Letra 15. Revista digital
Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de Quevedo» de Madrid - ISSN 2341-1643

Sección TECNOLOGÍAS

Sacad los móviles, vamos a leer

Parte 4 de 7

2.3. Escena tercera.
En Toledo: los autores del Quijote y la geología literaria

[Primer narrador] El profesor reagrupa en una esquina a los estudiantes y les habla así:

D1.Calvo-Rutas.literarias.de.Toledo

—Tenéis que saber, chicos, que estamos aquí, en la ciudad imperial, gracias a este magnífico libro, recién publicado, que tengo en mis manos: Rutas literarias de Toledo, de Mariano Calvo y Mari Luz González.

Los autores han rastreado los lugares toledanos con referencias literarias y han encontrado una abundancia de ellos que asombra. Son lugares reales, que se pueden visitar, en los que transcurren, y lo digo en tiempo presente, porque la literatura sigue ocurriendo cada vez que una obra encuentra su lector, transcurren, decía, escenas literarias o episodios relacionados con los autores y la época que les tocó vivir.

Sobre Cervantes hay nada menos que 18 localizaciones; la primera de ellas se refiere a esta plaza de las Cuatro Calles, que hace siglos se denominaba El Alcaná, el barrio comercial por excelencia de Toledo, que se extendía también por la calle del Hombre de Palo y otras. En árabe, «aljanat» significa tienda.

Si sacáis el móvil y abrís el libro electrónico, podréis buscar la palabra «Alcaná», no olvidéis poner la tilde, y gracias al hipertexto saltaréis al capítulo I, 9.

¿Puedes leer tú estos cuatro párrafos en voz alta, por favor?

—Claro, profe. Dice así:

D2.Alcana
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y, como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y, puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua, le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír.
Preguntéle yo que de qué se reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por anotación. Díjele que me la dijese; y él, sin dejar la risa, dijo:
—Está, como he dicho, aquí en el margen escrito esto: «Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha».
Cuando yo oí decir «Dulcinea del Toboso», quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.

—Muchas gracias. Este texto nos aporta numerosas pistas, que pueden ser la columna vertebral de la investigación que queremos realizar sobre los autores del Quijote mediante lectura digital: uno, anónimo, que habla en primera persona («Estando yo un día..., anduve mirando, diciéndole mi deseo, preguntéle, etc.»); otro, que se le cita por su nombre como «Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo» y otro más, no olvidemos este detalle, que escribe «en el margen por anotación», que quizás fuera el mismo Hamete u otro, ¿el tercero?, que a su vez se refiere a otros diferentes que cuentan la historia y «dicen que...».

Por otro lado, el morisco que ríe, que sabe árabe y también castellano -eso significa aljamiado- entra en tratos con el protagonista, que está muy interesado en los papeles en escritura arábiga que no sabe leer. Cervantes estuvo prisionero cinco años en Argel, así que toda esta temática le es muy familiar. Por favor, sigue leyendo:

Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro; y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que, si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se refiere.

Tenéis que saber que en la nave de San Cristóbal del claustro de la Catedral que se encuentra al final de esa calle, que era el mentidero de la ciudad, se negoció la traducción del manuscrito original de Cide Hamete Benengeli, el verdadero y primer autor del Quijote, según se dice en la propia obra, como acabamos de comprobar.

Lo que hizo Cervantes, suponiendo que él se esconda detrás de ese protagonista anónimo, fue utilizar para escribir su obra la traducción que llevó a cabo el morisco aljamiado de un manuscrito escrito por Cide Hamete, que tenía a su vez diversas anotaciones de algún anotador sin nombre. O eso parece a primera vista, pero con Cervantes las apariencias no son lo que aparentan. Y hay más, como descubriréis pronto. Lo pasmoso en el Quijote es que se utilizan múltiples voces narrativas, unas encima de otras, cada una con su personalidad, lo que debió causar no poca dificultad, aunque desde luego mucha diversión, a sus autores.

