Sección NUEVAS VOCES
Elena Victoria Cordón
Resumen.
Las jarchas son uno de los ejemplos más representativos de nuestra lírica primitiva, y el primer testimonio palpable de la poesía de Al-Andalus. Escritas en mozárabe, nos presentan una atmósfera intensamente femenina y una peculiar visión del amor. En este artículo analizaremos ese yo poético tan alejado de otras manifestaciones de literatura medieval.
Palabras clave: Jarchas, Al-Andalus, literatura medieval.
Abstract.
The kharjas are one of the most characteristic demonstrations of our early and also the first undeniable testimony of Al-Andalus poetry. Written in the mozarabic language, in the kharjas we attend to a deeply feminine atmosphere , with its peculiar view of love. In this paper, we will analyze that particular poetic persona..
Keywords: Kharjas, Al-Andalus, medieval literature.
Las jarchas son pequeños poemas en lengua mozárabe incluidos al final de una composición mayor llamada moaxaja o muwashahas. Las moaxajas tienen su origen en la tradición hispano-árabe y fueron más tarde adaptadas por hispano-hebreos, lo que explica que sus descubridores encontrasen dos grupos de jarchas contenidas en estas moaxajas. Su fecha de composición estimada es el siglo XI y XII.
La etapa histórica correspondiente con estas composiciones es la de Al-Ándalus, la de la España musulmana. El esplendor de tan dilatado periodo (711-1492) tuvo lugar en el siglo X-XI, con el Califato de Córdoba, cuando la ciudad se convirtió en la capital del mundo Islámico (anteriormente en Bagdad). Es esta la época de la dinastía de los Omeyas y de la construcción por mandato de Abderramán III de la gloriosa Mezquita de Córdoba, un monumento que aún conserva gran parte de su magnificencia. Parte del periodo que hemos señalado como típico de las jarchas transcurre ya en los llamados Reinos de Taifas.
La convivencia de pueblos de distinta procedencia forzaba también la convivencia lingüística. Las jarchas suponen un testimonio primitivo de la lírica de nuestra tradición y hay quien las señala como «el más sensacional descubrimiento de la primera mitad del siglo XX para el estudio de las literaturas románicas 1 ».
El estudioso que abrió camino en nuestro país en este campo fue J. M. Millás (1946) con su trabajo Sobre los más antiguos versos en lengua castellana. Las jarchas siempre han sido un tipo de lírica envuelto en misterio, tanto por su exótica naturaleza como por la cuestión lingüística. Es muy pobre la muestra de mozárabe de la que disponemos, a lo que hay que unir ciertas dificultades de transmisión, como la ardua labor de los copistas a la hora de transcribir una lengua que no conocen, y todos los errores que esto puede conllevar.
Ya en 1948, el hebraísta Stern publica un breve corpus de jarchas no hebreas, en Les vers finaux en espagnol dans les muwassahas hispano-hebraiques. Este descubrimiento pasó en principio inadvertido para los críticos de nuestro país, hasta que en 1949 Dámaso Alonso señaló la importancia que podía tener para el estudio de nuestra tradición.
En su libro Las jarchas mozárabes y los comienzos de la lírica románica, Margit Frenk (1972) señala en el capítulo «La problemática de las jarchas» tres cuestiones principales que propician el debate sobre estas breves composiciones:
Es difícil determinar el grado de relación entre la jarcha y la moaxaja en la que se integra, lo que es bien claro es que entre una y otra poesía no existe una coherencia argumental, formal, ni siquiera lingüística. ¿Por qué, entonces, encontramos las jarchas al final de las moaxajas?
