Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

RAMÓN, Fray Gerundio de Madril

Luis Cañizal de la Fuente

Luis Cañizal de la Fuente

El autor es catedrático de Lengua española y Literatura del Instituto San Isidro de Madrid, donde ha sido docente desde 1976 hasta 2006. En línea figuran el poemario Notas para la próxima existencia y su obra en prosa Perséfono. Digresiones en caída libre.

ludocanizal@gmail.com

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Resumen / Abstract

Resumen.

RAMÓN y Quevedo pueden presentarse como escritores (en parte de su obra, claro) con un comparable sentido del humor, a pesar de la distancia cronológica.- Posibilidad de presentar en clase ese parangón.- Entre sus contemporáneos, no todos los escritores aceptaban la posible calidad de los escritos ramonianos.- Autenticidad del color local en la novela El secreto del Acueducto.- El gerundio a todo pasto en la prosa de RAMÓN, coincidente con las preferencias sintácticas del alumnado en los años ’80.- Señoritismo/no señoritismo, en tertulias literarias madrileñas siglo XX.- Posible operación sintáctica con la prosa de RAMÓN, para clases del Bachillerato.- RAMÓN en Madrid y en Buenos Aires.

Palabras clave: RAMÓN Gómez de la Serna, Lengua Castellana y Literatura, didáctica, lectura oral.

RAMÓN, Fray Gerundio of Madril

Abstract.

RAMÓN and Quevedo can present themselves as writers (in part of their work, of course) with a comparable sense of humor, despite the chronological distance.- Possibility of presenting this comparison in class.- Among their contemporaries, not all writers accepted the possible quality of the Ramonian writings.- Authenticity of the local color in the novel El secreto del Acueducto.- The full-blown gerund in RAMÓN's prose, coinciding with the syntactic preferences of the students in the '80s.- Senoritism/non-señoritism , in Madrid literary gatherings, 20th century.- Possible syntactic operation with RAMÓN's prose, for High School classes.- RAMÓN in Madrid and Buenos Aires.

Keywords: RAMÓN Gómez de la Serna, Spanish Language and Literature, didactics, oral reading.

 

§ 1. Che vedo?

Pío Baroja sentenció que RAMÓN era «lo que en el País Vasco llamamos un sinsorgo». Dan ganas de echarlo a rodar y decir que ése es ‘el que no tiene sorgo’, pero ello no resultaría suficientemente ramoniano, y eso que él definió las antiparras como ‘las enemigas de las parras’. Este humorismo sosito, si quieren que les diga, hacía mucha gracia al alumnado de 15-16 años…, claro, que me estoy retrotrayendo al Bachillerato de 1990 y tantos, en que se hacía reír al alumnado con sólo contarles que Quevedo escribió: «Yo soy… entre cojo y reverencias; soy un cojo de apuestas, ‘sí es-cojo, no es-cojo’». ¿Se ve ahora, además, la veta quevedesca del Ramonismo? Así que, además, nada tiene de extraño que RAMÓN escribiese también una experta biografía de Quevedo, y hasta a eso se le podía sacar sustancia en la clase que conviniese.

En esos años que digo, al alumnado lo único que le sonaba de RAMÓN eran las greguerías, acaso porque uno de los diarios de más difusión publicaba columna de ellas en su edición dominical (creo recordar). Y no era mala vía de introducción al Ramonismo el comenzar alguna clase con la lectura de unas cuantas (tras anunciarlas y presentarlas, claro, y asumiendo el riesgo de que siempre hubiese alumno que comentase: «¡Qué chorrada!»). Buena ocasión, también, para explicar que la chispa ramoniana no estaba tan lejos de las agudezas que eran corrientes en los Siglos de Oro. Y que las agudezas de Quevedo, con la fama que tienen, no siempre son divertidísimas, ni era precisamente éste el registro que se usaba en libros como los suyos.

Pero volvamos a nuestros Ramones.

