Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

 

1.
Fray Luis aconseja que guarde mi destierro y Álvaro Mutis confirma el final de las sorpresas

Alfredo Pérez Alencart

El autor es poeta y ensayista peruano-español (Puerto Maldonado, Perú, 1962) y profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética «Fray Luis de León» de la Universidad Pontificia (entre 1992 y 1998), y es coordinador, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Actualmente es columnista de los periódicos La Razón y El Norte de Castilla, así como de varios diarios y revistas digitales de España y América Latina.

Poemarios suyos publicados son: La voluntad enhechizada (2001), Madre Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del Alma (2009), Estación de las tormentas (2009), Savia de las Antípodas (2009), Aquí hago justicia (2010), Cartografía de las revelaciones (2011), Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011), Prontuario de Infinito (2012), La piedra en la lengua (2013), Memorial de Tierraverde (2014), El sol de los ciegos (2014), Los éxodos, los exilios (2015) y Lo más oscuro (2015). También las antologías Oídme, mis Hermanos (2009), Da selva a Salamanca (2012), Antología Búlgara (2013) y Monarquía del Asombro (2013). Hay un ensayo sobre su obra, Pérez Alencart: la poética del asombro (2006) de Enrique Viloria, y Arca de los Afectos (2012), homenaje de 230 escritores y artistas de cuatro continentes. Invitado a prestigiosos encuentros internacionales. Su poesía ha sido traducida a 25 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio internacional de Poesía«Medalla Vicente Gerbasi» (Venezuela, 2009) y el Premio «Jorge Guillén» de Poesía (España, 2012), entre otros.

Descargas:  PDF

Pasa que pernocto en Salamanca solo para que Fray Luis

se me descuelgue desde el recuerdo carnoso de sus liras,

desde su cuaderno de deberes que va cayendo –siemprevivo–

la noche arrugada en que le planto conversa.

 

Libro en mano, como si quisiera poseerlo del todo,

grito hacia su destiempo:

«¡Bájese de las cumbres en las alas de un estornino!

¡Véngase a este reino, don Luisito!»

 

Y…

Ayayay, mi buen Cristo de las justas rebeldías,

aquí mismamente me lo pones igual que cuando era,

me lo acercas desenterrado por mis ganas, lo destacas

como luciérnaga o lazarillo para esta pétrea errancia

que apenitas es dulce conmigo.

 

Hay veces que uno parece ver claramente a los desaparecidos.

Hay veces que uno cree escuchar una voz aleteante

saliendo del fondo del claustro: «Guardad vuestro destierro,

que ya el suelo no puede dar contento al alma mía».

 

Entonces se presenta Álvaro Mutis

después de haber visto a don Quijote en Peñaranda,

y, al contemplarme orando hacia una esquina del infinito,

me extiende su copa con vino tinto del Duero,

mientras habla como lo hacen los de tierra caliente:

«¡Ay, desterrado! Aquí terminan todas tus sorpresas».

 

Hay veces que la antigüedad se disfraza de hoy mismo.

Hay veces que el deseo de ver es más forzudo que el alcohol.

Hay veces que Salamanca te rejonea con breves sombras

angelicales.

 

(1991)

             Arriba                                  Arriba            

2.
Expresión primera del amor

Julia Enciso Orellana

Nace en Almería (Plaza de Pavía), en 1935. Discípula de Celia Viñas, aprenderá con ella a amar profundamente la poesía. Tras una intensa y fructífera carrera como Profesora de la Universidad Complutense de Madrid, ya jubilada, publica su primer libro de poemas de honda raíz social: Sobre el hombro herido del mundo (2012)

Descargas:  PDF

 

Leyendo a Vicente Aleixandre

Sobre el hombro herido del mundo,

apoyo mi mano.

Recorro el contorno lacerado

de la sombra.

Me embriago de luz

en el arco-iris del tiempo.

 

Miro mis manos,

los latidos de su piel:

su porosa piel surcada

de palpitantes recuerdos,

erizada por la llama incandescente

de la memoria.

 

Saboreo mis manos

en el aroma común del encuentro:

saben a tiempo palpado y vivido

en el escalofrío del contacto.

 

La extensión del universo

cabe en una «mano entregada»;

en unas manos entregadas

como primera expresión del amor:

lo primero que entregan dos seres

sonámbulos ávidos de dicha.

 

Eslabones de una cadena de abrazos

son las manos.

