Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

Dos poetas renacentistas: san Juan de la Cruz y Cervantes

Alejandro Fernández González

Juan de la Cruz Martín Sanz

Juan de la Cruz Martín Sanz (1948). Doctor en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Autónoma de Madrid. Secretario de la Asociación de Profesores de Madrid «Francisco de Quevedo» durante diez años y vicepresidente durante cinco. Títulos publicados: La voz media, tesis doctoral. Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1977. Poesía… eres tú (Antología de la poesía española desde su nacimiento hasta el siglo XVII), Madrid, Eneida, 2002; 2.ª ed., 2003. …siempre habrá poesía (Antología de la poesía española desde el siglo XVIII hasta nuestros días), Madrid, Eneida, 2003. El silbo de los aires amorosos, Madrid, Eneida, 2005. Es autor, asimismo, de numerosos artículos en revistas especializadas.

juandelacruzmartinsanz@gmail.com

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Resumen / Abstract

Resumen.

Tras un breve análisis de las características de san Juan de la Cruz y de Cervantes, el autor analiza las similitudes biográficas y poéticas de ambos autores: fracasos, pobreza, prisión…; imitación, sencillez, naturalidad, claridad.

Palabras clave: Renacimiento, Parnaso, retórica, mística, romanceros, cancioneros, imitatio, cárcel, crisol.

Two Renaissance poets: san Juan de la Cruz and Cervantes

Abstract.

The author analyzes San Juan de la Cruz and Cervantes’ biography and poetics similarities after a brief study of their works. It focuses on their life failures, poverty and scarcity, prison stays, Dionysian imitatio, style simplicity, spontaneity and clarity of language.

Keywords: Renaissance, Parnassus poeticus, rethoric, mysticism, romancero (Spanish romances), chansonnier, imitatio, prison, melting pot.

 

1. Valoración de la poesía cervantina

 

maravillas maravillosamente dichas
aquel valor que respetó el olvido

 

Se han citado con reiteración las palabras de fingida humildad de Cervantes sobre su vocación poética:

Yo, que siempre trabajo y me desvelo

por parecer que tengo de poeta

la gracia que no quiso darme el cielo

(Viaje, vv. 25-27).

Portada de la edición de 1614 de Viaje del Parnaso

Portada de la edición de 1614 de Viaje del Parnaso.
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Al parecer fue Navarrete el primero que señaló el terceto. La intención de este autor era maliciosa y dio su fruto: que la «poca gracia» fuera creída por los eruditos. Sin embargo, defendemos que esta falsa modestia no es más que un mero artificio literario: la captatio benevolentiae del Clasicismo. Otros escritores han recalcado el valor irónico y humorístico del terceto. Se trata, pues, de una falsa humildad y una evidente ironía. No es infrecuente que Cervantes, satírico e inteligente, se ría de sí mismo. Recordemos las palabras del cura en el escrutinio de los libros:

Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos (Quijote I, 6).

¿Y quién ha olvidado aquel insuperable párrafo del Quijote?:

Ahora digo ─dijo don Quijote─ que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que, a tiento y sin ningún discurso, se puso a escribirla, salga lo que saliere, como hacía Orbaneja, el pintor de Úbeda, al cual preguntándole qué pintaba, respondió: «Lo que saliere». Tal vez pintaba un gallo, de tal suerte y tan mal parecido, que era menester que con letras góticas escribiese junto a él: «Este es gallo». Y así debe de ser mi historia, que tendrá necesidad de comento para entenderla (Quijote II, 3).

Y es que así es Cervantes: irónico de principio a fin.

Yo, socarrón; yo, poetón ya viejo…

(Viaje, v. 409).

─¡Oh, tú ─dijo─, traidor, que los poetas

canonizaste de la larga lista

por causas y por vías indirectas!

¿Dónde tenías, magancés, la vista

aguda de tu ingenio, que así ciego

fuiste tan mentiroso coronista?

(Viaje, vv. 490-495).

Recordemos lo que pensaba de la pobreza de los poetas, entre los que se encontraba:

Otra vez le preguntaron [al licenciado Vidriera] qué era la causa de que los poetas, por la mayor parte, eran pobres. Respondió que porque ellos querían, pues estaba en su mano ser ricos, si se sabían aprovechar de la ocasión que por momentos traían entre sus manos, que eran las de sus damas, que todas eran riquísimas en estremo, pues tenían los cabellos de oro, la frente de plata bruñida, los ojos de verdes esmeraldas, los dientes de marfil, los labios de coral y la garganta de cristal transparente, y por lo que lloraban eran líquidas perlas; y más, que lo que sus plantas pisaban, por dura y estéril tierra que fuese, al momento producía jazmines y rosas; y que su aliento era de puro ámbar, almizcle y algalia; y que todas estas cosas eran señales y muestra de su mucha riqueza.

Lo que es cierto es que la sombra de la novela ha dificultado la visión poética de Miguel: no será el «primero» de los poetas renacentistas, pero sí puede tener cabida entre los «segundos», o «terceros», teniendo en cuenta el significado cervantino de estas palabras:

… procure vuestra merced [contesta don Quijote a don Lorenzo] llevar el segundo premio, que el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se lo lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es el nombre de primero (Quijote II, 18).

