Sección CARPE VERBA
En esta sección, que abrimos también en este número, queremos rendir homenaje a aquellos escritores que se fueron demasiado pronto y nos dejaron una obra inconclusa. Su temprana muerte no impidió conocer todo lo que podrían habernos entregado al cercenar su voz y privarnos de su palabra. Para dar cuerpo a esta sección pediremos a un escritor amigo que nos entregue una semblanza de los escritores o escritoras fallecidos, no solo a modo de recordatorio, sino, sobre todo, de agradecimiento por el regalo de los poemas escritos, y con la intención de que el avisado lector se embarque en el conocimiento y la lectura de su legado.
En este inicio, rendimos homenaje a Guadalupe Grande y a Augusto López Krahe.
Guadalupe Grande
Licenciada en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid, era hija de los poetas Francisca Aguirre y Félix Grande.
Publicó los libros de poesía El libro de Lilit, Premio Rafael Alberti, La llave de niebla, Mapas de cera y Hotel para erizos. Junto a Juan Carlos Mestre realizó la selección y traducción de La aldea de sal, antología del poeta brasileño Lêdo Ivo. En 2008 obtuvo la Beca Valle-Inclán para la creación literaria en la Academia de España en Roma. Desde ese año, comienza a experimentar con la fotografía y el collage. En sus últimos años fue responsable de la actividad poética de la Universidad Popular José Hierro, en San Sebastián de los Reyes. Falleció en Madrid el 2 de enero de 2021. Póstumamente se ha editado Esa llave ya nieve (Alkibla, Madrid, 2022) con numerosos inéditos y una amplia muestra de su obra como artista visual.
El 5 de enero un grupo de amigos y amigas nos reunimos en el parque situado junto al tanatorio de San Isidro para compartir el dolor que nos ahogaba. Era una mañana gélida, pero soleada, con esa luz todavía velazqueña, a pesar de la contaminación, que deslumbra con su belleza los días de invierno en Madrid. Pequeños círculos, personas de pie, separadas, conversaciones entrecortadas, mascarillas, difícil a veces el reconocimiento, embozados en este duelo de pandemia en el que sólo los ojos, con frecuencia enrojecidos, nos dicen quién está detrás de la máscara, de la distancia. Un lento movimiento, apartarse y acercarse, decir algunas frases o apenas escuchar. Como una extraña coreografía. Y, sin embargo, se tejía una misteriosa red de afectos, un hilo de amistad y terca esperanza, que atravesaba los rostros ocultos, la distancia, el frío y el desaliento. Estábamos con Lupe, con el dolor de su amigo más querido, de sus amigas más cercanas. Y la belleza de la mañana, los árboles recortados en azul, el silencio, eran también no un consuelo- este no existía- pero sí una interrogación; casi como un verso de Lupe: luminoso y extraño, indescifrable, cercano y nuestro. Casi como ella misma; en la luz indecisa de la mañana estaba su belleza, su fragilidad y su determinación, la delicadeza, la soledad y la cercanía, el ensimismamiento y el afecto.
Guadalupe Grande nació en Madrid en 1965. Hija del poeta Félix Grande y de la también poeta Francisca Aguirre. En el modesto piso de la calle de Alenza, en el barrio de Chamberí, donde vivió la familia ya desde antes de la guerra creció entre el aliento de la amistad y la poesía. Fue una casa siempre abierta, por donde pasaron las voces más importantes de la literatura en lengua castellana, española y latinoamericana, de la segunda mitad del siglo XX. Sólo con reconstruir, si esto fuera posible, los encuentros que aquí tuvieron lugar surgiría un retrato, un fresco inmenso, de gran parte de nuestra reciente historia literaria. Y no sólo literaria. Pues la memoria trágica de este país estaba también en esta casa: la infancia de pobreza de los derrotados de la guerra, que fue la de Paca y Félix. Y la herida siempre abierta: don Lorenzo Aguirre, el padre de Paca, ajusticiado con garrote vil en la cárcel de Porlier en el terrible Madrid de 1942. Lupe creció en esta casa entre la pasión por los libros y por la verdad, rodeada de los cuadros de su abuelo, el pintor Lorenzo Aguirre, de su memoria.
