del Ávila,

y no te olvides de nosotros,

y protégenos

hasta donde sea posible.

 

6.

 

Aunque ronda el poema,

hoy prefieres no escribir.

No volcar los ojos sobre el papel

y trazar letras, mientras

entra en funcionamiento tu cabecita.

Quieres mirar, mirar afuera,

mirar hondo,

sin pensar en nada, sin interferencias.

A veces el silencio

puede ser la mejor respuesta

a la página en blanco.

Hoy quieres sólo sentir el paisaje en las pupilas.

 

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