Se entregan las manos

al compás azul del abrazo,

en el recinto cerrado del tacto;

el tacto,

que es amor y deseo fundidos,

anegados en el vasto mar

de la caricia

             Arriba                                  Arriba            

3.
Palabras en busca de diccionario

Lucía Munilla

Lucía Munilla

La autora (Madrid, 1984) es licenciada en Traducción e Interpretación y en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, y ha cursado el Máster en Análisis gramatical y estilístico del español en la UNED. Desde 2008 trabaja como profesora de Lengua castellana y Literatura en institutos de Educación Secundaria de la Comunidad de Madrid. Es socia de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo».

Descargas:  PDF

—Atención, palabras viajeras. El próximo autobús efectuará su salida dentro de siete minutos.

Afán se atusó la tilde con nerviosismo. Siempre había sido una palabra muy decidida, pero, en ese momento, sentado en la estación, con su maleta de sinónimos de recambio, no podía evitar hacerse preguntas. ¿Por qué lo habían desalojado del Diccionario Madre con tanta prisa? ¿Dónde habría de vivir en adelante?: ¿en un diccionario etimológico?, ¿en uno bilingüe, quizá? ¿Se llevaría bien con sus compañeras de página? En su habitáculo anterior, había hecho muy buenas migas con Afable y con Afecto, pero nunca había conseguido acostumbrarse al silencio incómodo de Afasia. Poco importaba: ya no la volvería a ver. Para su sorpresa, a Afán lo habían prejubilado en el Diccionario Madre porque, según decían, iba camino de arcaísmo, porque estaba mayor, porque ya no se le necesitaba, aunque él se sentía plenamente vigente. Pese a todo, Afán se obligó a encarar el futuro con actitud positiva. «¡Será hora de pasar página!», se dijo. Respiró hondo y se dispuso a esperar el autobús de palabras en busca de diccionario que lo llevaría a su nuevo hogar.

—Atención, palabras viajeras. El próximo autobús efectuará su salida dentro de cinco minutos.

La estación se iba llenando de palabras con maletas dispuestas a empezar de nuevo en otro lugar. Afán vio llegar a Yunta, desahuciada, sin duda, del Diccionario Madre por Tractor y Remolque, por imperativo comercial. Hablando del rey de Roma, apareció entonces Mercadotecnia, empujada por un enérgico Marketing al grito de «¡En este diccionario no hay sitio para los dos!». Entró después Punto y coma, probablemente en peligro de extinción debido a su escasa popularidad entre las nuevas generaciones de escribientes. «¿De verdad soy yo tan inútil como todas estas palabras?», se preguntaba Afán.

—Atención, palabras viajeras. El próximo autobús efectuará su salida dentro de tres minutos.

En ese momento, se sentó al lado de Afán una palabra en gabardina. Parecía indecisa, mirando a un lado y a otro, como si no estuviera segura de querer subir a ese autobús. Tras la tela que la cubría, Afán pudo entrever una u, seguida de una d y una a: -uda. No alcanzaba a ver la primera letra. ¿Sería una m? ¿Sería Muda su compañera de viaje, la prima de aquella Afasia a la que había dejado atrás? Tras un breve titubeo, la viajera misteriosa se quitó el sombrero, dejando al descubierto su d inicial. Miró a Afán con timidez.

—¡Duda! ¿Qué haces aquí? ¿Tú también te vas? —le preguntó Afán, sorprendido de encontrar a su joven compañera en aquel desguace de palabras.

—Me he separado de Miedo ─confesó la joven Duda, con voz temblorosa─. Me he ido del Diccionario Madre para poner distancia, y llevo una semana durmiendo en el sofá de Crucigrama, entre otras palabras huésped. Ahora voy en busca de un nuevo diccionario en el que sentirme como en casa, pero no sé si tengo fuerzas para coger este autobús y volver a empezar. Ni siquiera llevo equipaje…

Entonces Afán lo entendió todo. No era una palabra inútil, en el Diccionario Madre aún tenía su sitio. Si lo habían enviado a él a aquella estación era porque allí es donde más se le necesitaba en ese momento, porque solo él podía darle el impulso definitivo a su temerosa amiga. Sin mediar palabra, abrió su maleta ante Duda y fue entregándole uno a uno todos sus sinónimos. Duda ya no tenía manos para sostener tantas palabras: ilusión, ánimo, esperanza, confianza, seguridad, determinación, certeza, convicción, aplomo, firmeza, alegría, optimismo, satisfacción, entusiasmo, vehemencia, ímpetu, emoción

—Atención, señores viajeros. El autobús de palabras en busca de diccionario está a punto de efectuar su salida.