Estudió Antropología Social. Fue crítica literaria, gestora cultural, directora de la actividad literaria de la Universidad Popular José Hierro en San Sebastián de los Reyes, encargada de talleres literarios, en la U. P. José Hierro y en el Ateneo 1.º de Mayo de CCOO en Madrid: ese Un camaleón en la cocina, donde dejó su lúcida pasión por la poesía y un magisterio hecho de amistad y cariño que sus alumnos y alumnas no olvidan. Traductora, junto a Juan Carlos Mestre, de la poesía de Lêdo Ivo y editora, junto a Félix Grande y Antonio Hernández, de la poesía completa de Luis Rosales.
Guadalupe amaba la fotografía. En 2008 obtuvo la Beca Valle-Inclán para la creación literaria en la Academia de España en Roma. En el proyecto que allí desarrolla comienza a trabajar seriamente con imágenes. Fotos familiares recuperadas en distintos mercadillos romanos suponen la base de creación de este periodo. Trabaja en ellas con color, con acuarelas. Y junto a ellas escribe el poema, la historia, la recuperación y creación de memorias. Su trabajo visual aumenta en los siguientes años al mismo tiempo que crece su formación autodidacta en la manipulación de imágenes digitales. Paso a paso con esfuerzo y rigor, en soledad, va desarrollando un mundo poético visual propio. A veces las imágenes acompañan a un poema, pero otras son en sí mismas sugerencias, creaciones subyugantes. En su blog Caja de luz: poesía visual, que comienza a hacer público en 2012, va dejando muestras de su investigación.
Allí encontramos fotografías, poesía visual, videopoemas. Diferentes maneras de acercamiento a la imagen. La progresión es clara. Unas fotografías perfectas, sugerentes que se acompañan de un poema que puede ser propio, de amigos o de otros poetas. Posteriormente la fragmentación va avanzando sobre la imagen que primero es levemente tratada hasta descomponerse y surgir como un collage las emociones, la memoria y el tiempo. Poesía visual. A veces acompañada de palabras, de poemas o de breves textos. Otras solas, certeras al corazón. Por último, estos collages tomarán vida y leves movimientos.
Aparecen pocos videopoemas en su blog. Pero solo con visualizar el titulado Jarrón y tempestad nos damos cuenta de la pasión que desprende en cada una de las imágenes y las palabras. Pasan las imágenes desde la ventanilla de un tren en movimiento y su voz repite: «Todo más espeso que la eternidad de las víctimas», que se convierte en una letanía, un kadish repetido a lo largo del poema. En la voz de Guadalupe y la música de John Cage. Hipnótico. Emocionante. Guadalupe está con nosotros, como también su madre Paca Aguirre, en las páginas de Viento sur. Poemas suyos aparecieron en Voces del nº 54, del nº 75 y decidimos que un poema suyo figurara en el especial del 150, donde los poetas seleccionados fueron los que sentíamos más cercanos al espíritu de la revista.
Deja una obra poética de una intensidad y calidad admirables. Tres libros, una plaquette vinculada al proyecto visual desarrollado durante su beca en Roma y, al menos, un poemario inédito, pero ya dispuesto para la publicación. Desde el deslumbramiento de su primer poemario, El libro de Lilit, publicado en 1996, la voz de Guadalupe Grande es una de las más necesarias de nuestra poesía. En los márgenes del decir ─el límite en el que se sitúa siempre su escritura─ y del estar: ajena a lo que no sea la dignidad de la propia escritura. Un poemario en el que se da la vuelta al mito original, para recoger lo que estaba oculto y construir una posibilidad de futuro a partir de otra narración; imaginar y decir otra historia posible. Al final de este libro hay una cita de Kafka: «La leyenda intenta explicar lo inexplicable». Tal vez toda su poesía sea, al menos en este sentido, leyenda. Un espacio único, mágico, que la palabra crea, que nace de la verdad pero que termina en lo inexplicable.
En La llave de niebla, 2003, las imágenes se multiplican para transfigurar la realidad en poemas, como Centro comercial, donde está el dolor de la madre, la voz que empujaba a la frontera, las pinturas del abuelo, el barco que nunca llegó…La piedad ─el amor, la palabra herida pero contenida y exacta como la luz─ rescata el horror de la posguerra.
