Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» - ISSN 2341-1643

Sección ARTÍCULOS

Los apellidos de profesión: viaje lingüístico al país de nuestros antepasados

Isabel Martín de Lucas

Isabel Martín de Lucas

Es profesora de Griego del IES Cardenal Cisneros de Madrid. Doctora en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid, traductora del francés y Máster en Español como Lengua Extranjera, ha desarrollado principalmente su investigación en el campo de la lexicografía griega y, en particular, en el teatro de Aristófanes, el filósofo Aristóteles y los oradores.

isabelmlucas@telefonica.net

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Resumen / Abstract / Résumé

Resumen.

Atravesando los siglos, los apellidos de profesión dibujan el retrato de la sociedad española del tiempo en que se acuñaron, lo que nos transporta al Renacimiento y más allá. El artículo quiere dar respuesta a numerosos interrogantes: ¿Cuáles son los más frecuentes a día de hoy y por qué? ¿A qué época nos remontan? ¿Qué sectores de la economía involucran? ¿Cómo están representados el mundo rural y el mundo urbano? ¿Qué papel desempeñan las denominaciones profesionales en femenino? ¿De dónde proceden sus nombres? ¿Hay un perfil propio de los apellidos en gallego o catalán? ¿En qué consistían ciertas profesiones desaparecidas que sobreviven como apellidos?

Palabras clave: Apellidos, apellidos de profesión, oficios medievales, apellidos en femenino, apellidos españoles, apellidos en catalán.

Surnames by profession: linguistic journey to the country of our ancestors

Abstract.

The current surnames that indicate profession draw the portrait of the Spanish society in which they were coined, which takes us to the Renaissance and beyond. The paper aims to provide answers to numerous questions: What are the most common professional surnames today and why? To what time do they date back? What sectors of the economy do they involve? How the rural world and the urban world are represented? What role do the female denominations play? Where do their names come from? Is there a specific profile of surnames in Galician or Catalan? What did certain disappeared professions that survive as surnames consist of?

Keywords: Surnames, occupational surnames, medieval trades, matronymic, Spanish surnames, Catalan surnames.

Noms de famille par profession : voyage linguistique au pays de nos ancêtres

Résumé.

Les noms de famille tirés des noms de métiers dressent un portrait de la société espagnole à l'époque où ils ont été inventés, qui nous transporte à la Renaissance et au-delà. L'article veut répondre à de nombreuses questions : Quelles sont les plus fréquentes aujourd'hui et pourquoi ? A quelle époque nous ramènent ils ? Quels secteurs de l'économie sont concernés ? Comment le monde rural et le monde urbain sont-ils représentés ? Quel rôle jouent les dénominations professionnelles au féminin ? D'où viennent leurs noms ? Existe-t-il un profil caractéristique des noms de famille en galicien ou en catalan ? En quoi consistaient certains métiers disparus qui survivent comme patronymes ?

Mots clés:

Noms de famille, patronymes professionnels, métiers médiévaux, matronymes, noms de famille espagnols, noms de famille catalans.

 

1. ¿Qué cuentan los apellidos?

Como ocurre en otras lenguas de nuestro entorno, los apellidos de profesión nos salen al paso constantemente, sin que muchas veces prestemos atención a lo que significan o significaron. Es posible que al oír los apellidos Zapatero, Guerrero, Ferrero, Hortelano, Mercader o Carnicero nos vengan a la mente los oficios representados, más raramente si los apellidos son Sesmero, Baciero, Rosero, Tirador, Tundidor, Rodero o Arráez. Todos ellos presentan una gran relevancia emocional porque hablan de la familia, pero a la vez, como denominaciones de las más diversas actividades, ofrecen una pista sugestiva e inesperada para explorar el país de nuestros antepasados.

Los apellidos son mensajes que nos llegan de lejos, portadores de fragmentos de memoria histórica. Testimonios andantes, involuntarios e inconscientes de otra época. Cada apellido de oficio informa de un individuo ─paradójicamente anónimo─ que en efecto desempeñó determinada profesión siglos atrás. Hablan de una biografía. Perpetúan contra pronóstico unas vidas que ya no están. Han sobrevolado los siglos apoyados en un soporte casi imperecedero, que se renueva de generación en generación, confiado a la naturaleza y a la vida. Globalmente perfilan con asombrosa minuciosidad el retrato de una sociedad española en transformación entre, aproximadamente, el 1200 y el 1600.

En efecto, al hacer un primer escrutinio de los apellidos del censo actual comprobamos que los resultados se proyectan sobre actividades que eran desempeñadas en España desde la Edad Media hasta el siglo XVI, marco temporal en el que han ido cristalizando como apellidos las diferentes profesiones. Las denominaciones empleadas apuntan a realidades indiscutibles, relevantes para sus contemporáneos, que las elevaron a la categoría de apellidos. En ese lapso de tiempo, los diversos apodos o alcuñas experimentaron un proceso de cambio categorial que condujo a la formación de los apellidos modernos.

El panorama dibujado en este trabajo de campo presenta interesantes sesgos sociológicos, que van más allá de los datos históricos y los complementan, puesto que la elección de los apellidos en general ─y los de oficio en particular─ responde a la necesidad de identificar al individuo en relación con la comunidad a la que pertenece, señalándose como característico aquello que lo distingue de otros. Será, por ejemplo, el herrero, el alguacil o el escribano en un entorno de labradores. Y por ello, las profesiones no están representadas en el censo de apellidos de forma proporcional a la población que las ejercía. La más común, la de labrador, no es el apellido más frecuente en absoluto.

Obviamente, cuando se trata de identificar la filiación en una sociedad patrilineal, las referencias a mujeres ─profesionales o no─ son minoritarias, por lo que su esporádica aparición como apellido merecerá una reflexión posterior. De entrada, llamarían la atención los apellidos Herrera y Cabrera porque ocupan una posición muy destacada en el censo, hasta el punto de ser, paradójicamente, más frecuentes que los masculinos Herrero y Cabrero. Lo cierto es que la pista principal de los femeninos conduce a topónimos descriptivos del lugar: los incontables Herrera de nuestra geografía ─con sus variantes Ferrera, Ferreira, Ferreras, etc.─ se relacionan con la minería del hierro (lat. ferraria, ae, mina de hierro; ferraria metalla, minas de hierro) y los Cabrera designan una casa o cabaña donde por la noche se guardaban las cabras. Sirvan estos ejemplos de aviso ante supuestos apellidos de profesión que lo son solo en apariencia.

 

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2. Propósito del trabajo

No existe un trabajo de campo global sobre los apellidos españoles que indican profesión a partir del censo actual de apellidos. Encontramos estudios que abordan desde la perspectiva del genealogista los orígenes de un apellido concreto, los de una familia o los de una comarca y en esta búsqueda topan casualmente con apellidos de oficio. O bien, desde el campo de la historia o la literatura, se lleva a cabo una descripción de ciertos oficios y cómo aparecen representados en los escritos de la época. Hay análisis muy documentados sobre los médicos judíos en los siglos XV y XVI, por ejemplo, o sobre los hidalgos y la nobleza en la literatura del Siglo de Oro, dos asuntos recurrentes que han concitado gran atención, porque también en su momento fueron polémicos. Cuando se ocupan de los oficios, como los más recientes sobre los gremios ─con su huella visible en el callejero─, suelen centrarse en los núcleos urbanos, dejando fuera de foco la inmensa mayoría de los oficios del mundo rural, modestos, en ocasiones sumamente especializados, así como a los funcionarios de las distintas administraciones. Como acercamientos propiamente lingüísticos, en las últimas décadas se han realizado estudios de lingüística románica histórica sobre la antroponimización de lexemas romances.

En general, los apellidos de profesión son apellidos de gente común. Y precisamente por este carácter popular, que va pregonando a las claras su origen, hasta época reciente han despertado menos curiosidad, quedando relegados frente a otras búsquedas. A diferencia de lo que ocurre con apellidos oscuros, enigmáticos o ilustres, los Alguacil, Herrero, Escribano o Vaquero dejan escaso espacio a la ensoñación.

Tampoco responden a la fantasía de un único ancestro, puesto que de modo independiente debió de ocurrir que se adoptara el apellido por distintas personas que lo ejercían como oficio.

Partiendo del censo actual de apellidos de España que proporciona el INE, este trabajo quiere dar respuesta a una serie de interrogantes que se nos plantean: ¿Cuáles son las profesiones representadas en nuestro censo de apellidos? ¿Cuáles las más frecuentes? ¿A qué época remontan los oficios designados y cuándo se convirtieron en apellidos? ¿Cómo se reparten por sectores de la economía? ¿En qué consistían ciertas actividades hoy desaparecidas? ¿Cuál es su filiación etimológica? ¿Hasta qué punto están presentes otras lenguas peninsulares en el inventario de apellidos de España? ¿Ofrecen el mismo perfil o han aportado alguna singularidad?