 

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§ 2. Sube-y-baja

Nuestro autor debía de estar acostumbrado a que le echasen jarros de agua fría, pero él hacía bien en aprovechar hasta eso: hay en las filmotecas españolas un reportaje en que RAMÓN se pone, en una caseta de feria, entre los muñecos del pimpampún con su sube-y-baja, mirando e imitando muy atentamente cómo lo hacen a su lado los muñecos mecánicos y quitándose la chistera y agitándola cuando a él le dan pelotazo. ¡Así se hace, claro está!: o herrar, o quitar el banco. Y es desternillante observar las miradas atentas a los otros muñecos que echa en su sube-y-baja el muñeco-RAMÓN, debidamente maquillado.

RAMÓN con chistera actuando como muñeco en la película Esencia de verbena. Poema documental de Madrid en 12 imágenes, de 1930, dirigida por Ernesto Giménez Caballero, accesible en línea en el canal de YouTube del Ministerio de Cultura y Deporte. Filmoteca Española.

Tampoco en su entorno debían de secundarle unánimemente. En alguna parte he leído que RAMÓN dedicó uno de sus libros, recién aparecido, en dedicatoria impresa, a Ricardo Baroja, con estas palabras: «Para Ricardo Baroja, que tiene cara de aviador». Parece que el así retratado (que, además, tenía malas pulgas) comentó:

No sé por qué me dedica ese libro, porque ni él tiene nada que agradecerme ni yo tengo cara de aviador.

Sigue contando RAMÓN que algo le consoló el saber que algunos de la tertulia llamaban ya el aviador al hermano de don Pío.

 

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§ 3. RAMÓN en Segovia

Para que se vea con qué finura captaba RAMÓN hasta los matices más… aparentemente desdeñables, referiré que, en una de sus novelas, el protagonista ha ido a parar a la cárcel, y en ella le visita una buena señora que quiere darle palique; al poco rato, el personaje pregunta:

─Señora, ¿es usted de Segovia?

─¡Sí! ¿En qué lo ha notado usted?

─En esos grititos tan graciosos cuando habla.

Lo bueno está en la manera de definir la entonación. Por lo demás, ha de saberse que RAMÓN y su familia vivieron en Segovia unos cuantos años, siguiendo al paterfamilias, que estaba destinado allí. Pero no quiero que se me escape lo que viene arrastrado por la cita: RAMÓN estuvo viviendo allí con su familia algún año que otro, y, además, creo recordar que volvió para escribir su novela El secreto del Acueducto, cuyo protagonista es un cura… y ya no cuento más. Sigue mereciendo la pena leerla.

El secreto del Acueducto (1922, en edición de Cátedra (2000).

Digo, sí cuento más: una de las mujeres de la novela, en el deliquio del orgasmo, chilla: «¡Oy! ¡Oy!»; y esto no lo escojo por sensualismo morboso, sino por poner la atención en la grafía: sin hu-, y quizá denota mejor oído.

 

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§ 4. Fray Gerundio de Madril

Por cierto, hablando de grafías y ortografías quiero añadir algo que acaba de saltarme a la vista: al continuar hoy mi relectura de Pombo, he tropezado con lo siguiente:

La Puerta del Sol está ya medio apagada, y como ya hay menos tranvías, comienza la compostura de los raíles, viéndose la luz portentosa de la soldadura octógena [sic], esa luz que da escalofríos…

Se trata de una edición muy… copetuda, y tanto que el corrector de pruebas acusó autógena como errata y asestó el superferolítico octógena. ¿Cómo se llama este morrocotudo neologismo? Me parece que etimología popular. Como «la indición del tuétano» [‘la inyección del tétanos’]: que leí en un libro técnico de Lingüística, y atribuida la muestra a una hablante popular, para ejemplificar lo dicho. De paso, la dichosa muestra me lleva a comentar algo que es muy frecuente en RAMÓN: el gerundio de posterioridad : ese viéndose, en lugar de «y se ve». El gerundio de posterioridad no es precisamente una preciosura (como dicen los personajes argentinos de RAMÓN). No es tal; pero al intenso RAMÓN le da más juego para ligar el período, en vez de la coordinación copulativa «y se ve». En la prosa de RAMÓN se gerundiea demasiado: me da la impresión de que la virtud subordinadora del gerundio le sirve a RAMÓN para apretar sintéticamente [‘como síntesis’, quiero decir], en lugar de esparcir con coordinación copulativa. Que se me permita echar aquí unas cuantas muestras, como el que echa los dados sobre el tapete:

Dalí visita a Freud en Londres, trazando de él un retrato más exacto…

Pombo… me sirve para edificar un hotelito en Portugal, arruinándome en la empresa.

