Sección NUEVAS VOCES
Manuel Muñoz Hidalgo
El autor cursó estudios de Grado en Español: Lengua y Literatura, así como el Máster en Formación del Profesorado, en la Universidad Complutense de Madrid
Resumen.
En este trabajo se analizan las ventajas e inconvenientes de proponer un canon de lecturas para secundaria basado únicamente en clásicos o, por el contrario, en literatura juvenil. Tras el análisis de ambas posibilidades, se realiza una propuesta mixta justificada y contrastada con las anteriores. Para acabar, se ofertan una serie de títulos acorde a esa propuesta mixta, así como una justificación de su elección y las condiciones bajo las cuales su introducción en las aulas sería apropiada.
Palabras clave: canon escolar, clásicos literarios, literatura juvenil, diversidad, representación.
Abstract.
This paper analyzes the advantages and disadvantages of proposing a literary canon for secondary school based only on either classic literature or young-adult literature. After the analysis of both possibilities, a combined proposal is made as well as justified and contrasted with the previous ones. Finally, a few titles are recommended according to the mixed proposal in addition to an explanation behind these choices and the appropriated context for their introduction in the classroom.
Keywords: school canon, classic literature, young-adult literature, diversity, representation..
La asignación de las lecturas al programa educativo del estudiante constituye una gran polémica que habitualmente enfrenta a aquellos partidarios de una educación basada en obras clásicas frente a los que consideran que se debe formar al lector con literatura del presente.
Sin embargo, antes de postularse por una de estas posturas, tal vez se debería tener en cuenta qué es el canon escolar. Antonio Mendoza Fillola (2002:21-38) lo define como un conjunto de obras que destaquen el valor y la especificidad de una literatura nacional, resaltando las producciones que se consideran portadoras de valores especialmente representativos, proyectados en el conjunto de obras que lo componen. De esta manera, se podría interpretar como que las lecturas asignadas a los estudiantes deben transmitir una serie de valores inclusivos al tiempo que resaltan la literatura del país de origen.
Esquema copiado del artículo de Antonio Mendoza.
Por ello, antes de realizar un canon basado en solo una de las tendencias, el profesor de área debería preguntarse si las obras nacionales que la componen cumplen los objetivos de agrupar una diversidad de personajes que puedan ayudar a sentirse incluido a cada uno de sus alumnos, si transmiten valores que los estudiantes pudiesen aplicar en su contexto diario y si contribuyen a su formación como lectores
Si el docente apostase por una educación basada en clásicos, estaría continuando un largo legado transmitido a partir de estas obras, que se han convertido en hitos dentro de nuestra literatura. Sin embargo, ¿cuándo puede ser considerada una obra como un clásico? Eliacer Cansino (2007) define un clásico como aquellas obras que se han erigido por encima de su tiempo, que tienen la capacidad de despertar en el lector nuevos y contemporáneos problemas, que son capaces de resistir la traducción y que tienen sentido en sociedades diversas.
Son por tanto una fuente de referencias culturales a través del tiempo y de la diferencia cultural. No obstante, presentan dos problemas. El primero es evidenciado en el mismo artículo de Cansino, donde se explica que los héroes de estas obras, o simplemente los protagonistas, son retratados como personajes utópicos que siempre actúan correctamente siguiendo un determinado sistema de valores. De esta manera, carecerían de ese reflejo personal que se pretende ofrecer a los jóvenes. Además, al estar ligadas a contextos históricos determinados, no son siempre las más inclusivas en cuanto a representación de la diversidad de las aulas o de la mujer como escritora.
El segundo problema ya mencionado sería el correspondiente al lenguaje y bagaje cultural previo que es necesario para la comprensión de estas obras. Es irrefutable afirmar que asignar como lectura obligatoria La Celestina a un estudiante de tercero de la ESO es conducirle al fracaso como lector. La dificultad del texto probablemente le haga renunciar, aunque se hubiese visto atrapado por las redes de la alcahueta.
Sin embargo, ya existe una solución a este problema: las adaptaciones. Rosa Navarro Durán narra en su artículo ¿Por qué adaptar los clásicos? (2006) su experiencia a la hora de versionar estos gigantes literarios para volverlos accesibles a los lectores más jóvenes:
En una adaptación, como es lógico, es indispensable seleccionar; pero también lo es hacerlo con tino para mantener la unidad de la obra; hay, además, que eliminar la dificultad del texto y, sin embargo, no se debe cambiar su contenido. Suavizar algunos pasajes, quitar la hondura de otros, pero no modificar su papel en la obra.