Según la tesis del investigador egipcio Ibn Sana al-Mulk (1984), es posible que el autor de la moaxaja fuese también el autor de las jarchas, lo que negaría esa preexistencia que hemos mencionado anteriormente. El rebate a este argumento, según nos cuenta Frenk, es que Ibn Sana pudiera no conocer lo suficientemente bien las jarchas dado su tiempo y procedencia. Con respecto a esta cuestión de las jarchas, una cosa parece obvia: el tema y la forma de la jarcha es radicalmente distinta al de la moaxaja. En su libro Las jarchas mozárabes. Formas y significado, Galmés de Fuentes (1994) lo explica así:
Con frecuencia no existe una conexión, no existe un lazo estrecho entre el texto de la muasaja y el de su conclusión: el paso de una a otra se hace de modo brusco, de forma que, en muchas ocasiones, la jarcha parece un pegote, un pastiche, que se desvía del resto del poema. Con razón Dámaso Alonso, al observar ese cambio de tema, lo ha interpretado como indicio de que «el poeta tomaba para el objeto una cancioncilla conocida, existente en la tradición oral 2 ».
Algunas jarchas aparecen incluso repetidas en distintas moaxajas, lo que aboga por la tesis popular. Las jarchas serían cancioncillas de amigo árabes conocidas, al menos, por gran parte de los escritores que más tarde las incluirían al final de la moaxaja. Menéndez Pidal, por su parte:
Niega la influencia de la poesía clásica y concibe la tradición reflejada en las jarchas como una «tradición de cantores anónimos, poetas no embebidos en la lectura de los libros latinos que no sabían leer, sino impulsores de los gustos y de los sentimientos de la colectividad, del pueblo-nación 3 ».
Lo arriba expuesto abre a su vez otro debate, ¿por qué sofisticados poetas hebreos o árabes se interesarían por estas cancioncillas populares?
Como vemos, son muchas las incógnitas que quedan por despejar en el tema de las jarchas, reflejo también de la complicada situación social en que surgen. El halo de misterio que las envuelve es, sin embargo, común a la literatura románica y a la Edad Media en un plano general, época en que la cultura escrita era aún prácticamente inexistente.
Según Menéndez Peláez (1999), desde el punto de vista del estilo, la brevedad de los textos de las jarchas nos impide que se pueda extraer un corpus coherente de las propiedades de su lenguaje poético. Sin embargo existen algunos rasgos significativos, si los comparamos con otros géneros como las cantigas o el villancico. En Historia de la literatura española se señalan los siguientes rasgos:
Antes de detenernos con detalle en las próximas páginas en el papel del yo lírico femenino de las jarchas, haremos un breve apunte sobre la localización de las jarchas. Como hemos señalado, estas cancioncillas carecen de unas señas precisas por las que el lector podría guiarse a la hora de ubicar el poema. Esta característica hace de las jarchas una lírica especialmente intimista, esa ausencia explícita de un espacio material (o físico) al que atenerse ayuda a pensar que estamos leyendo directamente lo que ocurre en el corazón de la mujer que se lamenta, o dentro de alguna alcoba privada en la que deja pasar a su inmediato confidente y, de forma privilegiada, al lector.
Como hemos señalado anteriormente, en las jarchas se nos presenta a una voz femenina que lamenta su amor. Este objeto poético al que se le canta es la figura del habib o amado. Estas composiciones tratan en general de lo que llamamos el amor triste, siendo el motivo más común de esta tristeza la ausencia del amado. Las semejanzas con las cantigas de amigo de la lírica galaico-portuguesa, obviamente, no se hicieron de esperar cuando se descubrieron los textos:
Ya el primer editor de las jarchas, S. M. Stern, supone que éstas son canciones románicas populares, cantos de doncella enamorada, análogos a las cantigas de amigo gallego-portuguesas. Esta analogía salta a la vista en las muestras aportadas por Dámaso Alonso, pero a ella hubo de añadir Menéndez Pidal una relación, evidente también, con los villancicos castellanos, y finalmente, Margir Frenk, con los estribillos franceses. Conjuntando esos testimonios y añadiendo datos nuevos, podemos encuadrar las cancioncillas mozárabes de habib o amigo en el panorama general de la Romania 4 .
Galmés de Fuentes (1994) concluye su capítulo sobre «El mundo poético de las jarchas» declarando que está comprobado que este tipo de lírica que tenía siempre por yo poético a una mujer se refiere a un amado hombre. Sin embargo, según leemos en el manual de Menéndez Peláez, parece que
no faltan críticos que descubren en estas cancioncillas un símil o ficción, dentro de un contexto de amor homosexual, en el que el poeta, sin la protección de su dueño, es como una doncella privada de su amante 5 .