¿Por qué subordinación con gerundio en vez de coordinación con y? Quizá porque le parece que con el gerundio subordinador mantiene tensa la cuerda de la atención lectora. Quizá.

En los años ’80, los alumnos más… aplicados tenían por virtud el usar mucho gerundio en sus exámenes e incluso en sus redacciones: más en sus redacciones. Por entonces, el gerundiear en la prosa era una virtud. Este enseñante tuvo que inculcarles a muchas promociones el aborrecimiento del gerundio a todo pasto en sus escritos. La lección podía empezar explicando la novela del P. Isla Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes.

Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, aliás Zotes [Texto impreso] / escrita por el Licdo. Don Francisco Lobón de Salazar, presbytero ... ; tomo primero, 1770. En Biblioteca Digital Hispánica.

Me interesa hacer aquí un alto para ofrecer una muestra más de hasta qué punto era prestigiosa la subordinación con gerundio entre los alumnos: uno de ellos escribía en su examen que “Don Juan Manuel dejó sus escritos en un monasterio. Los dejó en un monasterio, perdiéndose”; no estoy seguro de que el alumno escribiese coma antes del gerundio.

 

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§ 5. 'Pombo' y más 'Pombo'

Pombo (1918) en edición de Comunidad de Madrid y Visor (1999), con prólogo de Andrés Trapiello. La foto de la cubierta es de Alfonso (1932) y en ella se aprecia el cuadro de Solana tras los contertulios.

Hoy, en Madrid al menos, están muy niveladas las clases sociales, pero, en los años que recorre Pombo, el señoritismo, cuando lo había, era una actitud muy insultante, muy segregacionista, y por eso a veces, leyendo las páginas de RAMÓN, nos recorre hoy un escalofrío de inquietud, de malestar, porque algo nos excluye de tal atmósfera.

[Con todo y con eso, me acuerdo de un ambiente social y un segregacionismo señoritil parecido al que debía de reinar en Pombo, pero mucho más tardío (y, eso sí, con verismo): el que se palpa en la película El Anacoreta (1976), sin que haya una peña de ociosos, sino sólo un par de ellos que hacen que el Cojo cante «por el Caravirgen», y él lo hace y se le abre una vena (literalmente) en el intento y tienen que sacarle de allí, no sin que antes su comadre gitana les diga a los circunstantes que “Ohalá soh murái tóh”.)

Bien, pues esa escena de esa película puede darnos una idea del ambiente señoritil que debía de reinar en Pombo, sólo que allí con mucho senado señorito.]

Por poner un ejemplo de tertulia literaria no clasista ni segregacionista que estuvo viva en los años del franquismo, me urge mencionar la de la revista Ínsula [sotabanco de un portal cercano a Sol], que vivió tantos años amistada por el gran José Luis Cano. Grande, respetuoso y silencioso. El que esto escribe la frecuentó no poco, y habló de ella (y de la revista, claro) en clase de Lengua y Literatura. Y todavía hoy hay que hablarles a los alumnos de aquel ambiente, aquellas tertulias y aquellas revistas, como de una realidad histórica que fue. Era –por lo menos la de Ínsula– lo más alejado del divismo que se pueda imaginar. Recuerdo el escándalo… o pitorreo educado que suscitó entre los tertulianos el caso de un señorete desconocido que entró en la tertulia, saludó y… sin más ni más se puso a leer una poesía de la que era autor. La mayoría de los tertulianos se conocían unos a otros de antiguo, y cuando no, nos presentaba José Luis Cano, que era también quien repartía los libros, para que los presentes escribieran las correspondientes reseñas que, si pasaban los filtros, más tarde aparecerían publicadas en la revista.