Duda sonrió a Afán, agradecida. Le dio un beso de despedida en la mejilla y, con los brazos llenos de palabras de aliento, subió al autobús, rumbo a un nuevo diccionario, a una nueva vida.

             Arriba                                  Arriba            

4.
I Certamen de microrrelatos de misterio para jóvenes escritores 2015

Cartel del I Certamen de microrelatos de misterio

Patrocinadores

Descargas:  PDF

A continuación ofrecemos los textos ganadores del I Certamen de Microrrelatos de Misterio para Jóvenes Escritores organizado por nuestra Asociación, en colaboración con el IUCE de la Universidad Autónoma de Madrid y el Museo del Romanticismo de Madrid. Este certamen, que se ampliará el año próximo al profesorado de Lengua Castellana y Literatura, tiene un doble objetivo: incentivar el conocimiento de la literatura del siglo XIX y contribuir al desarrollo y mejora de la competencia escrita en los centros docentes de la Comunidad de Madrid.

 

4.1. Primer premio
¿Culpable?
por Leyre Atucha

Colegio Virgen de Mirasierra

María entró en el Museo y vio la famosa pistola de Larra. Recordó la historia que le había contado la abuela Dolores en su lecho de muerte…

Yo era muy joven cuando todo esto ocurrió. Era muy bella y él era tan apuesto y brillante…

No sé si habrás oído hablar de Larra. Era un periodista muy famoso por aquel entonces.

Un hombre inteligente y cínico, muy aficionado a las mujeres. Yo estaba casada, pero eso no importó, una vez hablé con él. Sabía que no era la única, pero pensé que conmigo sería diferente. Sin embargo me decepcionó.

Esclavo de su imagen alardeó de nuestro amor, convirtiendo en vulgar algo que había sido tan especial para mí.

Yo le seguía queriendo, pero me convirtió en una cualquiera; la humillación era muy grande, y tuve que dejarle.

Él no se lo tomó bien y se marchó de la ciudad. Cuando regresó unos años después y quiso volver a verme, supe que tenía que poner fin a cualquier esperanza que él pudiese tener de retomar nuestra relación.

Lo que pasó después no fue mi culpa, fue un accidente, o quizás el destino…

Fui a su casa, le miré por última vez a los ojos y le dije que no le quería.

Entonces él cogió la pistola. No creo que tuviese intención de utilizarla, pero pensé que iba a dispararme. Todo sucedió muy rápido…

Me abalancé sobre él y fue mi empujón el que accionó el gatillo.

Las campanas de la torre sonaban cuando el cuerpo se desplomó en el suelo de piedra, ya sin vida.

Siempre pensaron que había sido un suicidio.

Yo no quería, no quería…

Una lágrima rodó por la mejilla de María. Nunca desvelaría el secreto de su abuela. La historia ya estaba escrita.

 

             Arriba                                  Arriba            

4.2. Segundo premio
Dementia
por Inés Casas

Colegio de Fomento Montealto

No le gustaba salir tarde del trabajo porque las noches de invierno, tras un largo día oscuro en los sótanos del Museo del Romanticismo, eran aterradoras. Y a partir de las ocho, las horas se le pasaban muy lentas.

Decidió volver a su casa por un atajo, un camino claveteado de farolas que apenas daban un poco de luz a un descampado. Allí era raro encontrarse con nadie, mucho más a aquellas horas de la noche.

Llevaba ya la mitad del recorrido cuando, de pronto, oyó una voz. Se detuvo para agudizar el oído. Pronto descubrió su origen: una niña que se balanceaba bajo la luz de una farola mientras tarareaba una canción. Le invadió el desconcierto; esa niña debía de tener la edad de su hija, unos ocho años, y estaba sola, allí, en medio de la nada. Se acercó a ella.

—Hola, pequeña, ¿estás sola?

La niña no la escuchó y siguió canturreando. Repitió la pregunta.

—¿Estás sola?

La niña giró bruscamente el rostro hacia ella. Tenía los ojos cubiertos por una venda manchada de regueros carmesí.

—¿Quieres jugar conmigo?

—Cómo… —dudó espantada.

—Préstame tus ojos —dijo con una sonrisa demente—. Me gustan; son muy bonitos. ¡Dámelos!

Se sacó un cuchillo de la manga de su vestido y saltó hacia ella, que se apartó y echó a correr.