No muy lejos de aquí, junto al río Tajo, en aquella dirección, la casa números 3-9 de la plaza de los Tintes ocupa el lugar donde se alzó la casa de Cervantes y Catalina, su mujer, en Toledo, y donde el escritor sitúa la traducción de la gran obra al castellano, en poco más de mes y medio, todo un récord.

D3.Calle.del.Hombre.de.Palo

Antes he citado la calle del Hombre de Palo, que es la calle en la que nos encontramos ahora. El origen de ese nombre es una leyenda toledana que seguramente se basa en un episodio histórico: el invento por Juanelo Turriano, que fue arquitecto y Relojero Real de Carlos I, de un autómata de madera —un robot diríamos hoy—, capaz de pedir y recoger limosna en la calle, según unas fuentes, y de hacer recados yendo y volviendo hasta la catedral según otras, no tan fiables.

Manuel Mujica Laínez noveló esta historia en El laberinto, donde el protagonista habla de sus recuerdos con estas palabras, que leo desde la página de Google Libros donde he buscado el nombre del autor y la expresión «Hombre de Palo»:

Cuentan que el mencionado ingenio piamontés, acompañante en Yuste del Emperador, quien lo admiraba mucho, ideó un muñeco de traza y estatura humanas, movido por relojerías sutiles, que iba y venía de su casa a la arzobispal, en busca de la merienda. Repito que jamás lo vi, pero una noche invernal de mi niñez, a eso de las ocho, al volver en la oscuridad y el hielo, medio a los tropezones y guiándome por la memoria, de la casa del señor Dominico Greco, cuando enfilé la curva de la calle del Hombre de Palo, me alcanzó el tiempo justo para meterme en un portal y no tropezar con un bulto que por allá descendía. Escuché, eso sí, latiéndome desordenadamente el corazón, un seco, duro golpeteo, como de zapatones de madera, y horrorizado me juré que el autómata inventado por Juanelo andaba de ronda. Luego que pasó, a punto de rozarme, sin que yo lo viese, y luego de añorar las pupilas de los gatos que me hubiesen permitido agujerear la tiniebla, corrí al refugio de nuestro caserón, eludiendo como pude, pues estaba ciego, las vasijas de aguas menores e inmundicias que vaciaban de la altura.

Así que podemos caminar por una calle o visitar una plaza y sentir hoy el peso de la historia y de la literatura en ella, apreciar el alma de los sitios, disfrutar de los estratos literarios que se acumulan unos encima de otros en ciertos lugares privilegiados.

Un articulista (FERNÁNDEZ DELGADO, 2009) lo llama practicar la geología literaria, ejercicio que provoca un auténtico cambio de estado, ya que el viajero se transforma en paseante simbólico, capaz de leer textos en las piedras ágrafas y mudas y evocar diálogos en las arquitecturas desnudas.

Toledo, como Madrid o Barcelona o París o Londres, son ciudades muy literarias, que merece la pena visitar mientras se lee y leer mientras se las visita.

Vayamos ahora a la plaza de la Catedral, para que pueda daros las últimas indicaciones de lo que vamos a hacer hoy, antes de dispersarnos todos por la ciudad.

Vuestro profesor de Historia ha preparado estos sobres con pegatinas, que repartiremos entre los grupos de lectura de tres o cuatro personas que habéis formado. Contiene cada una un código QR y un logo que identifica nuestro instituto y la campaña «Codifica Toledo», que es similar a la de «Codifica Madrid» que ha hecho el curso de los mayores.

Este sobre, por ejemplo, contiene una pegatina con este código QR, que para los que no sepáis el detalle significa «código de respuesta rápida» (quick response), un invento japonés, que permite introducir textos o direcciones de internet en esos códigos visuales semejantes a códigos de barras, como los de los supermercados, y luego leerlos fácilmente.

En nuestro caso, son las cámaras de los móviles las que ahora los pueden leer, si se cuenta con alguna aplicación lectora de códigos, que hay muchas para bajarse, como por ejemplo BarcodeScanner. Venga, instaladla. Cualquier paseante simbólico que disponga de un móvil inteligente puede leer el código y transformar la imagen en un texto para su pantalla, leerlo y guardarlo o compartirlo.