Hotel para erizos aparece en 2010. La casa del poema como espacio de acogida, hotel para perplejos y derrotados. Las gatas, como todas las abandonadas, personas o animales, las olvidadas en un rincón de la historia; las gatas pariendo y su maullido convocando el origen del lenguaje. Escribir como quien «borda con el hilo invisible del naufragio». Ninguna certeza. Una caligrafía del tiempo exacta, pero siempre fragmentaria.
Y ese hermoso proyecto que nació en Roma: Sucedió mañana, donde las viejas fotos rescatadas de los mercadillos romanos son vidas que se alzan, con nombres y apellidos, desde la niebla de lo casi inexistente: una foto, una imagen esperando que alguien la recoja y la salve en la niebla de la palabra. Un ejercicio de memoria donde el pasado se tensa en el presente de la escritura y se proyecta al futuro. Pues esta pervivencia de lo ya sucedido, el pasado, vive en cada uno de sus instantes, incluso en aquellos no realizados, que fueron sólo posibilidad o esperanza. Tal como vislumbró Walter Benjamin: nada de lo acontecido puede darse por perdido para la historia, y por ello es citado en «el orden del día».
Compromiso con la memoria que es, en su caso, con la palabra poética y también con la realidad de su presente. Compromiso cívico, conciencia clara de una deuda con las generaciones vencidas, con su sueño de libertad, su exigencia de liberación, con las esperanzas no cumplidas. Recordamos su participación en tantos actos donde se rompe el vergonzoso pacto de silencio y olvido sobre el que se ha asentado la democracia en este país. Hace muy poco la vimos y escuchamos, en la fría mañana de febrero de este año, en el homenaje a Miguel Hernández en el cementerio del Este de Madrid o en el teatro del Barrio de Madrid el pasado 7 de diciembre, en un acto de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, en ese inexcusable ejercicio democrático que siempre asumió. Tras reflexionar sobre la importancia de la memoria republicana y cuestionar el uso de la palabra reconciliación en la Transición, dijo:
Creo que es inadmisible que nadie hable en este país de reconciliación. Cualquiera que tenga esa palabra en la boca en este momento debería lavarse la boca con sosa caustica. Porque la pregunta es: ¿Quién quiere reconciliarse con el fascismo? ¿quién quiere reconciliarse con el racismo? ¿Quién quiere reconciliarse con la homofobia? ¿Quién quiere reconciliarse con el nazismo? Es una pregunta básica, absolutamente básica.
Así de claro. Como lo fue su constante compromiso con la cultura, por citar algo muy reciente, su ejemplar artículo publicado en la prensa el 23 de abril de este año, en el Día del Libro, o su emocionante lectura en el ciclo “Disidencias”, organizado por el compositor Jorge Fernández Guerra, en el auditorio Centro-Centro, en la plaza de Cibeles de Madrid, el 22 de septiembre, en un momento en que el anuncio de medidas más severas contra la pandemia no animaba a participar en este tipo de actos; no podíamos entonces imaginar que la veríamos por última vez en un escenario recitando sus poemas, en este caso acompañada por la música de María Parra al piano. Necesario recordar también su implicación en la vida cultural del que fue siempre su barrio, Chamberí. En noviembre de 2017, desde la Mesa de Cultura del Foro Local realizamos un homenaje a Francisca Aguirre. En el teatro Galileo, lleno de un público emocionado, se puso en pie el espectáculo Detrás del tiempo. Guadalupe participó con un bellísimo montaje audiovisual y leyendo un poema suyo. También inauguró el ciclo de Poesía en el Bulevar en la Casa de Cultura y Participación Ciudadana de Chamberí, participó en otra de sus sesiones y fue una asidua asistente a las mismas. Su compromiso con la cultura del barrio fue constante, apoyando acciones sociales y reivindicativas y participando en cuantas actividades se le solicitaba.
Compromiso cívico y compromiso cultural. Porque nada los separa. La poesía es, en palabras suyas, la actividad «más democrática, más desobediente y más necesaria». Es
tener un pie en el pasado, otro en el futuro. Intentar otras posibilidades para circular a través de la vida y la historia.
De eso se trata, en ese intento estamos, aunque tú ya no estés.