Y es que, a veces, la fama no cabalga en paralelo con la calidad, ya que para ser famoso basta

si se guía más por el parecer ajeno que por el propio (Quijote II, 3);

y Miguel remaba contra corriente con demasiada frecuencia. A propósito de lo que comentamos, Menéndez Pelayo se pregunta: «De que sea el primero de nuestros prosistas, ¿debe inferirse que sea el último de nuestros poetas?». El hecho de que sea considerado tan gran prosista le ha perjudicado en su consideración de poeta, pero la misma pluma es la usada en la prosa y en el verso, y las mismas cualidades prosísticas las encontramos en los poemas.

No debemos olvidar la alta consideración que Cervantes tenía de la poesía: «es lengua del alma». Comprobémoslo con estas palabras puestas en boca de don Quijote:

La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios […] Y así, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la poesía será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del mundo (Quijote II, 16).

Cuadro alegórico sobre la poesía.

Otro tanto encontramos en El licenciado Vidriera:

Preguntóle otro estudiante que en qué estimación tenía a los poetas. Respondió que a la ciencia, en mucha; pero que a los poetas, en ninguna. Replicáronle que por qué decía aquello. Respondió que del infinito número de poetas que había, eran tan pocos los buenos, que casi no hacían número; y así, como si no hubiese poetas, no los estimaba; pero que admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna, y pule y saca a la luz sus maravillosa obras, con que llena el mundo de provecho, de deleite y de maravilla.

En esta concepción de la poesía se siente discípulo del Renacimiento […]

Cervantes es un gran poeta, no solo «algún tanto poeta» (II, 18), como se define don Quijote, pues no le faltan la inspiración, la gracia, la soltura, el ritmo, la técnica, la música…, en suma, el dominio del verso. Y él es consciente de ello, pues

no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo (Quijote II, 18).

Y Cervantes quiere ser reconocido como tal:

Aquel que de poeta no se precia,

¿para qué escribe versos y los dice?

¿Por qué desdeña lo que más aprecia?

Jamás me contenté ni satisfice

de hipócritos melindres: llanamente

quise alabanzas de lo que bien hice

(Viaje, vv. 337-342).

Y aún encontramos más pruebas:

Desde mis tiernos años amé el arte

dulce de la agradable poesía,

y en ella procuré siempre agradarte.

Nunca voló la humilde pluma mía

por la región satírica, bajeza

que a infames premios y desgracias guía.

Yo el soneto compuse que así empieza,

por honra principal de mis escritos:

Voto a Dios que me espanta esta grandeza.

Yo he compuesto romances infinitos

y el de Los celos es aquel que estimo,

entre otros que los tengo por malditos

(Viaje, vv. 31-42).

El autor del Quijote es consciente de que ha logrado obras perfectas, aunque siente predilección por dos: la del túmulo a la muerte del rey Felipe II y Los celos:

¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza

y que diera un doblón por describilla!;

porque ¿a quién no suspende y maravilla

esta máquina insigne, esta riqueza?

 

¡Por Jesucristo vivo!, cada pieza

vale más que un millón, y que es mancilla

que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,

Roma triunfante en ánimo y nobleza!

 

Apostaré que la ánima del muerto,

por gozar este sitio, hoy ha dejado

la gloria donde vive eternamente.

 

Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto

lo que dice voacé, señor soldado,

y quien dijere lo contrario miente».

 

Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

El de los celos es aquel que comienza con los siguientes versos:

Yace donde el sol se pone,

entre dos partidas peñas,

una entrada del abismo,

quiero decir una cueva

oscura, lóbrega y triste,

aquí mojada, allí seca,

propio albergue de la noche,

de terror y de tinieblas.

En fin, Cervantes fue un poeta, en boca de Gerardo Diego «de los de vena abundante y rica», rememorando las palabras del alcalaíno en el Viaje. Lo define como «un gran poeta de lo exterior, un paisajista, un marinista…, un maravilloso retratista, un humorista genial». Y Cernuda lo califica de «poeta nato».

 

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2. Características y poemas de san Juan

Respecto a san Juan, recordemos que escribía sus versos para que fueran oración, doctrina y canción, en este orden, ya que compone para que sus hermanos y hermanas del Carmelo los canten. Y no se olvide que primero crea las canciones y después las comenta en sus «declaraciones»: Subida del monte Carmelo, Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva. Sus versos se difundieron en manuscritos. No se considera un profesional de la pluma, pero sabe que el lenguaje es el instrumento humano para convencer. Por eso, sopesa las palabras más bellas, selecciona figuras retóricas, cambia de metros, retoca, corrige, reestructura… Mantiene la llama siempre encendida para separar la escoria del oro, como señala J. D. Gaitán. Se pasó toda la vida escribiendo cartas, apuntes, normas, consejos, poemas, comentarios, sermones… y corrigiendo, ampliando y sacando copias. Siempre está preocupado por «el buen estilo y retórica y buen término» […]

Placa donde estuvo el convento de los Mártires de Granada, del que fue prior san Juan de la Cruz.

De la primera composición sanjuaniana que tenemos noticia es de un poema heroico ─perdido─, de 1653, que escribió siendo novicio en Medina del Campo. En 1568 compuso «canciones devotas» ─tampoco recogidas─, cuando acompañó a las monjas de su paisana, la madre Teresa de Jesús, de Medina a Valladolid. En su estancia de confesor en Ávila compuso el poema Vivo sin vivir en mí. En la prisión de Toledo, 1578, Cántico espiritual ─el Protocántico─ La fonte y En el principio moraba.