Número 412 de Ínsula. Revista de Letras y Ciencias Humanas de marzo de 1981, que incluye el artículo «Una novela de Eça de Queiroz que ha esperado inédita cien Años», escrito por Luis Cañizal.

Pero me parece que con las memorias… se me han ido las glorias. No se me olvida poner en primer término que RAMÓN creó una tertulia en el Café y Botillería de Pombo, que así se llamaba. Estaba en la calle Carretas, muy cerca de la Puerta del Sol, y aquello era una tertulia literaria de los sábados por la noche. RAMÓN cuenta sus experiencias en un volumen que publicó en 1918: volumen que aparece en el óleo de Gutiérrez Solana bajo la mano del escritor.

José Gutiérrez Solana, La tertulia del Café de Pombo (1920)

José Gutiérrez Solana, La tertulia del Café de Pombo (1920), con Gómez de la Serna en pie y apoyando la mano en el volumen de Pombo (1918). El lienzo, luego, presidirá a su vez las reuniones de los sábados. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Esa tertulia atrajo a jóvenes aficionados, escritores vanguardistas, intelectuales y artistas. En la obra se recogen los Mandamientos Pombianos. (Diré ramonianamente ─y frescamente, la verdad─: «Ábrase por la mitad el tomo de la obra, independiente, y a poco buscar se encontrarán».)

Años después, RAMÓN publicó un Tomo IIº, aunque independiente del Iº, pudiendo leerse el IIº sin contar con el Iº, donde, ya de entrada, se aprecia que introduce el gerundio pudiendo, que él tanto prodigaba. El título de la obra es La Sagrada Cripta de Pombo, y en ella hace un inventario de los cafés de Madrid (que son decenas), e incluye una sección que titula Mi autobiografía; allí hace una presentación… algo así como una media filiación (1924 [1999:647)

Recitario APE Quevedo 297. RAMÓN Gómez de la Serna: fragmento de «Mi autobiografía», incluido en La sagrada cripta de Pombo (1924 [1999]), leído por el autor de este artículo.

 

Yo estoy contento con llamarme Ramón, y hasta lo escribo con letras mayúsculas y muchas veces estoy por dejarme olvidados encima de un banco de la calle mis apellidos, y quedarme ya para siempre con sólo ese Ramón sencillote, bonachón, orgulloso de su simplicidad.

Yo nací para llamarme Ramón, y hasta podría decir que tengo la cara redonda y carillena de Ramón, digna de esa gran O sobre la que carga el nombre, y que es exaltada por todo él y por su acento, que nunca olvido al escribirlo, y que sólo la imprenta me escamotea porque las mayúsculas no suelen estar acentuadas.

La sagrada cripta de Pombo (1924) en edición de Comunidad de Madrid y Visor (1999).

RAMÓN continuaría su ejercicio autobiográfico en Automoribundia 1888-1948, publicado ya en su exilio bonaerense.

 

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§ 6. ´Soserías de mediano chiste`

Muy bien: pues en los escritos de RAMÓN impera el gerundio, incluso el de posterioridad, y es una de las muchas… goteras que tenemos que sortear si queremos seguir disfrutando de su prosa, que no está nada mal y que no se puede paladear en las greguerías. Pero no temo que se me acuse de profanador e irrespetuoso si propongo para clases de Lengua invitar a los alumnos a que diluyan la subordinación ramoniana con gerundio (cualquier docente las encontrará a manta) y la transformen en coordinación copulativa. ¿O, en los años que corren, tal práctica desautorizaría al enseñante y lo pondría a pique de que los alumnos le arrojasen trozos de pan? (No sé si el pan de los bocadillos sigue constelando el suelo de los patios de recreo. En mis tiempos de enseñante en activo, sí.)