 

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3. Las profesiones de los apellidos

Los apellidos poseen esta doble naturaleza de designar y significar. Si nos remontamos a los orígenes, todos los nombres propios ─también los apellidos─ alguna vez quisieron significar. Pero si en otros nombres hay que recorrer un difícil camino para reconstruir su etimología, para encontrar que Esteban significa «coronado», Fernando, «famoso» y Manuel, «Dios está con nosotros», los apellidos de oficio han conservado en general junto a su cuerpo fónico intacto la noción de su significado. Como la gota de ámbar en la que quedó atrapada en el tiempo una semilla, un pétalo, una diminuta criatura, así las distintas profesiones en un momento dado pasaron de significar a únicamente designar. Y gracias a este encapsulamiento podemos ahora recuperar un riquísimo mundo de oficios en un viaje que nos lleva a la España del Renacimiento y más allá, analizando la luz que llega de una estrella desaparecida.

El presente estudio proporciona un catálogo de los apellidos que documentan profesiones desempeñadas en los siglos pasados. Hemos procedido a extraerlos con minuciosidad del Padrón continuo a fecha 1/01/2020 del Instituto Nacional de Estadística, sobre una base de 15.969 apellidos, correspondiente a aquellos que llevan al menos 200 personas en España como primer apellido, que puede consultarse en Apellidos con frecuencia mayor o igual que 100 en el primer apellido.

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Buscador de Apellidos de los residentes en la web del Instituto Nacional de Estadística.

Al tratarse de un padrón que se actualiza automáticamente en función de los nacimientos, defunciones y cambios de residencia, las cifras resultantes están sujetas a pequeñas fluctuaciones. La fuente arroja la cifra 336 apellidos, que acreditan una infinidad de ocupaciones o cargos. El catálogo en sí llama la atención por su extensión y por lo prolijo de ciertas especificaciones.

Hemos recogido no solo nombres de oficios propiamente dichos sino también cargos o dignidades que conllevaran responsabilidades, ingresos o garantizaran la subsistencia, como los de abad, conde, etc., bien entendido que aquellos Conde, Abad, Rey se identificaban con ‘la gente del conde, del abad, del rey’, es decir, el señor del que dependía cada uno de ellos en una sociedad feudal.

Y, en otro sentido, se han descartado apellidos con factura de nombre de oficio por no aparecer en el Diccionario de la Real Academia, el cual, por ejemplo, registra ‘zahón’, no así ‘zahonero’. Queda al margen, pues, una indagación sobre los nombres de oficios perdidos para el español normativo que pueden rastrearse a través de la antroponimia. Sí se incluyen grafías antiguas, perpetuadas en los apellidos, que difieren del uso actual: Baquero (por Vaquero), Monge (por Monje), Page (por Paje), etc.

Por regla general, considerando el crecimiento de la población desde entonces y dejada a un lado la cuota atribuible al azar, se considera que los apellidos más frecuentes en la actualidad se corresponden con los más numerosos en su inicio y con los más antiguos. Adelantemos que el apellido de profesión más frecuente es Guerrero (80.053 personas) y, de los oficios artesanales, Herrero. Coincide en esto último con Francia, donde los relacionados con la forja ─Lefèvre, Leclerc─ son los mejor representados (Beauvillé 1953: 51).

Hemos prescindido de los apellidos de profesión de lenguas no españolas de reciente incorporación a nuestro censo (inglés, francés, italiano, rumano, árabe moderno, ruso…), los cuales hablan de la historia de los países de origen respectivos.

 

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4. Breve historia de los apellidos en España

El proceso de institucionalización del sistema, aunque a ritmos distintos, presenta un esquema similar dentro del ámbito románico, que empieza con el nombre único en la alta Edad Media, pasa por el doble nombre y desemboca en la conversión de los sobrenombres en apellidos hereditarios.

En España la práctica del uso del apellido empieza a documentarse entre la nobleza en los siglos IX y X. Se buscaba con ello la correcta identificación de las personas en los distintos negocios en que participaba (compraventas, donaciones, testamentos, etc.). Así aparecen los Pérez, Núñez o Álvarez para indicar que son hijos respectivamente de Pedro, Nuño y Álvaro, siguiendo una fórmula que en las poderosas casas nobiliarias se completaba con el solar de procedencia. Por dar una muestra de su funcionamiento, vamos a situarnos en el siglo XII y en la casa de Lara. Encontramos a Gonzalo Núñez de Lara, cuyo hijo, Pedro González de Lara, tuvo tres hijos varones llamados Manrique, Álvaro y Nuño Pérez de Lara.

Vemos que el apellido (González, Pérez) hace referencia al nombre de pila del padre (Gonzalo, Pedro). Podríamos hablar de ‘protoapellidos’, es decir, términos que acompañan a los nombres propios de persona con el fin de identificarla y en los que se encuentra el origen de los apellidos. Además de los patronímicos, como los citados, podían aparecer también sobrenombres o alcuñas, que aludían a un rasgo personal o indicaban el oficio del individuo.

Es en el dominio catalán donde más tempranamente se documentan estos ‘protoapellidos’ alusivos al oficio, siendo incluso en ciertos casos la primera documentación del término. Por ejemplo, Corominas documenta fuster en el siglo XIII, mientras que su forma en catalán como ‘protoapellido’ (Fuster) y latinizada (Fusterius) aparecen en sendos documentos en latín de 1172. En el último caso funciona de hecho ya como un apellido puesto que se nos habla de un individuo apellidado Fusterius cuya profesión era la de notario: «Guilelmi Fusterii, notarii publici Ilerdensis». Estamos todavía a finales del siglo XII (Prieto 2017: 121).

Entre los siglos XIII y XIV el apellido comienza a ser hereditario, pero no es hasta finales del siglo XV y a lo largo de los dos siguientes cuando se institucionaliza y generaliza la costumbre de identificar al individuo con el apellido del padre, convirtiendo los sobrenombres usados entonces, fueran topónimos, patronímicos, oficios o cualidades, en ─por así decir─ un linaje. El apellido ya no habla de la persona que lo porta sino de sus orígenes y se extiende a todos los estamentos de la sociedad. Son los Navarro, González, Pastor, Delgado, etc., es decir, los apellidos que llevamos en nuestro DNI.

En dicha transición desempeña un papel fundamental la figura del Cardenal Cisneros, quien al objeto de poner orden en el funcionamiento interno de las iglesias impuso el registro de sus actividades fundamentales alrededor de 1500, con ocasión del primer sínodo provincial como arzobispo de Toledo.

El Cardenal Cisneros. Wikimedia.

A partir de entonces y en este contexto se fue extendiendo el uso de un libro de actas de bautismos, en donde aparecían los nombres del bautizado, del padre y de la madre, del oficiante y de los padrinos. Se incluía también entre los recién nacidos a los esclavos, a los niños expósitos y a los ilegítimos. Ya en estos primeros tiempos se anotaba habitualmente el apellido del padre, a veces su profesión, y con frecuencia el apellido de la madre.

Uno de los objetivos declarados era poner término al gran número de matrimonios para los cuales existía impedimento por celebrarse entre parientes naturales o espirituales ─como ocurría entre un bautizado y su padrino de bautismo, en la llamada cognación espiritual─ o a los muchos divorcios que bajo pretexto de parentesco se llevaban a cabo (Fernández Pérez 2015: 133). Asimismo, los libros de bautismo arrojaban luz en cuestiones de herencia y sucesiones. Visto en perspectiva, con los registros parroquiales la Iglesia acrecentaba en su conjunto el control sobre sus fieles y la Corona sobre sus súbditos.

No se trató únicamente de Cisneros, otros obispos a través de las correspondientes constituciones sinodales legislaron en el mismo sentido: Burgos (1443), Sevilla (1490), Jaén (1492). Por ejemplo, en 1497 el obispo Muros de Las Palmas de Gran Canaria, un territorio recién conquistado, conmina so pena de excomunión al cura-párroco que oficie en cada caso el bautismo a

... que escriba su propio nombre, diciendo: yo, fulano, cura, e luego el día, mes e año, e nombre de la criatura que bautiza, e de su padre e de su madre, e si no habidos por legítimos marido e mujer, e los nombres de los padrinos y de las madrinas.

(Lobo 2004: 237).

Y aunque en una fecha tan temprana como 1400 la parroquia de Santa María en Alaejos (Valladolid) contaba con libro de bautismo, la mayoría de las parroquias en España iniciaron sus libros de bautismo entre 1500 y 1550. En la misma línea, fuera de España, en Francia, durante el reinado de Francisco I, la Ordenanza de Villers-Cottorets (1539) hacía obligatorios los registros parroquiales de bautismo.