Entre 1579 y 1588, el resto de sus poesías: Noche oscura, Llama de amor viva, Entréme donde no supe, Tras un amoroso lance, Un pastorcico, Encima de las corrientes, Sin arrimo y con arrimo, Por toda la hermosura, Del verbo divino, Olvido de lo criado. Esta es toda la obra del poeta de Fontiveros: apenas una decena de poemas (por eso es considerado «el gran poeta más breve de la poesía española, acaso de la literatura universal», en palabras de Jorge Guillén). En la brevedad de su obra poética se parece a sus maestros Garcilaso de la Vega y fray Luis.

 

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3. Catálogo poético de Cervantes

Cervantes confiesa, como ya se ha señalado, que

Desde mis tiernos años amé el arte

dulce de la agradable poesía

(Viaje, vv. 31-32).

Y esto es lo que piensa la sobrina de las locuras de don Quijote:

… y lo que es peor, hacerse poeta, que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza (Quijote I, 6).

Y así es en efecto: el primer poema conocido de Miguel es un soneto de 1567 dedicado al nacimiento de la segunda hija de Felipe II, la infanta Catalina Micaela: Serenísima reina, en quien se halla. A esta composición le siguen, dos años después, otro soneto, dos poemas en quintillas y una elegía en tercetos, de corte garcilasiano, en honor a la muerte de la reina Isabel de Valois, recogidos en el libro que su maestro Juan López de Hoyos edita en 1569 sobre la enfermedad, muerte y exequias de la reina. Y entre medias, romances.

El volumen de su creación poética se difundió de dos formas:

  • Manuscritos en hojas, impresos en pliegos sueltos o reproducidos en romanceros y cancioneros: sonetos, canciones, églogas, romances, odas, letrillas, villancicos, seguidillas, etc. Podemos seguir el rastro de alguno de ellos: sabemos que en su cautiverio escribió diversos poemas (por ej. Epístola al secretario Mateo Vázquez), algunos por encargo; en 1588 compuso dos odas dedicadas a la Armada Invencible […] en 1596 un soneto dedicado a la entrada del Duque de Medina en Cádiz; en 1597 compone un soneto (del que manifiesta «creo que es de los buenos que he hecho en mi vida») a la muerte de Fernando de Herrera; en 1598 compuso el célebre soneto, quizá su más logrado poema, Al túmulo de Felipe II en Sevilla […]
  • El resto de su obra poética, muy extensa, se encuentra diseminada en sus obras: La Galatea, novela pastoril en la que abundan los poemas, entre los que destaca el Canto de Calíope, las Novelas ejemplares (entre las que sobresale La gitanilla, por la abundancia de sus romances, canciones, etc.), las obras dramáticas (diez de sus obras mayores ─todas las comedias─ y dos entremeses están escritos en verso, entre las que se intercalan villancicos y coplas populares), El Quijote y Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

Portada de la edición de 1585 de La Galatea.
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Mención aparte merecen La Galatea, en gran medida escrita en verso, y el Viaje del Parnaso, que es todo él un extenso poema narrativo que publicó en 1614.

La obra poética de Cervantes supera a la de Garcilaso, san Juan, fray Luis, Fernando de Herrera y aun Góngora. Sin embargo, su nombre no figura en Flores de poetas ilustres castellanos, editado por Pedro Espinosa en 1605. Ello se debe a que es considerado un poeta del siglo anterior. Él mismo se considera un poeta del Quinientos […]

 

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4. Similitudes entre san Juan y Cervantes

Como suele suceder entre escritores, el hilo del tapiz de sus vidas es cortado antes de ver acabadas sus obras: las «declaraciones» de Subida del monte Carmelo y Noche oscura del alma se quedan en la segunda y tercera estrofas respectivamente; el Cántico admitía más estrofas y más «declaraciones». Cervantes en el Quijote promete una segunda parte de La Galatea, y Los trabajos queda sin revisar.

Retrato de san Juan de la Cruz. Fuente: Biblioteca Virtual de Andalucía.

Retrato de Miguel de Cervantes, atribuido a Juan de Jáuregui. Fuente: Wikipedia.

Así pues, fray Juan y Miguel comienzan su producción literaria de la mano de la poesía. Fray Juan es un gran compositor de canciones y Cervantes puede ser considerado como un gran versificador.
Sus principales influencias son:

  • La poesía greco-latina (sobre todo Virgilio, Horacio y Ovidio);
  • la renacentista italiana de Dante (Divina comedia), Boccacio (Decamerón), Petrarca (Cancionero), Tasso, La Casa, Bembo
  • el Renacimiento español: Boscán, Garcilaso, fray Luis y Fernando de Herrera, «el divino» […]
  • la poesía de tipo tradicional (sobre todo de la cantada), del Romancero (Libro de los cincuenta romances, Romancero de Lorenzo de Sepúlveda, Silva de varios romances…) y del Cancionero (Cancionero de Baena, Cancionero de Stúñiga, Cancionero de Palacio, Cancionero General, de Hernando del Castillo, Cancionero de romances)[…]
  • la de la mitología clásica, en particular la Metamorfosis de Ovidio;
  • a todo esto hay que añadir los cancioneros y romanceros de poesía religiosa, sobre todo respecto a fray Juan, como Cancionero espiritual, publicado en Valladolid en 1549; Cancionero general de la doctrina cristiana, compendio de la poesía «a lo divino», editado por López de Úbeda, que tres años después reaparece con el título Vergel de flores divinas, ambos en Alcalá; Tesoro de varias poesías y Jardín espiritual, que Pedro de Padilla edita en Madrid en 1580 y 1585, y los contrafacta, es decir, la poesía a lo divino, como Las obras de Boscán y Garcilaso trasladadas en materias cristianas, publicada en Granada en 1575 por el ubetense Sebastián de Córdoba;
  • no olvidemos tampoco la influencia del Cantar de los cantares bíblico, sobre todo respecto a fray Juan […]

