Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección CARPE VERBA

Carpe Verba

9.
(Solamente) el dinosaurio

Javier Sáez de Ibarra

Javier Sáez de Ibarra

Es autor de numerosas antologías, sus estudios y reseñas aparecen en revistas como El Buen Salvaje, El Cuaderno, Quimera o Turia. Es el editor de la obra de Hipólito G. Navarro, El pez volador (2008). Ha publicado el poemario Motivos (2006) y los libros de cuentos: El lector de Spinoza (Páginas de Espuma, 2004), Propuesta imposible (Páginas de Espuma, 2008) y Fantasía lumpen (2017). Podemos encontrar relatos suyos en las antologías de referencia más recientes y han sido traducidos al inglés. Su obra Mirar al agua. Cuentos plásticos (Páginas de Espuma, 2009) obtuvo el I Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, y por Bulevar (Páginas de Espuma, 2013) el XI Premio Setenil al mejor libro de relatos del año. Su último libro es la novela Vida económica de Tomi Sánchez, publicado primero de modo seriado en la revista Penúltima y luego por la editorial La Navaja Suiza en 2020.

jsaezdeibarra@gmail.com

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Vio al hombre tallar una piedra. Vio al pequeño grupo rodeando el fuego. Vio partir una tribu a través de la sabana hacia los montes azules. Vio los muros de piedras alineadas en filas y a los que desde abajo trataban de entrar para hacerse con la cosecha; vio la sangre, el hollín y la destrucción. Vio al hombre vendido como esclavo cuando no pudo responder a una deuda. Los ejércitos armados de metal fueron a encontrarse con pelotones de hombres con palos y desesperación. Los esclavos abrían canales, erigían ciudades, remaban en los barcos de guerra, ya habían llorado, morían por el hambre o el hierro y sus cuerpos se arrojaban a los montones. Sumerios, egipcios, hititas, babilonios, macedonios, romanos… ansiosos de tierras y de riqueza, quienes fueran campesinos y pastores se extendían ahora hasta lo inimaginable. Gengis Kan arrebató desde el Mar Amarillo al Mar Caspio. Los patricios terratenientes fijaron familias a sus tierras. Las lanzas y las flechas fueron superadas por la pólvora. Los barcos negreros trasladaban hombres y mujeres desde África hasta América, una buena parte fallecía en el trayecto, cuyo coste era enjugado con las ventas. Cada palmo de Europa fue testigo de una guerra, una masacre, del miedo, la huida, el llanto. Se levantaron hogueras, la guillotina, el paredón. Se quemaron libros y personas. Sojuzgaron y mataron la intolerancia sexual, la intolerancia religiosa, la intolerancia política. Hombres blancos se presentaban en las casas de gentes de piel negra, roja y amarilla para robarles o aniquilarlos. En la vasta China las llanuras fueron testigos de corrimientos de pueblos huyendo de los invasores. Las aldeas africanas derrotadas eran incendiadas, como en América, desde el estrecho de Bering al de Magallanes. Cada noche en la tierra un clamor suplicaba piedad. El imperio de España, el imperio de Francia, el imperio de Gran Bretaña. La lucha por convertir poblaciones en colonias. La primera guerra mundial, la segunda guerra mundial. El Holocausto. Hiroshima, la bomba que mató en un instante a ciento cuarenta mil personas. El nuevo imperio americano. La represión de los pobres que huyen de la muerte, la especulación alimentaria, las cárceles, las alambradas de cuchillas, los muros, los asesinatos de opositores, los ciento sesenta millones de niños trabajando en el mundo, la especulación farmacéutica, el derecho a la contaminación mediante pago, la lucha por las fuentes de energía y las materias primas, la guerra para dominar toda alternativa, para vender, para enriquecerse, para acumular, para expropiar, la destrucción del planeta, la conflagración universal.

Pero no.

Cuando se despertó el dinosaurio todavía estaba allí.              

  

(Publicado originariamente en la revista digital Penúltima)

 

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