Las reformas fueron adoptadas después por el Concilio de Trento (1545-1563) y adquirieron rango legal en España durante el reinado de Felipe II por Real Cédula de 12 de julio de 1564. Todo ello representó un gran avance, ya que con anterioridad cada uno era conocido por su nombre de pila y un apodo o apellido que elegía con libertad, lo que daba lugar a duplicidades y se traducía en una gran confusión a la hora de identificar a las personas en los documentos públicos (Fernández Pérez 2015: 19).

Partida de bautismo de Miguel de Cervantes, del acto celebrado en la antigua iglesia de Santa María de Alcalá de Henares el 9 de octubre de 1547. El texto dice: «domingo nueve días del mes de octubre Año del señor de mil e quinientos e quarenta e siete años fué baptizado miguel hijo de Rodrigo de cervantes a su muger doñar leonor, fueron sus conpadres Juan pardo baptizole el revedendo señor bachiller serrano cura de ntra señora, taso baltasar vazquez sacristan e yo que le baptize e firme de mi nombre. El bachiller serrano». Wikimedia.

Pese a todo, el criterio de aplicación de los apellidos no se atenía a un patrón único y tenía mucho de caprichoso: los padres de Francisco de Quevedo y Villegas (1580) fueron Pedro Gómez de Quevedo y María de Santibáñez; los de Luis de Góngora y Argote (1561), Francisco de Argote y Leonor de Góngora; los de Félix Lope de Vega Carpio (1562) se llamaban Félix de Vega y Francisca Fernández; Miguel de Cervantes Saavedra (1547) fue hijo de Rodrigo de Cervantes y Leonor Cortina; Luis Vélez de Guevara (1579), de Diego Vélez y Francisca Negrete. Las únicas normas al respecto eran consuetudinarias, y podían alterarse impunemente por cualquiera, salvo que su propósito tuviese carácter delictivo.

Uno de los motivos más extendidos para el cambio de apellidos era la demostración de limpieza de sangre y de antecedentes de nobleza e hidalguía. Por sus implicaciones directas a la hora de acceder a cargos, dignidades o prebendas y en el pago de impuestos o la aplicación de la justicia, es fácil imaginar la cantidad de amaños y falsificaciones a que dio lugar. La cuestión, que estaba en boca de todos, se prestó a las chanzas de los contemporáneos. Vélez de Guevara en el tranco III de El diablo cojuelo se burla de la proliferación entre las prostitutas de apellidos ilustres o ‘generosos’, como Guzmán, Mendoza, Enríquez, Cerda, Cueva, Silva, Castro, Girón, Toledo, Pacheco, Córdoba, Manrique de Lara, Osorio, Aragón, Guevara, en lugar de los Hernández, Martínez, López, Rodríguez, Pérez, González, etc. El propio Calderón dedica al tema el epigrama titulado De los Apellidos.

En la sociedad estamental el linaje determinaba las funciones de la persona y las compensaciones que por ellas podría recibir, por lo que muchos españoles recurrieron a la falsa genealogía aprovechando la disparidad de criterios con que se fijaban los apellidos.  Como  los  antepasados  de  santa  Teresa,  quienes  pudieron  esquivar  los obstáculos provenientes del linaje, aprovechando nuevos vínculos familiares para cambiar el nombre. Juan Sánchez de Toledo, abuelo de la mística, habría sustituido el segundo apellido por el de Cepeda de su mujer, mucho más seguro (Galende y García 2006: 175).

La tendencia general, en todo caso, es a una mayor sistematización en la adopción y transmisión del apellido paterno. Hacia mediados del XVIII suele constar en el libro de bautismo el nombre de los abuelos, paternos y maternos, con su primer apellido (Domínguez Carballo 2017).

Para terminar esta rápida contextualización, digamos que a partir de 1871 se cuenta con un registro fiable y universal, como es el Registro Civil. Y que finalmente el Código Civil de 1889 consagra la obligatoriedad del doble apellido, que era hasta entonces una costumbre.

 

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5. Catálogo de apellidos de profesión por orden de frecuencia

Este es el inventario resultante de cribar los 15.969 apellidos que llevan al menos 200 personas actualmente en España como primer apellido. Resultan 336 denominaciones de profesión, incluidas las que se encuentran en gallego y en catalán. Como en el caso del español (DRAE), también respecto a los apellidos de origen catalán o gallego se han incluido solamente las palabras registradas en los diccionarios normativos de referencia (DIEC2, DNV y DRAG). Esta limitación reduce significativamente las cifras de apellidos de profesión y su porcentaje en el conjunto del censo. Solo como excepción se han admitido las formas Sabaté, Mariné, Monter, Montaner, Caballé, Caballer, etc., aunque no pertenecen al catalán normativo actual (Sabater, Mariner, Munter,  Muntaner, Cavaller).

Entre los 46 apellidos más comunes a día de hoy no se localiza ningún apellido de profesión. Los 14 primeros puestos están ocupados por patronímicos: García, Rodríguez, González, Fernández, López, Martínez,  Sánchez, Pérez, Gómez, Martín, Jiménez, Hernández, Ruiz, Díaz. Desde el 15 al 46, aunque siguen siendo muy predominantes los patronímicos, van asomando algunas referencias fisonómicas (Moreno, Blanco, Delgado, Rubio) y a lugares de procedencia (Navarro, Torres, Serrano, Morales, Molina, Castro, Medina, Iglesias, Castillo). En la posición 37 del censo de apellidos aparece Marín ─no recogido en el DRAE─ que sería el apellido más frecuente alusivo a la profesión si lo entendemos en este sentido.

El primer apellido que indica una profesión es Guerrero. Lo llevan 79.985 personas en España y ocupa el lugar 47 en el total de apellidos.

Guerreros en la batalla de Agincourt. Wikimedia.

Del 1 al 10:

Si era previsible, según la lógica del crecimiento demográfico, que los apellidos más antiguos se contaran entre los más frecuentes, la correlación se ve confirmada por los apellidos de profesión instalados en las primeras posiciones, los cuales remiten a una ordenación socioeconómica feudal.

El top ten ─dijéramos─ de los apellidos de profesión (Guerrero, Caballero, Herrero, Montero, Hidalgo, Ferrer, Pastor, Merino, Rey, Escudero) nos devuelve la imagen neta de un mundo feudal. Está el rey, máxima expresión del señor feudal. Tras el genérico ‘guerrero’, aparecen el caballero, el hidalgo y el escudero. Los acompaña el montero, que se dedicaba al servicio del rey en las cacerías. Y, entre los oficios artesanales, está el de herrero (Herrero y el primer apellido de oficio en catalán, Ferrer), estrechamente unido a la forja de las armas. Completan la estampa el pastor y el merino, al cuidado de los rebaños del señor. Estos formarían el estrato más antiguo de un retrato en movimiento.

Orator, bellator, laborator. Wikimedia.

Es un hecho notable que el apellido Ferrer se alce hasta la sexta posición de los apellidos de oficio, habida cuenta de la mucha menor población del reino de Aragón, que se calcula en una proporción 1/3 respecto a Castilla en la época de los Reyes Católicos. Y sería coherente con una temprana incorporación como apellido (y en general de los apellidos artesanales en la Corona de Aragón) hacia el siglo XIII, cuando la población de este reino estaría más pareja con la de Castilla.

Del 11 al 30:

El orden decreciente de frecuencia nos permite observar la evolución del corpus de apellidos que se enriquece con las sucesivas incorporaciones, en consonancia con una sociedad que cambia.

A una época antigua remontan otros apellidos de señores feudales (Conde, Abad, Marqués…) con su gente, que es la que verosímilmente adopta el apellido: serían «el hombre del conde», «el del abad», «el del marqués», como antes, «el del rey». Los títulos feudales aparecen en una gradación (rey, conde, abad, reina, marqués, duque) interesante de comparar con el poder territorial del que podían disfrutar en la España medieval.

El apellido Reina proporciona una información cronológica de sumo interés, ya que sugiere una datación tardía en torno al reinado de Isabel la Católica o poco posterior y lo pone en relación con las tierras de realengo de las últimas fases de la Reconquista. El mapa del INE revela una marcada concentración del apellido Reina en el bajo Guadalquivir, en Sevilla principalmente (5.019 personas, 24% del total de España), en menor medida en Córdoba, Cádiz y Málaga, quedando prácticamente fuera del cuadrante noroccidental de la península. El apellido se ha extendido por América y tiene actualmente su foco en Colombia, donde lo llevan 28.020 personas, es decir, un número mayor que en España y una frecuencia casi doble (1/1,703 en Colombia, 1/2,291 en España). Es, al mismo tiempo, el apellido de profesión en femenino más abundante en España con gran diferencia. Reina lo llevan 20.241 personas como primer apellido, frente a las 711 de Lavandeira, el siguiente por orden de frecuencia.