D4.QR.Codifica.Toledo.El.Alcana.del.Quijote.

Aquí tengo la primera pegatina, probad a escanearla y comprobad que abre el texto que se refiere a la compra del manuscrito del Quijote en el Alcaná. ¿Que tal vais?

—Tarda un poco, profe, pero se abre y se lee perfectamente. Los turistas y los curiosos estarán encantados, siempre que algún «mastuerzo» o «necio» no arranque la etiqueta, claro.

—Muy cierto. Pues id cogiendo los sobres, cada grupo dos, que corresponden a otras tantas localizaciones en Toledo con un notable espesor literario detrás; juntas reúnen nada menos que la historia de la literatura española: el Cantar de Mío Cid, Milagros de Nuestra Señora, Libro de buen amor, La Celestina, Églogas de Garcilaso, Lazarillo de Tormes, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Gustavo Adolfo Bécquer, Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez, Azorín, Pío Baroja y Gregorio Marañón.

D5.QR.leido

Luego deberéis visitar los sitios que correspondan, colocar las pegatinas en lugares bien visibles, comprobar que se leen bien y sacar una foto del grupo en la que se aprecie claramente la pegatina colocada. Enviad la foto al grupo que tenemos de lectodigitantes en WhatsApp, para que todos podamos verla.

Pero antes de la diáspora, vamos a dar las pistas de lectura y los procedimientos a seguir en nuestro experimento de lectura y escritura digital avanzadas. Hoy toca leer investigando o investigar leyendo, mejor dicho. Nuestro tema será profundizar en la cuestión de la autoría del Quijote e intentar responder a esta pregunta: ¿cuántos y quiénes son los autores del Quijote?, cuestión tratada muchas veces y todavía no perfectamente resuelta (FERNÁNDEZ MOSQUERA, 2012), cuya indagación nos desvelará facetas de Cervantes que no imaginábamos, de modo que podremos entender la devoción que por su obra se tiene en todo el mundo, y sumarnos a ella sabiendo los porqués.

Podremos usar varios trucos de lectura digital: utilizaremos el poder buscador del texto electrónico de la aplicación de lectura del móvil para recorrer la novela de cabo a rabo en un plisplás, mientras examinamos las veces que aparece el nombre «Hamete» y los términos «autor», «traductor» o «apócrifa». Basta con estos cuatro.

Al estudiar, aunque sea someramente, el contexto en que aparece cada palabra, nos podemos hacer una idea de su significado e importancia.

D6.Busqueda.Hamete1

Os voy a poner un ejemplo: si busco «Hamete», lo primero que me sale es el episodio que ya conocemos de El Alcaná; el siguiente salto, al pulsar en el triángulo verde, nos conduce al comienzo del capítulo 15, que dice así: «Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli...», que es una fórmula que se repite luego varias veces. 

D7.Busqueda.Hamete2

¿Qué nos indica? Una sugerencia para pensadores: ¿quién dice «Cuenta Cide Hamete»? ¿De quién es la voz que narra? De Cide Hamete no, claro, es de otro, ¿de quién?

D8.Busqueda.Hamete3

Cuando localicéis un párrafo significativo para esta investigación cread un marcador nuevo, un párrafo completo coloreado, y anotad un comentario de vuestra cosecha, como por ejemplo este: «Hay un narrador que está por encima de Hamete, que es el que cuenta y narra».

Y seguid así, probando con los cuatro términos que os sugiero, elaborando comentarios a los marcadores. Un último truco para facilitar las cosas y ahorrar pulsaciones: copiad el término de búsqueda al portapapeles y pegadlo cada vez, para no tener que escribirlo.

Para los más audaces, os propongo que busquéis también el término «fantasía», que aparece 8 veces en el Quijote, y su evolución no tiene desperdicio. Y, cómo no, «libertad», una de las palabras clave para poder entender la obra.

Id, perdeos por las calles, buscad un buen rincón, leed y marcad.

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