Ya creo haber sugerido que no me parece recomendable escoger greguerías para estudiar en clase a RAMÓN. Mejor sería seleccionar algún pasaje de sus novelas, algún pasaje que tenga un poco de aquél para los oyentes. Que se me permita incrustar un pasaje ─por largo que sea─ de la novela El hombre perdido [1962], y ya antepongo que es de las que menos sandunga ramoniana tienen: el exilio en Argentina hizo a RAMÓN más… abrupto:

La enhebraba las agujas porque la decía:

─Lo que le ha quitado la iniciativa al hombre es dejar que la mujer realice ese acto que le corresponde a él.

Reímos como si el idilio fuese más largo que la vida.

La banalidad llegaba a lo pueril como en un verdadero amor.

Entrábamos en nuestros silencios como pesquisantes.

─¿De qué te acuerdas?
─De todas las jofainas que he tenido. ¿Y tú?
─¿Yo? De unas pesas tristes de hierro, honradas pero pesadísimas.

Al verla amanecer por segunda vez después de la toilette le preguntaba:

─¿Pero cómo te has pintado los labios?

─A lo ‘maître d’hôtel’.

─¿Y eso cómo es?

─Una cosa así como el gusto, es decir, como me da la gana.

Todo lo encontraba bien y cuando en la hora del café traía una sola cucharilla para las dos tazas pensaba en que me quería más.

El diálogo impensado era de todas horas.

─¿Me quieres hasta la locura?

─¿Por qué hasta la locura?

─Porque hasta la sensatez es poco… No es apenas nada… Si no me quieres déjame morir.

Se perdía en el fondo de la casa y yo preguntaba:

─¿Qué hace la cariño?

Ella venía y me preguntaba:

─¿Ahora comienza la burla?

─No hay burlas con el amor.

Si parece que el pasaje citado es largo y un poco insípido, piénsese que los diálogos entre los enamorados, también hoy, son insulsos pero alimentan a los interlocutores. ¡Todo alimenta a los verdaderamente enamorados! ¿Que no?

[Digresión: en una novela galdosiana, no recuerdo en cuál, en una de ésas que están integradas por cartas de unos personajes a otros, la amiga le escribe al marido de su amiga (la cual está embarazada de muchos meses): «No le digas a Fulanita cosas que la hagan reírse a carcajadas: solamente soserías de mediano chiste». ¿Qué tal?]

Ya quería olvidárseme explicar de dónde sale históricamente la denominación los Madriles. Me parece que puede ser un intento de disimular la antigualla Madril, que aparece, por lo menos, en el primer verso del sainete Manolo, de don Ramón de la Cruz, para dar al personaje el carácter popular que tiene:

Ya estamos en Madril, y en nuestro barrio,

y aquí nos honrará con su presencia

mi madre, que, si no es una real moza,

por lo menos veréis una real vieja…

Así que los Madriles, eufemismo chulesco. Me parece a mí. Así, a olfato de filólogo. Pero, además, no creo que fuese sólo el personaje chulesco de Cruz el que llamase así a la ciudad, sino que Madril sería común a muchos de sus hablantes, y lo demuestra el que todavía hoy lo llaman los Madriles. En el caso de RAMÓN Gómez de la Serna, le viene que ni pintado la atribución de Madril, por el lugar que ocupa la ciudad en su obra, como hemos estado examinando anteriormente.

Pero dándole vueltas a mi anterior afirmación, pienso que a lo mejor me he pasado de caviloso: porque ahora recuerdo un pasaje de una novela de Max Aub que transcurre en Madrid y en un barrio popular: y la dueña de la casa le dice al visitante, que ya iba a sentarse en determinada silla: «No, en ésa no se siente ustez». Ya se sabe cómo era de extranjerizante (un poco, sólo un poco) la fonética personal de Max Aub; pero otra cosa era la habilidad transcriptora de Aub cuando quería caracterizar a sus personajes.

 

§ 7. ¿Madrid, o Buenos Aires?