Por otra parte, se incrementa la nómina de oficios (Jurado, Escribano, Quintero, Calero, Cantero, Vaquero, Sastre, Barbero, Melero y Tejero, Ballesteros y cat. Ballester) y cargos (Alcaide) y aparece por vez primera el apellido Fraile, que se replica en el listado bajo diversas formas (Frade, Frades, Freire, Freile). Hasta esta posición destacada se desliza el primer apellido en gallego, que es, precisamente, Ferreiro. En las tres lenguas ─castellano, catalán y gallego─ el apellido de oficio artesanal más frecuente es el de Herrero, en las posiciones 3 (Herrero), 6 (Ferrer) y 28 (Ferreiro). Y algo más adelante, la variante Ferrero (35).

El herrero. Wikimedia.

Del 31 al 70:

En este grupo de 40 apellidos aparece el título nobiliario de rango inferior al del vizconde: Barón. Encontramos jefes militares (Maestre, Mariscal, Coronel), clero (Freire y Monge) e infinidad de oficios ejercidos por el pueblo llano: Carretero, Criado, Tejero, Tejedor, Merchán, Labrador, Molinero, Verdugo, Sacristán, Cabrero, Ropero, Casero, Maestro, Guardia, Carpintero, Portero, Rabadán. El dominio catalán aporta Fuster, Marí, Mestre, Sabater y Sabatè, Pellicer y Pagès. Y el gallego, Mariño.

En adelante y hasta el final del corpus aquí recogido de 336 apellidos de profesión, el inventario incrementa su caudal con los más variados oficios y un protagonismo cada vez mayor de los menestrales.

 

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6. ¿A qué época remontan las profesiones? ¿En qué momento aparecen los apellidos de profesión?

Las primeras dataciones de los nombres de profesión se pueden tomar del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (DCECH) de Corominas y Pascual (1991) y alternativamente, cuando proporciona una datación más temprana del término, del Estudio de los nombres de los oficios artesanales en castellano medieval de Martínez (1991).

Una primera conclusión que se extrae del catálogo es que en su inmensa mayoría las denominaciones de profesión representadas se documentan en España desde la Edad Media, aunque se continuaran ejerciendo hasta época reciente.

Sabemos que ya la España musulmana conoció una gran diversidad de oficios agrupados por calles o barrios, que solían llevar el nombre de los artesanos que habitaban en ellos. De modo que cuando con el rápido avance de la Reconquista pueblos y ciudades van incorporándose a la España cristiana, estos podían contar con unos menestrales muy especializados.

La Reconquista, la guerra. Miniatura en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, Códice Rico. Real Biblioteca Digital del Monasterio de El Escorial. Patrimonio Nacional.

En documentos de los siglos IX, X y XI aparecen nombres como tejedor, herrero, abarquero, peletero, carpintero u ollero, muestra de una incipiente industria (Martínez Meléndez 1991: 10). En el otro extremo, las primeras dataciones más tardías de los oficios-apellido del inventario que nos ocupa son de principios del XVII: cuadrillero (1605), marchante y merchante (1612).

Como es obvio, de la ausencia de documentación un término hasta fecha tardía no se concluye que no se haya empleado con anterioridad. Hemos de tomarlo a título de indicio. ‘Cuadrillero’ se documenta por primera vez en 1605, aunque de ‘cuadrilla’ hay registros desde el siglo XIII. No es improbable que el término ‘cuadrillero’, junto con el oficio, se hubiera acuñado bastante antes del XVII.

Tras esta aproximación a la antigüedad de las denominaciones de oficios, antigüedad que funciona como un terminus post quem respecto a su uso como apellido, ¿dónde se ubican los apellidos de profesión en el itinerario descrito? ¿Aparecen desde el principio, como los patronímicos?

Es cierto que resulta difícil encontrar entre los siglos XIII y XVII apellidos de oficios en la nómina de personajes de cierta notoriedad. Abramos un libro de historia de la literatura, o del arte, o de historia en general. ¿Cuántos Tejero, Criado, Tejedor, Labrador, Verdugo, Sacristán, Cabrero se asoman a sus páginas? La rareza resulta algo más comprensible si pensamos que sus protagonistas pertenecían, según sus propios testimonios, a la nobleza en alguna de sus escalas, y esta adscripción era incongruente ─cuando no incompatible─ con el ejercicio de los oficios artesanales. De modo que, si por un azar los portaban sus progenitores, no es de extrañar que su huella se haya borrado. Hemos de buscar en otros sectores de la sociedad.

Se tiene constancia de numerosos apellidos de profesión desde época muy temprana en registros oficiales en Cataluña, concretamente desde el siglo XIII, en lo que puede interpretarse como una avanzadilla respecto al conjunto de España. Se calcula que para entonces los apellidos de oficio representaban en la antroponimia catalana y aragonesa en torno al 10% del total, siendo más frecuentes en los núcleos urbanos, donde prosperaba la artesanía (Guinot 2010: 207). En la segunda mitad del siglo XIII ya se distingue con seguridad entre profesión y apellido, entre un «Bernat, sabater», de un «Bernat Sabater». Los oficios acostumbraban a heredarse dentro de la familia, lo que llevaría a una identificación entre determinadas familias y su apellido de oficio, hasta hacerse este también hereditario.

Del XIII al XV una avalancha de profesiones enriquece el repertorio de apellidos con infinidad de concreciones léxicas, en un proceso que toca a su fin hacia 1600. Es posible que se siguieran añadiendo esporádicamente otros Molinero, Criado o Zapatero, pero en todo caso, con posterioridad no se han incorporado nuevas profesiones al catálogo. No busquemos, pues, Maquinista, Telefonista o Informático.

En conclusión, podemos establecer una horquilla amplia que abarca los oficios tradicionales medievales desde aproximadamente el 1200, en que aparecen los primeros, hasta el 1600. En el dominio de la Corona de Aragón, probablemente, los apellidos de tipo artesanal se introdujeron de manera habitual desde el siglo XIII y en Castilla algo después.

 

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7. Catálogo alfabético de apellidos de profesión en español con sus definiciones y filiación etimológica

A continuación se muestra el Catálogo de apellidos de profesión en español con sus definiciones y filiación etimológica en formato imagen, aunque puede también visualizarse o descargarse en formato pdf buscable en este enlace .

 

Catálogo alfabético de apellidos de profesión en español con sus definiciones y filiación etimológica 2

 

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8. Sectores de la economía implicados

Los colores de la tabla anterior nos ofrecen una primera impresión de los sectores que aportan mayor número de apellidos: en primer lugar, los artesanos y comerciantes (40%); a continuación, los empleados en el ejército, los nobles y funcionarios (32%); en tercer lugar, lo que ahora conocemos como sector primario (14%); por último, los relacionados con la Iglesia (7%). Queda un margen del 6% correspondiente a trabajos sin encaje fácil en los grupos anteriores, tales como Criado, Cantador, Cirujano o Doctor.

Las cifras son aproximativas, ya que dada su complejidad semántica no pocas denominaciones admitirían ser incluidas en varios sectores, habiéndose optado en cada caso por uno concreto.

El grupo de los artesanos y comerciantes es el más nutrido, con 96 designaciones del total de 336. Después de las genéricas, como podrían ser Herrero, Zapatero, Sastre o Tejedor, asistimos a la proliferación en cascada de un sinfín de especialidades: en el gremio de tejedores, Mantero, Tirador, Sayalero, Bancalero, Cardador, Cardero, Mimbrero, Peinador, Tintorero, Tiracero, Batanero, Toquero, Tundidor, Cabestrero, Cestero, Espartero, Soguero, Lanero, Pañero; como artesanos de las prendas o comerciantes de ellas, Cintero, Colchero, Mantero, Toquero, Mediero, Ropero, Trapero, Bastero, Lencero; el arte del hierro y los metales produce Ballestero, Calderero, Casquero, Cerrajero, Cucharero, Espadero, Herrador, Monedero; la construcción y la madera acuña Albañil, Astillero, Cantero, Carpintero, Carretero, Cubero, Fustero, Cabero, Pedrero, Tapiador, Tornero, Barrilero; la alfarería, Cantarero, Ollero, Calderero y Tejero; los oficios artísticos han nutrido el catálogo de apellidos con los Dorador, Pintor y Platero; testimonio de otros oficios especializados son Abarquero, Pellejero, Sillero, Cardero, Cerero, Botero, Redero, Escobero y Galletero.

Un pintor de frescos agredido por el demonio y salvado por la Virgen. Miniatura en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, Códice Rico, CSM74 fol-109R. Real Biblioteca Digital del Monasterio de El Escorial. Patrimonio Nacional. Véase web cooperativa Alfonso X el Sabio 1221-2021, Cantiga 74 el pintor y el demonio.