Hoy, Lupe, todo esto, es decir, tú, la generosa amiga, la independiente, la ajena a cualquier servidumbre o mercadeo, todo esto es memoria. Pero sabemos, tú misma lo has hecho verdad en la verdad más honda, más verdadera, más exigente, la de la poesía, que «nada de lo acontecido ha de darse por perdido para la historia». Por eso todo lo que viviste sigue viviendo, permanece. Si algo persiste es ─extraña y misteriosa eternidad de poetas─ tu palabra. Y ella nos dice que seguimos a la intemperie, al borde de la herida, ante lo inexplicable. Nos lo recordaste en las palabras de Rainer Maria Rilke:
Y los sagaces animales ya advierten
que no nos sentimos a resguardo
en el hogar del mundo interpretado.
No es este, el del mundo interpretado, nuestro lugar, no es el de la poesía, tampoco el de la política entendida como espacio de esperanza, de cumplimiento de los sueños que anidan en el pasado.
El tuyo, tu lugar, es ya el de la ausencia y la memoria. Mira, qué lejos de resguardo nos has dejado. Queremos imaginar, como si fuera posible, que eres tú la que hace, en la noche, ese gesto esencial que era para ti, que es para nosotros, la poesía. Dijiste:
Creo que el gesto de que haya alguien de madrugada, en su casa, escribiendo poesía, es tan importante como que siga habiendo un árbol dando aire, aunque tú no lo veas.
Este texto fue publicado en la revista Viento Sur el 9 de enero de 2021.
Antonio Crespo Massieu (Madrid, 1951). Licenciado en Filosofía y Letras. Ha sido responsable de las páginas literarias de la revista Viento Sur. En la actualidad pertenece a su Consejo Asesor. Desde 2017 organizó y presentó el ciclo Poesía en el Bulevar en la Casa de Cultura y Participación Ciudadana de Chamberí, Madrid, hasta su cierre decretado por el Ayuntamiento en 2021. Ha publicado los poemarios En este lugar (2004) Premio Ciudad de Irún, Orilla del tiempo (2005), Elegía en Portbou (2011), Los regresados (2014), Obstinada memoria, (2015) y Memorial de ausencias. Poesía reunida.2004-2015 (Editorial Tigres de papel, 2019). Fue finalista del premio Nacional de Poesía 2012 con Elegía en Portbou. Es autor del libro de relatos El peluquero de Dios (2009).
Recitado por Antonio Crespo Massieu.
Centro comercial
Tienda de los desamparados
quién te ha visto y quién te ve.
Me asomo al escaparate como si me asomara a la infancia de mi madre, y se me quedan los dedos ardidos en la vidriera, cegados frente a esa desolación con que se mueven las saetas cuando no queda otra mercancía que empeñar más que las horas.
Tienda de los desamparados,
vengo a comprar un terraplén.
Abro la puerta despacio. Empujo la puerta con una mano ciega, con una mano que aún no ha aprendido a ver, que no se quiere caer. Pero empujo la puerta y cuando me quito los guantes veo en el mostrador las trenzas de mi madre: ahí están, mutiladas y brillantes como dos leontinas en las que se mecen las estaciones, dos leontinas que entrelazan los sucesivos andenes que me han traído hasta aquí. Dos leontinas de las que cuelga un tiempo de estupor y ceniza.
(Y ahora es cuando debo aclarar que yo he aprendido a deletrear el mundo en las trenzas de mi madre, en este nudo de historia que yace, desde 1942, en el mostrador.)
Tienda de los desamparados,
nada se recuerda como fue.
Y yo, que no sé cómo mirar, he aprendido a recordar. Y ahora recuerdo una voz que no he oído, una voz que empujaba a la frontera: Pasen y vean: comerciamos con mercancía de la mejor calidad y guardamos para nuestros más fieles clientes milagros de tiempo y soledad.
Es una verdad tan grande que en ella cabe París. Y mientras saco algunos francos del bolsillo veo las trenzas de mi madre flotando sobre el Sena y corro a lo largo del quai para no perder el barco, para no perder la memoria, para no perder para siempre el barco que ella no pudo tomar.
Las trenzas de mi madre, que nunca vieron París, las trenzas sin lazos de las que ahora cuelgan mis gafas y la Torre Eiffel.
Pongo unos francos sobre el mostrador y compro París en medio de su desolación.
Tienda de los desamparados,
se vive de lo que se recuerda y lo que se ve.