Pero ahora nos toca atender al estilo literario de RAMÓN en esas sus últimas novelas, escritas ya en el autoexilio de América. Sí, autoexilio, porque él mismo ha contado que cuando vio armado de pistola y pistolones a un individuo tan poco recomendable como Pedro Luis de Gálvez ─poeta bohemio integrista─, supo que era inevitable salir de naja, por asimilarme a lo que más se oía en aquel Madrid.

El estilo, sí. Con muestras extraídas de la novela El hombre perdido, que es de lo mejor de esa época, pero a condición de que el lector tenga paciencia y no pregunte ¿Lo mato ya?

El hombre perdido, primera edición de 1947 en Buenos Aires.

Primeramente, el pasado (de la muestra pasada, quiero decir) la cariño, que tan raro suena en el español peninsular: ¡Es que es de Hispanoamérica! ¿Puede ser de Argentina? Porque en el español de Madrid sólo he oído (con deje achulado): «…Y entonces va el prenda y me dice que si…»

En segundo lugar, y ya tardaba, el laísmo ramoniano. Ya se ha visto al comienzo de la muestra anterior ese apaño sintáctico: «La enhebraba las agujas porque la decía…» ¿Qué pensar de esta… contumacia? ¿Acaso un temor instintivo hacia la posibilidad de que el lector interpretase el doble hipotético le como masculino en un pasaje tan cargado de apetencia hacia lo femenino como es ese capítulo V de la novela? (Bah, me he puesto demasiado… detectivesco del habla: a lo mejor no es más que la pervivencia en RAMÓN del laísmo madrileño incluso en la inmersión bonaerense.)

El siguiente pasaje que propongo es muy extraño, porque en él se acumulan los… descuidos, llamémoslos piadosamente. Siempre de la misma novela antedicha:

Me iba muy bien confundiendo las medicinas. En vez de ruibardo pedía heliotropo en sellos y me los comencé a tomar descuidadamente, un día tres, y dos ninguno, comenzando a tener cierto alivio interior.

De pronto me di cuenta de que no era ruibardo sino heliotropo lo que estaba tomando…

   ¿Qué es lo más detonante: la insistencia en la pifia ruibardo, o el machacar sobre «comencé… comenzando»?, con gerundio de posterioridad para coronar el párrafo glorioso. Y téngase en cuenta que no es el caso de orillarlo diciendo «Bah, un mal día lo tiene cualquiera», porque un escritor tan curtido en el oficio como era RAMÓN suele escribir bien ─es decir: suelto y desentendido─ hasta en los peores momentos: bien, ya por hábito.

Ah, y falta el anotar (esto ya es menor) lo descuidado que parece ese «me los comencé a tomar» en vez de «comencé a tomármelos». Tampoco estaría de sobra presentar a los alumnos esta muestra para hacerles ver la diferencia que hay entre el estilo coloquial de lo primero y el estilo cuidado de la segunda ordenación. Todo alimenta.

…Y después de mucho recorrer lo recorrido, me encuentro con que no me queda nada esencial ni sustancioso que decir ─por ahora, supongo─ sobre aquel RAMÓN Gómez de la Serna.

 

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8. Referencias

8.1 Bibliografía de autores citados

  • GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón (1918 [1999]). Pombo. Madrid, Comunidad de Madrid y Visor.
  • ─(1922 [2000]). El secreto del Acueducto. Madrid, Cátedra.
  • ─(1924 [1999]). La sagrada cripta de Pombo. Madrid, Comunidad de Madrid y Visor.
  • ─(1947 [1962]). El hombre perdido. Madrid, Espasa-Calpe. 

 

8.2. Créditos del artículo, versión y licencia

CAÑIZAL DE LA FUENTE, Luis (2023). «RAMÓN, Fray Gerundio de Madril». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año X. N.º 13. ISSN 2341-1643

URI: http://www.letra15.es/L15-13/L15-13-14-Luis.Canizal-RAMON.Fray.Gerundio.de.Madril.html

Recibido: 18 de marzo de 2023.

Aceptado: 13 de abril de 2023.

 

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