Fray Juan y Miguel, como poetas renacentistas, toman como modelo los villancicos, romances, coplas, letrillas, seguidillas… antiguos, para hacerlos suyos o recrear otros nuevos. Y como renacentistas no conciben la poesía separada de la música. Prueba de ello, por ejemplo, es que Cervantes presenta muchas de sus composiciones poéticas intercaladas en sus obras en prosa como canciones: así sucede en La Galatea, en la que, de los 76 poemas de la obra pastoril, 63 están introducidos por el verbo «cantar» ─la inmensa mayoría─ o por el sustantivo «canción» o por algún sinónimo; los trece restantes no lo son porque se encuentran grabados en un árbol o escritos en un papel. Lo mismo sucede con los siguientes poemas: «Árbol preciosísimo», «Salió a misa de parida», «Mira, Clemente, el estrellado velo», «En esta empresa amorosa», todos ellos en La gitanilla; «Madre, la mi madre», en El celoso extremeño; «Raro humilde sujeto, que levantas», «Salga la hermosa Argüello», «Entren, pues, todas las ninfas», «¿Dónde estás, que no pareces?», «¿Quién de amor venturas halla?», en La ilustre fregona; «Canción de Crisóstomo», «Suelen las fuerzas de amor», «Amor cuando yo pienso» en el Quijote, etcétera, etcétera.

 

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4.1. Musicalidad de san Juan

Respecto al carmelita, diremos que su poesía es canción y plegaria («el que reza y canta, reza dos veces»), siguiendo el molde bíblico de Salmos y de Cantar, con los que se identifica. Recuérdese que el proceso creador de san Juan es poético y doctrinal al mismo tiempo, aunque primando este sobre aquel (fiel a la máxima mutatis mutandis: «religioso y estudiante, religioso por delante»). En sus versos aúna doctrina, emoción y música. Y es que la poesía del carmelita fue compuesta para ser cantada […] Prueba de ello es que nunca utiliza la palabra «poesía» en sus escritos, como ya señaló Jorge Guillén: prefiere el término «canción». Así titula la mayoría de sus poemas: Canciones entre el alma y el esposo, Canciones en que canta el alma la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe, en desnudez y purgación suya, a la unión del amado, Canciones que hace el alma en la íntima unión en Dios su esposo amado, Coplas hechas sobre un éxtasis de alta contemplación, Otras del mismo autor a lo divino, Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe, Coplas del alma que pena por ver a Dios, del mismo autor.

Trasera de la edición en disco del Cántico espiritual, por Amancio Prada.

El estribillo coral de La fonte es otra prueba de la composición musical. El propósito del poeta, efectivamente, es crear música con las palabras. Sabe que la poesía nació cantada y que el pueblo plasmó en sus canciones su amor, su dolor, su trabajo, sus miedos, su alegría, sus ilusiones, sus desengaños, sus picardías… y sus oraciones. Lo sabe desde niño cuando cantaba villancicos (en el sentido técnico: «canción del villano o habitante de la villa») con su hermano.

San Juan, que se pasó la vida caminando, cantando y exhortando a cantar, ya que piensa que la «música mueve a devoción», sabe también que el pueblo siempre se ha dirigido a su creador por medio del canto: suplicándole, llorándole, alabándole, compartiendo su alegría, etc. No pretende el arte por el arte. Por eso se siente libre y rompe esquemas; por ejemplo en la elección de la estrofa de la Llama, y compone en metros populares, sobre todo el octosílabo. Y por eso su vida fue una continua canción, plasmada en sus poemas, en los que logra una gran agilidad por medio de un sorprendente ritmo a base de los siguientes artificios:

  • medida y repetición de fonemas, sílabas, palabras, sintagmas, proposiciones, oraciones, rima y versos;
  • colocación de los acentos;
  • pausas, repetición de figuras y licencias literarias como sinalefas, aliteraciones, paralelismo, anáforas, asíndeton, polisíndeton…
  • logra también una sugerente musicalidad con una estricta selección y manipulación de las palabras, de la retórica (sobre todo con las recurrencias fónicas)

Y de una perfecta distribución de los acentos; por ejemplo, en la sexta sílaba en todos sus endecasílabos (recuérdese: heroico: 2-6-10, melódico: 4-6-10, sáfico: 4-8-10), excepto en dos, como han señalado Dámaso Alonso y Gerardo Diego:

rompe la tela de este dulce encuentro

//

sino la que en el corazón ardía.

El poeta fontivereño se inclina por el heroico y el melódico, en este orden, y prescinde prácticamente del sáfico […] escribe Gerardo Diego:

la primera intuición que recibimos es la de que jamás la poesía castellana se ha expresado en una manera más suave, melodiosa, eurítmica y de matices y veladuras musicales más cristalinos y tornasolados que en la prosodia y léxico de san Juan.

Y añade que este elige

los vocablos más bellos y musicales de nuestra lengua. Bellos por su sentido, por ser imágenes de bellezas del universo, y bellos musicalmente por su dulzura y armonía fonéticas.

