Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» - ISSN 2341-1643

Sección CARPE VERBA

Carpe Verba

5.
Poemas

Carmelo Chillida

Paco Jerez

Francisco Jerez (Madrid, 1962) fue desterrado en su niñez dos veces: de su áspero paraíso granadino a la edad en que empiezan a forjarse los recuerdos y del Madrid de extrarradio y aluvión. Creció tenaz, a pesar de eso; estudió Historia y, para su sorpresa, consiguió vivir de ella como profesor de enseñanza secundaria. Hoy, jubilado feliz, reparte su tiempo entre pasiones: el amor a la familia, la pintura y la poesía.

Post data: ha conseguido publicar su primer libro, Fines animae (Lindes del alma) y versos sueltos en revistas y antologías (Generación del 63).

 

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Selección de poemas inéditos ─salvo el 2─, leídos por su autor. Para leer escuchando.

 

Recitario APE Quevedo 518.

 

1. (Anestesia)

 

Así que era esta mi feliz Arcadia,

estas, mis tiernas esquilas,

estos, mis prados verdecidos,

mis cítaras y flautas celestiales,

el canto de pájaros y viento,

y este azul ultramar

mi cielo infinito…

 

(Seguramente luciérnagas y galenos

me deslumbraron al instante

que la vida y el tiempo son sólo relativos,

y la vuelta ─el agujero

por el que Alicia se cayó─,

una puerta que enseguida dejamos de buscar).

 

Y es que mi infantil Parnaso

apenas fue una blanca y sureña peladura

a lomos de las sierras y los montes

por los que manadas de ovejas deambulaban

arañando a la tierra correhuelas y rastrojos,

y el viento,

un silbido que con saña

golpeaba contra piedras, personas o rebaños…

Y aun así,

antes del barbecho,

el aire encrespa todavía verdes

los mares de cebada,

el color muda a cada hora los montes en otoño

y los pastores no llevan agua en su zurrón

porque saben encontrarla incluso en el verano…

 

Y es el alma entonces esa

                                                  región luminosa

que Fray Luís nos cantara en su retiro.

 

Mas con pena y por ensalmo

todo queda atrás,

desaparecen

el camino y agujero por los que caí,

y la intemperie vuelve a recibirme

como recién parido;

me doy cuenta con sorpresa

de que el minutero ha dado al atraparme

dos vueltas de reloj,

y con la orina

comienzan a fluir

los primeros versos del óxido nitroso

entre las juntas

de los blancos baldosines de la habitación.

 

2. ...a San Juan de la Cruz

 

Yo, que caminé contigo los caminos

sin quemarme

y me abrasé entre tus llamas

cuando ya te había perdido;

 

yo, que me entretuve

por las sendas de tus prados y espesuras

a contemplar las mortales

flores del veneno

o quitar de mis sandalias

las arenas de mil noches

tan oscuras y serenas como cómplices.

 

Yo, que supe

guardarme bien tu secreto

amor de hombre como propio,

porque no falta razón

al poeta que descubre entre tus versos

solo y desnudo a un hombre enamorado,

y lo supe

porque, amante convencido por la vida,

me descubrí un día amado y confundido

en esa hoguera en la que arden,

fundidos en uno, sexo y sentimientos.

 

Yo, que perseguí mi presa

por los jardines prohibidos y florestas

de mi Arcadia inventada,

sin saberme al mismo tiempo ciervo vulnerado

en la ínsula más extraña del amor;

hoy, más que nunca te comprendo,

querido amante-amado,

que debías haber ardido

en aquel infierno iluminado que fue España

bajo la Santa Inquisición,

y de la que sólo tus versos luminosos

te salvaron.

 

3. ...a Vicente Aleixandre

 

Y llegar como la vida,

en su río de palabras gongorino,

o estar acabando, con la sola claridad

de la vejez.

Venir desvencijado ya de antaño,

como barco no reconvertido cuyas planchas,

desremachadas y herrumbrosas,

van a hundirse en el último mar,

el varadero.

 

Consumación mineral del espíritu,

porque ya es imposible recordar

la forma del cuerpo.

 

Mineral o beso:

mi beso lanzado al aire

desde el puerto de mi último poema.

 

4. En qué pensará ese perro

 

¿En qué pensará ese perro,

costado acostado

sobre tus propios sentimientos?;

díme qué hilo lo une a ti,

pobres suelas que huyen,

de hambre y de cartón;

tu vida,

apoyada en un blanquísimo can

que se cae de sueño. Tú eres,

hombre-perro, pantalón raído

por el cansancio del alma misma,

portavoz de un universo de íntima poesía

que he buscado por el mundo

y no he encontrado hasta encontrarte.

Y te veo ─¡te estoy llorando!─,

profundos ojos negros, venidos

del mundo de los muertos que no murieron;

sentado frente a mí -

perro – can – chucho -, miras en mis ojos

el destello de los tuyos, y mientras

                                                                no sabes

que por el alero de ese hongo tan gracioso

vas dejando corazón y sentimientos

de mi alma hecha mil trozos.

 

5. Escribir por espera

 

Escribir por espera, escribir,

y luego, ¿qué?;

 

amanecer quizá

dormido a la intemperie

de versos salvajes,

como bosque impenetrable

sumiéndose de nuevo en oscuridad.

 

Y amanecer o mirar

esperando al alba,

un alba ciega y sin vida,

en el rosicler pintado

en seda del paisaje.

 

Escribir por espera, escribir,

y luego, ¿qué?;

 

¿amanecer

esperando a que el cielo se abra

y en un rapidísimo fulgor

nos llene..?

 

¡O amanecer-morir

matando

y detenerse a echar

la sangre en una esquina;

sentir el alma arrancarse de la boca

y entonces,

un mecerse de los árboles en rosa,

un caminar azul sanguinolento, y arrastrar

el alma como un muerto

para ver cómo se mueren las letras

por el reguero de letras;

y correr sin rumbo para llegar

al cementerio de versos

donde moran todos los poetas!

 

Dormida la espera.

 

 

6. Oda a la madera

 

En silencio trabajo la madera:

sólo el ruido de la herramienta

agrietando mis manos;

emerge de ellas virgen la forma,

mi ser le doy así,

imperfecto, presuroso, y también

profundamente cálido.

Toma de mí el esfuerzo, pero exhala

a cambio aromas hondos

perdidos muy adentro de las vetas,

y si doy con dureza entre sus nudos,

entonces la someto

a la humillante herida del taladro,

y aunque a veces, rebelde

me muestre firme su naturaleza,

al fin sin queja alguna

como pesado o tosco testamento

a los que me rodean,

en mueble convertida para siempre

queda. Mas ella sabe que sólo yo

fielmente la venero.

 

 

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