—¡Solo quiero tus ojos! —le oyó sollozar en la distancia—. ¡Déjame tus ojos!

No se detuvo hasta llegar a su casa. Después de entrar, echó la llave antes de encerrarse en su cuarto. Temblando, intentó respirar hondo, pero otra respiración sustituyó la suya. Escuchó a sus espaldas una nana, cantada muy bajita, y una voz infantil que rayaba la locura.

 

             Arriba                                  Arriba            

4.3. Primer accésit
Trascendiendo la lógica
por Rebeca Arranz

Colegio Virgen de Mirasierra

Allí me encontraba de nuevo, en el Salón de Baile del Museo del Romanticismo. Ensimismada tomando notas del retrato de Isabel II de Madrazo. Escrutando cada detalle, me fijaba en sus joyas, había oído hablar mucho de ellas y llamaban especialmente mi atención. Gran parte fue regalada, otra vendida y de las demás se perdió la pista.

Estaba yo en estas cavilaciones cuando noté la presencia de un hombre. Otro visitante, supuse. Para mi asombro, comenzó a charlar animadamente sobre la pintura. Y viendo sus amplios conocimientos, me interesé aún más. Me resultaba familiar, pero no conseguía saber por qué. Hablando sobre las joyas y entre bromas, aseguró que él pensaba que estaban escondidas en el mismo cuadro por el realismo con el que estaban pintadas. Me sorprendió, pues yo eso lo había pensado mil veces, pero cuando quise dirigirme a él se había esfumado.

Todo el día estuve pensando en el suceso ocurrido en la casa-museo y decidí investigar sobre ese rostro tan familiar. Me quedé petrificada cuando descubrí con quién lo había confundido. ¡El joyero de la reina Isabel II! Imposible, obviamente, se encuentra bajo tierra desde hace más de un siglo. Pero aquella coincidencia no me dejó indiferente. Sopesé la posibilidad de que fuese una imaginación mía, pero fue tan real esa conversación…

A los pocos días volví a visitar el cuadro. Y creía estar perdiendo la cabeza. Tenía la certeza de que la Reina me miraba con sonrisa cómplice.

Al día siguiente me informaron de un robo en el Museo. El cuadro de Isabel II se encontraba abierto como una puerta y detrás, restos de algunas joyas que el ladrón no pudo llevarse. Todo apunta a un joyero muerto hace un siglo. La lógica no ayudará, parece.

 

             Arriba                                  Arriba            

4.4. Segundo accésit
El piano de la sala XVIII
por Raquel Galán

I. E. S. Giner de los Ríos

Subo la majestuosa escalera forrada de terciopelo. No puedo más que imaginarme como una de aquellas princesas de antaño, con sus elegantes y pomposos vestidos… Pero de vuelta a la realidad, no soy una princesa, ni estoy en un palacio, tan solo visito un museo. ¿Cuántas historias pueden contar estos vastos salones y jardines? Es lo que más me interesa de esta visita ¿Qué secretos esconden los cajones cerrados desde hace siglos de ese escritorio? ¿Qué ocurrió con la muñeca con la que juega la niña de ese cuadro? Cada objeto despierta curiosidad pero lo que de verdad me ha llamado la atención ha sido ese piano de la sala XVIII. No por el piano en sí, sino por la leyenda que lo envuelve.

Dicen que el día trece de cada mes, cuando el sol ya se ha escondido, una suave brisa invade las habitaciones. Las flores secas de esa mesa se vuelven rojas y de ellas emana el más exquisito de los perfumes. Se oye el llanto desconsolado de un bebé… ¿qué le ocurrirá? Se escuchan pasos y el arrastrar de unos ropajes. Entonces las teclas del viejo y olvidado piano se empiezan a mover, haciendo brotar de sus entrañas la melodía más dulce jamás escuchada. El llanto cesa, y el silencio se inunda de las perfectas notas, hasta que de nuevo todo queda sumido en una mudez abrumadora. Solo un vigilante dice haber escuchado esa melodía, pero ha sido incapaz de reproducirla. Cuando lo intentaba, la voz no le salía…

«Esto es solo una leyenda», ha dicho el guía. Pero de vuelta a casa, no he podido dejar de pensar en cómo será esa canción tan fascinante y quién es la mano prodigiosa que consigue crearla, despertando las adormiladas cuerdas del viejo y majestuoso piano.

 

             Arriba                                  Arriba            

Letra 15. Revista digital    Créditos | Aviso legal | Contacto | Mapaweb | Paleta | APE Quevedo