Y efectivamente, los versos del fontivereño son pura magia verbal y musical, sugeridora y seductora […]

 

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4.2. Cercanía y desconocimiento

Resulta curioso que las vidas del fontivereño y del alcalaíno transcurran paralelas desde la cuna al sepulcro, ya que, aunque a veces se aproximaron, al menos en dos ocasiones, nunca se tocan. Estudiemos con detenimiento estas dos coyunturas en que estuvieron próximos: Luisa de Belén de Saavedra, hermana de Cervantes, nacida en 1546, ingresa en enero de 1565 en el convento de la Imagen de Alcalá de Henares […] Fray Juan es guía espiritual durante un breve tiempo de la hermana de Miguel. Bien es cierto que la familia Cervantes Saavedra ya se había mudado a Madrid […]

El segundo episodio biográfico que los aproxima es el continuo, cansado y lento trasiego por los caminos de Andalucía: fray Juan, como vicario y definidor de la Orden del Carmen Descalzo, entre 1582 y 1588; Cervantes, como recaudador de abastos, entre 1587 y 1597. Así pues, los dos recorren los mismos polvorientos caminos durante los años 1587 y 1588. Esto es todo; bien poco, por cierto. Prueba de que sus vidas no convergen es que en el Viaje del Parnaso figura una lista de 130 poetas, y entre ellos falta el nombre de Juan de la Cruz (tampoco Lope en su Laurel de Apolo de 1630 lo nombra en su lista de 280 poetas áureos). Cervantes se confiesa admirador de la poesía frailuisiana: ¿cómo no iba a admirar la sanjuaniana? Así pues, tenemos que concluir que no la conocía. Y es que en los estudios del Renacimiento español se ignora un hecho clave: fray Juan es prácticamente un desconocido fuera de las tapias conventuales hasta 1881, en que Menéndez Pelayo lo da a conocer al mundo literario en su discurso de ingreso en la Real Academia […]

Rúbricas autógrafas de fray Juan de la Cruz y Miguel de Cerbantes (sic) Saavedra.

Los dos son prácticamente coetáneos: cinco años los separan: 1542 (Juan de Yepes y Álvarez) / 1547 (Miguel de Cervantes Saavedra). Ambos son bautizados en pilas castellanas: en la de la parroquia de San Cipriano de Fontiveros, el uno; en la de la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares, el otro (aunque el profesor de la Universidad de Ginebra, Leandro Rodríguez, defiende que este Miguel no es el autor del Quijote, sino que sería otro Miguel oriundo del pueblo de Cervantes de Sanabria (Zamora). El contexto familiar es muy parecido: probable origen morisco, con la profesión paterna de tejedor de buratos (una de las profesiones de más baja consideración social), el fontivereño; sospechoso origen judío, con el oficio de médico cirujano (que era considerado como un oficio gremial más), el alcalaíno. El sino de la pobreza y la incomprensión, con las dificultades vitales inherentes a ellas, les marcará de por vida.

 

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4.3. La «imitatio»

Ambos reciben la misma educación: asisten a un colegio de jesuitas […] El método de la imitatio ─memorización, repetición e imitación─ es el más prestigioso y el más practicado en el Renacimiento, ya que ─se pìensa─ la originalidad es sinónimo de vulgaridad. Tanto Juan como Miguel lo practicarán a lo largo de sus vidas. Tenemos claras pruebas de ello; v. gr., un amigo aconsejará a Miguel en el Prólogo del primer Quijote:

Solo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo; que, cuando ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere.

El Viaje del Parnaso, extenso poema narrativo que publicó en 1614, testamento poético, pues, de su quehacer lírico, está compuesto, según sus propias palabras en el prólogo a sus Novelas ejemplares, a imitación del Viaggio di Parnaso de Cesare Caporali di Perugia. Y en la Addenda del Viaje declarará:

Item, se advierte no ha de ser tenido por ladrón el poeta que hurtare algún verso ajeno y le encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso tan ladrón es como Caco.

Por eso no duda en utilizar la canción popular:

Madre, la mi madre,

guardas me ponéis,

que si yo no me guardo,

no me guardaréis

El curioso impertinente.

 

Nunca fuera caballero

de damas tan bien servido

como fuera don Quijote

cuando de su aldea vino:

doncellas curaban de él

princesas de su rocino

Quijote.

 

Detalle de la edición de 1605 del Quijote, que contiene los versos citados más arriba.
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes .

Y en cuanto a Juan, baste recordar el proceso de creación del poema El pastorcico, tomando como modelo el pastoril de la lírica petrarquista; cambiando algunas palabras y añadiendo una nueva estrofa, logra una nueva composición que supera el original. Veámoslo con otro ejemplo: Por toda la hermosura tiene un modelo claro ya señalado por Dámaso Alonso: es el poema de Pedro de Padilla que aparece en el Tesoro de varias poesías en 1580. Transcribimos el estribillo:

Por sola la hermosura

nunca yo me perderé,

sino por un no sé qué

que se halla por ventura.

Comparémosle con el de san Juan:

Por toda la hermosura

nunca yo me perderé,

sino por un no sé qué

que se alcanza por ventura.