Ejército, nobles y funcionarios civiles hacen el segundo mayor aporte de profesiones a la antroponimia, con 75 apellidos. Lo forman personas al servicio de la nobleza, como lo serían aquellas apellidadas Barón, Conde, Marqués, Emperador o Rey, junto a titulares como Fidalgo, Hidalgo, Infanzón, Escudero. Encontramos profesionales de la guerra de diferente responsabilidad, desde Soldado, Caballero, Cruzado, Cabido, Infante, Guía, Ballestero, Lombardero, Piquero, Galeote, Cazador, a mandos como Alférez y Capitán o jefes como Adalid, Arráez, Almirante, Adelantado, Mariscal. Entre los diversos puestos al servicio de la administración, llama la atención el gran número de ellos relacionados con la justicia: Juez, Jurado, Justicia, Alguacil, Corchete, Alcaide, Alcalde, Verdugo, Galafate, Contador, Corregidor, Cónsul.

En una modesta tercera posición se encuentra el sector primario, con 32 apellidos, aunque  sin  duda  empleaba  al  grueso  de  la  población.  Reconocemos actividades agrícolas, como Labrador, Hortelano, Bracero, Peón, Quiñonero, Torrero, Segador, Yuguero; ganaderas, como Pastor, Mayoral, Borreguero, Cabrero y Cabrerizo, Vaquero y Vaquerizo, Boyero, Ovejero, Conejero. En el sector primario se encuadran Pescador, Minero, Serrador, Colmenero, Corchero, junto a otras menos identificables a día de hoy, como Campero, Baciero o Rosero.

Con 17 denominaciones, el relacionado con la Iglesia es el grupo menos numeroso de los cuatro sectores en que hemos dividido las actividades. Por su estructura fuertemente jerarquizada, al igual que ocurría con el ejército y la nobleza, la Iglesia traslada a los apellidos una escala para situar, en este caso, al Abad, Cardenal, Obispo, Arcediano o Vicario en compañía de los Fraile (Freire, Frade), Monge, Clérigo, Sacristán, Escolano, Custodio, Capellán, Racionero, Monago, Santero. Como resulta visible en el apellido Del Cura, con algunos de ellos se indicaría una relación entre el portador del apellido y el cargo aludido, más que una identificación entre ambos.

Fuera de estos cuatro ámbitos quedan un puñado de profesiones variopintas, que encuadraríamos hoy posiblemente en el sector servicios. Los ayudantes Criado, Mozo, Page, Mancebo, Mayordomo, Portero; los médicos Doctor (Dotor) y Cirujano; los músicos Gaitero, Cantador y Organista; Barbero, Barquero, Pinero o Bachiller.

«Cómo jugaban a pelota os mancebos en un prado». Miniatura en las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, Códice Rico, CSM74 fol-061V. Real Biblioteca Digital del Monasterio de El Escorial. Patrimonio Nacional.

Algunos de los apellidos del registro testimonian palabras o acepciones profesionales en desuso:

 

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9. Origen de los términos: clasificación por filiación

Latín, latín tardío, griego, griego bizantino, árabe, árabe hispánico, germánico, prerromano, celta, mozárabe, francés, catalán, turco, origen expresivo, origen incierto.

Aclaremos en primer lugar que al establecer el origen tomamos el de la palabra base sobre la que se ha formado el nombre de oficio (por ejemplo, «vaca») y no a la denominación del oficio en sí («vaquero»), acuñación que en la mayoría de los casos se produce en el seno del español. Hablaremos en este caso de palabra de origen latino.

En la clasificación nos remontamos al origen más antiguo que se pueda rastrear razonablemente. Por ello se clasifican como de origen griego o celta las palabras latinas de este origen específico (por ejemplo, obispo o sayalero), reservando la etiqueta de latín para las de raíz latina. Sí se catalogan como préstamos del francés, del catalán, del italiano o del mozárabe palabras romances de esas lenguas.

1. Latín

Adelantado, alguero, aperador, arquero, astillero, vaciero, vaquero, barbero, barón, borreguero, boyero, bracero, caballero, cabestrero, cabido, cabrero, calderero, calero, campanero, campero, cantador, cañero, capitán, carbonero, car dador, cardenal, cardero, carnicero, casero, casquero, castillero, cazador, cebollero, cerero, cerrajero, cestero, cillero, cintero, clavero, colchero, comendador, cómitre, cónsul, contador, corredor, corregidor, criado, cruzado, cuadrillero, cubero, custodio, cura, dorador, doctor, emperador, escobero, escribano, escudero, ferrero, herrero, ferrón, forero, frade, fraile, freire, freile, fustero, granadero, herrador, herrero, hidalgo, hornero, hortelano, infante, juez, jurado, justicia, labrador, lanero, lavandera, lencero, leñero, librero, linero, llavero, lombardero, maestro, mancebo, mantero, marinero, matador, mayoral, mayordomo, mediero, melero, merino, mesonero, mimbrero, molinero, monedero, montero, mulero, notario, ollero, ovejero, pagador, palomero, panadero, pañero, pastor, peinador, pellejero, peón, pescador, piñero, pintor, pocero, portero, príncipe, quintero, quiñonero, racionero, rastrero, redero, rentero, rey, rosero, sacristán, salinero, sangrador, santero, sardinero, sastre, segador, señor, sesmero, sillero, soldado, tabernero, tejedor, tejero, tendero, tenedor, torero, tundidor, valido, vicario, yuguero.

El panadero. Worldhistory.

Aquellos que se han formado sobre raíces latinas constituyen el grupo más numeroso, con 130 denominaciones (61%). También los dos sufijos más productivos para acuñar nombres de oficio, -ero (< arius) y –dor (< tor), remontan al latín, aunque siguieron y siguen activos en español. El primero se aplicaba en latín a temas nominales y el segundo, habitualmente a temas verbales para producir nombres de agente: el ferrarius era el artesano que trabajaba con el hierro y el piscator se dedicaba a pescar.

En general, estos nombres destacan por la transparencia de su formación y por la concreción de los términos sobre los que se han formado, de modo que su significado se nos hace enseguida evidente: vaquero, borreguero, calderero, carnicero, lombardero, mimbrero, sangrador, tejedor, etc. Los formados con los sufijos –ero (los más abundantes con diferencia) y –dor se concentran en las profesiones artesanales, aunque aparecen también en unos pocos términos, como «comendador», «contador», «corregidor», «cuadrillero», «doctor», «emperador», «forero», «sesmero», «lombardero», «pagador», que no designan a menestrales.

Carnicero se ha formado sobre «carniza», del latín vulgar carnicea, derivado de caro, carnis, ‘carne’. «Peón» se podía referir al soldado de infantería, sentido este último que tenía en latín vulgar pedo, -onis.

El carnicero. Worldhistory.

Fuera del ámbito artesanal se localiza una mayor diversidad de procedimientos lexicales, como atestiguan los nombres  de  «adelantado», «cabido», «cardenal»,  «cómitre», «cónsul», «cruzado», «custodio», «cura», «escribano»,  «fraile», «hidalgo», «infante», «infanzón», «juez», «jurado», «justicia», «maestro», «mancebo», «mayoral», «mayordomo», «merino», «notario», «peón» o «príncipe».

Nos detendremos en algunas rarezas, ocupaciones hoy muy desconocidas. El sesmero (o sexmero) era el encargado de administrar un sesmo, nombre que indica una sexta parte de algo, y que designaba una división territorial que agrupaba un cierto número de pueblos para la administración de los bienes comunes.

En muchos casos se trata de palabras antiguas que existían en latín, si bien con significados algo distintos. El cónsul ya no es aquella magistratura, el más alto cargo político y militar ordinario de la Roma antigua, sino un juez con jurisdicción en asuntos de comercio o un agente comercial designado por un gobierno o una poderosa compañía mercantil para proteger los intereses de sus ciudadanos o de la compañía en un país extranjero. La institución del consulado del mar se desarrolló enormemente en los dominios de la corona de Aragón a semejanza de los existentes en el entorno mediterráneo, y a su vez sirvió de modelo para la creación de consulados en la corona de Castilla: el de Burgos (1494) y el muy poderoso consulado de mercaderes de Sevilla (1543), para el que Juan de Herrera diseñó una magnífica Lonja junto a la fachada sur de la catedral.

El comercio. Worldhistory.

La palabra cardenal resulta de la evolución del adjetivo latino cardinalis,-e que significaba ‘principal’, a partir de cardo, ‘bisagra, punto cardinal, punto culminante’. Se aplicaba en latín, por ejemplo, a los vientos y a los números más importantes. Luego, en la tradición europea, los papas distinguían a ciertos eclesiásticos con esta dignidad que los habilitaba, llegado el caso, para la elección en cónclave de un nuevo papa.
Al igual que la palabra «conde», cómitre precede del latín comes, -itis, ‘compañero de viaje’, y a partir de ahí, ‘confidente, compañero de séquito, ministro subalterno’. Tras la conquista de Sevilla, se constituyó una hermandad o colegio de cómitres, nombre de aquellos que asumían la capitanía de un buque. Cómitre equivalía a capitán de barco. Dado que con el tiempo su cometido militar como capitán fue cedido a una nueva figura, el patrón, los cómitres se vieron relegados a las tareas del primer oficial de a bordo, como eran la dirección de las maniobras y de la tripulación, el mantenimiento del orden y el castigo de los forzados (Chaín 2020), en su acepción más perdurable.