He venido a comprar unas trenzas y un balcón. He venido a comprar ceniza para mis ojos. He venido a comprar la maleta en la que mi abuelo guardó sus pinturas para siempre. He venido a comprar el barco en que debieron embarcar para continuar mirando el mundo y que terminó encallado en esta casa. Esta casa en la que mi madre se asomó a esta ciudad con los ojos heridos de estupor, heridos de esa edad más vieja que el tiempo, esa edad que sufren las trenzas cuando las peina la espuma de la muerte. He venido a comprar este balcón y este pasillo y esta habitación: esta casa sin azogue, esta ciudad sin palabras; mi infancia asomada a aquellas trenzas, mi infancia encallada en esta calle sin barcos, en esta pizarra en la que ahora dibujo el quai. He venido a comprar ceniza para mis ojos, ceniza con la que aprender a ver.
Tienda de los desamparados,
para mirar hay que saber arder.
Tienda de los desamparados,
vivir para ver.
(La llave de niebla, 2003)
Jarrón y tempestad
Como descenso por la flor desapacible
Todos los equipajes
Más ligeros que la eternidad de las víctimas
Se dispersan en el mar de los astros de lana verde.
Las fronteras, la trompeta arcaica, el río circular
Los veloces juguetes de la felicidad, sobre todo
La unidad del error.
Todo menos frágil que la eternidad de las víctimas.
No ha llegado a la retina el enjambre que anima el amor
Ni el sol bajo el oro místico distante a la pasión de volar.
La circulación del ácido en la heredad florida
El puente de cieno, las bridas del horizonte
que se ciernen sobre la enorme marea en la encrucijada sin tiempo
El leviatán desde lejanas horas
Devorando el vidrio de la caligrafía, sus benditos perfumes.
Todo más espeso que la eternidad de las víctimas.
Tal vez los sellos, tal vez las letras en ese jarrón de flores
Atraviesen el sueño del barco perdido
Hasta el puerto todo carcasa en su comienzo marino
Abrazados en la ruta de los ritos
Eternidad de la inmovilidad parapetada
En el cielo delirante donde duerme
Llora, avanza, ama, se exilia lo exiliado de la verdad
Y se abriga el frío de las ardillas que se esconden
Como barco de papel ante la tempestad de las maderas.
Nada tan evidente como la eternidad de las víctimas
Trasparente como la amenazadora belleza de la flor.
(inédito en libro, 2016)
Como quien recoge cartones
Como quien recoge cartones
como quien pide limosna
como quien busca
el exvoto perdido
en una ermita.
Nada encontrarás
entre los raíles del tren
salvo la sed
la sed del universo entero
su perpetua expansión
su continua ola de distancia
su obcecada intuición sin desaliento.
Vibra la conciencia
hacia una sola palabra
hacia un solo sentido
hacia un solo sonido
Vida
el más pobre de los tristes lo sabe
el ave más ciega
el más exacto mineral
Entre cartones
y raíles
y limosna
y dioses
y exvotos
y oraciones mudas.
Sólo la sed
la certeza de
la sed la sed que sólo florece
en la lágrima
de la dignidad.
De entre los tristes el olvidado
de entre los olvidados el extranjero
de entre los perdidos los que volveremos a encontrar
Sólo la vida es digna
lo sabe el ave más ciega
lo sabe el pez más abisal
(inédito en libro, 2016)
Gatas pariendo
Así escuchas las cosas de tu vida como el maullido de un gato al fondo del jardín
Te despiertas de madrugada y oyes al fondo muy al fondo ese remoto maullido de gato recién nacido
Y un verano y otro y luego otro más hasta llegar a esta noche
al fondo del jardín al fondo
Así escuchas las cosas de tu vida así escuchas las cosas del mundo a oscuras de noche palpando el susto de no entender o el de no querer hacerlo
y ese gato que no para de maullar y es una pequeña herida no sabes de qué no sabes de quién pero ahí está insistiendo clamando de hambre y noche al borde del peligro al borde del abismo al borde del jardín Un coche un faro luego nada
Y continuarán los maullidos más obcecados que tú y si no al tiempo al próximo verano hasta la próxima canícula sonido desvalido como una onomatopeya tan poco lírica que no la puedes escribir
Qué pensaría nadie y quién es nadie al leer esa onomatopeya tan líricamente escrita tan ridículamente sonora tan de viñeta de posguerra
pero suena suena cada noche
y tú para bordear la herida dices que así empezó todo con una onomatopeya con un sonido tan innombrable como ahora el insistente maullido del gato recién nacido convocándote a dónde pidiéndote qué
O quizá algo peor tal vez nada te convoque y tan solo te despiertas en medio de la noche para ser el precario testigo que no puede traducir una onomatopeya
Eso te dices para bordear la herida
Escuchas el maullido del gato Has visto un hombre sin brazos al borde de la limosna has rozado la pierna perdida del animal en el pantalón doblado sobre el muslo has comprendido que la muerte es un ramo de rosas de plástico atado a un farol
y te has preguntado qué palabra no es una onomatopeya indescifrable, una persecución en la sombra
Un verano y otro al fondo de la vida al fondo del jardín al fondo del sonido
Y las gatas siguen pariendo sin parar y paren onomatopeyas que al fondo del jardín resuenan como las tablas de la ley.