Otro tanto podemos decir del Cántico espiritual, imitación, tanto semántica como léxica y formal, del Cantar de los cantares bíblico. Y es que el modelo de la imitatio es universalmente admitido y practicado en todo el Renacimiento […]

 

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4.4. Desilusiones y cárcel

La lucha por la vida, tanto del uno como del otro, fue encarnizada. El valor, la abnegación, la astucia y la inteligencia fueron sus mejores armas para sobrevivir. A pesar de todo pasaron por grandes dificultades vitales ─afrentas, desengaños, olvidos, desencantos, desilusiones, traiciones, etc.─, que plasman en sus obras, preñadas de datos biográficos y rubricadas con la más abierta y noble sinceridad. A fray Juan, en sus últimos años, por oponerse al Vicario General de la Orden, el padre Doria, tratan de despojarle del hábito sus hermanos carmelitas, a pesar de haber sido el primero en descalzarse. Por su parte, Cervantes, con estoica resignación, ha de soportar los insultos de homosexual, judío y cornudo de su antaño amigo y hogaño enemigo Lope de Vega.

Pero será la cárcel el más importante crisol que forje a sangre y fuego su carácter abnegado, aunque indomable: «antes quebrar que doblar», se decía en Castilla. El símbolo del crisol está presente en la obra de ambos; en El curioso impertinente Anselmo dirá:

…el deseo que me fatiga es pensar si Camila, mi esposa, es tan buena y tan perfecta como yo pienso; y no puedo enterarme de esta verdad, si no es probándola de manera que la prueba manifieste los quilates de su bondad, como el fuego muestra los del oro. […] De modo que por estas razones, [...] deseo que Camila, mi esposa, pase por estas dificultades y se acrisole y quilate en el fuego de verse requerida y solicitada.

A lo que Lotario le contestará con estos versos, recogidos también en Cancionero de romances:

Es de vidrio la mujer,

pero no se ha de probar

si se puede o no quebrar

aunque todo podría ser.

Y es más fácil el quebrarse,

y no es cordura el ponerse

a peligro de romperse

lo que no puede soldarse.

Y en esta opinión estén

todos, y en razón la fundo:

que si hay Dánaes en el mundo

hay pluvias de oro también

(Quijote, I, 33).

Fray Juan también hablará del crisol:

De donde porque en esta fragua (la noche) se purifica el alma como el oro en el crisol, según el Sabio dice […]

La cárcel deja cicatrices en el alma que tardan más que las del cuerpo en cauterizar. Nueve meses estuvo preso fray Juan (1577-1578), en Toledo, pero en unas condiciones extremas: muy próximo a la muerte. Su cárcel es un habitáculo mínimo, oscuro y maloliente. Apenas tiene espacio suficiente para dormir extendido. Carece de ventana, solo en lo alto un pequeño orificio de ventilación, por el que entra un rayo de luz ─el rayo de luz de la noche tenebrosa─. Ha sido letrina del dormitorio de huéspedes contiguo. El agujero de evacuación ha sido taponado. Sus necesidades las hace en un orinal que su guardián vacía por la noche. No puede leer ni escribir. No le permiten cambiarse de ropa, ni lavarse, así que sus ropas se le caen a trozos y su cuerpo se llena de pulgas y piojos. Se le proporciona lo mínimo para mantenerlo vivo. Por las noches lo bajan al refectorio, donde en el centro, de rodillas, sin capucha, come su sardina y su trozo de pan, y donde frecuentemente es humillado de palabra y «disciplinado» en la espalda desnuda por alguno de los frailes. Soledad, humillación, hambre, hedores, suciedad, frío, calor, azotes, amenazas, oscuridad, miedo: tortura total.

Fotograma de la película La noche oscura, de Carlos Saura, 1988.

Pero, asombrosamente, fray Juan sabe encontrar el punto positivo a tanto sufrimiento:

Y aunque tinieblas padezco

en esta vida mortal,

no es tan crecido mi mal;

porque, si de luz carezco,

tengo vida celestial;

porque el amor da la vida,

cuando más ciego va siendo,

que tiene el alma rendida,

sin luz y a oscuras viviendo.

Y es que necesita una salida vital a tanta adversidad, a tanto desamparo. Emprende el viaje interior, cual Quijote espiritual o explorador y conquistador de «Indias» espirituales, hasta lo más profundo del misterio religioso, y descubre «ínsulas extrañas» y «escondidas maravillas» de vida, luz y amor. Se siente libre. Por eso, pese al confinamiento corporal, su alma se remonta de la cruel realidad, la sublima y vuela en busca del Amado:

La blanca palomica

al arca con el ramo se ha tornado,

y ya la tortolica

al socio deseado

en las riberas verdes ha hallado.

 

En soledad vivía,

y en soledad ha puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su querido,

también de soledad de amor herido.

Así pudo soportar su terrible encarcelamiento: «sentado en el suelo», rezando y componiendo, que para él era lo mismo. En esta infrahumana, oscura y maloliente cárcel, en soledad y silencio extremos, «germinó y estalló la mejor poesía amorosa del idioma castellano», como afirma Teófanes Egido […]

Decíamos que su obra está rubricada por reales y sinceros datos biográficos. Probémoslo: fray Juan logra escaparse, y su exitosa evasión queda plasmada en sus versos […] Estos versos, aunque tienen un sentido mucho más profundo y se refieren a su proceso místico de unión con Dios, nos evocan la fuga y la liberación:

Versos de la edición de 1630 de las Obras.
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

 

En una noche oscura,

con ansias, en amores inflamada

¡oh dichosa ventura!,

salí sin ser notada

estando ya mi casa sosegada.

 

A oscuras y segura,

por la secreta escala disfrazada,

¡oh dichosa ventura!,

a oscuras y en celada,

estando ya mi casa sosegada.