Mancebo era en español sinónimo de ‘muchacho’ o ‘criado’. Hasta hace poco se ha empleado en español ‘mancebo’ en ciertas profesiones para el aprendiz asalariado de categoría inferior. Procede del latín vulgar mancipus, «esclavo», pronunciada como llana por influencia del latín clásico mancipium, palabra que se había formado sobre manus (mano) y capio (coger) y que significaba «esclavo», en el sentido de aquello sobre lo que se tiene una propiedad absoluta.

Espigando algunos otros términos cuyo origen o significado quizá no son tan familiares a día de hoy, vamos a comentar brevemente los casos de forero, merino y racionero.

El forero se encargaba de cobrar las rentas debidas por fuero o derecho. Sin entrar en la amplísima peripecia histórica que conlleva el concepto, podemos decir que el fuero supone una concesión de tierra hecha por el señor (rey, nobleza o clero) a su vasallo, por la que señor conserva el dominio directo concediendo al vasallo la posesión y el disfrute del mismo. Por este disfrute el vasallo paga anualmente un canon que, en un principio, más que renta compensadora en el sentido actual, venía a significar el reconocimiento del señorío. En los primeros siglos está directamente relacionado con la organización territorial de la repoblación y el reparto de tierras conquistadas (Bonet 1953: 167). La palabra «fuero» (‘jurisdicción, poder, prerrogativa’) procede del latín forum, donde designaba un espacio libre en la ciudad que servía de lugar de reunión, de mercado y donde los tribunales administraban justicia. El término latino se vincula con foras (‘fuera’) y con foris (‘puerta exterior’).

Merino procede del latín maiorinus (‘de mayor tamaño o extensión’; por ejemplo, del cuño de una moneda). En relación con los oficios, «merino» tiene dos acepciones algo alejadas: por un lado, puede referirse al cuidador del ganado y de sus pastos, y por otro al juez de un determinado territorio. A propósito de este último, se distinguía entre merino mayor, nombrado directamente por el rey, y merino menor, nombrado por el merino mayor o por el adelantado, y con una jurisdicción limitada. Existía también un llamado merino chico, que actuaba como alguacil.

El cargo de canónigo racionero, desempeñado en su momento por Luis de Góngora en la catedral de Córdoba (González Francés 1896: 5), tenía derecho a ración, es decir, disponía de parte de las rentas de la catedral.

2. Griego antiguo

Arcediano, ballestero, camarero, cantarero, cirujano, cucharero, escolano, espadero, espartero, lamparero, monago, monje, obispo, organero, organista, page, pedrero, perdiguero, platero.

En segundo lugar, a gran distancia de las palabras de origen latino, encontramos raíces que remontan al griego antiguo (9%). En el terreno de las profesiones, los nombres de raíz griega son sin excepción palabras patrimoniales, helenismos adoptados por el latín e incorporados a la lengua común. Apuntan a realidades tan familiares como la cuchara, la escuela, la espada, la lámpara, la plata, la piedra, el cántaro o la cámara. Designan también cargos del ámbito eclesiástico, dado que la Iglesia en sus primeros tiempos tuvo el griego como lengua de comunicación antes del latín: arcediano (< lat. archidiaconus < gr. ἀρχιδιάκονος, «ayudante principal»), obispo (< lat. episcopus < gr. ἐπίσκοπος, «inspector», «supervisor»), monago y monge/monje (<lat. monacus < gr. μοναχός, «solitario»), con una evolución fonética bastante caprichosa, lo que habla de su uso popular.

3. Árabe

Adalid, albañil, alcaide, alcalde, alfayate, alférez, alguacil, almirante, arráez, rabadán, rodero.

Representa el tercer aporte en volumen (5%), tras el latín (60%) y el griego antiguo (9%). A lo largo de la Edad Media, cuando árabes y cristianos compartían el territorio peninsular en inestable convivencia de frontera, se produjeron infinidad de préstamos, entre los que predominan los de carácter militar, como adalid, alcaide, alférez, almirante, arráez. Estos desempeñan en su mayoría funciones de responsabilidad: «alférez»  es  en  origen  ‘caballero’;  «adalid»,  ‘jefe  militar’;  «alcaide»,  ‘conductor  de tropas’; «arráez» es ‘jefe’ y «alcalde» es ‘juez’. «Alguacil» viene de wazir,‘ministro’ (de donde también procede «visir»).

Seguramente, de todos, es almirante el término con una peripecia más alambicada. Se origina en el árabe clásico amir (‘príncipe’ o ‘caudillo’, como «emir») de donde pasa al griego bizantino ἀμιράς y de ahí al bajo latín amiratus, que interpretado falsamente como participio activo y precedido del artículo árabe al acaba finalmente en «almirante».

Llama la atención la relativa escasez de apellidos de origen árabe de oficios artesanales y rurales, habida cuenta de su importante aportación cultural y lexical en estos campos. Quedan como testimonio Albañil, Alfayate y Rabadán. Y el administrativo Rodero, encargado de cobrar el tributo de la roda, que era un impuesto sobre los ganados.

4. Germánico

Bancalero, botero, gaitero, guardia, guerrero, guía, jabonero, mariscal, marqués, ropero.

Los oficios de raíz germánica basculan entre la milicia (guardia, guerrero, guía, mariscal, marqués) y la más humilde cotidianeidad (botero, gaitero, jabonero, ropero, bancalero).

5. Latín tardío

Barquero, cabañero, capellán, camero, caminero, capitán, infanzón, soguero y trapero.

En torno a una decena de palabras se formaron sobre términos originados en la baja latinidad. Términos tan familiares como barca, capilla, cama, camino, soga o trapo no derivan al latín clásico, sino que aparecieron en el latín tardío.

Merece comentario el término capellán por el curioso origen de ‘capilla’. Esta deriva del latín medieval capella, con el significado de ‘trozo de la capa de san Martín’, ‘oratorio con esta reliquia’, ‘capilla’, es decir, ‘capa pequeña’, ya que en latín tardío cappa significaba ‘capa con capucha’ o simplemente ‘capucha’. El término pasó a denominar un oratorio en sentido genérico y con este sentido se ha extendido a numerosas lenguas europeas, entre ellas el español. De modo que la palabra «capilla» significa etimológicamente ‘capa pequeña’.

Algunas palabras se crearon en el bajo latín de Hispania, como es el caso de «cama» (‘lecho en el suelo’), a partir de la cual, camero.

6.Celta

Caminero, cantero, carpintero, carralero, carrero, carretero, celador, colmenero, sayalero.

Todos los términos del celta se relacionan con oficios populares. «Carral», «carro» y «carreta» derivan del latín carrus, y este del galo carros. «Camino» procede del latín vulgar camminus,de origen celta. «Carpintero»  viene del latín tardío carpentarius, derivado del latín carpentum (‘carro en forma de cesto’) voz de origen celta. La tela de sayal deriva de «sayo», de la prenda romana sagum (‘capote militar’ o ‘capa de esclavo’), tomada del celta. «Canto» procede del latín cantus, (‘llanta de metal e una rueda’), de origen celta.

7. Francés

Corchete, galletero, marchante, merchán.

«Marchante» viene del francés marchand, mientras que «merchán» es apócope de «merchante», que procede del francés antiguo merchant.

8. Prerromano

Abarquero, conejero, trapero.

«Trapo» procede del latín tardío drappus, ‘paño’, de origen prerromano, quizá celta. «Conejo», del latín cuniculus, tomado de una lengua prerromana.

9. Griegobizantino

Clérigo, galeote.

Situados ambos pueblos en los extremos del Mediterráneo, unos pocos términos han pasado del griego bizantino al español por curiosas vías.

Galeote era aquel que remaba forzado en una galea o galera, un tipo de embarcación mixta a remo y a vela que alcanzó enorme éxito por su maniobrabilidad y su rapidez de movimientos. En el Mediterráneo oriental, recordaba a los marinos la estampa de un escualo llamado γαλέα en griego bizantino, del cual tomó el nombre.

Clérigo procede del latín tardío clericus y este, del griego bizantino κληρικός, que es el adjetivo relativo al κλῆρος, el lote de tierra asignado a una iglesia o a un sacerdote.

10. Catalán

Mercader, sastre.

El préstamo del catalán sastre desalojó el término usado en Castilla hasta el siglo XV para la profesión, que era el arabismo ‘alfayate’. En la antroponimia actual tenemos una destacada prevalencia del apellido Sastre (12.691) frente a Alfayate (553).

El mercader (de especias). Worldhistory.

11. Árabe hispánico

Batanero.

Procede, con algunas dudas, del árabe hispánico batán.

12. Italiano

Coronel.