La autora explica acertadamente que un lector nato probablemente revisite el texto original a lo largo de su carrera literaria, mientras que un estudiante al que no le agrade leer no lo visitará de cualquier manera. Por ello, solo se estaría modificando de una manera moderada la obra con fines meramente académicos. Así, los llamados clásicos serían mucho más adecuados a la hora de integrarlos a un canon escolar.
Si por el contrario el docente optase por una formación basada únicamente en la literatura actual, ya sea juvenil o para un público más adulto, los problemas que afrontaría serían otros. El primero se relaciona directamente con la opción anterior y es que, al faltar la lectura de esa tradición literaria española, los estudiantes carecerían de ese corpus de referencias que ya están perfectamente integrados en la cultura de su país. Y, sin embargo, actualmente encontramos otros hitos entre las novelas juveniles que han dado lugar a un conjunto de referencias perfectamente integradas en el bagaje cultural de los jóvenes adultos, siendo el ejemplo más ilustrativo las novelas de J. K. Rowling sobre Harry Potter.
En oposición a lo anterior, un corpus de carácter juvenil ayudaría a los alumnos a practicar su comprensión lectora al tiempo que ganan vocabulario para su vida cotidiana. Es más, frente a los héroes utópicos de los clásicos, los estudiantes encontrarían personajes complejos como protagonistas, que se enfrentan a problemas similares a los suyos, consiguiendo un reflejo perfecto para los alumnos al tiempo que aprenden valores necesarios para su crecimiento personal.
Una única dificultad se presenta a este argumento y es que la producción juvenil española, si bien resulta bastante inclusiva racial y religiosamente, carece de representación en personajes principales en algunos otros sectores minoritarios como la comunidad LGBT, a pesar de que este inconveniente se ha ido paliando en los últimos años. Por ello, un medio para solucionar esta falta sería la inclusión de traducciones de literatura extranjera. Si bien esto contradiría la definición del corpus escolar en lo referente a exaltar la producción nacional, los beneficios de conseguir una mayor representación literaria y la exposición a situaciones que no se encuentran en la literatura española bien podría valer la revisión del canon. Igualmente, la lengua española y la comprensión lectora se seguirían trabajando a través de traducciones de calidad al tiempo que se invita a desarrollar un interés por la literatura universal.
Por todo lo visto anteriormente, parece que la propuesta lógica, y la que apoya este redactor, sería la de realizar un canon mixto, alimentado tanto por la producción actual como por la tradicional. De esta manera, se conseguiría que los estudiantes adquiriesen un bagaje cultural en el que se incorporarían tanto las anécdotas tradicionales que forman parte de ese legado literario español como aquellas que permitan identificarse a los lectores con problemas cotidianos.
¿Significaría esto que la literatura infantil y la juvenil deberían utilizarse solo como preparación para los clásicos? De ninguna manera. La formación lectora es un proceso que se retroalimenta en sí mismo, pues incluso los adultos pueden atravesar problemas que se retraten en estas obras, consideradas para jóvenes lectores. También podrían ser una buena lectura para padres durante la crianza de sus hijos.
Para concluir este artículo, se recomiendan una serie de lecturas para los cánones de lectura escolares que se rigen por los criterios tratados previamente. En sí mismas no conforman un canon, pero podrían complementar los ya existentes.
En cuanto a cómo introducir estos textos en clase, se observa que si se sigue un criterio asociado a contenidos curriculares, la mayoría de estas obras podrían ser exploradas desde el último curso de la ESO. La obra de Calderón de la Barca, sin embargo, se podría recomendar para el curso anterior.
Por otro lado, las producciones de Becky Aldertalli y Alex Gino, al no estar tan interrelacionadas con los contenidos curriculares, deberían ser asignadas según el nivel de madurez del grupo de alumnos. La primera podría ser planteada como lectura desde 3º de ESO, mientras que la segunda al de ser de un carácter aparentemente más infantil, podría ser propuesta desde 2º de la ESO.
Finalmente, en caso de querer incorporar estos textos en las sesiones sin convertirlos en lecturas obligatorias, el docente podría exponer mediante fotocopias diversos fragmentos significativos de las obras, dependiendo de los aspectos que le interese explotar. La forma de trabajar estos textos no debería ser diferente a cómo se abordan otros textos literarios, incluso en el caso de aquellos que no se integran a la perfección en los contenidos curriculares.
MUÑOZ HIDALGO, M. (2018). «El canon escolar actual. Tradición e identidad». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid. Año V. Nº 8. ISSN 2341-1643 [URI: http://letra15.es/L15-08/L15-08-23-Manuel.Munoz.Hidalgo-El.canon.escolar.actual.html]
Recibido: 12 de febrero de 2018.
Aceptado: 14 de marzo de 2018.