 

En la noche dichosa en secreto,

que nadie me veía,

ni yo miraba cosa,

sin otra luz y guía

sino la que en el corazón ardía…

 

Varias veces estuvo privado Cervantes de libertad; cinco años y medio en Los Baños de Argel (1575-81); durante meses en 1592; 1597 en Andalucía y unos días en 1605, en Valladolid. Como es de todos conocido, hasta cuatro veces intentó evadirse de Los Baños, con evidente peligro de muerte, si no en la evasión, sí en el posterior castigo ejemplarizante. El hecho es que, ironías del destino, en 1578 están los dos en prisión: en agosto, fray Juan se evade de su cárcel toledana; Miguel lo intenta por tercera vez en Argel, pero de nuevo fracasa y tendrá que esperar hasta 1581 para recobrar su libertad, merced a la labor del arevalense fray Juan Gil, monje trinitario (quizás por esto Arévalo sea la patria del «fogoso arriero de la Maritornes»).

Durante el cautiverio, ambos tratan de abstraerse de la cruel realidad mediante la oración y la creación poética, respectivamente: en exclusiva, fray Juan; compatibilizándola con la amistad, las relaciones sociales y el ejercicio físico, Miguel. El místico compone en la miserable cárcel toledana las primeras treinta o treinta y una, según se excluya o incluya la mencionada como tope, primeras estrofas del Cántico espiritual, La fonte y En el principio moraba. Cervantes nos narra su prisión y sus intentos de evasión en varias de sus obras: El trato de Argel, La Numancia, Los baños de Argel, La gran sultana… y en la novela intercalada en el Quijote titulada Historia del cautivo (Quijote I, 39-42). En fin, la obra de fray Juan es autobiográfica, aunque «vuelta a lo divino»; la obra de Cervantes tiene mucho de autobiográfica, aunque transformada en una alegoría del «viaje definitivo», porque solo se puede escribir de lo que se conoce, es decir, de lo que se vive […]

Azulejo cervantino en una calle de Sevilla. Fuente: Retablo cerámico.

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4.5. Evasión de la realidad y defensa de la libertad

San Juan concibe la vida como un viaje interior, simbolizada en una subida hasta el encuentro con Dios. Las aventuras del Quijote son un trasunto de las de su autor. La vida y la literatura se dan la mano y traspasan las tenues lindes que las separan. La «amada» del Cántico sanjuaniano y el Quijote cervantino son dos locos enamorados, cada uno de ellos poseído por una de las diversas locuras descritas en Stultitiae laus de Erasmo.

Cervantes reviste también sus palabras con una visión irónica que le sirve para transcender de la cruda realidad. La huida del mundo es un tópico de la cultura clásica, plasmado en el Beatus ille horaciano. En el Renacimiento lo encontramos en el maestro Garcilaso, en fray Luis, en san Juan, en Herrera, en Cervantes, etc. […]

Respecto a Cervantes diremos que tanto La Galatea como el Viaje (añoranza de sus años juveniles en Italia) y el Quijote son libros escritos para huir de la realidad:

Adiós, hambre sotil de algún hidalgo;

que, por no verme ante tus puertas muerto,

hoy de mi patria y de mí mismo salgo

(Viaje, vv. 130-132)

[…]

En fin, ambos se evaden de la realidad creando un nuevo mundo, religioso, el uno; social, el otro, de una belleza e ingenuidad sorprendente. La linde que separa la realidad de la fantasía ha sido surcada por el arado del poeta y no es posible discernir un mundo del otro. Fray Juan habla de dislates; Cervantes, de desatino y desvarío. El mundo de don Quijote es una visión idealizada de la caballería con abnegados héroes; bellas doncellas, discretas y virtuosas; magos y gigantes poderosos y malvados, etc. Y es que es tan dura la realidad vivida que necesitan idealizarla.

Otra de sus características comunes es la defensa de la libertad en temas y en formas, en el continente y en el contenido, tan heterodoxos en sus versos como en su prosa. En el continente, en la variedad y mezcla de versos, rimas, estrofas, poemas, etc. Ninguno de los dos duda en mezclar los metros más cultos con las audacias populares más atrevidas, por ejemplo, utilizando arcaísmos consagrados. Llevan a tal extremo su amor por la libertad que entregan su obra a la libre interpretación del lector (al que obligan por ello a convertirse en lector activo) […]

Consecuencia de tantas penalidades sufridas y de su estancia en prisión, los dos se proclaman defensores a muerte de la libertad. Célebre es el canto del capítulo 58 de la Segunda parte del Quijote, que se ha convertido en el estandarte de los que la anhelan:

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

El poeta cree que es libre quien se considera libre, quien puede mantenerse íntegro y coherente, quien puede vivir según su conciencia. La libertad requiere soledad, autonomía e independencia para oponerse a uniformidad y enajenación de bienes y poder. Ser libre es poder realizarse personalmente. Y el carmelita es firme partidario de la máxima agustiniana: «ama y haz lo que quieras». Prueba de ello es el dibujo de la subida del Monte Carmelo que culmina con esta frase escrita en forma de arco (respetamos la transcripción original):

Ya por aquí no ay camino por q para el justo no ay ley el por sí se es ley

Fuente: Wikipedia

Por eso defiende que las ovejas deben pastar libres por los campos abiertos, guiadas por un buen pastor, y no ser privadas de libertad, estabuladas y alimentadas uniformemente como tantas veces la autoritaria jerarquía eclesiástica ha impuesto.