«Coronel» es un préstamo del francés, que a su vez lo tomó del italiano colonnello, derivado de colonna, ‘columna de soldados’.

13. Siriaco

Abad.

Abad procede del bajo latín abbas, y este del griego ἀββᾶ, que a su vez lo ha tomado del siriaco abbas, ‘padre’.

14. Mozárabe

Corchero

Del mozárabe *kórčoo *kórče, y este del latín cortex, -ĭcis, ‘corteza’, ‘corcho’.

15. Origen incierto

Arriero, barrilero, bastero, mozo, tapiador, toquero, tirador, verdugo.

El bastero se dedicaba a fabricar y vender bastos, que eran un tipo de aparejo o albarda para las caballerías. De origen oscuro son «barril», «mozo», «tapia», «toca», «tirar» y «verdugo», así como la interjección «arre» que está en la base de «arriero».

 

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10. Los apellidos de profesión en catalán, gallego y euskera

Si bien no constituyen el objeto central de este trabajo, los apellidos que reportan nombres de oficios en otras lenguas peninsulares vienen a dar la auténtica dimensión de ciertas profesiones ya documentadas en español (esp. Herrero/Ferrero, cat. Ferrer, gal. Ferreiro) o nos presentan otras (gal. Lavandeira). También establecen un elemento de contraste, como ocurre, llamativamente, con el euskera.

Apellidos en euskera. Puede hablarse de una ausencia total de apellidos de este tipo en el corpus estudiado. Sí se encuentran en el censo general apellidos de caseríos o topónimos que han tomado la denominación de los nombres de oficios de sus ocupantes, un fenómeno frecuentísimo en la antroponimia vasca, hasta el punto de que en Navarra un 60% de los nombres de casas procedentes de oficios se han convertido en apellidos: Apezarena, Argiñarena, Aro(t)zarena, Baleztena, Barberena, Dendarieta, Mandazen, Tornaria, Zurgiñarena, etc. (Íñigo 2002: 146).

Estos apellidos ligados a nombres de casas sirven allí para atestiguar oficios antiguos: apez ‘sacerdote’, hargin ‘cantero’, arotz ‘herrero’, sastre, zamargin ‘pelletero’, zapatari ‘zapatero’, zurgin ‘carpintero’, Eule y Euntzaile ‘tejedor’, Ilagin / Ilale ‘cardador de lana’, Labari ‘hornero’, Merio ‘merino’ ‘alguacil’, Motxale ‘esquilador’, Oskiegile ‘zapatero’, Usteigile ‘fabricante de aros’…

Labari, documentado en Navarra y País Vasco (165 personas), puede interpretarse propiamente como nombre de oficio ‘hornero’ o bien como ‘junto al horno’. Los raros ejemplos de apellidos propiamente de oficios en euskera presentan una distribución y un perfil atípicos y son tan escasos que quedan fueran de nuestro inventario: Apez, ‘cura’, no se documenta ni en el País Vasco ni en Navarra, y algo parecido ocurre con Abade y con Marinel (INE: Padrón continuo).

Apellidos del catalán. Representan el aporte mayor después de los castellanos. Ascienden a 46, esto es, el 14% del total. En el listado, los catalanes se encuentran amalgamados con los apellidos homónimos aragoneses (Ballester), todos con amplia implantación también en la antroponimia del sur de la Corona de Aragón, debido a la repoblación en el siglo XIII con contingentes procedentes de ambas zonas (Guinot 2010: 195-211). También se incluyen los dobletes del tipo Sabater/Sabaté y las formas Monter y Montaner (Munter, Muntaner). En sentido inverso, no aparecen aquí los homónimos del castellano, como Mercader, Pintor, Sastre o Pastor, aun cuando se trate en algunos casos de préstamos del catalán (mercader, sastre). Carecemos de datos de formas como el cat. Marquès, que la estadística del INE no distingue de Marqués. Como para el español, con carácter general hemos descartado apellidos antiguos de oficios no incluidos en el diccionario de referencia (Diccionari de la llengua catalana del Institut d´Estudis Catalans y Diccionari normatiu valencià de la Acadèmia Valenciana de la Llengua).

Del 1 al 10:

Ferrer, Ballester, Fuster, Ferré, Marí, Mestre, Sabater, Pellicer, Pagès, Sabaté.

La lista de los diez más frecuentes del dominio catalán ─comparada con la de los diez más frecuentes en términos absolutos: Guerrero, Caballero, Herrero, Montero, Hidalgo, Ferrer, Pastor, Merino, Rey, Escudero─, ofrece un aspecto menos feudal y más familiar, en donde los oficios domésticos están muy presentes. De hecho, un nombre de oficio artesanal ocupa la primera posición: Ferrer (y después Ferré). No aparecen el guerrero, el caballero, el hidalgo, el rey, el escudero y ocupan su lugar el carpintero, el marinero, el maestro, el zapatero, el peletero, el campesino.

Las profesiones de la guerra ─en la forma de Bataller, Caballer, Escuder y Escudé─ caen a posiciones más bajas en la tabla del dominio catalán:

Lo cual se traduce en la siguiente comparativa de cifras de personas que llevan el apellido en primer lugar con los equivalentes castellanos:

A la inversa, reforzando el mismo comportamiento de preferencia del catalán por los oficios artesanales, en nuestro registro un buen número de oficios de este tipo se elevan a puestos muy por encima de sus equivalentes castellanos en la tabla general de apellidos de profesión:

Sin embargo, cuando se trata de trabajos ligados a ese mundo feudal, como el de montero, se invierten llamativamente las tornas:

Es decir, en el conjunto de los apellidos de España, donde la mayoría son del dominio castellano, los apellidos más frecuentes dibujan un panorama feudal, mientras los que proceden del ámbito de la Corona de Aragón reportan un mundo de oficios. Es un hecho constatado que los oficios propiamente dichos son más frecuentes en la antroponimia catalana que en la de lenguas próximas como el español, el portugués o el gallego (Prieto 2017: 119). En vista de los listados de frecuencias, es probable que una incorporación temprana al inventario de apellidos haya contribuido a su mayor frecuencia en la actualidad, lo que explicaría tanto la posición destacada que ocupan en el inventario español de apellidos como el hecho de que sean en la actualidad más numerosos dentro de la antroponimia catalana que en otras.

Ello puede explicar también algunas anomalías en el castellano cuando entra en competencia el término catalán. Es el caso de las parejas sastre/alfayate y de guanter/luvero. El término ‘sastre’, que en castellano es un préstamo del catalán, ha desplazado de la antroponimia a su sinónimo ‘alfayate’, que era el que se utilizaba en castellano a lo largo de los siglos XII al XV y que fue relegado por el primero hasta desaparecer del léxico castellano (Martínez 1991: 201). Actualmente se apellidan Sastre 12.691 personas y Alfayate tan solo 553.

Algo parecido ocurre con la profesión de guantero. El término catalán guanter se documenta por primera vez en 1308, mientras que el español guantero, probable préstamo del catalán, solo desde 1477 (Martínez 1991: 842). Guanter se apellidan 251 personas, Guantero, solo 9. Antes, el vocablo que se utilizó en castellano (documentado desde 1207) para denominar al artesano que hacía guantes fue ‘luvero’, del que no ha quedado rastro entre los apellidos.

Apellidos en gallego. Son 18 apellidos en gallego (5% del total). Como para el catalán, no disponemos de datos específicos para el gallego en el caso de homonimia, por lo que apellidos tan ‘gallegos’ como Rey o Conde, e incluso Frade, han ido a engrosar la nómina general del español.

Del 1 al 10:

Ferreiro, Mariño, Cabaleiro, Monteiro, Quinteiro, Guerreiro, Torreiro, Lavandeira, Peleteiro, Porteiro.

La lista de los diez más frecuentes en gallego guarda gran semejanza con la general ─que es sustancialmente la del español─, con las figuras del herrero, el caballero, el montero, el guerrero. Recuérdese que hemos dejado fuera de la lista los apellidos gallegos los homónimos u homófonos (Rey/Rei, Conde, Deán, etc.), imposibles de separar en cifras de los castellanos en el conjunto de España.

Sin embargo, hay que destacar algunos hechos relevantes. El primero ─rasgo que comparte con el catalán─ es que el oficio de herrero (Ferreiro) ocupa la primera posición.

También destaca la posición privilegiada del oficio de marinero (Mariño), que aparece en segundo lugar. Y, por último, la notabilísima aparición entre los diez primeros de un oficio en femenino, precisamente el de lavandera: Lavandeira lo llevan 711 personas, con la densidad mayor en A Coruña. A distancia, en español, aparece Lavandera (377), con su foco principal en Asturias, testimonios ambos de un oficio propio de mujeres, hasta el punto de que el masculino Lavandero tiene en comparación una presencia residual (139). Otros apellidos en femenino de oficios son Vaquera (442), Maestra (306), Molinera (265) y Calera (260).