(Hotel para erizos, 2010)
Las estaciones y el pájaro afilador
Hace extraño en las primeras lluvias
esto nadie lo sabe, pero siempre hace más verdad
en la sabiduría de las terceras nieves.
Pero dónde entonces la marca del herrero.
Llega el invierno y los que se aman
acuden al frío como acudieron al vuelo
los cormoranes en tiempo de guerra.
Es difícil seguir vivos, amor mío
pero es más triste aún abandonar la casa de las palomas ciegas.
No es en la tarde de los cuadros
donde dejamos la caja fuerte de las pérdidas
sino en la cuchara de palo
que regalamos al afilador.
Nada salpica nuestra inocencia
salvo la casi certeza de que regresará el verano
a la hoguera del frío
y habremos de ocuparnos de quienes más nos necesitan.
(inédito en libro, 2016)
Augusto López Krahe
Augusto López Krahe nació en Zamora el 5 de junio de 1949, quinto hijo de ocho varones. Su padre, Fernando López Hepténer, fue un importante director de cine industrial y su influjo como director cinematográfico fue relevante en su formación. Como la mayoría de sus hermanos, acompañaba al padre en el recorrido por las tierras zamoranas en su trabajo de filmar los distintos saltos de la cuenca del Duero, por lo que su mirada de los hombres y la tierra castellana arranca de esa experiencia vital. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca (1967-1974), época de gran efervescencia política y social de la España de los últimos estertores franquistas. Cuando terminó la carrera, inició el ejercicio de la Medicina, como médico rural en pueblos de la comarca de Sanabria, posiblemente de las más desfavorecidas de España. Posteriormente marcha a Madrid y se especializa en Psiquiatría. Gana la plaza de Médico Siquiatra y ejerce en Málaga y, más tarde, en Sevilla donde muere el 24 de julio de 1996, después de una penosa enfermedad.
Su único libro publicado Aquel lugar donde crecía la risa de los locos (y otros poemas) , editado por la Diputación Provincial de Zamora en 1999, es una obra póstuma recogida por su hermano Jaime del material que tenía compilado en su ordenador y que el poeta la definió como «una novela autobiográfica con poemas».
Jaime López Krahe, en la Nota Preliminar de la edición de 1999 nos explica y adentra en el material recogido a través de los distintos archivos de sus ordenadores. Archivos, como señala Jaime, bautizados con nombres premonitorios como Bécquer, Quevedo, Freud, Nietzsche, etc; otros con nombres sin ninguna referencia lógica y sin ningún orden cronológico. La rapidez de su dolencia hizo que nuestro poeta quisiera dar a luz estos poemas, cosa que no alcanzaría a ver, pero que realizaría su hermano siguiendo la estructura de la obra tal como la concibió Augusto de manera «casi obsesiva», obra en tres partes con la última inconclusa.
A petición de J. L. K. que le envió el manuscrito, el poeta zamorano Claudio Rodríguez prologó este libro. En él destaca «los más diversos timbres de su poesía tan personal, tan inconfundible». Claudio disecciona la poesía de Augusto con la precisión del cirujano y tan poco dado a las alabanzas dice, sin embargo, al final de su prólogo:
Hacía mucho tiempo que no leía y no me emocionaba tanto ante unos poemas como los de Augusto López Krahe. Pienso, sin duda, que este es uno de los libros más valiosos de nuestra poesía última, aunque el autor no sea conocido. Ya lo será. Basta con su poesía.
¡¡¡Palabra de Claudio Rodríguez!!!