La hipótesis de amor homosexual es muy interesante desde un punto de vista social pero también literario, pues nos obliga a revertir todo ese mundo femenino de las jarchas a la posible identificación con el poeta y sus allegados, pues la amante no es el único personaje de estos poemillas. Pese a su brevedad, en las jarchas contamos también con figuras confidentes: hermanas (a veces amigas, llamadas hermanas por su relación de familiaridad) y madres.
¿Cuál es el papel de estos confidentes? Resulta curioso a la hora de imaginar el poema in situ, en ese espacio que no nos queda claro. El lector imagina probablemente un interior, puede que la casa de la amante aquejada del mal de amores que le hace pronunciar esas palabras. Hay quien ve en las jarchas un amor virginal, pero en nuestra opinión el amor físico tiene un papel obvio en esta lírica. Son varias las jarchas, como veremos a continuación, que evidencian el contacto entre la amante y el habib, e incluso jarchas en las que la voz poética parece añorar más bien al sexo que al habib per se.
¿Cómo es esa voz femenina que encontramos en las jarchas? Recordemos que nos encontramos ante poemas de 2, 3 o 4 versos. Esta brevedad, como es de esperar, hace difícil cualquier catalogación, sin embargo, dadas sus similitudes podemos construir un yo poético más o menos sólido. La mujer de las jarchas tiene en su soledad (entendiendo soledad por la falta de amado) su motivo de expresarse, ya sea ante sus confidentes o ante el lector mismo. En las cantigas de amigo, además de los testigos que ya hemos mencionado, en ocasiones, la amante expresaba su angustia a elementos naturales, como el mar. Esta hipótesis queda descartada en las jarchas, en las que no se incluye ninguna referencia paisajística. Con objeto de organizar el comentario de las jarchas leídas, propondremos una división temática en base al corpus del que disponemos 6 .
Son las que más recuerdan a las cantigas de amigo de nuestra tradición galaico-portuguesa. La amante que protagoniza el poeta se lamenta de la ausencia de su amado, que siente con grandísima intensidad. El sentimiento doloroso es acentuado por los signos de exclamación que aparecen en muchas de las jarchas, y también, como en nuestro primer ejemplo, por preguntas retóricas. A continuación dos muestras (utilizamos la grafía de Galmés de Fuentes):
Garre, si yes devina
e devinas bi-l haqq,
garr-me: ¿Cánd me vernad
mon habibi Ishaq?
(Di si eres adivina
y adivinas con certeza,
dime: ¿Cuándo me vendrá
mi amigo Ishaq?)
En esta jarcha observamos que el papel de la confidente debía de ser sin duda también el de sosegar a la amante. La figura de la madre es tan antigua como la literatura misma, y hemos de imaginar a la quejumbrosa como una joven de corta edad.
Véned la Pasca ed aún sin elle.
¡Cómo cande mieo corachón por elle!
(Viene la Pascua y aún estoy sin él.
¡Cómo arde mi corazón por él!)
En estas jarchas, el tiempo poético se para en el momento en que la salida del habib es inmediata. La amante contempla con impotencia que su desgracia es inminente:
¿Qué faré, mamma?
mieo al-habib est’ ad yana.
(¿Qué haré madre?
Mi amigo está en la puerta)
Mucho se ha hablado sobre si en la poesía islámica podía haber un lugar para una voz femenina. En cualquier caso, la personalidad que se nos perfila en estas jarchas es la de una amada totalmente dependiente de su objeto de deseo, a la que la distancia la coloca al borde de la desesperación. No faltan en este sentido similitudes con el tópico medieval bien conocido de amor cortés.
¿Qué fareyo au que será de mibi?
¡habibi!
¡no te tuelgas de mibi!
(¿Qué hare yo?¿Qué será de mí?
¡Amado!
¡No te apartes de mí!)