 

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11. Conclusiones

El inventario de apellidos de profesión

1. Los apellidos de profesión del registro de 15.969 apellidos ─correspondiente a aquellos que llevan al menos 200 personas en España como primer apellido─ ascienden a 336, lo que representa un reducido 2%. La cifra, no obstante, no incluye las denominaciones antiguas (ausentes de los diccionarios normativos por haber caído en desuso) y las de lenguas extranjeras.

Los apellidos más frecuentes

2. Los apellidos españoles de profesión más frecuentes describen un mundo feudal, siendo los diez primeros, por este orden: Guerrero, Caballero, Herrero, Montero, Hidalgo, Ferrer, Pastor, Merino, Rey y Escudero.

Todos ellos se sostienen en el contexto de una economía feudal previa a la expansión de los burgos bajomedievales y su rica variedad de oficios artesanales. Aquí la figura del rey (de las gentes del rey) está acompañada por el guerrero, el caballero, el hidalgo y el escudero. Junto a ellos, el montero, que acompaña al rey y al noble en la caza, y el merino, que cuida de sus rebaños.

3. El primer oficio artesanal, el único de esta relación de los diez más frecuentes, y no por casualidad, es el de herrero (representado por Herrero y por Ferrer), que desempeña un papel fundamental en la forja de las armas. Se trata de un oficio que se ha seguido ejerciendo en el medio rural, donde identificaba en muchos casos al único artesano del pueblo, por lo que numerosos Herrero y Ferrer han continuado incorporándose al corpus de apellidos a lo largo de los siglos XIII al XVI.

4. En consonancia con una sociedad como la feudal, enfocada a la guerra, el apellido de profesión más común es Guerrero, denominación genérica del combatiente en la Edad Media.

5. Se advierte la ausencia en estos primeros puestos de la profesión de labrador, que no aparece hasta la posición 52 de nuestra lista de apellidos. Con ser la más frecuente, no debía de emplearse como apodo de manera habitual en el medio rural dominante, ya que sobrenombres y apellidos sirven para identificar al individuo dentro del grupo al que pertenece. Verosímilmente, aparecería con preferencia en un contexto urbano, donde eran minoría (san Isidro, labrador).

6. El panorama feudal dibujado por los diez primeros apellidos de profesión, además, refuerza la hipótesis, formulada en base al crecimiento poblacional, de que los apellidos más abundantes en la actualidad se correspondan ─al menos parcialmente─ con los más antiguos.

Los apellidos en catalán

7. La lista de los diez apellidos más frecuentes de origen catalán ofrece en conjunto un perfil más artesanal, por su orden: Ferrer, Ballester, Fuster, Ferré, Marí, Mestre, Sabater, Pellicer, Pagès, Sabaté. Hacen aparición ahora el carpintero, el marinero, el maestro (de cualquier oficio), el zapatero, el peletero y el labrador.  Posiblemente, dentro de un contexto también más urbano, pues es en los núcleos urbanos donde florecen los oficios artesanales y donde se distingue al labrador (pagès) como un oficio singular.

El labrador (Calendario agrario de la Colegiata de San Isidoro de León).

8. Los nombres de oficio artesanal del dominio catalán se convirtieron en apellidos antes que sus correspondientes castellanos. Esta hipótesis explicaría los siguientes hechos:

Los apellidos en gallego

9. El gallego nos proporciona la primera denominación de apellido en femenino, que es la de Lavandeira, portado por 711 personas en España y concentrado fundamentalmente en la provincia de A Coruña (0,03%). Se trata de un hecho notable que se impone a la corriente general de transmisión de los apodos-apellidos del padre en una sociedad patrilineal.

Otros apellidos de oficio en femenino del inventario serían, por este orden: Reina (20.241), Torreira (500), Vaquera (442 personas), Lavandera (377), Maestra (306),
Pastora (293), Molinera (265), Monja (227), y Calera (260).

La lista de los diez apellidos más frecuentes de profesión acuñados inequívocamente en gallego Ferreiro, Mariño, Cabaleiro, Monteiro, Quinteiro, Guerreiro, Torreiro, Lavandeira, Peleteiro, Porteiro) coincide con la catalana en llevar el oficio de herrero (Ferreiro) a la primera posición. Destaca también el segundo lugar del muy tradicional marinero (Mariño).

Los apellidos en euskera

10. Los apellidos de profesión están ausentes del corpus estudiado. Sí se han convertido en apellidos ─especialmente en Navarra─ los nombres de caseríos o topónimos formados sobre los nombres de oficio de sus ocupantes: Apezarena ('apez', ‘sacerdote’), Argiñarena ('hargin', ‘cantero’), Arozarena ('arotz', ‘herrero’), etc., documentan oficios antiguos, aunque representen una cifra muy pequeña en el conjunto de la antroponimia española.

Sectores de la economía implicados en los apellidos en español (artesanía-comercio, nobleza-militares-funcionarios, Iglesia, sector primario)

11. Es la artesanía y el comercio─sin que puedan desligarse ambos desempeños en muchas denominaciones─ el más productivo desde el punto de vista de la creación léxica de nombres de profesión y de su transformación en apellidos (40%), testimonio de una gran diversidad de oficios.

12. Le siguen el conjunto de la nobleza, ejército y funcionariado (32%). Aquí los más importantes títulos nobiliarios sirven para identificar a las gentes del Conde, del Marqués, del Rey, etc., reliquia de un mundo feudal, como lo son también los Hidalgo y Escudero y una infinidad de combatientes y mandos. Pero paulatinamente la Corona va estableciendo una red administrativa de delegación de su poder. Entre los diversos puestos al servicio de la administración, llama la atención el gran número de apellidos relacionados con la justicia: Juez, Jurado, Justicia, Alguacil, Corchete, Alcaide, Alcalde, Verdugo, Galafate, Contador, Corregidor, Cónsul.

13. Por su parte, el sector primario nutre de oficios la antroponimia en un 14%, un porcentaje muy modesto en comparación con su peso en la economía real. De un lado, hay que pensar que las profesiones agropecuarias no eran tantas y, de otro, que la denominación en sí (labrador, etc.) no lograba distinguir al individuo rural en un contexto de iguales.

Completan el cuadro las actividades ligadas a la Iglesia con una significativa aparición (7%) y un porcentaje residual de otras profesiones (6%).

Filiación y etimología

14. Ordenadas de mayor a menor presencia, tenemos como origen de sus raíces el latín (130 apellidos), griego antiguo (19), árabe (11), germánico (10) latín tardío (9), celta (9), francés (4), catalán (2), griego bizantino (2), árabe hispánico (1), italiano (1) y siríaco (1). Se catalogan como de origen incierto otras ocho raíces.

15. En una elevadísima proporción, como es natural, las denominaciones de profesiones que han perdurado hasta hoy en forma de apellidos derivan de raíces latinas (63%). Lo hacen en ocasiones con inesperados deslizamientos semánticos respecto de la palabra latina en Cónsul, Cardenal, Cómitre o Merino. O derivan de términos del latín tardío, como ocurre con Barquero, Capellán, Camero, Caminero, Soguero o Trapero.

16. Los nombres de raíz griega son sin excepción palabras patrimoniales, helenismos adoptados por el latín e incorporados a la lengua común. Apuntan a realidades tan familiares como la cuchara, la escuela, la espada, la lámpara, la plata, la piedra, el cántaro o la cámara. O bien designan cargos del ámbito eclesiástico, acuñados en los primeros tiempos de la Iglesia: arcediano, obispo, escolano, monago, monje. Los apellidos de raíz griega quedan, por tanto, al margen del aluvión de helenismos ocurrido en español y en otras lenguas europeas del siglo XVI en adelante.

17. Los oficios de raíz germánica basculan entre la milicia (guardia, guerrero, guía, mariscal, marqués) y la más humilde cotidianeidad (botero, gaitero, jabonero, ropero, bancalero), en tanto que los términos del celta (caminero, cantero, carpintero, carralero, carrero, carretero, celador, colmenero, sayalero) se relacionan todos con oficios populares.

18. Los préstamos del francés, el catalán, o el italiano son reflejo de un intercambio económico, político y cultural que en el caso del griego bizantino alcanza contra pronóstico al otro extremo del Mediterráneo.

 

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11. Referencias

11.1. Bibliografía

 

11.2. Créditos del artículo, versión y licencia

MARTÍN DE LUCAS, Isabel (2023). «Los apellidos de profesión: viaje lingüístico al país de nuestros antepasados». Letra 15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo». Año X. N.º 13. ISSN 2341-1643

URI: http://www.letra15.es/L15-13/L15-13-15-Isabel.Martin.de.Lucas-Los.apellidos.de.profesion_viaje.linguistico.al.pais.de.nuestros.antepasados.html

Recibido: 24 de marzo de 2023.

Aceptado: 10 de abril de 2023.

 

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