 

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4.6. Otras características renacentistas comunes

Sus máximas son renacentistas: claridad, llaneza y naturalidad, con objeto de llegar al probat et ornat y conseguir el prodesse et delectare. Por eso aconsejará Miguel en boca de maese don Pedro:

Llaneza, muchacho, no te encumbres que toda afectación es mala (Quijote, II, 26).

En el siglo XVI se está forjando la lengua castellana, y en todos los escritores anida la preocupación por el «buen decir». Así lo testifican las diversas manifestaciones de los creadores de esa lengua; por ejemplo, las siguientes palabras de Juan Valdés:

Todo el bien hablar castellano consiste en que digáis lo que queréis, con las menos palabras que pudiéredes.

En su Diálogo de la lengua insistirá:

Sin afectación alguna escribo como hablo: solamente tengo cuidado de usar vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible, porque a mi parecer en ninguna lengua está bien la afectación […]

El amigo del Prólogo del primer Quijote aconseja a Cervantes:

…procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y periodo sonoro y festivo, pintando, en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención; dando a entender vuestros conceptos sin intrincarlos ni obscurecerlos.

En fin

…que no está en la elegancia

y modo de decir el fundamento

y principal sustancia

del verdadero cuento,

que en la pura verdad tiene su asiento.

Y se disponen a ejercer su magisterio siguiendo la máxima escolástica aprendida en las aulas renacentistas: ad pulchritudinem (perfección) tria requiruntur: integritas (totalidad), consonantia (proporción, armonía) et claritas (claridad). Y así trabajan: cada palabra, como cada piedra por el buen albañil, es manipulada y colocada con primor hasta conseguir la construcción material perfecta para alcanzar el resultado deseado. Buscan claridad, calidad y emoción, sobre todo claridad […]

Han sabido llevar como nadie el precepto horaciano de estar conmovido para conmover, han realzado el empleo consciente y deliberado de las figuras ad movendum, asumiendo el consejo agustiniano ornate, ut moveat ferventer, por lo que fray Juan sugiere lo siguiente:

Hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y amor… Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y la elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca e ingeniosa…

A lo que Miguel añadirá:

Muéstrase balbuciente y cuasi muda,

si le alaba, la lengua muda

de adulación y de mentir desnuda

(Viaje, vv. 339-341).

Los versos citados, tal y como los recoge la edición de 1614 de Viaje del Parnaso.
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

 

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5. Referencias

La primera versión de este artículo, más extensa y con el mismo título, fue publicada en Revista de Lengua y Literatura españolas (páginas 381-404) Cervantes y El Quijote (Asociación de Profesores Francisco de Quevedo - 2005). Primera edición: julio 2006. ISBN 84-95427-88-5. Los corchetes [...] indican la existencia de más texto en la primera versión.

 

5.1. Recursos digitales

  • Miguel de Cervantes. Portal de autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, dirigido por Florencio Sevilla Arroyo (Universidad Autónoma de Madrid) [En línea].
  • San Juan de la Cruz. Portal de autor en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, dirigido por Mª Jesús Mancho Duque (Universidad de Salamanca) [En línea].
  • Poesías de San Juan de la Cruz. Edición crítica y anotada en el Centro Virtual Cervantes por M.ª Jesús Mancho Duque. Instituto Cervantes (2003-2016) [En línea].

5.2. Bibliografía

  • ALONSO, D. (1971): «El misterio técnico de la poesía de san Juan de la Cruz» en Poesía española. Gredos, Madrid.
  • CERVANTES, M. de (2005): Don Quijote de la Mancha. Edición, introducción y notas de Leandro Rodríguez. Editorial Semuret, Zamora.
  • CERVANTES, M. de (1993-1995): Obra completa. Edición de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey Hazas. Centro de Estudios Cervantinos. Madrid.
  • CERVANTES, M. de (1973): Viaje del Parnaso. Edición, introducción y notas de Vicente Gaos. Clásicos Castalia, Madrid.
  • DIEGO, G. (1942): «Música y ritmo en la poesía de San Juan de la Cruz», en Escorial IX, pp.163-186.
  • EGIDO, T et al. (1995): Introducción a San Juan de la Cruz. Junta de Castilla y León, Valladolid.
  • GAITÁN de ROJAS, J. D. (1995): Negación y plenitud en san Juan de la Cruz. Editorial de Espiritualidad, Madrid.
  • MARTÍN SANZ, J. C. (2005): El silbo de los aires amorosos. Eneida, Madrid.
  • MENÉNDEZ PELAYO, M. (1956): «De la poesía mística». Discurso de entrada en la RAE, 1981, en La mística española, pp. 139-201. Afrodisio-Aguado, Madrid.
  • REY HAZAS, A. (2005): Miguel de Cervantes. Literatura y vida. Alianza Editorial. Madrid.
  • REY HAZAS, A. (2005): Poética de la libertad y otras claves cervantinas. Eneida. Madrid.
  • San JUAN de la CRUZ (1988): Obras completas. Edición de José Vicente Rodríguez y Federico Ruiz Salvador. 3ª edición. Editorial de Espiritualidad, Madrid.

 

5.3. Créditos del artículo, versión y licencia

MARTÍN SANZ, Juan de la Cruz (2016). «Dos poetas renacentistas: san Juan de la Cruz y Cervantes». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año III. Nº 6. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-06/L15-06-11-Juan.de.la.Cruz.Martin.Sanz-Dos.poetas.renacentistas.san.Juan.de.la.Cruz.y.Cervantes.html]

Recibido: 4 de julio de 2016.

Aceptado: 21 de septiembre de 2016.

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