En estas jarchas, no encontramos ese tono angustiado y melancólico que caracteriza a las anteriores. En algunas, como el primer ejemplo que pondremos aquí, la amante describe traviesa a su habib, ante su madre. En otras muestra un momento de alegría en la relación de los enamorados, como en el segundo ejemplo:
Mamma, ¡ay habibi!
sua al-yummella saqrella,
e el collo albo,
e boquella hamrella
(¡Madre, qué amigo!
su guedejuela es rubita
y el cuello blanco
y la boquita coloradita)
Des cand mieo çidiello véned
¡tan buona al-bixara!
como rayo de sol yéxed
En Wad-al-Hijara
(Desde que mi Cidiello viene
¡qué buena noticia!
como un rayo de sol sale
en Guadalajara).
En este ejemplo vemos que el momento feliz al que nos referimos tiene lugar bien porque el habib ya ha regresado tras su larga ausencia o bien porque la pareja está empezando su relación y él ya visita a la amante con frecuencia.
El amor que se retrata en las jarchas no es puramente espiritual o casto, como dijimos antes. Al menos, no en todas las jarchas. En algunas, la amante pide reunirse con su habib físicamente, y el momento más deseado para esta unión suele ser la noche o bien el alba. Recordemos que el alba es clímax de unión típico en la lírica medieval.
Ven çidi Ibrahim
yá nuemmne dolche
vent a mib
de nojte
in non, si non queres
ireym’ a tib.
Gárreme a ob
Ligarte
(Mi dueño Ibrahim
¡oh, nombre dulce!
vente a mí
de noche
si no, si no quieres
iré yo a ti.
Dime a donde
(puedo) unirme)
Boquella al-iqdi
dolche como ax-xuhdi,
Ven, béjame
habibi ji indi
ad-ún me amando
como yawmi
(Boquita de collar
dulce como la miel
ven, bésame
Amigo mío, ven a mí
aún amándome
como el otro día).
En algunas jarchas, la voz poética no emplea un tono dulce y/o apasionado como el que hemos visto, sino que se hincha de orgullo femenino hacia su habib, reprimiéndole que no es la única que recibe sus afectos.
Vey, yá raqi, vey tu vía
que non me tenes an-niya
(Ve, desvergonzado, ve por tu camino
que no me tienes lealtad)
En otra jarcha, la amante parece reprender al habib a la llegada a casa que sabe dónde ha estado:
As- Sabah buono, garr-me ¿d’ on venes?
ya lo sé qu’ autri amas,
a mibi tu no quieres.
(“As-Sabah hermoso, dime: ¿de dónde vienes?
Ya lo sé que amas a otra:
a mí tú no me quieres).
La clasificación de jarchas que hemos hecho nos permitiría articular los distintos tipos cronológicamente como piezas de una historia de amor andalusí. De esta forma, el ciclo amoroso quedaría así:
Jarchas de amor alegre → Jarchas de pasión (Jarchas de celos) → Jarchas de partida → Jarchas de ausencia.
Cabe la posibilidad de volver a empezar el ciclo amoroso desde la jarcha de ausencia a la de amor alegre, con la vuelta del amado.
Como sabe el conocedor de la literatura medieval, el darle voz a una mujer no es ni mucho menos exclusivo de la lírica primitiva andalusí. Sin embargo, es todo el misterio que rodea a estas composiciones lo que hace tan atractiva la voz poética de las jarchas. Pese a su brevedad, como hemos visto, el abanico de emociones que se pueden transmitir en unos pocos versos es mucho mayor de lo que pudiera imaginarse.
La feminidad de las jarchas radica en esta voz apasionada y dulce (la mayoría de las veces) y también en la presencia de sus confidentes. Todo esto crea un mundo lírico femenino que en pocas palabras es capaz de transportarnos a ese ambiente, que el lector del siglo XXI intuye exótico y lleno de entresijos amorosos.
CORDÓN, E. V. (2015). «El mundo femenino de las jarchas». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año II. Nº 3. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-03/L15-03-21-Nuevas.voces-E.V.Cordon- El-mundo-femenino.html]
Recibido: 10 de marzo 2015.
Aceptado: 31 de marzo 2015.