El autor (Zamora, 1949) es Catedrático de bachillerato de Lengua y Literatura españolas, jubilado. Se licenció en Filosofía y Letras, Sección Románicas, en 1971. Desarrolló toda su actividad profesional (desde 1972 a 2010) en Zamora y Toro, y actualmente colabora con la UNED como tutor en la prisión de Topas. Experto en la poesía española de postguerra, y más concretamente en la de Jesús Hilario, ha publicado numerosos artículos y ensayos; investigador en la vida de Amparo Barayón, mujer de Ramón J. Sender, colaboró en el libro Muerte en Zamora de Ramón Sender Barayón y en la obra de Jesús Vived Biografía de Ramón J. Sender. Igualmente, como creador, responsable y director del grupo de Teatro «Ocellum Durii» del IES Maestro Haedo durante más de siete años (1982-1989), ha representado, con alumnos del centro, obras en Zamora, Salamanca, León y Segovia. A lo largo de su carrera docente ha asistido a multitud de cursos, congresos, jornadas y encuentros de actualización pedagógica.
Ventanilla de quimeras
7
Te conocí mujer bajo el extraño
influjo de un lugar donde crecía
la risa de los locos.
Lo primero tu nombre
probándose un poema.
Rimaban. De su música fluyó un enigma
que redujo a mil rescoldos la compacta
claridad del Duero. Y en la niebla,
al fondo de una copa, tú,
materia luminosa de un espejo
que sembró claveles en Pink Floyd
y Corelli, y templos de ceniza
en esas noches sin costumbre
que tanto apremian
cuando llueve en la memoria
sal de amor.
31
El mar me devuelve a ti
por unas horas sediento como antes
lejos de tu carne imprescindible.
Y cuando nada soy más que recuerdo
al sol sobre la arena y me olvido
hasta de mí por recobrarte,
sospecho que he llegado a ese lugar
en el que no se oven las catástrofes
O nada dicen. Nada
salvo que tu y yo rabiosamente juntos
seguimos viviéndonos sin tregua
hasta en la huida
y por siempre trataremos de aliviar
a medias nuestras dudas
con vértigos traídos del infierno
en este tobogán que nos desquicia.
¿O será tu ausencia, un hueco tan compacto
que todo lo aplasta, lo que hace
que el amor me hiera?
Algún instante ya olvidado dijeron «azul-
y el azul se hizo. Y dijeron «lumbre-,
«sed», «voz», «deseo», y el aire
se pobló de estrellas.
Y luego «sueño-, y «noche», y «música»,
y «sentidos» ... Y así,
con su saber de dioses
fueron inventando el mundo a lengüetazos
y acuñándolo en mi frente
para darme el poder de rehacerlo
a mi capricho
en ese túnel húmedo y oscuro
que media entre el fulgor de las heridas
y el recuerdo.
40*
* Dedicado a sus padres.
Tiene blanco hasta el resuello
del polvo que levantan al pasar
los años. Y en la proa
ojos de Sevilla,
aves siempre alerta tras la imagen
de cualquier momento
que lleve en su zurrón la luz
del infinito.
De allí viene,
paso corto y vista al frente
sin perder la paz del suelo.
De allí viene,
cansado
de tanto domar sueños.
Ella en cambio vive sangre adentro
y calla. Y su silencio
rige las marcas de ese mar
trabado en la penumbra
que ronda por mis playas hablándole de tú
a los abismos. Calla
lo que sólo el eco de eternas soledades
dice a veces con rumor
de tierra.
41*
* Hace referencia al anuncio de la enfermedad de su hermano Paco.
De noche vino,
metálica, preñada de un tifón
interno oscuro.
A otoño olía el sur
vencido. De noche, el mar
en tierra y la luna aullando.
¡Que no!
Que no hable el tiempo.
Que llegue ya la aurora.
Que pare en
seco este tumulto
de norias desahuciadas y ocupe su lugar
el frío coro de oficinas.
Que llegue,
que traiga azufre entre los dientes
y un redoble de cuchillas herrumbrosas
siegue de una vez el mudo corazón
de este galope sujeto al calendario
con puñal de azahar.
De noche vino la noticia. Lengua
en llamas por teléfono. Susurros
con testuz de dinamita. Cáncer.
Meses. Boca. Extirpación.
Sonidos,
aire en movimiento, calambres
con afán de código, tam-tam
de aquí. Palabras,
nada más, y sin embargo obuses.